La segunda cruzada, unos cincuenta años después de la primera, fue planificada de manera mucho más cuidadosa. El número de participantes aumentó a más de novecientos mil hombres. Incluía (tal como era la intención original de Roma) dos emperadores—los de Francia y Alemania—una hueste de sus nobles, y estaba apoyada por la riqueza y el poder de las naciones.