La espada y la guerra

Cristianos bien instruidos en la Palabra de Dios saben que hay una diferencia enorme entre el llamamiento terrenal del israelita y el llamamiento celestial del cristiano, e igualmente entre la guerra propia al israelita, o sea al judío, y la que conviene al cristiano.
El israelita fue el ministro del gobierno justo de Dios en la tierra; el cristiano es el exponente de la gracia de Dios hacia todo el mundo.
Jehová para establecer Sus derechos en la tierra, mandó a los israelitas tomar la espada y aniquilar a los cananeos en Palestina, gentes idólatras y moralmente corruptas, cuya maldad había llegado al colmo. Léase Josué 5:13-15. El “Príncipe del ejército”, Jehová mismo, apareció con una “espada desnuda en Su mano”.
Pero ¿cómo entró Jesús en el mundo, cual exponente sin igual de la gracia de Dios? Entró con la espada del mundo en contra de Él, y se sometió a ella: Herodes procuró matarle cuando era niño. Pilato le mató siendo hombre.
Y ¿qué instrucción nos dio el Señor Jesús en cuanto a nuestras relaciones con los hombres? “No resistáis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39).
Y en contraste con el mandamiento dado a los israelitas, ¿cuál es la gran comisión dada a los cristianos? “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). “Id por todo el mundo”, no sólo a la tierra de Canaán; “predicad el evangelio”, es decir, las buenas nuevas, no hacer guerra; id “a toda criatura”, no a un solo pueblo.
El llamamiento del cristiano es celestial: “participantes de la vocación celestial” (Hebreos 3:1). Su guerra no es terrenal, sino espiritual: “no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12). El diablo es el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), y esos principados, etc., son de su reino. Contra ellos tenemos que luchar. Y ¿con qué espada? ¿La de acero? ¡No! La del Espíritu: “tomad... la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Efesios 6:17).