Antes de terminar la epístola, el apóstol nos recuerda que tenemos un enemigo espiritual en la misma esfera donde estamos “sentados” (capítulo 2:6) y donde se encuentran nuestras “bendiciones espirituales” (capítulo 1:3) —“en las [regiones] celestiales” (capítulo 6:12, traducción J. N. Darby)—. Satanás y sus emisarios están en ese ámbito de actividad espiritual haciendo todo lo posible para estropear nuestro disfrute de Cristo y las bendiciones espirituales que tenemos en Él. En verdad, un adversario poderoso se encuentra armado contra nosotros, pero Dios ha hecho una provisión completa para nosotros contra ese enemigo astuto por medio de “toda la armadura de Dios”. Si la usamos, seremos capacitados, por el poder de Dios, para vivir en el disfrute constante de esas cosas que son nuestras.
El poder del Señor
Versículo 10.— El apóstol primero dirige nuestros pensamientos al poder que está por nosotros antes de hablarnos del poder que está contra nosotros. Para combatir estas tretas astutas, debemos ser fortalecidos “en el Señor, y en la potencia de Su fortaleza”. Si queremos ser vencedores en esta batalla espiritual, debemos entender que solo podemos serlo en la fuerza y el poder del Señor. Es “Su fortaleza”, no la nuestra, la que nos hará prevalecer. La fuerza humana no será de utilidad en esta batalla (1 Samuel 2:9). “No con ejército, ni con fuerza, sino con Mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Estamos muy agradecidos de saber que el poder de Dios es mayor que el del enemigo (1 Juan 4:4).
Solo seremos fortalecidos en el Señor cuando vivamos bajo el señorío de Cristo de manera práctica. Esto significa que debemos reconocer la autoridad del Señor en todos los aspectos de nuestra vida. No podemos esperar tener Su poder en nuestras vidas si vivimos sin hacer referencia a Él. Somos atrapados en los engaños del enemigo porque subestimamos el poder de Satanás y sobrestimamos el nuestro (Salmo 118:8; Lucas 14:31). En consecuencia, no usamos la armadura como debemos y somos engañados con algo que finalmente nos distrae de la porción espiritual que tenemos en Cristo. Esto es ilustrado figurativamente en Josué 7, en la batalla de “Hai”.
El carácter espiritual del conflicto
Versículo 11.— Este conflicto no es una batalla carnal con bombas y armas literales, sino una batalla espiritual “contra malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12; 2 Corintios 10:4-5). El conflicto que se describe aquí no es lo que experimenta un creyente cuando lucha con los deseos de la carne como resultado de no andar en el Espíritu. Eso más bien se describe en Gálatas 5:17. Aunque estar luchando contra la carne puede ser algo muy real en la vida de un creyente, esto no es una experiencia cristiana normal, porque la Biblia presenta la vida cristiana desde la perspectiva del creyente haber puesto la carne en el lugar de la muerte, y de ella no manifestarse en su vida. El conflicto aquí, en Efesios 6, es a lo que se enfrenta un creyente cuando está caminando en el Espíritu. Cuando nos juzgamos a nosotros mismos, nos enfocamos en las cosas celestiales y buscamos caminar en el disfrute práctico de ellas, inmediatamente encontraremos el poder de Satanás contra nosotros, como se describe en este capítulo. Por lo tanto, Gálatas 5:17 describe un conflicto que resulta de no andar en el Espíritu, mientras que Efesios 6:10-12 describe un conflicto que resulta cuando un creyente anda en el Espíritu.
Como el “príncipe de la potestad del aire”, Satanás se mueve en los lugares celestiales. En el capítulo 2:2 lo vimos oponiéndose al consejo de Dios y tratando de evitar que sucediera la edificación de la Iglesia, el cuerpo de Cristo y la casa de Dios. En este capítulo, él está en las regiones celestiales oponiéndose a los santos para que no disfruten de Cristo y sus bendiciones en Él.
Es importante entender que este conflicto no es para tomar posesión de nuestras bendiciones espirituales, sino para andar en el deleite de ellas. Satanás no está tratando de quitarnos nuestra salvación o nuestras bendiciones porque sabe que no puede. Pero sí pretende estropear nuestro disfrute de la porción que tenemos en Cristo.
Dado que, en esta epístola, se ve al creyente andando bien y caminando en el Espíritu (Gálatas 5:16,25), no es tan propenso a responder a las cosas carnales como lo haría una persona en mal estado. Sabiendo esto, el diablo se acerca a él con una línea de ataque diferente. Él trata de introducir cosas en su vida que no son necesariamente pecaminosas y las usa para distraerlo de su ocupación con Cristo. Muchas veces usa los cuidados y deberes de esta vida como un instrumento para evitar que disfrutemos de las cosas del Señor. A veces usa personas para hacer su trabajo sin que ellos lo sepan —incluso cristianos bien intencionados—. Se nos puede presentar algo tan simple como un proyecto, un pasatiempo, una recreación, etc., pero detrás de eso hay una acechanza del diablo diseñado para distraernos y enredarnos en algo que no sea Cristo. El resultado es que nos preocupamos por ello y no por nuestra porción en Cristo. Introducir las tentaciones carnales en este pasaje es malinterpretar el contexto y el carácter de este conflicto. Así, las luchas de Lot en Sodoma no describen este conflicto en Efesios 6.
“Las asechanzas del diablo” son cosas que él nos presenta que parecen justas e inocentes, pero que por ellas nuestras almas son engañadas. El hecho de que esté en plural (“asechanzas”) nos indica que Satanás tiene muchas líneas de ataque engañosas. Lo que podría usar en ciertos cristianos, puede no usarlo en otros. Él conoce, mediante la observación, las tendencias de cada uno de nosotros, y usará una línea de ataque particular dirigida al punto donde somos más débiles y propensos a ser engañados. El hermano W. Kelly traduce este verso como “las estratagemas del diablo”. Estratagema proviene de la palabra estrategia y se refiere a la ciencia de la ofensiva militar. Esto significa que Satanás está planeando una estrategia especial para atacar a los santos de Dios. ¡Está atentando contra nuestras vidas! No es un ataque casual, sino algo planeado con cuidado. Ésta es una consideración solemne.
Hay una figura en Josué 9 que ilustra la obra del diablo a este respecto. En el libro de Josué, el Señor introdujo a los hijos de Israel a su heredad, la tierra de Canaán (Josué 5:13-15). Canaán es una figura de nuestra porción celestial en Cristo. El Señor les había dado la tierra (Josué 1:2), pero tenían que luchar para poseerla y vivir en ella. Los habitantes de la tierra (los cananeos) son figura de los espíritus malignos en los lugares celestiales que están en orden de batalla contra los santos para evitar que disfruten de su porción en Cristo. En Josué 9, algunos de los habitantes de la tierra (los gabaonitas) vinieron a los hijos de Israel de manera astuta y los engañaron para que hicieran un pacto de no agresión con ellos (versículos 4-15). No mucho después, los hijos de Israel descubrieron que habían sido engañados por sus enemigos. Ya que habían jurado que no destruirían a los gabaonitas, adquirieron un problema del que no podían deshacerse. Desde entonces, los gabaonitas se convirtieron en una carga y una distracción para los hijos de Israel. Todo sucedió porque Josué y el pueblo no buscaron el consejo del Señor (versículo 14).
Toda la armadura de Dios
Versículos 11-12.— Nuestra responsabilidad aquí es que nos vistamos de “toda la armadura de Dios”. No es suficiente conocer acerca de cada pieza de la armadura. Ser capaces de explicar su significado y función no nos dará el beneficio de su protección. Tenemos que “vestirnos” de toda la armadura. Es decir, tenemos que aplicar los principios que cada pieza de la armadura representa en nuestras vidas, de una manera práctica, antes de que podamos beneficiarnos de ellas. Nótese que somos nosotros los que tenemos que vestirnos de ella. Dios no hace esto por nosotros. El “principal [mejor] vestido” fue puesto sobre el hijo pródigo cuando fue a encontrarse con su padre; éste retrata las bendiciones de Dios en la salvación. En consecuencia, los vestidos de salvación son algo que Dios nos pone cuando somos salvos. Pero cuando se trata de “toda la armadura de Dios”, es algo que nosotros tenemos que ponernos —es nuestra responsabilidad—. El acto de vestirse está en tiempo aoristo en griego. Esto significa que debemos estar en condiciones de haberlo hecho de una vez por todas. Por lo tanto, debe leerse “Habiéndoos vestido de ... ” (versículo 14, nota al pie de la traducción J. N. Darby). Esto significa que no es algo que periódicamente nos ponemos y nos quitamos, cuando surge la necesidad, sino algo que nos colocamos de una vez por todas.
Al decir, “toda la armadura de Dios”, está indicando que no nos bastaría usar sólo parte de ella. Ella nos es dada como un todo y debemos usarla en su totalidad. También notemos que no hay armadura para la espalda. Dios nunca quiso que le diéramos la espalda al enemigo y huyéramos. De hecho, se nos exhorta: “resistid al diablo, y de vosotros huirá” (Santiago 4:7). Si se nos encuentra vistiendo la armadura, el diablo será frustrado en sus intentos de preocuparnos con otras cosas y quitarnos el disfrute de nuestra porción en Cristo.
Los poderes del mal
Versículo 12.— Hay toda una gama de emisarios malvados dispuestos en nuestra contra en el conflicto; y todos están tratando de engañarnos y seducirnos. La batalla no es solo contra el “diablo” (versículo 11); es “contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales [espíritus malignos] en los aires” (versículo 12). Es una coalición de cinco especies de seres malvados. Estos seres malvados denotan diferentes aspectos del mal espiritual. Hay una figura de estos cinco enemigos en Josué 10. Una coalición de cinco reyes cananeos se reunió para luchar contra Josué y los hijos de Israel en un intento de evitar que tomaran la tierra. “Adonisedec” era el líder de la coalición, y se erige como una figura de Satanás el cual es el comandante en jefe de los seres malvados en los lugares celestiales. Tenía otros cuatro reyes bajo su mando —“Oham”, “Phiream”, “Japhia” y “Debir” (Josué 10:3-4).
La batalla de Josué 10 tuvo lugar en “Gabaón”, que significa “una gran colina”. Literalmente se llevó a cabo en la cima de una colina, y eso habla de los lugares celestiales donde ocurre nuestro conflicto espiritual. Los hijos de Israel vinieron de “Gilgal” para encontrarse con este enemigo. Esto habla del juicio propio (Josué 10:9). A la hora de la puesta del sol, Josué le ordenó que éste se detuviera por un día más. ¡Entonces la batalla duró dos días! Hizo esto para que pudieran terminar la batalla victoriosamente (Josué 10:11-14). Ya que un día para el Señor es como mil años (2 Pedro 3:8; Salmo 90:4), eso habla del extendido día de gracia, ¡que ya tiene casi 2000 años! Esto nos dice que vamos a tener este conflicto con Satanás y sus emisarios hasta la venida del Señor, el Arrebatamiento.
El día malo
Versículo 13.— No vivimos en tiempos de paz, sino en tiempos de guerra —¡guerra espiritual!— La vida cristiana es un conflicto continuo y no hay liberación de cartilla en esta guerra. Pedro nos dice: “Sed templados, y velad” debido a los movimientos de nuestro adversario (1 Pedro 5:8). Como nunca sabemos cuándo ni dónde atacará, debemos vivir en un estado de máxima alerta en todo momento.
En cierto sentido, “el día malo” cubre todo el período de la ausencia de Cristo de este mundo. En otro sentido se refiere a cuando el enemigo lanza un ataque especial sobre nosotros. Estas son ocasiones en las que el poder seductor del enemigo nos presiona más de cerca en un intento de quitarnos nuestra comunión y alejarnos del disfrute de nuestra porción en Cristo. Es en vista de esos tiempos que debemos tener vestida la armadura. Sólo entonces seremos capaces de “estar firmes” contra este enemigo. Nótese que dice “estar firmes”, no “avanzar”, porque no hay ningún avance desde la posición en la que esta epístola ve al cristiano.
Siete piezas de armadura
Varios expositores indican que hay siete piezas para esta “armadura [panoplia] de Dios” (traducción J. N. Darby), si incluimos a la oración. Estas son:
El CEÑIDOR DE LA VERDAD.— Un ceñidor es el cinturón que los hombres usaban para atar la ropa holgada que llevaban puesta en esos días. Hacían esto para poder trabajar sin impedimentos (versículo 14a). En esta batalla espiritual, nuestros “lomos” deben estar “ceñidos ... de verdad”. Los lomos son el área pélvica de nuestro cuerpo que se mueve en todas nuestras actividades físicas. Tener nuestros lomos ceñidos con la verdad implica que todos nuestros movimientos en la vida están regidos por los principios de la verdad de Dios. Esto quedó perfectamente ejemplificado en el Señor Jesús cuando fue tentado por el diablo. La Palabra de Dios gobernaba cada uno de Sus movimientos. No daba un paso que la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios no justificaran (1 Timoteo 3:16). En consecuencia, las tácticas del diablo fueron derrotadas. De manera similar, los principios de la Palabra de Dios deben regir todas nuestras actividades y el resultado será el mismo —las acechanzas del diablo, que están diseñados para desviarnos hacia otras cosas, serán frustrados.
LA COTA DE JUSTICIA.— La cota es una pieza de armadura que se coloca sobre el corazón para proteger nuestros afectos (versículo 14b). Se le llama la cota de “justicia” porque debemos estar en guardia para que nuestros afectos no se vean influenciados por algo que no es caracterizado por la justicia práctica. El diablo presentará intencionalmente cosas a nuestros corazones con la mira de desplazar a Cristo de nuestros afectos. Tengamos cuidado entonces de no amar alguna cosa o actividad hasta el punto de que tome asiento en nuestros afectos y nos dejemos cautivar por ello. Cuando nos volvemos apasionados por algo, incluso si no es intrínsecamente pecaminoso, existe un gran peligro de que nos dejemos arrastrar por ello. Sabiendo esto, Satanás intentará introducir alguna cosa de apariencia inocente en nuestras vidas que escalará hasta nuestro corazón. En vista de esto, se nos advierte en Proverbios 4:23, “Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”.
CALZADOS.— Esta es la protección para nuestros pies (versículo 15). Hay circunstancias imprevistas, que están fuera de nuestro control, que tocan nuestro caminar diario con el Señor (a lo que se refieren los pies). El diablo usará estas circunstancias de la vida para perturbar nuestra paz y comunión, y así estropear el disfrute de nuestra porción en Cristo. Tener los pies calzados “con el apresto del evangelio de paz” es suficiente para enfrentar este ataque. No se trata de estar preparados para compartir el evangelio con las personas que conocemos; esto no nos protegería de los ataques sutiles del enemigo. El versículo no habla de lo que el evangelio transmite a otros, sino lo que influye en nosotros. El evangelio nos ha traído “paz” y, por lo tanto, nos prepara para caminar en paz en un mundo de confusión. Forma una base de estabilidad en nuestras almas (que es el significado de la palabra “apresto” en el griego) a través de la cual somos llenos de paz. Esto nos prepara para las difíciles circunstancias de la vida que ciertamente enfrentaremos, y que el enemigo ciertamente usará para lograr un punto de ataque, y así estropear nuestro gozo en el Señor. Si caminamos con esta paz interior que el evangelio nos ha traído, podremos enfrentar esas circunstancias con un espíritu de tranquilidad y no permitir que frustren e interrumpan nuestra comunión.
EL ESCUDO DE LA FE.— Este es una protección contra los intentos del enemigo de perturbar nuestra fe y confianza en el Señor (versículo 16). No debemos dejar que los “dardos” de la duda encuentren un lugar en nuestro corazón por lo que dejemos nuestras manos caer en desaliento. Estos dardos pueden ser preguntas que tengamos sobre los caminos del Señor para con nosotros respecto a cualquier problema, desilusión o tristeza que tengamos en nuestras vidas. Si permitimos que estas cosas penetren en lo más recóndito de nuestro corazón, nos desanimaremos y perderemos el disfrute de lo que es nuestro en Cristo. El dardo de fuego del maligno no es un deseo repentino de satisfacer alguna codicia carnal, que es más bien el conflicto que se encuentra en Gálatas 5:17. Como se ha mencionado anteriormente, el conflicto en Efesios asume que el creyente está andando en comunión con el Señor y la carne no se está manifestando en su vida. El dardo de fuego es una sugerencia diabólica que el enemigo nos lanza que levantaría una duda en nuestro corazón acerca de la bondad de Dios. Levantar “el escudo de la fe” es mantener nuestra confianza en Dios, creyendo que todo lo que Él permite en nuestra vida es finalmente para nuestro bien (Romanos 8:28), porque los caminos de Dios son perfectos (Salmo 18:30).
Los “dardos de fuego” también pueden ser acusaciones del diablo dirigidas a nuestra conciencia. Ya que todos hemos fallado de alguna manera, el enemigo intentará mantenernos ocupados con nuestras deficiencias y fracasos. Al hacerlo, nuestros ojos se apartarán nuevamente de Cristo. Cuando levantamos “el escudo de la fe”, y creemos que Dios está por nosotros, estos ataques se extinguen.
El YELMO DE SALUD [SALVACIÓN].— Esta es la protección para nuestros pensamientos (versículo 17a). Cuando otras cosas aparte de Cristo ocupan nuestras mentes, el enemigo puede introducir distracciones que nos impedirán disfrutar de nuestra porción celestial. Cuando mantenemos nuestros pensamientos fijos en Cristo y lo que tenemos en Él, esto producirá una liberación práctica de todo tipo de cosas que el diablo quiere introducir. Esa es la razón por la que a esta parte de la armadura se le llama el yelmo “de salud [salvación]”. Satanás no sabe lo que estamos pensando; no es omnisciente. Sin embargo, puede traer ciertas cosas y ponerlas ante nosotros que están calculadas para producir ciertas respuestas en nuestro corazón, y tales sugerencias pueden llevarnos a un patrón de pensamiento que alejará nuestros pensamientos de Cristo. Él es muy astuto; si una persona camina en comunión, como Pablo supone aquí, Satanás no usará cosas malas y perversas para distraernos. Nuevamente, en este conflicto en Efesios 6, no se refiere a algo pecaminoso que el enemigo hace levantar en nuestra carne, sino cosas superfluas que parecen inofensivas e inocentes, pero que, aun así, llevan nuestros pensamientos por un camino lejos de Cristo. Pueden ser cosas que conciernen a nuestra carrera, participación política, actividades deportivas, amistades, etc. Todas estas cosas pueden distraernos si permitimos que ocupen un lugar indebido en nuestros pensamientos. Un hermano mayor dijo: “Ten cuidado de lo que piensas y que esto sea Cristo”. “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti se ha confiado” (Isaías 26:3).
LA ESPADA DEL ESPÍRITU.— Esta es la protección contra motivos falsos en nuestro corazón. Es posible que tengamos motivos ocultos y profundos en nuestro corazón, de los cuales no estamos conscientes, que el enemigo puede tomar y usar para sacarnos del camino (versículo 17b). “La espada del Espíritu; que es la palabra de Dios”, es capaz de discernir “los pensamientos y las intenciones” de nuestro corazón, y así exponer cualquier razón errónea que pueda existir (Hebreos 4:12). Si permitimos que el Espíritu de Dios aplique la Palabra de Dios con todo su peso en nuestro corazón y conciencia, Él revelará cualquier motivo oculto y profundamente arraigado que pueda estar allí, para que podamos juzgarlo en la presencia de Dios (Job 34:32; Salmo 139:23-24). Esto nos protege de dar pasos equivocados por malos motivos.
Podemos pensar que la mención de “la espada del Espíritu” aquí es nuestro llamado a atacar al diablo de una manera ofensiva. Sin embargo, en ninguna parte de las Escrituras nos dice que debamos luchar o hablar con el diablo, o huir de él. Pero se nos dice que le “resistamos”, y si lo hacemos, él huirá de nosotros (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:9). En el contexto de este capítulo, la espada no es para ser usada contra el enemigo, ¡sino contra nosotros mismos! De manera similar, al entrar en la tierra de Canaán, los hijos de Israel debían afilar sus cuchillos y luego usarlos en ellos mismos (Josué 5:2).
LA ORACIÓN.— Finalmente, debemos enfrentarnos al enemigo en el campo de batalla de rodillas (versículo 18). Esto habla de una expresión diaria de dependencia en el Señor para ser resguardados. La armadura no estaría completa sin esto. Hablando naturalmente, en una batalla física esta sería una posición vulnerable, pero es un lugar de protección y fortaleza en esta batalla espiritual en los lugares celestiales. Hay un elemento protector en “la oración y la súplica en el Espíritu” (compare con Lucas 22:40). El enemigo no puede tocarnos cuando estamos en la presencia del Señor en ferviente oración (Deuteronomio 33:12; 2 Reyes 6:13-17; 2 Crónicas 22:10-12).
El apóstol agrega: “Velando en ello con toda instancia”. El Señor quiere que esperemos las respuestas a nuestras oraciones. Esto apunta al ejercicio de la fe. Nuestra tendencia es rendirnos demasiado rápido. Nuestras oraciones no solo deben ser para nuestra preservación en esta batalla, sino también para la preservación de “todos los santos” porque el enemigo atacará a todos los que busquen andar para el Señor.
Aunque era un gran siervo de Dios, Pablo no pensó que no necesitara las oraciones de los santos. Él deseaba sus oraciones para que la obra del Señor pudiera continuar y prosperar. Comprendió que había, y aún hay, un gran conflicto para que la verdad no sea ministrada en beneficio de los santos (Colosenses 1:28–2:1). Por lo tanto, pide las oraciones de los efesios para poder abrir con valentía su boca “para hacer notorio el misterio del evangelio” (versículos 19-20). El evangelio no es el Misterio, pero nos lleva a la bendición del Misterio. El evangelio es el medio por el cual el creyente participa en lo que revela el Misterio. Por tanto, el Misterio es la continuación apropiada del evangelio (Romanos 16:25). Nótese que él no les pidió que oraran por su liberación de la prisión, o para que sus circunstancias fueran aliviadas. Así, vemos en él una hermosa imagen de sumisión a lo que el Señor había permitido en su vida.
Resumen del significado espiritual de la armadura
• Lomos ceñidos.— Siguiendo los principios correctos en nuestras vidas.
• Cota.— Teniendo buena conciencia con afectos correctos.
• Pies calzados.— Andando en un estado correcto de paz y tranquilidad.
• Escudo de la fe.— Teniendo verdadera confianza en Dios.
• Yelmo.— Teniendo pensamientos correctos.
• Espada del Espíritu.— Teniendo motivos correctos.
• Oración.— Teniendo una postura correcta de dependencia (sobre nuestras rodillas).