Juan 10:7-21: Jesús el Buen Pastor

From: Número 26
John 10:7‑21
W. Carrion
Habiendo meditado sobre la alegoría del redil; ahora nos disponemos a continuar nuestra meditación dando una ojeada en una de las páginas más hermosas, agradables e interesantes, narrada por el apóstol Juan en el Evangelio, la misma que a través de los tiempos ha fortalecido la fe cristiana; aquella que nos presenta al Señor Jesucristo como el buen pastor y a nosotros sus redimidos, como ovejas de su rebaño:
La alegoría llama nuestra atención a la vida de un humilde pastor oriental, junto a su rebaño de ovejas, con lo que podremos entender mejor la vida diaria en el antiguo Israel, entorno en el cual vivió nuestro Buen Pastor, el Señor Jesucristo.
Yeshúa (Jesús) nos compartió esta alegoría rica en significado, para ayudarnos a conocer su misión, identidad, carácter, rectitud moral, su tierna compasión y para que comprendamos su comunión con el Padre, la cual debe ser igual entre Jesucristo el buen pastor y todos nosotros que somos sus ovejas.
Los cristianos primitivos, entre ellos los que fueron perseguidos por la inquisición romana, aquellos que los conocemos como “los mártires de las catacumbas”, preferían recordar al Señor Jesucristo como un pastor con sus ovejas, en vez de recordarlo crucificado en la cruz; este maravilloso testimonio se lo ha encontrado en las paredes de las catacumbas, en donde muy comúnmente se han localizado evidencias pictóricas que son representaciones de Jesucristo como el buen pastor, llevando a sus tiernas ovejitas entre sus brazos y a las ovejas enfermas en sus hombros.
La palabra pastor (poimen) aparece más de cien veces en la Biblia, y proviene de la raíz que etimológicamente significa: “dar pasto” o “apacentar” y “cuidar”. Lo cual denota que la obligación del pastor es satisfacer las necesidades de sus ovejas, tales como alimentación, provisión de agua, cuidado, seguridad, guía o dirección en su vida cotidiana.
Escudriñando el registro bíblico encontramos que muchos de los antiguos patriarcas fueron pastores, entre ellos: Abel, Abraham, Isaac, Jacob, los hijos de Jacob, Moisés, David, Amós. (Génesis 4:2; 12:16; 26:14; Éxodo 3:1; 1 Samuel 17:34; Amós 1:1).
Haciendo referencia al vocablo rebaño diremos de igual manera que, las palabras sinónimas, nos ayudarán, a comprender su significado, entre otras tenemos: manada, hato, bando, grupo o conjunto de ovejas; esto es, la palabra rebaño se refiere a la agrupación de ovejas.
Las ovejas por naturaleza no son agresivas, más bien son indefensas, es la razón por la cual necesitan que el pastor les dé constante cuidado y protección del peligro, del mal tiempo, que busque a la descarriada y cure a las enfermas; sin la preciosa protección del pastor las ovejitas pueden desfallecer o perecer.
“Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11).
En estas palabras el Señor Jesús, nos da a entender que sus ovejas somos el motivo primordial de su existencia, somos su tesoro, y como tal, nos da su amor, nos tiene compasión, nos cuida día y noche, con dedicación y esmero; y si una oveja se llegaré a extraviar, la busca con sacrificio, truene, llueva o relampaguee, sin importar la hora que sea: “De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos” (Génesis 31:40). Y la busca hasta encontrarla, no importándole el cansancio propio, cuando localiza a su ovejita de regreso al redil la pone sobre sus hombros; y luego exterioriza su gozo en medio de los que le rodean: “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone gozoso sobre sus hombros, y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:1-7).
Jesús dice que él es nuestro buen pastor, aquel que nos cuida, protege, busca, congrega, guía, apacienta, e inclusive en la máxima expresión de su amor gratuito, y generosa bondad, dio su vida por nosotros, para rescatarnos a quienes estábamos en pecado o bajo el yugo de la ley. Jesús no se quedó esperando a que nosotros fuéramos a su encuentro, sino que Él mismo libre y voluntariamente se puso en camino para buscarnos; por eso se hizo amigo de los pecadores, comía con ellos y les anunciaba el maravilloso Evangelio de la salvación, muestra de su infinito amor y misericordia. El jamás nos ha tratado como merecen nuestras culpas, siempre su misericordia ha superado nuestras faltas. Esto agradaba a la gente humilde y sencilla, que le escuchaba con gozo y alegría, y provocaba oposición y rechazo en los hombres hipócritas, vanagloriosos y complicados, que fungían de falsos pastores del rebaño de Israel.
“Dios ¡Cuán grande es tu amor!,
Tu gran amor por mí,
admirable amor
que durará sin fin;
es divino y santo,
amplio cual es el mar,
alto más que los cielos es
tu amor por mí”.
Tal es el Pastor que tenemos,
“He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
La irresponsabilidad de un pastor inútil, se evidencia en el rebaño con muchas ovejas débiles, enfermas, perniquebradas, descarriadas y perdidas cual ovejas que no tienen pastor.
Además de ser víctimas del maltrato del pastor inútil, las ovejas están expuestas a las inclemencias del tiempo; y, al ataque de los animales peligrosos, tales como el lobo, el oso, el león, el chacal o la hiena, que son algunos de los nombrados en la Biblia: 1 Samuel 17:34-35; Amós 3:12; Miqueas 5:8; Juan 10:12; y de las aves de rapiña: Ezequiel 34:15-16. Y, además las ovejas están expuestas a que les trasquilen su lana a tiempo y fuera de tiempo, por los pastores que no viven para sus ovejas, sino, más bien viven de sus ovejas.
Mi hermano Benjamín, me comentó que cierto día estando conduciendo el taxi en el cual trabaja, recogió a dos pasajeros, los cuales por su diálogo entendió que eran “pastores”. El uno aconsejaba al otro: “hay que buscar las ovejas lanuditas, (haciendo referencia a personas con suficiente dinero), las otras son gente que no nos interesan porque lo único que hacen es venir a la iglesia a calentar la banca y no te dejan nada”.
Nuestro Buen Pastor ama y cuida a sus propias ovejas en forma personal no por los beneficios que pueda adquirir de ellas, sino por su infinito amor, y les ayuda de la siguiente forma:
“Yo, apacentaré mis ovejas y, Yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada; y, fortaleceré la débil ... Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña” (Ezequiel 34:15-16,22).
El Buen Pastor jamás segrega a la oveja enferma, o a la perniquebrada; más bien las cura, venda sus heridas, y las rehabilita, les trata con incomparable amor, ellas son a las que cuida y protege con mayor esmero; “Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Salmo 147:3). Los falsos pastores, las limitan y las segregan, si es que no las eliminan de una vez.
“Como buen pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:11).
Como ovejas del Buen Pastor, bien podemos decir junto con el Salmista: “Jehová es mi pastor; nada me faltara. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmo 23:1-2).
¿Comprendes cuanto Dios nos ama, nos apacienta, protege y cuida?
Al desechar el Rey Saúl, la palabra del Señor, Jehová le desecho y resolvió que ya no seguiría siendo Rey sobre Israel. Entonces Jehová encomendó al profeta Samuel, para ungir nuevo Rey a uno de los hijos de Isaí; al ver Samuel a Eliab, el primer hijo, dijo: “De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: no mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:6-7). “E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aun el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es” (1 Samuel 16:10-12).
Cuando el profeta Samuel buscaba entre los hijos de Isaí, al que Jehová había escogido para ungirlo como Rey de Israel; Isaí, ni siquiera tomó en cuenta a su hijo David, menospreciándolo posiblemente, porque era un simple pastorcillo, el cual pasaba mucho tiempo en el campo entre las majadas de las ovejas, cuidando el rebaño; pero Jehová conocía muy bien a David, podía ver que él amaba con integridad de corazón a las ovejas, habiendo llegado a encariñarse con ellas hasta exponer su propia vida ante los peligros de los animales depredadores; aun estando en la casa del Rey Saúl, iba muy continuamente a estar con sus ovejas en el campo.
“ ... Tú apacentaras a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel ... Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel” (2 Samuel 5:2; 7:8).
David conocía muy bien el oficio de pastor y sabía que las ovejas y corderitos dependían de él para su bienestar, y estaba dispuesto a defenderlas del león, o del oso a riesgo de su propia vida.
“Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba” (1 Samuel 17:34-35).
Recordemos que también arriesgó su vida al pelear con el gigante Goliat (1 Samuel 17).
David, el pastor de ovejas llegó a ser Rey de Israel, porque por experiencia sabía defender a quienes dependían de él.
Cuando llegó a ser Rey, dice la palabra de Dios que “los apacentó conforme a la integridad de su corazón. Los pastoreó con la pericia de sus manos” (Salmo 78:72).
El Señor Jesús, el amado pastor de nuestras almas, reveló su admirable carácter: “Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
Los ojos misericordiosos del Buen Pastor, vieron las necesidades del hombre que a causa del pecado estaba sentenciado a condenación eterna. Miró al hombre pecador, como ovejas abatidas, angustiadas, agobiadas, cansadas, desamparadas, dispersas, extraviadas, y perdidas eternamente.
El Señor nos dice: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
¿Estamos haciendo nosotros lo mismo?
El Buen Pastor al considerar a la multitud dijo a sus discípulos: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos” (Lucas 10:2-3; Mateo 9:37).
Si nos consideramos ovejas del Buen Pastor, hemos escuchado su voz y estamos yendo en busca de las ovejas perdidas del Buen Pastor, recordemos la parábola de la oveja perdida:
Él está dispuesto a dejar las noventa y nueve ovejas, para ir en busca de la oveja perdida: ¿Tenemos el mismo interés? Jesucristo dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil, aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor” (Juan 10:16).
Notemos que dice: “habrá un rebaño y un pastor”, ya no menciona el redil en sentido literal.
Para que esclavizarnos al judaísmo, o al denominacionalismo religioso imperante, si tenemos al Buen Pastor que dio su vida por las ovejas. Tan necios seremos, para congregarnos en otros nombres, si tenemos al Buen Pastor que nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
El cuidado que Jesucristo, el buen pastor, tiene por sus ovejas es un ejemplo maravilloso del amor divino hacia el hombre pecador.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
El señor Jesucristo, oró por sus ovejas: “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió ... Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos ... Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:9-12,20,24).
El Salmo 23, de David, considerado como el Salmo del pastor, se ha constituido en una joya de la literatura clásica universal, muchas personas lo han memorizado, y les ha sido de mucho aliento repetirlo en circunstancias difíciles de su vida.
En este salmo que es instructivo, podemos encontrar en él algunas cualidades de Dios, tales como: buen pastor, proveedor, compañero, sustentador, guía, protector, reconciliador.
Nadie va al Padre, sino por Jesús. Él es la Puerta Abierta por donde las ovejas deben salir del redil hacia Jesucristo, el único camino al Padre, el Buen Pastor de las ovejas (Juan 14:6).
Todo creyente puede afirmar: “Jesucristo es mi Maestro”, y aprender algo de sus enseñanzas; o puede expresar: “Jesucristo es mi Salvador”, porque ha creído en él, y por cuanto ha sido redimido por la sangre del Cordero, debe tener la seguridad de su salvación; pero, es mucho más comprometedor enunciar “Jesucristo es mi buen pastor”, porque para así decirlo es menester someter nuestras vidas a la guía del Señor Jesucristo y además alimentarnos de Su palabra y saciar nuestra sed en el agua de vida, que salta para vida eterna. ¡Qué maravillo es reconocer al Señor Jesucristo como nuestro buen pastor!
¿Eres tú una oveja perdida? ... El Buen Pastor te está buscando.