En Josué 16 tenemos la suerte de los hijos de José, es decir, de Efraín, y la media tribu de Manasés (comparar Génesis 48 final). Reciben, en consonancia con la fecundidad de su padre, el centro de Canaán desde el Jordán hasta el Mediterráneo. Pero aquí encontramos un fracaso aún mayor que al final de Josué 15. Porque como se dice, los cananeos habitan entre los efraimitas hasta el día de hoy, como se dijo de los jebuseos o habitantes de Jerusalén. Sin embargo, había una gran diferencia; que los hijos de Judá no podían expulsar a los jebuseos, pero los cananeos moran entre los efraimitas hasta el día de hoy, y sirven bajo tributo. Josefo está equivocado en su manera de presentar el caso; porque dice que los benjamitas, a quienes pertenecía Jerusalén, permitieron que sus habitantes pagaran tributo, y que el resto de las tribus, imitando a Benjamín, hicieron lo mismo. Las Escrituras discriminan. Los hombres de Judá no pudieron expulsar a todos, los hombres de Efraín no; Y estos últimos convirtieron su negligencia en una fuente de ganancia.