El templo con sus bloques de piedra y vigas de madera debe haber parecido crudo en comparación con el templo dorado y con pilares de bronce de los días de Salomón. Los sacrificios ofrecidos eran igualmente insignificantes en comparación con los ofrecidos por Salomón. Mientras que Salomón ofreció 22.000 bueyes y 120.000 ovejas (1 Reyes 8:63), en la dedicación de este templo, sólo se ofrecieron 100 bueyes, 200 carneros y 400 corderos (Esdras 6:17). Tal ofrenda no fue, sin embargo, despreciada por Dios. De especial interés son los 12 machos cabríos ofrecidos como ofrenda por el pecado por todo Israel, uno para cada tribu (Esdras 6:17). A pesar de la pequeña representación de esa nación y la presencia de sólo los de Judá, Benjamín y Leví, todos los hijos de Israel fueron reconocidos en esa ofrenda. Del mismo modo, hoy, aunque sólo unos pocos puedan ser reunidos en el nombre del Señor, el pan acoge toda la compañía redimida. Simboliza no solo el cuerpo de Cristo que fue partido por nosotros, sino también la iglesia de Dios, el Cuerpo de Cristo: “Siendo muchos somos un solo pan, y un solo cuerpo” (1 Corintios 10:17). Al participar de ese pan, damos expresión práctica a la unidad del cuerpo.