La sangre: El rio de la vida

Fred John Meldau
(continuación del Número 144)
El maravilloso glóbulo rojo de la sangre
En tiempos pasados se creía que el glóbulo rojo sanguíneo era una “célula muerta” porque, cuando sale de la “fábrica de la sangre”, la médula ósea roja, y entra en el torrente circulatorio, pierde su núcleo enseguida. No obstante ¡se mantiene viva sin núcleo! Esto es un milagro del diseño divino, pues el quitar su núcleo de una célula es casi igual a sacar su corazón de un hombre.
La función principal de los glóbulos rojos es la de llevar hemoglobina (la cual en su vez lleva el oxígeno a las células); y porque estas células pueden contener mucho más sin un núcleo que ocupa espacio, Dios las hizo de esta forma excepcional. Luego, este glóbulo rojo es diseñado para capacidad máxima.
“Los glóbulos rojos ... constituyen un mecanismo excelente de la ingeniería biológica. Son circulares y bicóncavas con una sección delgada en el centro. Así se facilita la entrada rápida de oxígeno y otros nutrimentos a todas partes de la célula. Si las células rojas sanguíneas fueran esféricas en vez de bicóncavas, se precisaría de nueve veces el número de ellas para distribuir el oxígeno en el cuerpo con la misma rapidez” (THE RED BLOOD CELL, Scientific American).
Que cada persona cuerda considere este milagro doble y concluya que cada glóbulo rojo del cuerpo humano dice virtualmente esto: “El Arquitecto Supremo me diseñó de tal manera que puedo mantenerme viva sin un núcleo, y me dio una configuración tan eficiente que puedo hacer nueve veces el trabajo que haría si fuera una célula convencional”.
Este, mis amigos, es ¡EL DEDO DE DIOS! (compárese Éxodo 8:19). La evolución ni en diez mil millones de años obrando, podría producir una célula sin núcleo que se mantuviese viva.
Cuanto más profundamente miramos la creación divina, más maravillosa parece. Un milagro está relacionado con otro. Si el glóbulo rojo es un milagro de construcción, así es la hemoglobina. Ya hemos llamado la atención al hecho de que la hemoglobina es una de las más complejas moléculas de proteína.
“La fabricación de la hemoglobina es una gran hazaña química. Cuando se produce una nueva célula roja es producida con su hemoglobina. Esta sustancia es una de las más complejas conocidas de la química. También es una de las más grandes moléculas conocidas ... . ¡La destreza química de la médula ósea roja que produce la hemoglobina es trascendental!” (ibid).
¿Quién dio a la médula ósea tan asombrosa habilidad?
La hemoglobina (dentro del glóbulo rojo) lleva el oxígeno a cada célula del cuerpo y de cada célula del cuerpo lleva dióxido de carbón. Esta operación milagrosa se lleva a cabo por medio de métodos muy intrincados. El oxígeno es llevado por los glóbulos rojos por medio de la hemoglobina. Su proteína que contiene fierro fácilmente hace combinación con el oxígeno, y luego lo transfiere a los tejidos hambrientos del cuerpo.
“Depende de la presión del oxígeno en cualquier lugar si la molécula de hemoglobina recoge o desprende el oxígeno. En donde hay una concentración alta de oxígeno, como en los pulmones, la hemoglobina recoge oxígeno; pero al llegar a los tejidos necesitados donde la concentración de oxígeno está baja, lo libera ... . En un proceso similar, la hemoglobina lleva el dióxido de carbono de los tejidos donde ha depositado el oxígeno” (“BLOOD”. Douglas M. Surgenor, Scientific American Magazine).
Este es un hecho maravilloso que sólo se explica afirmando que Dios lo creó así.
Sin exagerar, existen en verdad muchos tomos enteros escritos sobre la constitución y la función de la sangre. Consideremos otros dos milagros sanguíneos:
1. La maravilla de la producción y la presencia en la sangre de “anticuerpos”. Es de sumo interés la descripción de cómo la sangre elabora anticuerpos para combatir enfermedades. Los anticuerpos son:
“ ... esas sustancias en la sangre que son agentes de defensa formados para combatir infección causada por un organismo extraño ... . Un anticuerpo en la sangre es una proteína soluble modificada, con propiedades que le permiten adherirse al tipo de molécula o microorganismo contra el cual fue desarrollado. Por ejemplo, después de un ataque de la fiebre amarilla, se desarrollan anticuerpos contra dicha fiebre. Estos anticuerpos cubrirán inmediatamente cualesquier virus nuevos de la fiebre amarilla que entren en el cuerpo, e impedirán eficazmente otro ataque de la enfermedad” (“HOW ANTIBODIES ARE MADE”, por Sir Macfarlane Burnet, en la Scientific American Magazine).
Estos hechos son bien conocidos por la profesión científica y médica, pero no puede explicarlos.
2. Cómo la sangre mantiene su propia composición e integridad. En estos aspectos la sangre colabora con el hígado.
“Para esto la naturaleza ha desarrollado mecanismos de lo más ingeniosos y esmerados. La sangre impide su propia salida del cuerpo por medio de una serie de reacciones en cadena, hasta el día de hoy apenas comprendidas, que envuelven calcio, las plaquetas y un número de proteínas del plasma, todo en cantidades minúsculas. El proceso conduce a la formación de trombina, la cual a su vez convierte la proteína fibrinógeno en la sustancia coágulo llamada fibrina. La composición interna y la viscosidad de la sangre son controladas principalmente por la ósmosis que regula su contenido de agua. Este no es un proceso sencillo, pues partes de la red circulatoria, notablemente los vasos capilares, son permeables al agua. El control del balance acuático entre la sangre y los tejidos contiguos está mantenido en grado mayor por las concentraciones de las moléculas grandes de proteína en ambos lados de las paredes capilares” (“BLOOD”, por Douglas M. Surgenor, en la Scientific American Magazine).
Así, cuando se produce un corte o una herida en el cuerpo, en vez de perderse su vital sangre incontenible, LA SANGRE MISMA INMEDIATAMENTE TOMA MEDIDAS PARA IMPEDIR LA SALIDA POR MEDIO DEL COAGULO. Verdaderamente la sangre es un fluido maravilloso —EL RIO DE LA VIDA—. El Diseñador Divino la hizo así.
(“Traducido de WHY WE BELIEVE IN CREATION, NOT IN EVOLUTION [POR QUÉ CREEMOS EN LA CREACIÓN, NO EN LA EVOLUCIÓN], por Fred John Meldau, e impreso con permiso por escrito, páginas 223-225).