La manera de Dios de dar a conocer el misterio por el apóstol Pablo: Capítulo 3

Ephesians 3
En este capítulo tenemos un paréntesis importante entre la verdad doctrinal de la epístola (capítulos 1–2) y las exhortaciones prácticas (capítulos 4–6). Aquí, el apóstol establece su autoridad para enseñar el “misterio de Cristo”. Pablo sabía que los judíos tendrían serios malentendidos con lo que él estaba enseñando, de modo que se desvía del tema en un paréntesis para explicar la verdad del Misterio con más detalle, y también para dar a conocer el carácter distintivo de su misión al entregarlo a los santos. Su propósito aquí era aclarar algunos de los malentendidos que los judíos naturalmente tendrían con su doctrina.
Hasta ahora en la epístola, Pablo habló de algo nuevo que Dios estaba haciendo al formar la Iglesia de Dios, en la cual no hay ni judíos ni gentiles (capítulo 2:14-16). También enseñó que aquellos que tienen parte en esta nueva compañía de creyentes están en una posición ante Dios que es superior a la de los santos del Antiguo Testamento —estar en el lugar del Hijo mismo (capítulo 1:4-6)—. Además, ¡la gran mayoría de estos creyentes son gentiles! Se puede entender por qué estos hechos serían un obstáculo para los judíos. Ellos tenían sus pensamientos y sentimientos formados en las Escrituras del Antiguo Testamento, que prometían que su Mesías reinaría en la tierra sobre Israel, con las naciones gentiles sometidas a ellos. Lo que Pablo estaba enseñando parecía dejar de lado todo lo que anticipaban las Escrituras del Antiguo Testamento.
Parecía que estaba hablando despectivamente de los dignatarios del Antiguo Testamento, tales como Abraham, Isaac y Jacob, etc. ¡Cuán inconcebible era en sus mentes que Pablo pensara que los gentiles podían tener un lugar delante de Dios más elevado que el de Abraham! Y si todo eso fuera cierto, ¿qué pasará entonces con las promesas? ¿Fueron anuladas e invalidadas? Para la mente judía, saturada de esperanzas judías, parecía que Pablo era un renegado que estaba enseñando cosas que eran claramente contrarias a las Escrituras.
El judío lealista no podía soportar el hecho de que las distinciones entre judíos y gentiles se dejaron de lado en la Iglesia (Gálatas 3:28; 6:15; Colosenses 3:11). La verdad que Pablo enseñó fue particularmente detestable para los judíos porque los puso en el mismo terreno que los gentiles en cuanto a la necesidad de salvación (Hechos 15:11). Esto tocó su orgullo nacional. Como resultado, se convirtieron en los principales antagonistas de Pablo en su proclamación del Misterio. Era como si le dijeran a Pablo: “Si continúas enseñando que gentiles van a tener un lugar mejor en el cielo que Abraham, Isaac y Jacob, ¡te mataremos!” En su opinión, alguien que iba a los gentiles proclamando tales cosas no era digno de vivir (Hechos 22:21-22). Los judíos lograron hacer precisamente eso al incitar a los romanos contra Pablo, quienes finalmente le mataron. Si Pablo hubiera predicado un evangelio que diera a los gentiles un lugar de bendición por debajo del de los judíos, no habría sido atacado tan despiadadamente.
Los judíos necesitaban entender que las enseñanzas de Pablo en ninguna manera contradecían las promesas de Dios para con Israel. Todas esas promesas se cumplirían cuando su Mesías viniera a reinar en el mundo venidero. En la actualidad, la nación de Israel ha sido puesta temporalmente a un lado en los caminos de Dios debido a su rechazo a Cristo, su Mesías. Sus propias Escrituras enseñan que habría una pausa en Su trato con ellos por esta causa (Salmo 69:1-28; Daniel 9:26; Miqueas 5:1-3; Zacarías 11:4-14, etc.). Dios no se ha olvidado de Israel. Él volverá a tratar con ellos en un día futuro para introducirlos a la bendición, de acuerdo con las promesas del Antiguo Testamento. Lo que Pablo estaba enseñando no echaba de lado esa esperanza en lo absoluto. Él enseñó que, mientras tanto, durante la pausa o suspensión en los tratos de Dios para con la nación, Dios llamaría a creyentes por el evangelio de entre judíos y gentiles para formar una nueva compañía (la Iglesia), que tendría destino y bendiciones celestiales con Cristo, cuando gobierne en Su reino en un día venidero. Esto no va en contra del plan de Dios de bendecir a Israel como prometió. La clave para entender esto es ver que Dios no está sustituyendo las promesas a Israel a través del llamado de la Iglesia —lo que dice la doctrina errónea conocida como la “Teología del Reemplazo”—. Tampoco está instituyendo simultáneamente el llamamiento de la Iglesia a la gloria celestial y el llamamiento de bendición terrenal de Israel en el Milenio. El llamamiento de Israel está ahora en espera, mientras que el llamamiento celestial de la Iglesia está en curso (Romanos 11). Esto requería de algunas explicaciones adicionales, de ahí la necesidad de este cambio en el tema.
La autoridad de Pablo para enseñar la verdad del misterio
Capítulo 3:1-6.— El capítulo 3 comienza con Pablo describiendo el precio que él pagó para llevar la verdad del “misterio” a los gentiles. El efecto inmediato de ministrar esto lo llevó a ser vituperado por el mundo religioso, lo que resultó en su arresto. Aunque estuvo encarcelado, no se llamó a sí mismo prisionero de Nerón (el emperador romano); se veía a sí mismo como “prisionero de Cristo Jesús” (versículo 1). Esto expresa una dignidad en relación con sus sufrimientos y muestra que entendió la importancia de las doctrinas que enseñó y que sus sufrimientos eran inevitables.
La principal objeción que los judíos tenían con la enseñanza de Pablo era que él no tenía Escritura que lo apoyara. ¡Y en eso tenían razón! La verdad del Misterio no está en las Escrituras del Antiguo Testamento; fue una revelación completamente nueva de Dios. Por lo tanto, en un paréntesis (versículos 2-21), Pablo explica de dónde obtuvo la verdad del Misterio —Dios se la dio “á Sus santos apóstoles y profetas” por “revelación” (versículos 3-5)—. Esta era su autoridad para enseñarla. “En los otros siglos” esto “no se dio á conocer á los hijos de los hombres” (versículo 5), sino que estaba “escondido ... en Dios (Efesios 3:9; Romanos 16:25; Colosenses 1:26). Si los judíos consideraran esto usando la lógica, no habrían tenido dificultad con esta explicación, ya que Moisés tampoco pudo presentar la Escritura para apoyar las revelaciones que Dios le dio, cuando introdujo el antiguo pacto, que dio la base a todo lo que ellos creyeron. También fue algo completamente nuevo cuando Moisés lo trajo a Israel.
El hecho de que esta verdad fue revelada “á sus santos apóstoles y profetas en el Espíritu” muestra que no fue una interpretación particular de Pablo; estas revelaciones también les habían sido dadas a los otros apóstoles y profetas (versículo 5). A pesar de que fue revelado a ellos, no fue anunciado por ellos. Fue la comisión especial de Pablo el llevar esta verdad celestial a los santos. Él es el único escritor del Nuevo Testamento usado por Dios para dar a conocer esta gran verdad.
El carácter distintivo de bendición que presenta el evangelio de la gracia de Dios
Pablo continúa explicando que lo que Dios está haciendo ahora, en el llamamiento del evangelio, es algo completamente diferente de lo que enseñaron los profetas del Antiguo Testamento con respecto a la bendición de los gentiles. En el versículo 6, él menciona tres cosas únicas que caracterizan el presente llamamiento de Dios, en gracia, por el evangelio:
Primero, el versículo 6 dice: “Que los Gentiles sean juntamente herederos”. Esta cita de la versión Reina-Valera Antigua no es, lamentablemente, la mejor traducción. Una traducción más precisa sería: “Que los que pertenecen a las naciones sean coherederos” (traducción J. N. Darby). Este presente llamamiento de Dios por el evangelio no es la presentación de toda la muchedumbre de naciones gentiles a Jehová, como se anuncia en el Antiguo Testamento, por el cual tendrían un lugar en el reino del Mesías por debajo de Israel (Zacarías 2:11; 8:22-23; Isaías 11:10; 14:1; 56:3-7; 60:1-5; Salmo 22:27; Salmo 47:9; Salmo 72:10-11). Aquella será una conversión exterior de las naciones gentiles cuando vean a Cristo en la gloria de Su reino. Se unirán en sumisión al Dios de Israel por temor al juicio; no necesariamente habrá una obra de fe en sus corazones (Salmo 18:44-47; Salmo 66:1-3; Salmo 68:28-31; Isaías 60:14), aunque muchos serán verdaderos (Apocalipsis 7:9-10). Lo que Pablo estaba anunciando aquí era el llamamiento especial de los elegidos de entre las naciones, quienes han sido predestinados por Dios para compartir un lugar con Cristo, en Su cuerpo. Por eso dice: “Los que pertenecen a las naciones” (traducción J. N. Darby). Así que esa fue “la conversión de los de las naciones” (Hechos 15:3, traducción J. N. Darby). No fue la conversión de las naciones en su conjunto, lo que, como hemos dicho, ocurrirá en el futuro. En el presente llamamiento del evangelio, Dios está visitando a los gentiles “para tomar de ellos pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14). También está sacando a algunos creyentes judíos fuera de su posición anterior en la nación de Israel, con el mismo propósito. Pablo fue un ejemplo de esto. El Señor le dijo, “sacándote de entre el pueblo [de Israel]...” (Hechos 26:17, traducción J. N. Darby). Este movimiento de gracia hacia los judíos y los gentiles por medio del evangelio es algo completamente nuevo en los caminos de Dios. Esto no había sido revelado en los tiempos del Antiguo Testamento.
Los judíos y los gentiles, como entidades nacionales diferentes, siguen en la tierra hoy en día mientras se hace el llamado del evangelio, y continuarán existiendo en el día venidero. Pero ahora también hay una tercera entidad, que es “la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32). Esto es algo distinto y separado de las otras dos, y no debe confundirse con ellas. Por lo tanto, en esta presente Dispensación de la Gracia, Dios está llamando a los creyentes judíos y gentiles a salir de sus posiciones anteriores y los está formando en algo nuevo: la Iglesia. El significado mismo de la palabra Iglesia (“ecclesia” en griego) es “llamados fuera”. Esto expresa muy apropiadamente este llamamiento especial por el evangelio hoy en día. Los creyentes de entre los judíos y los gentiles están creyendo de antemano (capítulo 1:12-13) antes del día en que el remanente de Israel y las naciones de los gentiles sean llevados a Dios.
En segundo lugar, el versículo 6 indica que los creyentes de entre los gentiles serían formados en un “cuerpo en conjunto” (traducción J. N. Darby) con creyentes de entre los judíos. El Misterio revela que judíos y gentiles que creen en el evangelio vienen a formar un organismo vivo (un cuerpo en conjunto), que sería para el disfrute de Dios, en el que se manifestaría la misma vida y características del Hijo de Dios. Este “un cuerpo” sería el resultado de la morada del Espíritu de Dios en estos creyentes, el cual también los une con Cristo, la Cabeza en el cielo (1 Corintios 12:13). El cuerpo de Cristo es algo completamente nuevo que Dios está formando y no se encuentra en el Antiguo Testamento. Cristo reinará sobre Israel y las naciones gentiles (Salmo 93:1; Isaías 32:1), pero la Escritura nunca dice que Él reina sobre la Iglesia, que es Su cuerpo.
Tercero, esta compañía de creyentes judíos y gentiles son “consortes [copartícipes] de Su promesa en Cristo”. Esta promesa no tiene ninguna conexión con la que fue hecha a los patriarcas en los tiempos del Antiguo Testamento. Esas promesas a Abraham, Isaac y Jacob fueron hechas durante la vida de ellos, pero esta promesa fue hecha “antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9; Tito 1:2). Esta es la promesa de la “vida eterna”, que es claramente una bendición del Nuevo Testamento. La vida eterna, que es tener una relación consciente con el Padre y el Hijo (Juan 17:3), no era conocida por los santos del Antiguo Testamento. Los santos del Antiguo Testamento no sabían acerca de la relación del Padre y del Hijo en la Deidad, y solo esperaban vivir para siempre en la tierra, bajo el reino del Mesías (Salmo 133:3; Daniel 12:2). La vida eterna es un carácter especial de vida, que el Padre y el Hijo disfrutaron en la eternidad pasada, al que los cristianos han sido introducidos por la morada del Espíritu (Juan 4:14). Fue vista por primera vez cuando Cristo vino al mundo y manifestó la vida eterna, que anteriormente estaba “con el Padre” en el cielo (1 Juan 1:2).
Vemos de estas tres cosas que lo que Pablo estaba enseñando era algo completamente diferente de las promesas hechas a los patriarcas. En ningún modo fue un cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento —que es el error de la “Teología del Pacto”—. Como se ha mencionado, la introducción del llamamiento celestial de la Iglesia no interfiere con el plan de Dios de bendecir a Israel en la tierra con los gentiles bajo él, durante el reinado de su Mesías. La conversión masiva de los gentiles se llevará a cabo en un día venidero, pero la conversión de aquellos de entre los gentiles se está llevando a cabo hoy por el llamado del evangelio.
Al decir que estas cosas reveladas en el Misterio acerca de la Iglesia son nuestras “por el evangelio” (versículo 6), se nos enseña que la verdad del evangelio y la verdad de la asamblea están vinculadas. Por tanto, toda obra de evangelización debe realizarse con miras a la asamblea. En el evangelio presentamos a Cristo, el Salvador; al enseñar la verdad de la Iglesia presentamos a Cristo, el Centro. Ambos están estrechamente relacionados. Dios desea que, a partir del momento en que una persona es salva, se halle en funcionamiento en el cuerpo de la manera en que Dios la estableció.
Las enormes piedras que fueron traídas con el propósito de construir el templo ilustran esto figurativamente. No solo fueron cortadas del lugar donde fueron halladas (1 Reyes 5), sino que fueron llevadas al templo y situadas en la casa (1 Reyes 6). Extraer piedras de la cantera no era un fin en sí mismo. Asimismo, las piedras vivas que componen la casa de Dios hoy (la Iglesia, 1 Timoteo 3:15), han sido salvadas con el propósito de que funcionen en Su casa para Su gloria. Más adelante en esta epístola, Pablo vuelve a hablar de esa conexión (capítulo 4:11-16). Los “evangelistas” deben trabajar con los “pastores y doctores ... para edificación del cuerpo de Cristo”. Querer que las almas se salven, sin tener en cuenta que ellas funcionen en el lugar que tienen en el cuerpo, no cumple el propósito de Dios para ellas. El propósito del evangelio es traer el material que formará la Iglesia.
La responsabilidad de Pablo de dar a conocer el misterio
Capítulo 3:7-13.— Conocer estas cosas maravillosas y comprender que Dios le había elegido para comunicárselas a los santos no enorgullecía a Pablo. Al contrario, lo humillaba. Se veía a sí mismo como “menos que el más pequeño de todos los santos”. Esto muestra el efecto adecuado que la verdad debería tener en nosotros —debería quitar todo nuestro orgullo—. Nos atrevemos a decir que Dios puede usar a un hombre así; y eso es exactamente lo que Dios hizo con Pablo.
Dado que a Pablo le fueron dadas estas revelaciones especiales acerca del Misterio, se preocupó mucho por darlas a conocer. No estaba satisfecho con sólo saberlas personalmente; quería que todos las conocieran. Él señala su doble encargo en la difusión de la verdad: primero, “anunciar entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”, y segundo, “iluminar á todos con el conocimiento de cuál sea la administración del misterio” (versículos 8-9, traducción J. N. Darby). Véase también Romanos 16:25 y Colosenses 1:23-28.
En resumen, Pablo tuvo del Señor tanto el ministerio de predicar como el de enseñar (1 Timoteo 2:7; 2 Timoteo 1:11).
•  Las “inescrutables riquezas de Cristo” se refieren a las muchas bendiciones individuales que son nuestras en Cristo. Antes de ser reveladas, eran “inescrutables” para el hombre (1 Corintios 2:9; 1 Pedro 1:11-12).
•  El “misterio” revela la verdad corporativa de la asamblea, que es el cuerpo y la esposa de Cristo.
Las dos administraciones de Cristo en Efesios
En el versículo 9 tenemos la segunda de las dos administraciones de Cristo en la epístola. La primera que se menciona es la futura administración en el mundo venidero (capítulo 1:10); la segunda mencionada es la presente administración del Misterio (capítulo 3:9). Como Cabeza de la Iglesia y como su Maestro Constructor y Administrador, ahora está ejerciendo funciones que tienen que ver con su construcción. El Señor dijo: “Edificaré Mi Iglesia” (Mateo 16:18). Así como Salomón construyó el templo usando sus obreros, también Cristo, por el Espíritu, está edificando la Iglesia a través de los miembros de Su cuerpo. Él está enviando a Sus evangelistas a la obra del evangelio para traer el material (creyentes judíos y gentiles), y está usando a Sus pastores y maestros para edificar en la santísima fe a esos nuevos convertidos, y para mostrarles cómo caminar de una manera digna de la vocación con la que fueron llamados.
La gran preocupación de Pablo era “iluminar á todos con el conocimiento” (traducción J. N. Darby) de esta administración actual, para que fuesen consolidados en lo que Dios está haciendo en este tiempo presente. Esto incluiría el orden y el funcionamiento prácticos de la asamblea en la tierra. La palabra “todos” en el versículo 9 quiere decir que la iluminación de estas cosas se extiende a “toda” la creación, y no sólo a los hombres, e incluye a los seres angelicales como indica el versículo 10. Estos seres espirituales exaltados nunca habían visto algo así. Ellos habían sido testigos de cómo la creación era elevada y expandida ante sus ojos. Ellos han visto los caminos de Dios en otras épocas y han observado Su trato para con los hombres en relación con el gobierno, la providencia y la misericordia, pero esto es algo completamente nuevo para ellos. No solamente están aprendiendo de la gracia de Dios en el llamamiento de la Iglesia, sino que, mediante una observación cuidadosa, están aprendiendo de aquellos en la Iglesia que están gobernados por el Espíritu de Dios y la Palabra de Dios cuando se reúnen para la adoración y el ministerio (1 Corintios 11:10; 1 Pedro 1:12).
Pablo no entra en los detalles del orden práctico de la Asamblea aquí (que se encuentran en 1 y 2 Corintios, 1 Timoteo y Tito), pero continúa diciéndonos que la “determinación” de Dios es que todos aprendan “la multiforme sabiduría de Dios” por la presente administración de Cristo. Desafortunadamente, la Iglesia en su conjunto no ha podido comprender esto y no está claramente actuando bajo la dirección de la Cabeza. Como resultado, muchos cristianos se encuentran haciendo cosas en su servicio al Señor que no van de acuerdo con la verdad del Misterio. A pesar de esto, por el poder gubernamental de Dios, la gran “determinación eterna” se está cumpliendo “en Cristo Jesús nuestro Señor” (versículo 11).
La oración de Pablo para que los santos conozcan el corazón de Dios, el bendecidor, y que sean llenos con Su plenitud
Capítulo 3:14-21.— Es la intención de Dios que la verdad del Misterio produzca un comportamiento práctico en nuestras vidas, como se ve en las exhortaciones en los capítulos 4–6. Sin embargo, antes de que se nos exhorte a caminar como es digno de este gran llamamiento (capítulo 4:1), el apóstol ora por la Iglesia por segunda vez. Sabía que habría una gran oposición a la práctica de esta gran verdad (Colosenses 1:27-29) y nos recuerda que actuar a la luz de la verdad del Misterio traerá oprobio y sufrimiento (versículo 13). Por eso desea que los santos no se desanimen por las “tribulaciones” que él sufrió en relación con la verdad. El Señor también oró a este respecto cuando fue rechazado (Salmo 69:6). Por eso Pablo se puso de “rodillas” en oración al “Padre de nuestro Señor Jesucristo” para que la gloria y el amor de Cristo, y la plenitud de Dios, sean encontradas en los santos, de modo que los preparen para este desafío. El objetivo aquí es que este vaso sea competente para manifestar la gloria de Cristo, no solo en el mundo venidero, sino también ahora en este mundo.
Al agregar “del cual es nombrada toda la parentela en los cielos y en la tierra” Pablo usó la expresión más amplia posible, que abarca a todas las criaturas bendecidas por Dios. Esto incluye santos del Antiguo Testamento, cristianos, santos del Milenio (judíos y gentiles), niños que no habían alcanzado la edad de comprensión, ángeles elegidos, etc. Es significativo que, entre todas estas criaturas benditas, Pablo ora específicamente por aquellas (la Iglesia) que han sido bendecidas de una manera especial como es revelado en el Misterio.
La diferencia característica entre las dos oraciones de esta epístola es que, en la primera, él ora para que conozcamos el gran PLAN de Dios de glorificar a Su Hijo; en la segunda, él ora para que conozcamos el corazón del PLANIFICADOR y seamos llenos de la Su plenitud. La primera oración tiene que ver con que los santos sepan cuán ricamente han sido bendecidos, pero la segunda es para que conozcan a Aquel que los bendice. Por lo tanto, esta segunda oración tiene que ver con Dios creando la capacidad en los santos, para que sean llenos de la plenitud de Dios—y que esto resulte en alabanza y acción de gracias y les dé valor moral para actuar en base a lo que su fe ha asimilado, como es presentado en el capítulo 4.
Hay cuatro partes en la petición del apóstol en esta segunda oración, cada una comenzando con la palabra “que” o “para que”. Como en una cadena, cada una de estas partes refuerza la anterior.
1)Que os dé, conforme á las riquezas de Su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por Su Espíritu” (versículo 16). Para que los santos pongan en práctica la verdad del Misterio, que se les insta a hacer en el capítulo 4, necesitan ser fortalecidos espiritualmente. Pablo no pide un fortalecimiento externo en la carne, sino “en el hombre interior” —en el alma.
2)Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (versículo 17a). Esto muestra que el gran objetivo de ser fortalecidos espiritualmente de esta manera es que Cristo tenga Su propio lugar en nuestros corazones. La oración del capítulo 1 tenía que ver con nuestra comprensión del lugar que tenemos en Cristo y las bendiciones asociadas con esa posición, mientras que esta segunda oración tiene que ver con ser capacitados para tener a Cristo habitando en nosotros de una manera más profunda. Aquel que es el centro del consejo y el propósito de Dios debe ser el centro de todos nuestros pensamientos y afectos. Si Cristo habita en nosotros de esta manera, controlará todas nuestras fuentes internas —los pensamientos y deseos de nuestro corazón—. Esto nos llevará a tener más profundas convicciones en cuanto a la verdad del Misterio.
3) “Para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo, que excede á todo conocimiento” (versículos 17-19). Cuando Cristo tiene Su lugar propio en nuestros corazones, esto nos lleva a estar arraigados y cimentados en Su amor, y nos permite ampliar nuestra capacidad para las cosas divinas. Esto es porque echamos mano de estas cosas a través de nuestros afectos. A medida que disfrutamos de Su amor, aumenta nuestra capacidad para las cosas divinas. La palabra “comprender” no es la mejor traducción. En latín, “comp” significa agarrar algo envolviéndolo. Difícilmente podemos hacer esto con respecto a las cosas de Dios, ya que ahora sólo “en parte conocemos” (1 Corintios 13:9). Debe leerse “aprehender”, que es tener una parte de la cosa sin necesariamente agarrarla por completo.
“La anchura y la longura”, etc., a los que Pablo se refiere aquí no son del amor de Cristo (como afirman muchos escritores de himnos), porque el amor de Cristo no tiene ni largura ni anchura. Es inconmensurable. Está hablando de la amplitud y la longitud de la vasta expansión de la gloria de Dios que está centrada en Cristo. Después de catapultarnos a lo infinito de la gloria de Dios, él nos devuelve a un centro conocido: “el amor de Cristo”. Aunque es algo que ya conocemos, no podemos captar su magnitud, que “excede á todo conocimiento”.
Tengamos en cuenta que el “amor” supera al “conocimiento”. La voluntad de Dios con respecto a Cristo y la Iglesia, revelada en el Misterio tiene que ver con el conocimiento, pero hay algo que excede ese maravilloso conocimiento: ¡el amor que lo planeó!
4)Para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (versículo 19). El gran resultado de todo esto es que seremos llenos de la plenitud de Dios. Ésta no es la plenitud de la deidad; sería una blasfemia pensar que podríamos estar llenos de deidad. La deidad es la esencia de Dios que está más allá del entendimiento de la criatura y subsiste en luz inaccesible. Aquí se refiere a lo que Dios quiere formar en la Iglesia, con el propósito de manifestarlo. Es todo lo que Dios es en cuanto a Su carácter. En Colosenses se dice que la plenitud de Dios habita en Cristo corporalmente (Colosenses 1:19; 2:9), ¡pero aquí el apóstol desea que la plenitud de Dios nos llene! Solo de Cristo se dice que toda la plenitud de Dios habita en Él, pero para nosotros es posible que estemos “llenos de toda la plenitud de Dios”. La diferencia es esta: Un niño puede llevar su balde a la playa y llenarlo de agua. Podría decir que tiene su balde lleno de océano, pero no podría decir que tiene el océano en su balde. Lo mismo ocurre con nosotros cuando se trata de la plenitud de Dios.
Versículos 20-21.— Por lo tanto, el fortalecimiento del hombre interior, la morada de Cristo en nuestros corazones y la aprehensión de la gloria que lo rodea están todos en vista para que seamos llenos de la plenitud de Dios, de modo que podamos andar de acuerdo con la presente administración, y así poner en práctica la verdad del un solo cuerpo de Cristo. Estar llenos de la plenitud de Dios nos lleva a adorar y nos prepara para actuar según las exhortaciones de los siguientes capítulos.
Así llegamos al punto más elevado de la epístola; el Espíritu no puede llevarnos más alto. Pablo apropiadamente irrumpe aquí en una doxología de alabanza. Como David cuando bendijo a Dios, diciendo: “lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:14), Pablo entendió que todas estas cosas tenían su origen en el corazón de Dios, y que es apropiado que regresen a Él en forma de gloria y alabanza.
Él habla de que Dios “es poderoso para hacer” todo lo que podamos “pedir o entender” al llevar a cabo Su sabio plan para glorificar públicamente a Su Hijo a través de la Iglesia. Algunos piensan erróneamente que esto se refiere a cuando Dios responde nuestras peticiones de oración. De veras es cierto que Dios puede y responde a nuestras oraciones de mejor manera de lo que pedimos, pero eso no es lo que el apóstol está diciendo aquí. Lo que está diciendo es que si Dios nos hubiera dicho que escogiéramos lo mejor que podría sucedernos, nunca entraría en nuestras mentes el pedirle o el pensar en algo tan bendito como Su plan. De modo que Dios tomó la iniciativa y planeó todo antes de que comenzara el mundo. ¡Y lo hizo todo para Su propio placer y nuestra gran bendición!
¡Oh Padre, en Tu eterno y profundo consejo
Nos predestinaste al celeste favor!,
Pues antes de que fuese echado el cimiento
Del mundo creado y el orbe en redor,
Tú nos escogiste, sí, en Cristo, “el Amado”,
A fin de que fuésemos ante Tu faz
Conformes, cual hijos, en todo a Tu Hijo;
Pronto, ese designio Tú consumarás.
Todo lo que Dios ha propuesto sucederá “por la potencia que obra en nosotros”. En la primera oración, el apóstol habló del poder de Dios obrando por nosotros (capítulo 1:19), pero en esta segunda oración habla de Su poder obrando en nosotros (capítulo 3:20). Esto se debe a que el énfasis aquí está en la obra de Dios, dando poder a aquellos que compondrían este vaso especial de testimonio.
Por lo tanto, vemos en este capítulo que el ministerio del apóstol involucraba la predicación, enseñanza y oración por los santos. Asimismo, nuestra predicación y enseñanza deben ir acompañadas de oración para que las cosas que hemos presentado sean de provecho para el corazón del pueblo de Dios.
Algunas diferencias entre las oraciones de los capítulos 1 y 3
•  La oración del capítulo 1 es al “Dios del Señor nuestro Jesucristo”; la oración del capítulo 3 es al “Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
•  La oración del capítulo 1 es que conozcamos el plan que Dios tiene para la manifestación de Su Hijo en el mundo venidero; la oración del capítulo 3 es para que conozcamos el corazón del Planificador.
•  La oración del capítulo 1 es que conozcamos nuestras bendiciones; la oración en el capítulo 3 es que conozcamos al Bendecidor.
•  La oración del capítulo 1 Se enfoca en nuestro lugar en Cristo; la oración del capítulo 3 se enfoca en que Cristo tenga un lugar en nosotros.
•  La oración del capítulo 1 habla del poder de Dios para con nosotros; la oración del capítulo 3 habla del poder de Dios en nosotros.
Las riquezas de Dios presentadas en Efesios
•  Las riquezas de Su gracia (capítulo 1:7).— Enfatizan cuán profundo bajó Dios para salvarnos.
•  Las riquezas de la gloria de Su herencia (capítulo 1:18).—Enfatizan nuestro gran privilegio de reinar con Cristo.
•  La riqueza en misericordia (capítulo 2:4).— Enfatiza la profundidad de la compasión en el corazón de Dios.
•  Las abundantes riquezas de Su gracia (capítulo 2:7).—Enfatizan la manifestación de Su gracia para con nosotros ante el mundo.
•  Las inescrutables riquezas de Cristo (capítulo 3:8).—Enfatizan las muchas bendiciones que son distintivamente nuestras en Cristo.
•  Las riquezas de Su gloria (capítulo 3:16).— Enfatizan la grandeza de la gloria que rodea a Cristo, el gran Bendecidor del universo.
Resumen de los Capítulos 1–3
•  Capítulo 1.— La revelación del propósito eterno de Dios para con Cristo y la Iglesia. Revela el plan excelso de Dios de glorificar a Su Hijo en dos esferas (cielo y tierra) en el mundo venidero, mediante un vaso de testimonio especialmente formado —la Iglesia, que es Su cuerpo y esposa.
•  Capítulo 2.— La obra de Dios en el tiempo, llamando y formando ese vaso de testimonio en anticipación del día venidero de la manifestación. Cada obstáculo para lograr Su objetivo es superado por medio de Su amor, poder y gracia.
•  Capítulo 3.— La responsabilidad de Pablo de dar a conocer la verdad del Misterio, cumplido por su predicación, enseñanza y oración por los santos.