Introducción

Narrator: Luiz Genthree
Duration: 3min
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En la segunda epístola a Timoteo, capítulo dos, el creyente nos es presentado bajo siete aspectos: como hijo (versículo 1); soldado (versículo 3); atleta (versículo 5); labrador (versículo 6); obrero (versículo 15); vaso (versículo 21); y siervo (versículo 24).
Cada uno de esos caracteres va acompañado de una exhortación adecuada. Como hijo, Timoteo es exhortado a ser fuerte en la gracia; la gracia acompaña al hijo, como la ley al siervo —así lo aprendemos de los gálatas—. Como soldado, Timoteo es exhortado a sufrir trabajos, y a no embarazarse en los negocios de la vida; estos son los buenos elementos de la buena milicia. Como vaso, debe ser limpiado, reservado; como siervo, manso, paciente; y así sucesivamente.
En el versículo 15, le es indicado cuanto de él se requiere como obrero: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad” (versión Reina-Valera Antigua).
Así, pues, la Palabra de Verdad tiene sus propias divisiones, y debe ser evidente que, sin observarlas, no es posible ser “obrero que no tiene de qué avergonzarse”, de manera que todo estudio de la Palabra, ajeno a esas divisiones, debe ser en gran medida falto de claridad y de provecho. Muchos cristianos confiesan francamente cuan pesado hallan el estudio de la Biblia; mayor es el número de los que no se atreven a confesarlo.
El objeto de este tratado es indicar las divisiones más importantes de la Palabra de Verdad. Es evidente la imposibilidad de hacerlo por completo sin un análisis exacto de la Biblia; pero damos lo suficiente para que el estudiante aplicado pueda percibir los mayores rasgos de la verdad, y algo de la belleza y simetría ordenadas de la Palabra de Dios que, a primera vista parece una mera confusión de ideas sin armonía ni enlace.
Exhortamos al estudiante a no recibir una sola doctrina fundándose en la autoridad de este tratado, sino que escudriñe diariamente las Escrituras, como los de Berea (Hechos 17:11), para averiguar su veracidad. No apelamos a la autoridad humana. La unción que “recibisteis de Él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe” (1 Juan 2:27).