"Mas como fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión, llamado Julio, de la compañía Augusta. Así que, embarcándonos en una nave adrumentina, partimos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica, para navegar junto a los lugares de Asia" (vv. 1, 2).
Pablo había apelado a César y a él se encaminaba. Lucas (el historiador) "el médico amado" estaba con él (pues escribe, "embarcándonos"), también "Aristarco, macedonio de Tesalónica." Ambos no estaban obligados a acompañar a Pablo, pues no eran presos. Su amor para con su amado hermano Pablo les motivó a identificarse con el siervo fiel del Señor en cadenas, aceptando cualquier circunstancia que se presentase.
Hoy en día "Pablo", simbólicamente, aún está llevado cautivo por los hombres: quiere decir que la "doctrina" que el Señor, la cabeza de la Iglesia, dio a Pablo por "revelación" (Efe. 3:3) está siendo rechazada por el cristianismo. Los jerarcas religiosos no quieren reconocer a Cristo como "la Cabeza": ellos quieren "tener el primado" (3ª John 9). Tampoco se someten a la guía del Espíritu Santo, el cual no tiene voz en sus concilios ni en sus directivas. De la "vocación celestial" (Heb. 3:1) no quieren saber nada: "sienten lo terreno" (Fil. 3:19). ¡Cuán pocos están decididos a acompañar a Pablo el preso!
"Y otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando a Pablo con humanidad, permitióle que fuese a los amigos, para ser de ellos asistido" (v. 3).
¡Imagínense un preso que había de ser llevado a César, el gran emperador, teniendo libertad para tomar refrigerio espiritual con sus "hermanos en Cristo" en el puerto de Sidón! El Señor había inclinado el corazón del centurión Julio de manera maravillosa, pues un soldado romano encargado de la custodia de un preso si se le escapaba, pagaba la negligencia con su propia vida (comp. Hch. 16:27).
"Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos bajo de Cipro, porque los vientos eran contrarios" (v. 4). El capitán de la nave se había propuesto "navegar junto a los lugares de Asia," es decir, navegar costeando, tocando tal vez varios puertos; pero los vientos contrarios le obligaron a cambiar de rumbo y escapar de la fuerza de los vientos "bajo de Cipro," una isla grande en medio del Mar Mediterráneo. A veces en nuestro viaje de la vida tenemos que abandonar ciertos propósitos a causa de los vientos contrarios.
"Y habiendo pasado la mar de Cilicia y Pamphylia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, nos puso en ella. Y navegando muchos días despacio, y habiendo apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo de Creta, junto a Salmón. Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea" (vv. 5-8).
A pesar de todas las dificultades y los vientos contrarios, la nave pudo llegar a "Buenos Puertos." En los primeros días de los apóstoles, a pesar de la oposición de Satanás y de "hombres importunos y malos," la "nave evangelista" seguía su ruta.
Ahora, para comentar sobre el viaje desde "Buenos Puertos" hasta la isla de "Melita," vamos a aprovechar
la mayor parte de un folleto llamado EL VIAJE DE PABLO DESDE LOS BUENOS PUERTOS A MELITA, Y SUS LECCIONES, escrito sobre el significado espiritual de esta travesía, pues el autor expresa la verdad doctrinal cristiana en buena forma.
"La primera parte del viaje desde Cesarea a los Buenos Puertos (vv. 1-7) es descrita en pocas palabras, mas en la segunda etapa desde los Buenos Puertos hasta la llegada a Melita (cap. 27:9-44), se escribe con tantos detalles que nos brinda profunda instrucción. Podemos considerar la nave como una figura del testimonio cristiano, la gente a bordo como la de los cristianos, y a Pablo mismo como representando la verdad llamada la `doctrina de Pablo' acerca de la Iglesia (comp. 2a Tim. 3:10), la cual comprende todo lo que es propiamente cristiano. Cuando decimos 'propiamente cristiano,' significamos esa porción de la verdad como distintiva y peculiar a esta era de la Iglesia y que nos relaciona con el cielo y con Cristo la Cabeza allí de la Iglesia.
"Los de a bordo de la nave decidieron zarpar de los Buenos Puertos-no conforme al consejo de Pablo, sino de los otros. Los 'Buenos Puertos' nos hablan del principio-de la unidad feliz evidenciada en los `buenos' tiempos de la historia de la iglesia primitiva. Todo marchaba bien mientras los cristianos andaban en la verdad, y en el temor del Señor (como Hch. 9:31); pero tal posición nunca es agradable a la carne, y sólo se puede mantener si andamos con Dios. El 'tiempo' lo pone todo a prueba; así leemos: 'Y pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, porque ya era pasado el ayuno, Pablo (les) amonestaba' (v. 9).
Siempre es comparativamente fácil entrar en el camino de la fe, pero la carne nunca puede continuar en él. `La navegación' dirigida por la sabiduría humana es siempre 'peligrosa'; por lo tanto precisamos de la Palabra de Dios para guiarnos. Debemos tener nuestras conciencias guiadas por las Escrituras en todo tiempo, pues sólo de tal manera podemos reclamar Su promesa, 'Andarás por to camino confiadamente, y to pie no tropezará' (Prov. 3:23).
"Hay algo muy triste en las palabras, 'ya era pasado el ayuno.' Aquella devoción primitiva, aquel 'ayuno y oración' que caracterizaba a la iglesia al principio (comp. Hch. 13:3) se pasó. Uno se acuerda del comentario de otro: 'No hay ningún sustituto para la comunión con el Señor.' Cuando no hay la reposada comunión con Dios y el esperar en su presencia, estemos seguros de que la turbación nos acecha. ¡Ojalá estas cosas ejerciten cada uno de nuestros corazones, a fin de que andemos en el poder del Espíritu de Dios, mas bien que en los caminos de la prudencia humana."
"Pablo amonestaba, diciéndoles: Varones, veo que con trabajo y mucho daño, no sólo de la cargazón y de la nave, mas aun de nuestras personas, habrá de ser la navegación" (v. 10).
Pablo se vio obligado a advertirles, pues, divinamente inspirado, discernió el peligro inminente. Esto nos hace recordar su amonestación dada a los ancianos de la iglesia en Efeso: "Porque ye sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado; y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí" (Hch. 20:29, 30). ¿Nos damos cuenta, queridos santos de Dios, que si abandonamos la doctrina de Pablo, si rehusamos andar en la verdad, la cual Dios entregó a la iglesia por medio de él, entonces vamos a naufragar como esa nave? Hay muchos cristianos que leen los cuatro Evangelios y el libro de los Salmos, pero que no estudian las epístolas de Pablo que contienen las instrucciones necesarias para la iglesia. Acordémonos de la exhortación, "Retén la forma de las sanas palabras que de mí oiste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús" (2a Tim. 1:13). No sólo hemos' de retener estas cosas como doctrinas-lo cual es muy necesario- sino también "en la fe y amor"; porque la verdad que conocemos debe manifestar su poder en nuestras vidas para gloria del Señor.
"Mas el centurión creía más al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía" (v. 11). A pesar de la prevención oportuna de Pablo, los encargados de la nave llevaron las cosas conforme a su antojo y rechazaron a Pablo, como aquellos de Asia ("me han sido contrarios todos los que son en Asia, de los cuales son Figello y Hermógenes"-2 a Tim 1:15). ¡Cuán verídico fue eso después de la muerte de los apóstoles, y aun en gran medida antes de su muerte!
"Y no habiendo puerto cómodo para invernar, muchos acordaron pasar aún de allí, por si pudiesen arribar a Fenice e invernar allí, que es un puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste" (v. 12).
El lugar "Buenos Puertos" no fue considerado "cómodo" (es decir, espacioso y conveniente). Leemos que "muchos acordaron pasar aún de allí." Por analogía, no se puede esperar nunca que la verdad de Dios sea bastante "cómoda" para la muchedumbre. Si escudriñamos las Escrituras, veremos claramente que la mayoría jamás ha escogido el camino de la obediencia. ¿No es verdad que sólo unos cuantos en todo tiempo quieren obedecer? Cuidémonos de no seguir a la muchedumbre, antes con un ojo sincero hagamos de Cristo el Objeto de nuestros corazones, y de su Palabra la guía para nuestros pies. En tal camino gozaremos de dulce paz, aunque la compañía sea pequeña.
Por algún tiempo después de haber dado su palabra de amonestación, Pablo quedó sin hablar. La historia de la Iglesia nos muestra que "la doctrina de Pablo" y el llamamiento celestial de la iglesia fueron perdidos por muchos siglos después de la muerte del apóstol. Pero Pablo aún estaba a bordo, y así las preciosas verdades de las cuales hemos hablado, quedaban ignoradas en la Biblia por muchísimos años, no entendidas y no puestas por obra.
"Y soplando el austro, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando velas, iban cerca de la costa de Creta" (v. 13).
Mientras tanto, la nave zarpó y con rumbo a Fenice-un puerto espacioso y conveniente-¡el centro del comercio! Tal es el gusto de muchos cristianos: una iglesia "a lo Fenice," una iglesia mundana. Y, extrañamente, el austro soplaba suavemente. Parece que Dios les daba lo que habían deseado. ¿No oimos a muchos cristianos (mientras andan en caminos de desobediencia) hablar del "austro que sopla," de la bendición que reciben? Tal vez parece así, como en aquel entonces cuando la iglesia primitiva se deslizaba hacia el mundo, pero (como ya hemos mencionado) el tiempo pone las cosas a prueba, y así fue en nuestro narración. Era su propio propósito lo que ellos pensaban haber obtenido. Preguntémonos a nosotros mismos, ¿queremos nuestros propios planes y propósitos, o los de Dios? ¿Sabemos que tenemos la verdad porque tenemos la Palabra de Dios para lo que intentemos, o en realidad estamos siguiendo solamente nuestras propias ideas y suponemos que tenemos la razón? ¡Qué bueno poder decir! "Así ha dicho el Señor," y andar en el camino que El nos ha señalado.
¡Oh cuánto significan esas palabras, "alzando velas"! ¡Qué día más triste en la historia de la iglesia primitiva cuando ellos dejaron "Buenos Puertos" para llegar a "Fenice"! Notemos también cómo "iban cerca de la costa de Creta." No toda la verdad es abandonada de golpe. Los cristianos dirán que casi no hay ninguna diferencia entre una companñía y otra, pero preguntemos: ¿Han alzado velas? Sea un metro, sea un kilómetro, se está alejando. Geográficamente, Fenice no está lejos de los Buenos Puertos, y a menudo parece sólo un paso de la asamblea cristiana al mundo, pero ¡qué peligroso es tal paso!, como aquel viaje cargado de peligros. Pero no arribaron a "Fenice", porque el Señor ama tanto a los suyos que no les permite estar cómodos en este pobre mundo.
"Mas no mucho después dio en ella un viento repentino, que se llama Euroclidón. Y siendo arrebatada la s nave, y no pudiendo resistir contra el viento, la dejamos y éramos llevados. Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife: el cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados. Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron; y al tercer día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave" (vv. 14-19).
El austro que soplaba suavemente no duró mucho tiempo, y luego ¡qué cambio repentino! Sobrevino un tempestuoso viento llamado "Euroclidón." (v. 14). Tal es la situación cuando damos oídos al consejo de los hombres y dejamos de lado la verdad divina, para procurar cumplir con nuestros propios propósitos. La nave no pudo "resistir contra el viento." (v. 15). Similarmente la historia sagrada nos muestra que una tras otras malas doctrinas fueron introducidas en la iglesia primitiva, y los cristianos que eligieron permanecer en la "casa grande" juntamente con los "vasos... para deshonra" (2ª Tim. 2:20, 21), muy pronto se encontraron sin poder para hacer nada para escapar: "eran así llevados." (v. 17). Aun los hombres piadosos en aquellos años después de la muerte de los apóstoles, no pudieron enmendar el daño ya hecho.
¿No hay en todo ello un aviso para nosotros hoy en día? Si permitimos entrar un poco de lo malo, sólo será una cuestión de tiempo para que la nave esté tan dañada que no será posible repararla (comp. 1ª Cor. 5:6).
Como ya hemos dicho, las tentativas para reparar la nave fueron inútiles, y en vez de mejorar la situación, las cosas iban de mal en peor: "al día siguiente alijaron." Arrojaron de la nave las cosas consideradas secundarias. En estos días peligrosos vigilemos a los que quieren que tiremos fuera las cosas "no esenciales" (según ellos), que incluyen las cosas que conciernen a la gloria de Cristo, y su obra de redención consumada (la cual siempre es atacada por doctrinas malas); y la verdad de la iglesia, tan preciosa al corazón de Cristo quien "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Efe. 5:25). No es de maravillar, entonces, que después de aliviar la carga, al día siguiente arrojaron también "los aparejos" (v. 19), o sea los mismos instrumentos necesarios para el debido control de la nave fueron tirados al mar. Así vemos el curso del abandono de la verdad divina. Es una cosa gradual que comienza cuando zarpamos de "Buenos Puertos." Que el Señor nos haga apreciar la verdad, y que así procuremos andar en el camino de la obediencia a la Palabra de Dios, cueste lo que cuesto. (arreglado de G.H.H.)
"Y no pareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida toda la esperanza de nuestra salud" (v. 20).
Este versículo figura los "Siglos Oscuros" en su pleno sentido. El llamamiento celestial de la iglesia fue perdido, porque no parecieron "sol ni estrellas por muchos días." Sólo Dios pudo levantar de nuevo un testimonio de acuerdo con su mente en medio de tantas tinieblas.
"Entonces Pablo, habiendo ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño. Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida habrá de persona de vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual ye soy, y al cual sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque ye confío en Dios que será así como me ha dicho; si bien es menester que demos en una isla" (vv. 21-26).
Pablo, cuyo consejo fue rechazado (véase v. 10), después de un silencio largo, habló otra vez. El cristianismo no habría llegado al estado confuso en el cual se halla si hubiera obedecido y puesto por obra la doctrina de San Pablo expuesta en sus epístolas divinamente inspiradas, como está escrito: "la iglesia, de la cual soy hecho ministro" (Col. 1:74, 25).
Dios reveló a este siervo fiel lo que iba a suceder en aquel entonces. Igualmente el siervo fiel del Señor hoy en día sabe lo que va a suceder en este mundo, por cuanto tiene el Espíritu de Dios y la Palabra de Dios, la Biblia, mientras los hijos de este presente siglo malo permanecen en las tinieblas.
¡Qué bueno poder afirmar con Pablo: "Ye confío en Dios que será así como me ha dicho"!
"Y venida la décimacuarta noche, y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros a la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra; y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas." (vv. 27, 28).
"A la media noche fue oído un clamor: He aquí, el esposo viene, salid a recibirle" (Matt. 25:6).
Cierto escritor ha dicho: "los marineros opinaban que se acercaban a 'alguna tierra.' ¡Y nosotros estamos acercándonos a nuestra patria celestial! Echemos la sonda y hallaremos que este evento bienaventurado ocurrirá pronto: 'veinte braza... luego quince brazas.' Sí, oiremos pronto su bendita voz, y veremos su rostro glorioso; que seamos, por lo tanto, como hombres que esperan a su Señor.
"Mientras los marineros anhelaban que se hiciese de día, no estaban desocupados, pues el pasaje siguiente indica que había mucha actividad a bordo; también Pablo, cuyo consejo fue menospreciado antes, habló otra vez." El Señor nos ha dicho: "Negociad entre tanto que vengo" (Luc. 19:13). "No fueron desanimados más por el viento y las olas, porque confiaron en Dios.
"Las primeras medidas tomadas después de haber sabido que se hallaban cerca de 'alguna tierra,' son muy instructivas. 'Habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día' (v. 29). Aquí vemos figurada la debida actitud de los que procuran-en un día de confusión y tinieblas-mantener un testimonio de acuerdo con la mente de Dios. Hay temor de dar en lugares escabrosos: hay humildad y una convicción de su posición indefensa. Esperan en el Señor y depositan su confianza sólo en El. El Espíritu de Dios obra en poder, juntando las almas a Cristo-el Anda. Otra cosa que notar es el ansia que se haga de día. Esta figura es la esperanza bienaventurada de su venida. ¡Qué lugar más bendito, conscientes de flaqueza, pero con Cristo solo como el Anda!
"Entonces procurando los marineros huir de la nave, echado que hubieron el esquife a la mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa, Pablo dijo al centurión y a los soldados; Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros. Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y dejáronlo perder" (vv. 30-32).
"Esa tentativa habla de la actitud independiente y voluntariosa de aquellos que dejan el testimonio colectivo establecido por Dios, para formar grupos cismáticos. El espíritu independiente no es de Dios.
Somos `todos miembros los unos de los otros' (Rom. 12:5). Para la cena del Señor un solo pan en la mesa habla del `un cuerpo' de Cristo compuesto de todos los verdaderos hijos de Dios (véase lª Cor. 10:17). El Señor Jesús oró por la unidad en el testimonio según Juan 17:21: "para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mi, y ye en ti, que también ellos sean en' nosotros una cosa: para que el mundo cera que tú me enviaste.' Esa unidad se realizó en el día de Pentecostés cuando 'estaban todos unánimes juntos' (Hch. 2:1), pero muy pronto todo fracasó en las manos de los hombres. Pero ¿son alterados por el fracaso del hombre los pensamientos de Cristo acerca de su Iglesia la cual El amó, y se entregó a Sí mismo por ella? ¡Nunca! 'Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos' (Heb. 13:8).
"Oportunamente Pablo amonestó: `Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros.' Esa advertencia estorbó el propósito malévolo de los marineros. Nos podemos preguntar si estamos dispuestos a abandonar nuestros propósitos cuando la Palabra de Dios nos hace ver que estamos equivocados. Cuán beneficioso sería si estuviésemos dispuestos a obedecer a las Escrituras en todo, y a todo tiempo... A menudo el orgullo nos influye y rehusamos obedecer a la Palabra de Dios cuando revela nuestro mal camino. Es ve dad que "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (1ª Ped. 5:5).
"Y como comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el décimo cuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no comiendo nada" (v. 33).
"Pablo animó a todos a que comiesen. Con la verdad celestial de la Iglesia recobrada en estos postrimeros días, cuán abundante abastecimiento de `comida' espiritual ha sido provisto para los creyentes en el Señor Jesús, de modo que aquellos a bordo de la nave tipifican a todos los verdaderos miembros del cuerpo de Cristo, a todos los hijos de Dios por fe en El.
Esa comida no era nada nueva. Estaba a bordo durante todo el viaje, pero a pesar de esa abundancia ellos habían permanecido ayunos. Asimismo la verdad que Dios nos ha entregado no es nueva, sino la que fue revelada en los días de los apóstoles y escrita en la bendita palabra indeleble de Dios." (arreglado de G.H.H.).
"Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá" (v. 34).
Es para nuestra salud espiritual que comamos de este rico manjar: la Palabra de Dios. Es la comida imprescindible que nutre el alma. Y la promesa, "ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá," nos afirma esto la seguridad eterna del creyente en el Señor Jesús, el gran Pastor, que dice: "Ye les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:28).
"Y habiendo dicho esto, tomando el pan, hizo gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer" (v. 35).
Hemos leído en los versículos anteriores (vv. 34, 35) que había abundancia de pan en la nave en la cual Pablo fue llevado cautivo hacia Roma, pero que nadie lo había aprovechado durante una quincena. Entonces Pablo les exhortó a que comiesen del pan para su salud. Sacando de todo ello una enseñanza espiritual, conviene que comamos del rico manjar de la Palabra de Dios, la que, por nosotros, está lista a la mano en la Biblia, la comida imprescindible que nutre el alma.
De este versículo entresacamos otra enseñanza espiritual: el acto de Pablo, partiendo el pan después de haber dado gracias, señala el hecho de que hubo un movimiento poderoso del Espíritu de Dios al principio del Siglo XIX, y por todas partes del mundo-después de tantos siglos de falta de cumplimiento de la palabra del Señor: "Haced esto en memoria de Mí"-cuando los creyentes en el Señor Jesucristo, comenzaron a partir el pan sencillamente como miembros del "cuerpo de Cristo," congregados solamente en su Nombre (véase Matt. 18:20).
"Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también. Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis" (vv. 36, 37).
Todos los que estaban en el barco participaban con el apóstol Pablo. El partimiento del pan no es el acto de un solo individuo, sino el de la iglesia. Para que los cristianos sepan que el partimiento del pan, instituido por el Señor Jesús antes de que la iglesia existiera, es un privilegio conferido en ella, El dio a Pablo una revelación especial:
"Ye recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de Mí. Asimismo tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de Mí. Porque todas las veces que comiereis este pan o bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga" ( 1ª Cor. 11:23-26). Este pasaje refuta terminantemente falsa de que la cena del Señor no es para Su iglesia.
"Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano a la mar" (v. 38). Este versículo no presenta el cuadro de lo que está sucediendo hoy en día en la profesión cristiana. El movimiento modernista pregona: "Estamos hartos del Evangelio de Redención con la sangre de Cristo; no lo queremos. No precisamos de un Libro inspirado de Dios. Vamos a arrojar todo eso en la mar del olvido. Somos ricos, y estamos enriquecidos, y no tenemos necesidad de ninguna cosa." (comp. Apo. 3:17).
"Y como se hizo de día, no conocían la tierra: mas veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave." (v. 39),
Los marineros no consultaban con Pablo, el cual tenía la mente de Dios, sino obraron voluntariosamente. "No conocían la tierra": es decir, no tenían discernimiento. El cristiano que no consulta su Biblia va a perder su discernimiento espiritual. "Mas veían un golfo que tenía orilla." El cristiano espiritual no mira cual meta algo visible: "por fe andamos, no por vista" (2ª Cor. 5:7). "Al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave." "Si" expresa incertidumbre. Pero no hay nada incierto acerca de la destinación del creyente en el Señor Jesús: "Nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo" (Fil. 3:20).
¿Era necesario arriesgarse al naufragio en el golfo que tenía orilla? No. Con cuatro anclas echadas, podían capear la tempestad hasta que cesara; tenían suficiente comida y habían satisfecho su hambre. ¿Para qué, entonces, seguir voluntariosamente con su propósito? Realmente, era un proceder necio de una acción independiente.
¿Y adónde están los líderes prominentes del cristianismo moderno dirigiendo la nave del testimonio cristiano? "Cortando pues las anclas," las doctrinas fundamentales de la fe, "las dejaron en la mar," las han rechazado; "largando también las ataduras de los gobernalles," el control por medio del timón, la guía del Espíritu Santo dejada de lado; "y alzada la vela mayor al viento," un movimiento ecuménico, una apariencia de grande actividad religiosa; "íbanse a la orilla," orillándose al naufragio. (véase v. 40).
"Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse,
y la popa se abría con la fuerza de la mar" (v. 41). "Las dos aguas", convirgiendo en el lugar donde la nave encalló, y atacándola con todas sus fuerzas, nos hacen pensar en los dos medios que el diablo está aprovechando para deshacer el testimonio cristiano: uno es el racionalismo, o sea el modernismo; y el otro es el ritualismo religioso que sustituye "obras" por la obra redentora y cabal de Cristo, el Hijo de Dios.
"Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, porque ninguno se fugase nadando" (v. 42). Tras el acuerdo de ellos estaba el propósito maligno del diablo: la destrucción de un testigo fiel del Señor, Pablo.
"Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra, y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra" (vv. 43, 44). El Señor puso en el corazón del centurión romano el querer salvar a Pablo y él lo guardó de muerte. Aunque el diablo ha querido estorbar la lectura de las Epístolas de Pablo, con la verdadera doctrina de la Iglesia, su constitución, su práctica y su finalidad, Dios, en su soberanía supremo, las ha conservado íntegras para la instrucción de los creyentes en Cristo Jesús.
"Todos se salvaron." Aunque la nave se deshizo, nadie de a bordo pereció. Aunque el cristianismo naufrague como testigo para el Señor, no obstante El no va a dejar perder el alma ni siquiera de una de sus ovejas por las cuales puso su vida. "Ye les doy vida eterna y no perecerán para siempre" (John 10:28). Escogidos "en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor" (Efe. 1:4).