La Seguridad Eterna del Creyente

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En el mundo cristiano (la cristiandad) de hoy, toda doctrina fundamental con respecto a la Persona y obra del Señor Jesucristo está bajo ataque, o está siendo perjudicada por enseñanzas falsas. La doctrina de la seguridad eterna del creyente no es una excepción. Aunque esta verdad se enseña claramente en las Escrituras, muchos cristianos sinceros están confundidos al respecto.
Dicen que después de que una persona recibe al Señor Jesucristo como su Salvador personal, es posible que pierda su salvación y que vuelva a su estado perdido, a causa del pecado que haya permitido en su vida. Por lo tanto, eso da a entender que la salvación del creyente es algo condicional que depende de cómo él se comporta después de ser salvo. Un viejo predicador que tenía la ideología de “seguridad condicional” dijo (erróneamente): “Llegar al cielo es como andar en bicicleta. Cuando crees en el evangelio, el Señor te monta en ella, pero tienes que pedalear. ¡Si dejas de pedalear, te caerás y no llegarás!” Esta idea errónea enseña que el creyente debe hacer su parte para asegurarse de llegar al cielo; por tanto, su salvación depende de sus obras. Esta es una negación clara de las Escrituras (Romanos 4:1-8; Efesios 2:8-9; Tito 3:5, etc.). Esta falsa doctrina es un grave error, porque disminuye la gracia de Dios y la obra completada de Cristo. También degrada el carácter impecable de Dios.
Nuestro deseo en este folleto es exponer las claras enseñanzas de las Escrituras sobre este tema, para que quede bien claro acerca de la seguridad eterna del creyente. Luego observaremos algunas de las Escrituras principales que son utilizadas incorrectamente para apoyar la falsa doctrina de la seguridad condicional, y explicaremos lo que esos versículos realmente significan para que nuestros lectores vean el error en esas malas interpretaciones.
Escrituras Que Enseñan la Seguridad Eterna del Creyente
Lucas 15:3-6
“Y él les propuso esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va á la que se perdió, hasta que la halle? Y hallada, la pone sobre sus hombros gozoso; Y viniendo á casa, junta á los amigos y á los vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido”. Esta parábola del pastor que encontró a su oveja perdida es una figura del Señor Jesús en Su obra de buscar y salvar almas (Lucas 19:10). Los “hombros” en las Escrituras hablan de fuerza.
¡Qué hermoso es ver que allí es donde se colocan las ovejas perdidas después de ser encontradas! Isaías 9:6 nos dice que, en el Milenio, el gobierno de todo el mundo estará sobre el “hombro” del Señor (singular), pero aquí se ve al creyente descansando seguro sobre Sus “hombros” (plural). Esto habla de la doble seguridad que tenemos en Cristo. Estamos a salvo y seguros en Su salvación.
Note: el pastor en esta parábola no dejó a la oveja recién encontrada a la mitad de camino y dijo: “Ahora debes hacer tu parte y caminar correctamente por todo el resto del camino a casa. Y si no lo haces, no te dejaré entrar”. No, él llevó a la oveja todo el camino hasta llegar a casa. ¡Esto nos dice que tenemos un Salvador que nos lleva hasta el final del camino! Aquellos a quienes Él salva, los lleva seguros por todo el camino hasta llegar al cielo.
Juan 6:37
“Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le echo fuera” (o “de ninguna manera le echaré fuera” según la traducción King James en inglés; es una doble negación en el griego, lo que da más fuerza a la expresión). Aquí el Señor dijo que de ninguna manera echará fuera a alguien que viniere a Él para ser salvo. Esta es una clara declaración de las Escrituras que no se puede interpretar de ninguna otra manera lógica. Esto implica lo que dice. Simplemente no hay nada que el creyente pueda hacer o decir para provocar al Señor a que lo eche fuera después de haber venido a Él para salvación. Él ha prometido con Su Palabra que no lo echará fuera; hacerlo sería faltar a Su promesa (Números 23:19).
Juan 6:39-40
“Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero”. Estos versículos declaran que el Señor no perderá a ninguno de los que el Padre le dio. Esto significa que toda persona que el Señor salva y encamina al cielo, llegará allí al final. ¡Ninguno de ellos se perderá en el camino! Compárese también con Juan 17:12.
Juan 10:28-29
“Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dió, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. El Señor mismo dice claramente: “y no perecerán para siempre. Si confiamos en Dios y en Su Palabra, no necesitamos agregar nada más. Todo creyente puede estar seguro de lo que el Señor dijo aquí: “y no perecerán para siempre. Realmente no hay otra forma de interpretar estos versículos que el de simplemente tomarlos al pie de la letra. Ningún cristiano sobrio podría entender alguna otra cosa de este pasaje, excepto lo que dice tan claramente. Sin embargo, algunos asumen que cuando Dios dice “no perecerán para siempre”, Él realmente no lo dice en serio—que hay condiciones relacionadas con esa afirmación. Pero eso no es lo que el Señor dice aquí.
Estos versículos no solo muestran que el creyente está seguro en la “mano” del Señor, ¡sino también que está a salvo y seguro en la “mano” de Dios el Padre! Una vez más, esto muestra que el creyente está doblemente seguro. El Señor dice que “nadie las arrebatará” de esa seguridad. Sin embargo, frente a estas explícitas declaraciones, hay quienes nos dirán que, aunque nadie pueda arrebatar a un creyente de la mano del Señor, el creyente puede arrancarse a sí mismo. Eso no es más que una clara negación de lo que dice la Escritura. Ésta dice “nadie”. ¿No es el creyente alguien? La versión King James en inglés dice “ningún hombre las arrebatará de Mi mano”. Pero la palabra “hombre” realmente no debería estar en el texto ya que abarca más que solo a los hombres. El pensamiento aquí es que ninguna criatura—hombre o demonio—puede separar a ninguna de las ovejas del Señor de su seguridad eterna. El decir que alguna podría ser arrebatada de la mano del Padre, ¡es considerar que alguna criatura es más fuerte que Dios mismo!
Una figura maravillosa de esta doble seguridad se encuentra en Éxodo 26:15-17. El tabernáculo se puede tomar hoy como una ilustración de la casa de Dios, que está compuesta de creyentes (Efesios 2:20-21; Hebreos 3:6; 1 Pedro 2:5). Las “tablas” del tabernáculo son figuras de creyentes individuales. Éstas permanecían derechas en su lugar, sujetadas por “dos quicios” (extensiones) que sobresalían de la parte de abajo de las tablas las cuales estaban colocadas en basas de plata. La plata, sabemos, es un símbolo de redención en las Escrituras. Por lo tanto, esto indica la posición del creyente sostenido por la redención de Cristo. Es interesante considerar que la palabra “quicios” podría traducirse “manos” (margen de la versión King James; nota al pie de la traducción de J. N. Darby), y, por lo tanto, sugiere que las dos manos del Padre y del Hijo de las que habla Juan 10:28-29 sostienen al creyente con seguridad en la redención del Señor Jesucristo.
Juan 14:16
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Cuando el Espíritu de Dios viene a morar en el creyente una vez que haya recibido a Cristo como su Salvador, la Escritura dice que el Señor estará con él “para siempre”. Si pudiera perder su salvación, el Espíritu tendría que apartarse de él, pero eso nunca sucederá, porque el Señor dijo que estará “con vosotros para siempre”.
Romanos 6:23 y 11:29
Comparando Romanos 6:23 que dice: “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, con Romanos 11:29 que dice: “los dones y el llamamiento de Dios son sin arrepentimiento” (traducción King James en inglés), vemos que Dios no da un regalo y luego lo quita. “He entendido que todo lo que Dios hace, ésto será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (Eclesiastés 3:14).
Romanos 8:30-39
“Y á los que predestinó, á éstos también llamó; y á los que llamó, á éstos también justificó; y á los que justificó, á éstos también glorificó. ¿Pues qué diremos á esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que aun á su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará á los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está á la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? tribulación? ó angustia? ó persecución? ó hambre? ó desnudez? ó peligro? ó cuchillo? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo: Somos estimados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
El apóstol habla del propósito de Dios de salvar a los escogidos. Ellos son los que Dios “antes conoció” (versículo 29), los “predestinó” a un lugar de bendición con Cristo, los “llamó” por el evangelio, y los “justificó” cuando creyeron en el evangelio. Luego agrega que aquellos que justificó, también “glorificó”. ¡Ellos alcanzarán la gloria con Cristo al final! Estos son cinco grandes vínculos del propósito divino que no se pueden romper. Él no permite la posibilidad de que algunos de los que ya han sido justificados, no lleguen a ser glorificados. Todos los escogidos alcanzarán la gloria al final.
Luego, en los versículos 31-35, el apóstol hace siete preguntas que enfatizan la imposibilidad de que cualquier criatura –ya sea el hombre o el diablo– pueda frustrar a Dios en su propósito de bendecir a aquellos a quienes Él ha predestinado. Habla de siete cosas externas en el versículo 35 y de diez cosas invisibles en los versículos 38-39– de las cuales ninguna puede apartar a una persona que Dios ha predestinado para su bendición en Cristo. Nos preguntamos cómo es que alguien que lee este pasaje de la Escritura podría pensar que un cristiano puede perderse después de que Cristo lo haya salvado.
1 Corintios 1:7-8
“Esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo: El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis sin falta en el día de nuestro Señor Jesucristo”. Esto establece que los creyentes en el Señor Jesús serán confirmados “hasta el fin” por ningún otro más que por Él mismo. Él los mantiene a salvo hasta el final. Es sorprendente considerar a quiénes les está escribiendo el apóstol—¡a los Corintios! Estos cristianos eran culpables de todo tipo de pecados y fracasos. Si hubiesen existido cristianos que hayan estado en peligro de perder su salvación, pensaríamos que serían éstos.
1 Corintios 3:13-17
“La obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será salvo, mas así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.
El apóstol habla de tres clases de obreros en la casa de Dios, distinguiéndolos con la palabra, “alguno.... El primero es un cristiano que sirve bien y edifica según la voluntad de Dios. Dice: “recibirá recompensa”. El segundo obrero es un cristiano que no se ejerce según la voluntad de Dios. Dice que “la obra ... será perdida”—pero no dice que perderá su salvación; dice que él mismo “será salvo; mas, así como por fuego”. Esto muestra claramente que un verdadero creyente que no se conduce bien pierde su recompensa, pero no pierde su salvación.
El tercer obrero es uno que simplemente profesa ser cristiano y continúa en el lugar de un siervo cristiano, pero él no es un verdadero creyente. Dice, “Dios destruirá al tal”—el cual vendrá bajo el juicio de Dios.
1 Corintios 5:5
“El tal sea entregado á Satanás para muerte de la carne, para que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”. Este versículo muestra que si un creyente peca, cae bajo la disciplina punitiva de Dios, pero su “espíritu” todavía será “salvo en el día del Señor Jesús”. Si él goza de las “comodidades temporales de pecado” (Hebreos 11:25), terminará con un alma salvada, pero una vida perdida.
Las personas que sostienen la falsa doctrina de una seguridad condicional de la salvación hablan sobre el grado de pecado que una persona debe cometer para llegar a perder su salvación. Bueno, ¿acaso alguien se puede hundir más en pecado que la persona que se menciona en el versículo 5? Aún así, dice que su “espíritu” sería “salvo en el día del Señor Jesús”.
Efesios 1:13 y 4:30
“En el cual también después de que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Esto nos dice que cuando somos salvos, somos sellados con la presencia del Espíritu de Dios que mora en nosotros (Hechos 5:32; Romanos 5:5; 1 Tesalonicenses 4:8). Efesios 4:30 agrega que estamos “sellados para el día de la redención”. El aspecto de la redención en este versículo es el de nuestros cuerpos cuando el Señor venga por nosotros—el Arrebatamiento (Romanos 8:23). Redención significa no solo ser “comprado”, sino también ser “liberado”. Nuestras almas están actualmente redimidas (Romanos 3:24; Efesios 1:7), pero en ese día todo nuestro ser será liberado de los efectos del pecado, y seremos glorificados como Cristo (Romanos 8:30; 1 Juan 3:2; Filipenses 3:21). Esto significa que el Espíritu de Dios, que nos sella al creer, nunca se aparta durante toda nuestra vida. Él está con nosotros desde el momento en que somos salvos hasta el momento en que somos glorificados y llevados al cielo.
Filipenses 1:6
“Estando confiado de esto, que El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará [terminará]”. Aquí aprendemos que cuando Dios comienza una obra en una persona y la salva, Él la “perfeccionará [terminará]”. Ninguna de las obras que Dios se compromete a realizar quedará incompleta; esto incluye la salvación. Si Él comienza una obra en alguien, la terminará, y llevará a esa persona a salvo a su hogar en el cielo.
Hebreos 10:14
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los santificados”. Aquí los “santificados” son aquellos a quienes Dios ha apartado para Sí mismo mediante el nuevo nacimiento (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2). Por su fe en la obra consumada de Cristo, estos, en quienes Dios ha comenzado la obra (Filipenses 1:6), son perfeccionados en cuanto a su “conciencia de pecado” (Hebreos 9:9; 10:1-2). Por lo tanto, a ellos se les da paz y la seguridad de su salvación. Note: ¡esta obra de perfeccionar la conciencia del creyente es “para siempre”! No dice: “Perfeccionados [...] hasta que fracasen en el camino de la fe”, sino “hizo perfectos para siempre”.
Hebreos 13:5
“Nunca te dejaré, ni te desampararé” (traducción King James en inglés). Está claro que esta promesa del Señor no tiene ninguna condición. Él nos mantendrá consigo, y como eso será en el cielo, ¡también estaremos allí!
1 Pedro 1:5
“Guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación, que está preparada para ser revelada en el último tiempo” (traducción J. N. Darby). Este pasaje habla de cómo Dios ha reservado una herencia en el cielo para el creyente, y que él está siendo “guardado” en la tierra “por el poder de Dios”. El aspecto de la salvación al que se refiere aquí no es la salvación del alma cuando uno cree en el evangelio, sino la salvación que el creyente obtiene al final del camino. Cuando el Señor venga (el Arrebatamiento), Él nos salvará de este mundo de corrupción, llevándonos al cielo (Romanos 13:11; 1 Tesalonicenses 5:9; Hebreos 9:28). Es una misericordia que todo cristiano sobrio busca (Judas 21). Este versículo en Primera de Pedro establece claramente que somos guardados por el poder de Dios hasta ese momento.
1 Juan 2:1
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, á Jesucristo el Justo”. Este versículo nos dice que, si un creyente peca y falla en el camino de alguna forma, el Señor Jesús trabaja como su Abogado para traerlo de vuelta a la comunión con Dios el Padre. Un abogado es aquel que maneja todos los asuntos de su cliente. Como nuestro Abogado, el Señor lleva nuestra causa ante Dios el Padre para restaurarnos. Primero señala la sangre, y por así decirlo, dice: “He pagado por ese pecado” – tal es la fuerza de la “propiciación” (versículo 2). Luego se pone a trabajar en nuestra conciencia para producir en nosotros arrepentimiento que nos lleve a la confesión de que hemos hecho mal, por lo que seremos restaurados a la comunión (1 Juan 1:9). Sin Su obra como Abogado, ningún creyente regresaría ni sería restaurado. ¡Tenemos mucho que agradecer al Señor!
Note que Su defensa es “con el Padre”. Esto implica que, aunque el vínculo de comunión se haya roto, el vínculo de relación que el creyente tiene con Dios como su Padre sigue en pie. ¡Dios sigue siendo su Padre! Cuando un niño de nuestra familia no se porta bien, no deja de ser parte de la familia, y es lo mismo en la familia de Dios. El que yerra será castigado para su corrección si continúa en su camino de pecado, pero todavía es parte de la familia. Si la falsa doctrina que estamos refutando fuera correcta, y si fuera posible que un creyente pudiera perder su salvación, no sería un Abogado lo que necesitaría, ¡sería un Salvador! Pero la Escritura no dice eso. Cuando un hijo de Dios falla, las Escrituras presentan la Abogacía de Cristo, no la necesidad de ser salvo de nuevo. Esta falsa doctrina elimina la Abogacía de Cristo. Si tal doctrina fuera verdad, nunca habría oportunidad para que Él ejerciera Su defensa como Abogado.
Algunas Figuras Ilustrativas Que Enseñan la Seguridad Eterna del Creyente
Génesis 7:16
Este pasaje tiene que ver con “Noé” y el “arca”. Noé es una figura de Cristo. En Génesis 6, como el “pregonero [predicador] de justicia” (2 Pedro 2:5), Noé es una figura que ejemplifica a Cristo, ya que durante su vida él advirtió a los hombres en cuanto a huir de la ira venidera. En Génesis 7, Noé es una figura de Cristo, “el Autor” (o “Capitán” como en la versión King James) de nuestra “salvación” (Hebreos 2:10), quien aseguró nuestra redención al pasar por las aguas del juicio. En Génesis 8, Noé es visto como la cabeza de un mundo nuevo, lo cual tipifica a Cristo en resurrección como la Cabeza de la “nueva creación” (Apocalipsis 3:14; 2 Corintios 5:17 – traducción J. N. Darby).
El “arca” que Noé construyó para salvar a su familia (Hebreos 11:7) es una figura de la obra de expiación que Cristo realizó en la cruz que salva a todos los que están en la familia de Dios. Todo el que entró estaba a salvo y seguro de las aguas del juicio que cayeron sobre la tierra. Para hacer el arca impermeable a los elementos, tenía “brea” tanto por dentro como por fuera. La palabra “brea” es la misma palabra que “expiación” en el idioma original, y se traduce en otros lugares como tal. La doble capa de “brea” en el arca habla del doble aspecto de la obra de Cristo en la redención. En primer lugar, estaba la propiciación (1 Juan 2:2; 4:10), que satisfizo las santas demandas de la justicia divina contra el pecado; y también hubo sustitución (Hebreos 9:28; 1 Pedro 3:18), que se refiere a Cristo tomando el lugar del creyente en el juicio. El arca también tenía “nidos” adentro para todos los que entraban (la palabra hebrea “qen” traducida “aposentos” en Génesis 6:14 significa “nidos”). Esto habla del descanso y la paz que Cristo da a todos los que acuden a él con fe para salvación (Mateo 11:28; Romanos 5:1).
Nuestro punto en cuanto a esta figura es que cuando Noé y su familia entraron en el arca, dice: “Y Jehová le cerró la puerta” (Génesis 7:16). Después de que se cerró la puerta, ¡no hay registro de que se haya vuelto a abrir! Estaba tan bien cerrada que cuando llegó el momento de que la familia redimida saliera, tuvieron que desmantelar el arca (Génesis 8:13).
Éxodo 28:9-21
Este pasaje tiene que ver con las piedras preciosas en las vestiduras del sumo sacerdote. Aarón, el sumo sacerdote de Israel, es una figura de Cristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14; 10:21). Las piedras preciosas que Aarón tenía en su “ephod” y “racional [pectoral]” representan el pueblo de Dios, el cual es precioso para Dios. El “ephod” estaba conectado a los hombros del sumo sacerdote (versículo 12). Habla de la seguridad que tenemos en Cristo, estando a salvo sobre Sus hombros (Lucas 15:5). El “racional” cubría el corazón del sumo sacerdote. Habla de cómo somos amados con el amor infinito de Cristo (Efesios 3:19). Es significativo que las piedras se mantuvieran en su lugar en el ephod y el pectoral con “engastes de oro”. El “oro” habla de lo que es divino. “Engastadas” en oro (versículo 20) habla de nosotros estar divinamente sostenidos, no solo sobre los hombros del Señor, ¡sino también sobre Su corazón! Nada nos puede “apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:39).
Josué 20:6
Este capítulo tiene que ver con las “ciudades de refugio” que tipifican la seguridad y salvación que el creyente tiene en Cristo. Se alude a esto en Hebreos 6:18-20, donde dice: “los que nos acogemos á trabarnos de la esperanza propuesta”. Se nos dice que el “homicida” estaría a salvo si huía a una de las ciudades de refugio. Debía permanecer en ese lugar seguro “hasta la muerte del gran sacerdote”. ¡Pero qué maravilloso saber que nuestro Gran Sumo Sacerdote nunca volverá a morir! Se nos dice que Él está “viviendo siempre” para interceder por nosotros (Hebreos 7:25), ¡entonces estamos a salvo para siempre!
Rut 2:1
En este libro leemos que Noemí y su esposo Elimelech dejaron la tierra designada por Dios (Canaán) y se fueron a la tierra de Moab. Es una imagen del pueblo del Señor desanimándose y volviéndose al mundo. Pero encontramos que Dios obró en el corazón de Noemí y la trajo de regreso, y trajo a Rut con ella. Al regresar, Rut fue puesta en contacto con Booz, que es una figura de Cristo, y Rut encuentra “descanso” en él (Rut 3:1). Aprendemos de Rut 2:1 que Booz era un “pariente” del marido de Noemí. Eso significa que, aunque Noemí se había apartado del Señor y de sus hermanos, y había tomado una posición entre los enemigos del pueblo de Dios, nunca perdió su relación con Booz.
Salmo 51:12
“Vuélveme el gozo de tu salvación”. Este no es figurativo, pero es una confirmación de la seguridad del creyente en el Antiguo Testamento. David había cometido adulterio y había asesinado al esposo de Betsabé. Estos son pecados muy graves. Si alguien pudiera perder su salvación, sería él. Sin embargo, no oró por la restauración de su salvación, sino por la restauración del “gozo” de su salvación. Con esto aprendemos que, si un hijo de Dios peca, el “gozo” de su salvación es lo que pierde, y no la salvación misma. Se vuelve miserable porque no está en comunión con su Dios (Salmo 32:3-4). Para un creyente, eso es algo muy infeliz, pero él no pierde su relación con Dios.
Hechos 27:4
“Y así aconteció que todos se salvaron saliendo á tierra”. El viaje en este capítulo es una figura de la historia de la Iglesia. No entraremos en detalles ahora, pero queremos hacer notar que es significativo que la gente haya llegado a la costa, a pesar de que “la nave” (el testimonio externo de la Iglesia) fue destruido.
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Hemos examinado brevemente más de veinte escrituras que enseñan la verdad de la seguridad eterna del creyente. No es posible interpretarlas de una manera lógica y concluir que no signifiquen lo que dicen claramente. Si el lector es un buscador honesto de la verdad, no debe haber ninguna duda de que la salvación del creyente está eternamente segura.
Sin embargo, hay varios pasajes en la Palabra de Dios que parecen sugerir que un creyente podría perder su salvación. Vamos a mirar estas escrituras ahora para ver lo que significan. Al lector le puede resultar desconcertante el ver que hay algunas escrituras que enseñan la seguridad eterna del creyente, y otras que parecen decir que un creyente podría perder su salvación. Si esto nos preocupa, tengamos la seguridad de que la infalible Palabra de Dios no se contradice. Si parece haber alguna dificultad, no es culpa de la Palabra de Dios, sino de nuestro entendimiento. Como regla general, cuando nos encontramos con lo que parece ser una contradicción en la Palabra de Dios, sugerimos que el lector se aferre a las claras declaraciones de las Escrituras, las cuales realmente no se pueden interpretar de otra manera, y que vuelva a mirar el versículo o versos que parecen contradecirse. Es probable que haya una frase o dos en el pasaje que hemos entendido mal. Si oramos al respecto y le pedimos ayuda al Señor, Él nos mostrará el verdadero significado. Descubriremos que las Escrituras realmente no se contradicen. Esta es la única forma lógica de manejar la dificultad. El hermano Hayhoe solía decir: “No dejemos que las cosas que no entendemos en las Escrituras nos impidan disfrutar de aquellas que sí entendemos”.
Estos pasajes que parecen negar la seguridad eterna son un ejemplo. A menudo están rodeados de expresiones bastante ambiguas que podrían tomarse de diferentes maneras. Por otro lado, las Escrituras que hemos visto hasta ahora son tan claras que sería difícil ver algo más en ellas. ¿Por qué alguien querría descartar las declaraciones más claras de las Escrituras en las que podemos confiar con seguridad, solo porque se cruzan con algunas aparentes contradicciones que están rodeadas de expresiones difíciles?
A menudo, para llegar a estas interpretaciones tan erróneas, uno tiene que deducir cosas en el pasaje que no están allí para que se ajusten a la interpretación equivocada. Pedro nos advierte de aquellos que son “indoctos é inconstantes” en la Palabra, que “tuercen” las Escrituras para que se ajusten a sus ideas (2 Pedro 3:16). Este es un terreno peligroso. Difícilmente se está llegando a las Escrituras con un corazón abierto y honesto. El hábito del apóstol Pablo era razonar a partir “de las Escrituras” (Hechos 17:2), pero no ponía su razonamiento dentro de las Escrituras, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo. J. N. Darby dijo: “La gente trata de torcer pasajes para que se ajusten a sus doctrinas, en lugar de tomar la doctrina de los pasajes”. Aquellos que tratan de leer en la Escritura, deduciendo cosas en ella, realmente están agregando a la Palabra de Dios. Confiamos en que este no será el caso mientras procedemos con nuestro estudio de estos pasajes que aparentan negar la seguridad eterna del creyente.
Cuatro Causas Principales Por las Que Se Malinterpretan Ciertos Pasajes Relacionados a Este Tema
Antes de ver algunas escrituras complejas que parecen sugerir que una persona podría perder su salvación, primero mencionaremos cuatro causas principales de sus interpretaciones incorrectas. En casi todos los casos, una de estas cuatro causas está en el origen del malentendido.
1) La Necesidad de Entender el Contexto
La primera causa de las interpretaciones erróneas sobre este tema es que a menudo son consideradas fuera de contexto. Quizás el mayor elemento que se requiere para una interpretación correcta de la Biblia es el contexto. Al comprar una casa, el agente de bienes raíces nos dice que las tres reglas más importantes para realizar una compra de valor duradero son: #1) ubicación, #2) ubicación, #3) ubicación. De manera similar, en la interpretación de la Biblia, los tres principios más importantes son, #1) contexto, #2) contexto, #3) contexto.
No solo queremos entender el contexto del pasaje que estamos considerando, sino que también queremos estar seguros de que la interpretación coincide con el resto de la Escritura. Cuando analizamos este tema, es importante tener presente el viejo dicho, “Debemos interpretar las Escrituras en base al resto de las Escrituras”. El apóstol Pedro dijo: “ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación” (2 Pedro 1:20). En la nota a pie de página de la Traducción Darby, dice que el pasaje casi podría traducirse: “Ninguna profecía se explica por sí sola”. En cierto sentido, se necesita toda la Biblia para explicar cualquier pasaje de ella. Es cierto que Pedro se refería al entendimiento de la profecía, pero el principio que establece es muy amplio y se aplica a todas las líneas de la verdad en la Biblia.
Es triste decir que los versículos que se presentan para negar la seguridad eterna del creyente no solo son aislados del contexto del pasaje en el que se encuentran, sino que tampoco cuentan con el apoyo del contenido general del resto de las Escrituras. Por lo tanto, es de suma importancia que leamos el pasaje con atención y oración en su contexto para asegurarnos de que estamos “trazando bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).
2) A Menudo, la Audiencia Cristiana es una Multitud Mixta
La segunda razón que causa las interpretaciones erróneas sobre este tema es no darse cuenta de que la audiencia del escritor es una multitud mixta de creyentes verdaderos y simples profesantes. No debería sorprendernos que la profesión cristiana tuviera una mezcla, porque el Señor lo indicó en muchas de sus parábolas. Dijo que habría “cizaña entre el trigo” (Mateo 13:25, etc.).
Por ejemplo, al escribir a los Corintios, el apóstol Pablo admitió la posibilidad de que hubiera entre ellos algunos que meramente profesaban ser cristianos. En el primer capítulo dijo: “á todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1:2). En el segundo capítulo, alude nuevamente a esta posibilidad cuando habla de tres clases de personas. Se refiere al “hombre animal”, que no tiene el Espíritu de Dios y no es salvo (1 Corintios 2:14); el hombre “espiritual”, quien es salvo y tiene el Espíritu gobernándolo (1 Corintios 2:15); y el hombre “carnal” (1 Corintios 3:1) que es salvo y tiene el Espíritu, pero vive según la carne. Nuevamente, en el tercer capítulo, el apóstol distingue tres clases de obreros en la casa de Dios usando las palabras, “Si alguno ... ”. El primero es un cristiano que sirve bien y edifica según la voluntad de Dios. Dice: “recibirá recompensa”. El segundo trabajador es un cristiano que no sirve según la voluntad de Dios. Dice que su recompensa “será perdida”, pero rápidamente agrega que él mismo sería “salvo; mas así como por fuego”. Luego, en el caso del tercer trabajador, el apóstol se refiere a un creyente falso que profesa ser cristiano y continúa en el lugar de un siervo cristiano, pero no es real. La presencia de tales en el templo de Dios lo “viola [corrompe]”. Dice: “A éste lo destruirá Dios” (compárese con Mateo 25:30).
Por lo tanto, es importante tener en cuenta que muchas de las exhortaciones en las Escrituras son para una profesión mixta. Hay algo en esas exhortaciones para la conciencia de los falsos profesantes que se filtran entre los verdaderos creyentes. Un ejemplo es Colosenses 1:23.
3) La Diferencia Entre el Descarrío y la Apostasía
La tercera razón que causa interpretaciones erróneas sobre este tema se debe a que no se sabe la diferencia entre el descarrío y la apostasía. A lo largo de las epístolas, los escritores hablan de dos formas de apartarse de Dios: una es el descarrío y la otra es la apostasía. Ambos son malos, pero uno es infinitamente peor. Si el lector confunde a los dos, seguramente tendrá dificultades con este tema.
El descarrío ocurre cuando un creyente se sale de la comunión con el Señor, y deja de sentir Su presencia al entrar en el camino del pecado. No pierde la salvación de su alma de la penalidad eterna de sus pecados, ni realmente sale de la presencia del Señor, porque el Señor nunca deja ni abandona a Su pueblo (Hebreos 13:5). Pero pierde el sentir de la presencia del Señor, y se siente muy lejos de Él en su alma. Todo comienza cuando un creyente permite el pecado en su vida y no lo juzga. A menudo es un pequeño pecado que no se juzga, y como resultado, su comunión se interrumpe y él se descarría.
La apostasía es una forma diferente de apartarse de Dios. Es la renuncia a la confesión que una vez fue hecha, y el abandono de la fe cristiana. Es algo que solo un simple profesante (uno que nunca fue salvo) podría hacer. ¡Para una persona así no hay recuperación! (Hebreos 6:4-8; 10:26-31) Estos dos tipos de desvíos se ilustran en Mateo 26 en dos de los apóstoles del Señor: Pedro y Judas. Pedro se descarrió y fue restaurado por la fidelidad de Dios (Lucas 24:34; Juan 21:15-19). Judas apostató y terminó perdido en la eternidad (Salmo 109:7; Hechos 1:25).
Una persona que se descarría es llamada a volver al Señor (Jeremías 3:12); una persona que comete apostasía no es llamada a regresar, ¡porque no hay regreso! La Biblia dice: “El hombre que se extravía del camino de la sabiduría, vendrá á parar en la compañía de los muertos” (Proverbios 21:16). Es “imposible” que “sean otra vez renovados para arrepentimiento” (Hebreos 6:4-6). Pedro se apartó, pero luego regresó al Señor; Judas se apartó, pero nunca regresó al Señor. En uno hubo arrepentimiento (Lucas 22:61-62); en el otro sólo había remordimiento (Mateo 27:3 – traducción J. N. Darby).
De vez en cuando oiremos hablar de un cristiano que se ha descarriado como si se hubiera recaído. No queremos ser de “los que hacen pecar al hombre en palabra” (Isaías 29:21) por usar una palabra no adecuada, pero “recaer” en la Escritura se refiere a la apostasía (Hebreos 6:6; 2 Tesalonicenses 2:3), y no al descarrío. Pedro muestra que, si bien un cristiano no puede ser apóstata, puede ser “juntamente extraviado” en la corriente de la apostasía y abandonar ciertas doctrinas y prácticas. “Así que vosotros, oh amados, pues estáis amonestados, guardaos que por el error de los abominables no seáis juntamente extraviados, y caigáis de vuestra firmeza” (2 Pedro 3:17). Los “abominables” en este versículo se refiere a los apóstatas descritos anteriormente en la epístola. Pedro advierte a los santos que, si no se “guardaban”, podrían dejarse llevar por la corriente del error de los apóstatas. No los convertiría en apóstatas, pero se descarriarían. Pedro sabía muy bien de lo que estaba hablando; estaba hablando por experiencia. Se juntó con malas compañías y fue llevado “juntamente” con sus malos caminos. Luego, cuando fue cuestionado acerca de su relación con el Señor Jesús, lo negó. Si bien un cristiano nunca puede “recaer”, sí puede “caer” (2 Pedro 3:17) de su firme devoción al Señor y de los fundamentos de la gracia (Gálatas 5:4).
Un cristiano tiene dos vínculos con Dios. Uno es su vínculo de relación; no hay nada que pueda ser más fuerte. Ningún hombre, demonio, o pecado puede romper esa relación, porque el creyente está eternamente seguro en ella. Si conocemos al Señor como nuestro Salvador, tenemos una posición ante Dios como estando “en Cristo”. Jamás habrá condenación para los que están en esa posición (Romanos 8:1). Es el mismo lugar de aceptación en el que Cristo mismo está ante Dios. En pocas palabras, estar “en Cristo” es estar en el lugar de Cristo ante Dios. Todo el favor de Dios que descansa sobre Cristo, ya que Él ahora está en lo alto en la gloria, ¡descansa sobre el creyente! El otro vínculo que el cristiano tiene con Dios es el vínculo de comunión; no hay nada que pueda ser más frágil. Nuestro vínculo de comunión con el Señor puede romperse incluso con el menor pecado. Y luego, si no se juzga ni se confiesa al Señor, comienza un curso de descarrío – incluso si al principio es una desviación muy pequeña.
Es importante entender la diferencia entre estas dos cosas al considerar nuestro tema, porque algunas de las advertencias en el Nuevo Testamento son para aquellos que (siendo simples profesantes) estaban en peligro de apostatar. Si confundimos estas advertencias con exhortaciones a los creyentes, caeremos en la mala doctrina. Ahora, algunos podrían preguntar: “¿Cómo sabes que los verdaderos cristianos no pueden apostatar?” Porque las Escrituras enseñan que los verdaderos creyentes pueden ser restaurados si fallan, pero las Escrituras no enseñan que un apóstata pueda ser restaurado. Cuando los apóstatas se alejan de Dios, es “imposible” que “sean otra vez renovados para arrepentimiento” (Hebreos 6:6).
4) Ideas Preconcebidas
Una cuarta razón que causa las interpretaciones erróneas de los temas bíblicos son las ideas preconcebidas y erróneas, que obstaculizan la comprensión de las personas. Tres grandes cosas han contribuido a la ruina del testimonio de la Iglesia. Todos comienzan con la letra “I”: ignorancia, indiferencia e insumisión. Creemos que el mayor de ellos es la ignorancia. Fue el mismo problema en Israel. “Mi pueblo fué talado, porque le faltó sabiduría” (Oseas 4:6; Proverbios 19:2).
Algunas de las ideas y doctrinas erróneas que tienen las personas son producto del entorno en el que viven en el mundo cristiano de hoy. Desafortunadamente, la teología cristiana convencional no es bíblicamente precisa en ciertos términos doctrinales. Si una persona ha asimilado algunas de estas ideas erróneas que ha llegado a aceptar como verdad, y luego intenta comprender ciertas declaraciones de las Escrituras sobre la seguridad de un creyente, podemos comprender por qué él o ella podría estar confundido. Con todas las diferentes enseñanzas de la cristiandad evangélica de hoy, difícilmente podemos culpar a alguien por estar realmente confundido. Habrá una necesidad, por parte de algunos, de desaprender algunas cosas. A medida que avanzamos, esperamos desentrañar algunas de estas nociones falsas y así aclarar la confusión sobre el tema.
En cada uno de los pasajes que vamos a mirar, se observará que uno o más de los cuatro puntos anteriores son el origen del malentendido.
Algunas Escrituras Que Parecen Decir Que una Persona Podría Perder Su Salvación
Mateo 7:21-23
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad”. Al leer esto de manera casual, podríamos pensar que se refiere a alguien que no solo es salvo, sino que también está sirviendo al Señor, y termina perdiendo su salvación.
Este malentendido es un ejemplo de no leer cuidadosamente el pasaje en su contexto. Una lectura cuidadosa muestra que la persona nunca fue salva en primer lugar. Había hecho una profesión, diciendo: “Señor, Señor”, pero carecía de verdad en su interior. El contexto tiene que ver con “los falsos profetas, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas” (Mateo 7:7-20). Estos eran impostores. El Señor estaba alertando a Sus oyentes de que podría haber impostores entre ellos.
El Señor dijo a estas personas (figurativamente): “Nunca os conocí”. “Nunca” existió algún momento de su vida en el que tuvieron una relación con el Señor. ¡Nunca fueron salvos! El Señor no dijo: “Te conocí una vez, pero ahora que has pecado y te has apartado, ya no te conozco”. Compare esto con Juan 10:27, donde el Señor dice acerca de los verdaderos creyentes: “Yo [los] conozco”. Estas personas en Mateo 7 nunca fueron salvas porque no habían hecho “la voluntad” del Padre, que según Juan 6:40 es creer en el Señor Jesús: “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna”.
Ahora podemos preguntarnos cómo es que estas personas hicieron “muchos milagros” y “profetizaron” en el Nombre del Señor si no fueron salvas. Hay muchos relatos de personas que se ocuparon en el supuesto “ministerio”, que predicaron la Palabra de Dios desde el púlpito y, sin embargo, no fueron salvos. John Wesley es un ejemplo, Judas Iscariote sería otro (Mateo 10:1-7). John Wesley fue salvo más tarde, pero Judas nunca fue salvo. También es posible que una persona no salva “[lance fuera] demonios”. Hechos 19:13 nos da un ejemplo, y nuevamente, Judas es otro ejemplo (Mateo 10:1). La solemne evaluación que hizo el Señor sobre las obras de ellos fue que solo eran obras de “maldad” (Mateo 7:23).
Este pasaje de Mateo 7 se da para mostrarnos lo lejos que puede llegar la profesión falsa, ¡incluso hasta el punto de que una persona se haga pasar por un siervo del Señor! Es una verdadera advertencia para cualquiera que se involucra en las cosas de Dios sin tener ninguna realidad interior.
Mateo 12:43-45
“Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Me volveré á mi casa de donde salí: y cuando viene, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y son peores las cosas últimas del tal hombre que las primeras: así también acontecerá á esta generación mala”. Se dice que este hombre fue limpiado (es decir, salvo) porque el espíritu inmundo salió de él, y que luego se asoció con espíritus malignos, de modo que perdió todo lo que había ganado al ser purificado. Por lo tanto, perdió su salvación y su último estado fue peor que antes de ser purificado.
Este es un ejemplo de un pasaje que tiene algunas frases inusuales y ambiguas. Hay que deducir cosas en él para que la interpretación errónea encaje. Decir que este hombre fue salvo implica algo que no está en el pasaje. El Señor estaba hablando acerca de los judíos de una forma colectiva, de cuando se separaban de Dios para entregarse a la idolatría. El contexto es que el Señor estaba siendo rechazado, tanto por la gente común en las aldeas de Galilea (Mateo 11), como por los líderes en Judea (Mateo 12). Por tanto, dio esta solemne advertencia sobre la nación.
El Señor habla de este hombre de una forma figurativa, que representa a toda una “generación” de personas, no a un individuo en particular. Al regresar de Babilonia, los judíos habían abandonado la idolatría y el espiritismo relacionado con ella. En ese sentido, el “espíritu inmundo” había salido de la nación, dejando la casa de Israel “vacía, barrida y adornada”. Pero ellos no le habían dado al Señor el lugar que le corresponde como su Mesías. Les dijo que, dado que su incredulidad era tan profunda, se manifestaría en un día venidero que la nación volvería a la idolatría. Esto sucederá cuando los judíos reciban al Anticristo y adoren la imagen de la Bestia (Juan 5:43; Apocalipsis 13:12-15). ¡Se sumergirán en una idolatría siete veces peor que en la que estaban antes de su cautiverio en Babilonia! El pasaje, por lo tanto, no tiene absolutamente nada que ver con la posibilidad de que un cristiano pueda perder su salvación.
Mateo 13:5-6, 20-21
“Y parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra: Mas en saliendo el sol, se quemó; y secóse, porque no tenía raíz ... Y el que fué sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo. Mas no tiene raíz en sí, antes es temporal que venida la aflicción ó la persecución por la palabra, luego se ofende”.
Esta es una parte de la parábola del Sembrador. Los diversos tipos de terreno sobre el que cayó la semilla representan los diversos tipos de corazones con los que la Palabra de Dios entra en contacto. Este oyente pedregoso recibió la semilla con gozo. Por lo tanto, se asume que fue salvo, pero cuando fue probado, cayó y perdió su salvación.
El problema con esta interpretación es asumir que “recibir la Palabra” es sinónimo de ser salvo. Sin embargo, es posible que una persona reciba la Palabra de Dios sin creerla en su corazón. Simón el hechicero es un ejemplo. Él “creyó” (Hechos 8:13), pero no en su corazón (Romanos 10:9). Se podría pensar que, dado que la persona recibió la Palabra con “gozo”, debió haber sido felizmente salvo. Sin embargo, cuando una persona recibe correctamente la Palabra de Dios, el efecto inicial no es gozo, sino pena y profunda convicción. La conciencia se agita en relación con los pecados de la persona, lo que produce arrepentimiento. El gozo empieza cuando la persona se da cuenta de que Dios ha borrado sus pecados por medio del poder limpiador de la sangre de Cristo. Recibir la Palabra con alegría indica un efecto superficial; es una señal reveladora de que algo no está bien. La persona no ha entendido realmente su condición ante Dios como pecador, y no ha habido una convicción real. F. G. Patterson dijo: “La primera acción de la Palabra es provocar una mala conciencia en la persona, creando infelicidad sobre su estado actual, convenciéndola de su pecado, causando ansiedad, etcétera”.
Hay muchos que han escuchado la Palabra, e inicialmente han hecho una demostración en su vida, pero luego el tiempo demostró que no eran reales. Eso es lo que el Señor estaba indicando con este oyente pedregoso. De los cuatro terrenos sobre los que cayó la semilla, solo hay uno en el que produjo fruto. El fruto en la vida de una persona es lo que comprueba que es verdaderamente salvo. El oyente pedregoso era un simple profesante sin una vida nueva.
Mateo 24:13
“Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo”. Este versículo se ha utilizado para apoyar la idea falsa de que un creyente tiene que continuar con el Señor en el camino de la fe hasta el final de su vida para ser salvo.
Esta interpretación es otro ejemplo de no leer el versículo en su contexto, ni entender el uso de ciertos términos bíblicos como ser “salvo”. Muchos que están confundidos sobre la doctrina de la seguridad del creyente también piensan que la Iglesia pasará por el período de tribulación de siete años. Esto solo prueba el viejo dicho: “Las malas doctrinas rara vez vienen solas”.
El contexto aquí indica que se trata de judíos, no cristianos, en el período futuro de tribulación de siete años. El Señor está describiendo eventos que tendrán lugar después de que la Iglesia sea llamada al cielo. La predicación del “evangelio del reino”, el establecimiento de “la abominación del asolamiento”, el “lugar santo” en el templo y el peligro de profanar el “sábado”, la mención de la “Gran Tribulación”, y la venida del Señor como el “Hijo del Hombre”, todo apunta al hecho de que será un escenario judío en un día venidero. El pasaje no tiene nada que ver con que los cristianos pierdan su salvación. Este es otro ejemplo de deducir algo en un pasaje de la Escritura.
El “fin” en este versículo no es el fin de la vida de un cristiano, sino el “fin” de la era, que será el fin de la Gran Tribulación. El contexto apoya esto (versículo 3).
Además, hay un malentendido del significado y uso de la palabra “salvo”. Muchos cristianos, cada vez que esa palabra aparece en el texto, automáticamente asumen que se refiere a la salvación del castigo de nuestros pecados. Sin embargo, hay muchos aspectos y usos de la palabra salvación, y se requiere comprender el contexto del pasaje para saber qué aspecto está a la vista. La salvación es una palabra exhaustiva en las Escrituras que siempre conlleva el pensamiento de liberación de algún tipo de peligro. Abarca todos los aspectos de la liberación del peligro y el juicio en la vida de un creyente, desde su justificación hasta su glorificación. Además de ser salvos de la pena de nuestros pecados, hay un aspecto de la salvación que se refiere a la liberación de los peligros espirituales presentes en este mundo (Romanos 5:10; Hebreos 7:25; 1 Timoteo 4:16; Santiago 1:21; 1 Pedro 4:18, etc.) y de peligros físicos (2 Corintios 1:10; 1 Timoteo 2:15, 4:10; 2 Reyes 6:25). También hay un aspecto de la salvación que es futuro, cuando el Señor venga a liberar a su pueblo de los efectos del pecado, llevándolos a su hogar en el cielo (Romanos 13:11; 1 Tesalonicenses 5:9; Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5).
Por lo tanto, es un error limitar la palabra “salvo” a la liberación del infierno. “Salvo” se usa en este pasaje en un sentido práctico y literal. Aquellos que literalmente sobreviven a los juicios de la Gran Tribulación y los engaños del Anticristo llegarán al “cumplimiento del siglo” (Mateo 24:3 – traducción J. N. Darby), para entrar en el reino milenario de Cristo. El objetivo del versículo es animar al remanente fiel de judíos a que se aferren hasta el “cumplimiento del siglo”, soportando las dificultades y la iniquidad espiritual que marcarán esos días, y serán recompensados con la liberación en el reino.
Mateo 24:24
“Engañarán, si es posible, aun á los escogidos”. De alguna manera se ha interpretado que esto significa que una persona podría perder su salvación, aunque el versículo no dice nada al respecto.
Nuevamente, el contexto aquí es judío. No tiene nada que ver con los cristianos que ni estarán en la tierra en este momento. Simplemente significa que Dios no permitirá que los judíos “escogidos” (el remanente) en la Gran Tribulación sean engañados por el engaño de la Bestia y el Anticristo (2 Tesalonicenses 2:9-12; Apocalipsis 9:1-11). El engaño será tan fuerte que, si Dios no actuara providencialmente, incluso los elegidos serían engañados. Afortunadamente, Él no permitirá que eso suceda.
Mateo 25:26-30
“Y respondiendo su señor, le dijo: Malo y negligente siervo, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí; Por tanto te convenía dar mi dinero á los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura. Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque á cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes”. Se ha dicho que este hombre perdió su salvación porque no sirvió al Señor.
El error aquí es asumir que debido a que el hombre es llamado “siervo”, él es salvo. Esto nuevamente es deducir algo en las Escrituras. A esta persona se le llama “siervo” porque tomó ese lugar por simple profesión y, en consecuencia, fue juzgada en base a ello. Este principio es invariable en las Escrituras (Mateo 12:37; Lucas 19:22; 2 Samuel 1:1-16). Nuevamente, muestra cuán lejos puede llegar la profesión vacía, incluso hasta el punto de tomar el lugar de ser como uno de los siervos del Señor. Hay algunos clérigos en ese lugar hoy. Profesan ser creyentes –incluso ser siervos del Señor– ¡pero ni siquiera son salvos! Este pasaje muestra que tal pretensión no escapará del juicio del Señor. Él juzgará a estos falsos siervos que han tenido la audacia de hacerse pasar por sus ministros. Puede que hayan engañado a los hombres, pero no han engañado al Señor.
Marcos 3:28-30
“De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados á los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren; Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas está expuesto á eterno juicio. Porque decían: Tiene espíritu inmundo”. A esto se le ha llamado “El pecado imperdonable”. Se nos dice que, si un creyente comete este pecado, pierde su salvación y nunca más podrá ser salvo. Es triste decir que hay algunos cristianos que piensan que son culpables de este pecado imperdonable, y que ahora están perdidos y no tienen esperanza de ser salvos.
La pregunta que debemos hacernos es: “¿Cuál es el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo?” La respuesta está en el versículo 30: “ ... Porque decían: Tiene espíritu inmundo”. Es atribuir el poder que obró en el Señor Jesús a Satanás (versículo 22). En otras palabras, es afirmar que el Señor Jesús estuvo asociado con el inframundo y fue empoderado por él en Su ministerio. Es difícil concebir que alguien pueda inventar una blasfemia mayor que esta. Invitemos a aquellos que piensan que han cometido el tal “pecado imperdonable” a que se pregunten a sí mismos: “¿Es el Señor Jesús verdaderamente el Hijo de Dios, que vino del cielo para salvar a los pecadores?” Si su respuesta es “Sí”, entonces esa es una prueba clara de que no han cometido el pecado imperdonable de “blasfemar contra el Espíritu Santo”. ¿Qué cristiano diría alguna vez que el Señor Jesús tenía un espíritu inmundo? ¡Ningún cristiano que se haya descarriado entretiene el pensamiento de que el Señor Jesús vino del inframundo para hacer la obra de Satanás! Eso es algo que solo diría un apóstata. No importa cuán lejos del Señor se encuentre en su alma un cristiano que ha resbalado, todavía hay, en algún lugar de lo más profundo de su corazón, la sincera convicción de que el Señor Jesucristo vino del cielo para morir por los pecadores.
Habiendo definido ya lo que es el pecado imperdonable y la imposibilidad de que un verdadero creyente lo cometa, procedemos a decir que la “blasfemia contra el Espíritu Santo” es un pecado nacional cometido por toda esa “generación” de personas en ese día. No es algo de lo que se le haya culpado a algún individuo en particular, ni en ese entonces ni ahora. Tal blasfemia contra el Espíritu Santo trajo un juicio imperdonable sobre la nación apóstata de judíos. A excepción de un remanente creyente, el resto de esa generación fue entregado a la perdición sin esperanza (Salmos 69:22-28).
Incluso si alguien hoy ha dicho cosas despreciables sobre la Persona del Señor Jesucristo, él o ella aún puede ser salvo, porque las Escrituras dicen: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). C. H. Mackintosh dijo: “No creemos que ningún pecador, en este tiempo aceptable, este día de salvación, esté más allá del alcance del amor perdonador de Dios y de la sangre expiatoria de Jesús”.
Lucas 22:31-32
“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como á trigo; Mas yo he rogado por ti que tu fe no falte: y tú, una vez vuelto [convertido], confirma á tus hermanos”. Aquí parece que el Señor le estaba diciendo a Pedro que iba a caer y que luego tendría que ser salvo de nuevo, porque Pedro ya era un hombre convertido cuando el Señor le dijo eso (Juan 6:68-69; Mateo 16:15-17). Si iba a convertirse por segunda vez después de su caída, significa que Pedro iba a perder su salvación y luego volver a recuperarla. Por tanto, una persona, incluso un apóstol, puede perder su salvación.
Este malentendido es un ejemplo clásico de tener ideas preconcebidas y erróneas sobre la doctrina. El error aquí es pensar que la conversión es sinónimo de salvación. La teología evangélica convencional podría decir que es así, pero las Escrituras no apoyan la idea. La conversión simplemente significa que el corazón se vuelve hacia Dios. Cuando una persona se vuelve al Señor con fe y se salva, es conversión. Por ejemplo, los tesalonicenses se convirtieron “de los ídolos á Dios” (1 Tesalonicenses 1:9). Pero si la persona se aleja del Señor en su corazón y cae en el pecado en su vida, tendrá que volver a convertirse (Santiago 5:19-20). Es decir, necesitará que su corazón se vuelva hacia el Señor y sea restaurado. La palabra “conversión”, por lo tanto, se puede usar para referirse al giro inicial de una persona a Dios para salvación, y para cualquier otro regreso al Señor que una persona pueda hacer si le falla y se aleja de Él en su corazón.
La mayoría de las versiones en inglés traducen la palabra “vuelto” en Lucas 22:32 (que es “convertido” en la traducción King James) como “restaurado”, o “regresado”. Esto ayuda a distinguirlo como una restauración del creyente y no una segunda salvación de su alma. Pero en el idioma original es la misma palabra, y puede usarse tanto para el giro inicial de una persona a Dios para salvación, como para la restauración del alma de un creyente a la comunión. Por lo tanto, el Señor simplemente le estaba diciendo a Pedro que después de su caída, necesitaría ser restaurado en su alma (Lucas 22:62, 24:34; Juan 21).
Juan 13:2, 26-27
“Y la cena acabada, como el diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que le entregase ... ” (versículo 2). “Y mojando el pan, diólo á Judas Iscariote, hijo de Simón. Y tras el bocado Satanás entró en él” (versículos 26-27). Judas a menudo ha sido considerado como alguien que perdió su salvación, aunque tenía un lugar muy privilegiado como apóstol.
Este error es un ejemplo de no haber leído las Escrituras con atención. Una lectura cuidadosa de los pasajes relacionados con Judas indica que, en primer lugar, él nunca fue un creyente. El Señor dijo: “Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Juan 6:64). Además, la Escritura dice que él era un “diablo [demonio]” (Juan 6:70), “un ladrón” (Juan 12:6), una persona inmunda que no había sido “bañado entero” (lo que resulta de haber nacido de nuevo; Juan 13:10-11), un “hijo de perdición” (Juan 17:12), un traidor (Mateo 26:48) y un transgresor (Hechos 1:25). Por tanto, Judas nunca tuvo la salvación para entonces perderla. Él fue un falso profesante desde el principio, y el Señor lo supo desde el principio. Fue expuesto por el Señor en la Última Cena y demostró ser lo que realmente era al traicionar al Señor. Hechos 1:25 nos dice que cuando murió, fue “a su lugar”, que es una eternidad perdida.
1 Corintios 8:11
“Y por tu ciencia se perderá el hermano flaco por el cual Cristo murió”. Aquí, el apóstol habla de la posibilidad de que se pierda un hermano débil. A la vista de Juan 3:16 y 2 Pedro 3:9, “pierda” o “perezca” significa ser eternamente arruinado en el infierno. Entonces, este verso se ha interpretado como que “el hermano flaco” perdió su salvación.
El error aquí es asumir que cada vez que las palabras “perecer” o “perder” se usan en las Escrituras, se habla de una eternidad perdida. Además de aplicarse a los pecadores perdidos, la palabra se puede aplicar a los creyentes fieles que mueren (Eclesiastés 7:15; Miqueas 7:2; Lucas 11:51, 13:33; 2 Corintios 4:16); o a la verdad en sí misma (Jeremías 7:28); o a objetos inanimados que se estropean (Lucas 5:37), etc. Está claro que hay muchas aplicaciones de la palabra “perecer” o “perder”. Es un error pensar que hay un solo uso para una palabra en las Escrituras y luego torcer la interpretación de todas las demás Escrituras a ese único pensamiento. Si perecer tuviera un solo significado en las Escrituras, de pasar a una eternidad perdida, ¿por qué Dios permitiría justamente que los fieles creyentes perecieran?
En este versículo, la palabra “perderá” significa que una persona tiene una seria ruptura en su fe, lo que conlleva a naufragio en su vida cristiana. El punto del pasaje es que debemos tener cuidado con lo que permitimos en nuestras vidas para no hacer tropezar a nuestros hermanos en la fe.
1 Corintios 9:27
“Antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado á otros, yo mismo venga á ser reprobado”. Aquí, Pablo dice que si no mantenía su cuerpo bajo control (sus apetitos y deseos), podría terminar pecando y, por lo tanto, ser un “reprobado”.
Esta palabra “reprobado” usada en 2 Corintios 13:5-7, 2 Timoteo 3:8 y en Tito 1:16, y traducida como “depravada” en Romanos 1:28, seguramente se refiere a un alma perdida. Algunos han dicho que, dado que la palabra significa “desaprobado” o “rechazado”, se refiere al rechazo del ministerio de un hombre, y no a él mismo personalmente. Por lo tanto, su ministerio sería rechazado porque su vida estaba en desorden. Esta interpretación puede ser útil para refutar a aquellos que niegan la seguridad eterna del creyente, pero la palabra “reprobado” no debe tomarse en ese sentido limitado. No se usa de esa manera en el Nuevo Testamento. Significa que la persona en su totalidad es rechazada porque está perdida. J. N. Darby dijo: “El ser reprobado es ser perdido—es ser castigado con destrucción eterna de la presencia del Señor”.
Sin embargo, no debemos deducir de esto que un cristiano puede perder su salvación. El tema en cuestión en este capítulo es la predicación de Pablo, y no su salvación. Él está hablando de la posibilidad de que una persona sea un predicador y termine siendo reprobado, y no que una persona que sea cristiana termine siendo desechada. Si un predicador no posee la salvación, es posible que termine siendo desechado, si él no es salvo. Judas era una de esas personas. El hombre del que hablamos en Mateo 7:22 es otro ejemplo. Era evidente que había algunos que predicaban en Corinto que eran sospechosos, y Pablo les dio esta advertencia.
Podríamos preguntar: “¿Por qué entonces Pablo habló de sí mismo como posiblemente un desechado, si tal cosa nunca podría ser?” La respuesta es que Pablo estaba hablando de predicadores en general, y, por lo tanto, se incluía a sí mismo. Pero él era más que un predicador; él era un creyente y no podía perderse. Pablo “[pasó] por ejemplo en [sí mismo]” (1 Corintios 4:6; 1:12) para no señalar a nadie en particular en Corinto, ni ofenderlo, por lo que manejó el asunto con delicadeza. El punto en el pasaje es que él quiso demostrar su punto usando su manera de vivir como ejemplo, en la cual él mantuvo su cuerpo en sujeción, mostrando que él no era uno de esos reprobados.
Hebreos 12:14
“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Esto se ha tomado como si quisiera decir que el creyente que no ande en santidad, no se irá con el Señor ni Lo “verá”.
Es importante entender que la Biblia habla de más de una forma de ver al Señor. No siempre se refiriere a verlo a Él en el cielo al final de nuestro camino. La postura cristiana normal es ver al Señor con el ojo de la fe ahora, mientras estamos en el camino hacia la gloria. En la epístola a los Hebreos, se usa el “ver” al Señor de esta manera. El capítulo 2:9 dice: “Empero vemos á ... Jesús.... Además, anteriormente en el capítulo 12 dice, “Puestos los ojos ... en Jesús... (versículo 2). Estos son destellos presentes del Señor por fe.
El punto de este versículo es que, si no caminamos en “paz” y “santidad”, perderemos de vista al Señor en un sentido práctico y nos desviaremos del camino (Proverbios 29:18). Con respecto a este versículo, Hamilton Smith dijo: “‘Vemos coronado de gloria y de honra ... á aquel Jesús’, dice el apóstol, pero esto supone un andar normal en santidad de nuestra parte. Cualquier permisión de impiedad oscurecerá nuestra visión”.
2 Pedro 2:1
“Pero hubo también falsos profetas en el pueblo, como habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos perdición acelerada”. Dado que estos falsos maestros fueron “rescatados”, algunos suponen que fueron salvos, y que, debido a que negaron al Señor, perdieron su salvación y terminaron en perdición.
Este es otro ejemplo de términos teológicos erróneos que forman pensamientos y producen conclusiones erróneas. El malentendido aquí es pensar que “rescatado” significa “redimido”, y, por lo tanto, “salvo”. Muchos cristianos piensan que los dos términos son sinónimos, y difícilmente podemos juzgarlos por ello, porque esto se enseña comúnmente en la cristiandad. Sin embargo, las Escrituras distinguen cuidadosamente los dos términos. Rescatar significa “comprar”. Redimir significa “recuperar y liberar”.
Cristo ha “rescatado” (comprado) a todas las personas y todas las cosas por lo que logró en la cruz. Hebreos 2:9 dice: “para que por gracia de Dios gustase la muerte por todos”. La versión King James en inglés dice “por todo hombre”, pero debería decir “todas las cosas”, porque el pasaje habla del aspecto más amplio de la obra de Cristo en la cruz al comprar el mundo y todo lo que hay en él. Esto se ve en la parábola del hombre que compró el “campo”, que el Señor explica como la compra del mundo entero y todo lo que hay en él, incluyendo el “tesoro”: Su pueblo (Mateo 13:38, 44). Por tanto, el Señor tiene título y derecho sobre todas las personas y todas las cosas. Si bien todas las personas han sido compradas, no todas han sido redimidas. Una persona es redimida cuando en fe reconoce la compra que Cristo hizo en la cruz, y lo recibe como su Salvador. De manera similar, todas las cosas han sido “rescatadas”, pero están esperando a ser redimidas (liberadas) de los efectos del pecado, de Satanás y del mundo (Efesios 1:14). Esto sucederá cuando Cristo aparezca al fin del siglo.
Una lectura cuidadosa del pasaje indica que los que negaban al Señor eran “falsos”. Pedro los llama “falsos profetas”. No es simplemente que enseñaron cosas falsas, sino que ellos mismos eran falsos, siendo simplemente cristianos por imitación. Negaron al Señor al no reconocer Su compra y terminaron en juicio. Judas habla de esta misma clase de personas que niegan al Señor, diciendo: “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes habían estado ordenados para esta condenación, hombres impíos, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y negando á Dios que solo es el que tiene dominio, y á nuestro Señor Jesucristo” (Judas 4). En primer lugar, nunca fueron salvos, sin embargo, se hicieron pasar por profetas.
Éxodo 32:33; Salmo 69:28; Apocalipsis 3:5, 22:19
“Al que pecare contra mí, á éste raeré yo de mi libro”; “Sean raídos del libro de los vivientes”; “ ... no borraré su nombre del libro de la vida”; “Dios quitará su parte del libro de la vida”. Estos versículos se refieren a la posibilidad de ser borrados del libro de la vida y, por tanto, suponen la pérdida de la salvación.
Las personas que niegan la seguridad eterna del creyente preguntarán: “¿Cómo puede Dios amenazar a las personas con borrarlas de Su libro, si es algo que no puede suceder?” Pero este argumento es sólo una falacia del hombre. La Escritura no dice que una persona no pueda ser borrada. Algunos defensores bien intencionados de la seguridad eterna del creyente podrían enseñar eso, pero las Escrituras no lo enseñan. ¡El hecho solemne es que una persona puede ser borrada del libro de la vida! “El libro de la vida [de los vivientes]” se usa en sentido figurado en la Biblia; no significa que Dios tenga un libro literal en el cielo. Él escribe el nombre de cada creyente real en el libro, pero las personas también pueden escribir sus propios nombres en el libro, por así decirlo, haciendo una profesión de vida cristiana. Si no son reales, Dios los borrará en el día del juicio. J. N. Darby dijo: “Creo que el libro de la vida es definitivo, y todos los demonios no pueden borrar el nombre [de un verdadero creyente] de él. Donde habla de borrar a algunas personas, es como hacer un registro de votos. Si se prueba que algún nombre no tiene derecho a estar escrito en el libro, es borrado. El nombre de cada profesante está en el libro de la vida: pero si Dios lo escribió, nunca será borrado. Un simple profesante escribe su nombre él mismo, pero no tiene derecho a estar allí, a menos que Dios haya escrito su nombre; el tal será borrado. Supongo que el libro de la vida (en el capítulo 20) es después de que los nombres de los tales hayan sido borrados, porque el versículo 15 dice: ‘Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego’”. Por lo tanto, estos versículos que tienen que ver con personas que son borradas del libro de la vida se refieren a simples profesantes, y no a los verdaderos creyentes.
Los “Si” Condicionales y de Argumento de las Escrituras
La presencia de un “si” en un versículo sugiere que hay una condición adjunta, y si una persona no cumple esa condición, es posible que pierda lo que se le promete en ese versículo, es decir, la salvación. Como se dijo anteriormente, las declaraciones de las Escrituras con respecto a la seguridad del creyente no pueden tomarse de otra manera más que con la que han sido escritas, y como la Palabra de Dios no se contradice, estos pasajes que contienen un “si” deben significar algo más.
“Si” es una palabra simple, pero debemos entender a quién se dirige el escritor cuando la usa. Como se mencionó anteriormente, a menudo el escritor toma en consideración la posibilidad de que haya una multitud mixta de creyentes reales y simples profesantes en su audiencia. El uso del “si” está destinado a la conciencia de aquellos que no son salvos para que escudriñen sus corazones y analicen dónde se encuentran realmente ante Dios. Considere lo que estamos diciendo aquí. Suponga que usted se dirige a una audiencia compuesta tanto por creyentes como por incrédulos. Y, en su deseo de difundir el evangelio, usted le dice a su audiencia que necesitan confiar en el Señor Jesucristo para ser salvos. ¿Cómo tomarían eso los que son creyentes de entre la multitud? ¿Acaso les querría decir que necesitan ser salvos? No; ellos entenderían que usted se refiere a los perdidos de entre la multitud. Es lo mismo en las Escrituras; cuando un escritor usa la palabra “si”, está destinada al simple profesante de su audiencia.
Además, debemos entender que la palabra “si” se usa en las Escrituras de dos maneras. No decimos que hay dos palabras diferentes que se usan en el idioma original para “si”, sino que la palabra se usa de dos maneras diferentes. Hay un “si” de argumento y un “si” de condición. Un “si” de argumento se basa en algún hecho ya establecido en la discusión y, al darlo por sentado, el argumento se basa en él. J. N. Darby dio un ejemplo de esto, diciendo: “Si eres inglés, no querrás deshonrar a tu país”. De manera similar, podríamos decir: “Si eres verdaderamente cristiano, querrás actuar como tal”. En este sentido, la palabra se usa no para cuestionar si una cosa es verdad o no, sino para construir el argumento sobre ese hecho. Cuando el “si” se usa de esta manera en las Escrituras, la frase “ya que” podría sustituirse y transmitiría adecuadamente el pensamiento. Por ejemplo, “Si [ya que] habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba” (Colosenses 3:1; Filipenses 2:1; Efesios 4:21, etc.). Por otro lado, el “si” de condición se usa en tales Escrituras como: “Si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1). Esto indica que podría o no ser sorprendido en una falta.
El uso del “si” en forma de condición en conexión con este tema es lo que ha preocupado a muchas personas y ha dado lugar a muchos malentendidos. La clave para desentrañar esta dificultad es saber que el escritor está hablando a una audiencia mixta, y la palabra “si” en ese sentido es particularmente para aquellos que eran simples profesantes de entre ellos. Damos algunos ejemplos a continuación.
[Nota de traductor: Todos los versículos citados en los encabezamientos de los siguientes ejemplos en esta parte contienen la palabra “si” en la versión King James en inglés, el idioma en que el libro actual fue originalmente redactado. Aunque esa palabra “si” pueda o no aparecer en las varias traducciones de estos versículos en español, todas estas citas presentan afirmaciones condicionales muy relevantes en cuanto a la cuestión de la seguridad eterna del creyente.]
Hebreos 6:4-6
“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y exponiéndole á vituperio”. Estos versículos son la “Carta Magna” de la negación de la seguridad eterna del creyente. Son un ejemplo de simplemente no saber la diferencia entre un cristiano descarriado y un apóstata.
El escritor de la epístola estaba advirtiendo a los hebreos (porque eran una clase mixta) que si alguno que era un simple profesante de la fe cristiana abandonaba esa confesión y volvía al judaísmo (apostataba), no habría ningún medio por el cual pudiera ser renovado al arrepentimiento. Estarían crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y así serían condenados para siempre. El “si” de condición en este pasaje se usa para verificar la profesión entre ellos y así advertir a cualquiera que estuviera en peligro de apostatar, para que se volviera a Cristo en realidad. Hay cinco advertencias como estas en la epístola (Hebreos 2:1-4; 3:7–4:11; 5:11–6:20; 10:26-31; 12:15-27).
Es importante notar que al hablar de aquellos que estaban en esa triste posición, el escritor cambia los pronombres para distinguirlos de los verdaderos creyentes. Cuando habla de los verdaderos creyentes en los versículos 1-3, usa la primera persona plural en “vamos” y “haremos”, pero cuando habla de aquellos que eran falsos profesantes en los versículos 4-6, usa la tercera persona del plural en “fueron” y “sean”. Después de hablar de ellos, vuelve al uso de la segunda y la primera persona del plural (“vosotros” y “nosotros”) en los versículos 9-20. Este cambio de pronombres para distinguir a tales personas es invariable en las Escrituras del Nuevo Testamento (compárese con 1 Tesalonicenses 4:15–5:11; 2 Pedro 2:1–3:2; Judas 3-25, etc.).
Esto significa que ni siquiera está hablando de verdaderos creyentes en Hebreos 6:4-6. No tenemos autoridad para decir que aquellos a los que se refieren estos versículos son verdaderos creyentes, porque no hay una sola expresión que indique su nuevo nacimiento o salvación. A simple vista, si una persona no conoce la diferencia entre un descarriado y un apóstata, podría suponer honestamente que se refiere a alguien que ha perdido su salvación. Sin embargo, hay cinco cosas en estos versículos que se refieren a las bendiciones y privilegios externos relacionados con el cristianismo, de los que una persona puede disfrutar sin ser salva.
En primer lugar, habla de aquellos que “una vez fueron iluminados”. Una persona se “ilumina” al escuchar la Palabra predicada (Salmo 19:7-8). Habiendo escuchado el evangelio, estas personas aprendieron el camino de la salvación, y, por lo tanto, fueron iluminadas, pero eso no significa que fueron salvas. Eso sería agregar a las Escrituras. Conocer el camino de la salvación y creerlo son dos cosas diferentes.
En segundo lugar, dice que ellos “gustaron el don celestial”. Esto se refiere a la revelación cristiana de la verdad (2 Pedro 1:1). Son las cosas que nos informó el Espíritu Santo enviado del cielo (1 Pedro 1:12). Nota: no dice que hayan recibido o aceptado el regalo celestial; sólo que lo han “gustado [probado]”. Esto es algo superficial, no una recepción real. Una persona puede hacer esto andando entre cristianos y escuchando la verdad ministrada. Decir que alguien que ha probado “el don celestial” es salvo, es deducir algo más allá de las Escrituras.
En tercer lugar, se refiere a ellos como “partícipes del Espíritu Santo”. Podemos ver cómo una persona podría pensar que esto se refiere a alguien que es salvo, porque cada cristiano tiene la morada del Espíritu (Efesios 1:13; Hechos 5:32; Romanos 5:5; 1 Tesalonicenses 4:8). Sin embargo, mirando más cuidadosamente, vemos que esto no se refiere al pleno compartir del Espíritu Santo que tienen los creyentes. La palabra metecho en el idioma griego original es traducido aquí como “partícipes”, y se refiere a participar en algo, pero no a compartir algo en una comunión total. Cuando se trata de compartir algo en una comunión plena, se usa la palabra koinoneo en el griego. Esta diferencia se ilustra en Hebreos 2:14. Los “hijos” participan [koinoneo] en la misma naturaleza pecaminosa y caída que Adán. Pero cuando habla de la llegada del Señor a la humanidad (la encarnación), dice: “él también participó [metecho] de lo mismo”. Esto nos dice que cuando el Señor se hizo Hombre, no participó de la humanidad al punto de compartir la naturaleza pecaminosa de Adán. Él era, y es, un Hombre real: espíritu, alma y cuerpo, pero sin una naturaleza pecaminosa. Por lo tanto, las Escrituras protegen cuidadosamente la humanidad sin pecado de Cristo.
Entendiendo el uso de esta palabra (metecho), aprendemos que una persona puede participar del Espíritu Santo, sin que el Espíritu more en la persona. Esto está respaldado por las Escrituras en otros pasajes. Hay una presencia del Espíritu Santo en la tierra hoy en día, porque Él no solo habita en los creyentes, sino que también habita entre los creyentes. “Porque [el Espíritu] está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14:17). En Hechos 2:1-4 dice que el Espíritu “hinchió [llenó] toda la casa donde estaban sentados”, y también que “fueron todos llenos del Espíritu Santo”. Y nuevamente en 1 Corintios 3:16-17 se nos dice que el Espíritu de Dios mora en el templo: “vosotros”. Un incrédulo podría estar en el templo mezclándose entre los creyentes y así profanarlo. Al andar con cristianos donde el Espíritu de Dios está obrando, una persona participa del Espíritu Santo en un sentido externo. Puede que experimente el luchar del Espíritu con su alma. También podría participar de las bendiciones externas del cristianismo que el Espíritu de Dios ha traído a este mundo: la feliz comunión, la enseñanza de la verdad, etc.
Esta obra externa del Espíritu de Dios se ve en Hechos 7:51-54. Esteban testificó a los líderes judíos incrédulos en el Sanedrín, diciendo: “vosotros resistís siempre al Espíritu Santo”. Y dice que se enfurecían “en sus corazones”. El Espíritu de Dios estaba obrando, pero no penetró sus corazones; la palabra solo les llegó de una forma superficial “en sus corazones”. Si comparamos esto con Hechos 2:37, donde la gente fue salva, dice que fueron “compungidos de corazón”. Esto indica que hubo penetración en el corazón, y el resultado fue que fueron salvos y recibieron la morada del Espíritu. Si “partícipes del Espíritu Santo” se refiriera a la presencia del Espíritu que mora en el creyente, se habría utilizado la palabra koinoneo.
En cuarto lugar, dice que “gustaron la buena Palabra de Dios”. Una vez más, esto no significa que recibieron o creyeron la Palabra de Dios. Compárese con Hechos 2:41, 8:14 y 17:11. El “gustar [probar]” es sólo saborear la palabra, no ingerirla y asimilarla. Los incrédulos “gustan” la Palabra de Dios cuando escuchan la Palabra predicada.
Por último, dice que probaron “las virtudes del siglo venidero”. El “siglo venidero” es el Milenio (Hebreos 2:5; Marcos 10:30; Efesios 1:21, etc.) Los poderes de Dios con que ese día será caracterizada se vieron en los días de los apóstoles, cuando el reino todavía estaba siendo ofrecido a los judíos. Hubo señales y milagros que se demostraron como un ejemplo de los poderes del Milenio venidero (Hebreos 2:4). Los simples profesantes que andaban entre los cristianos de ese día presenciaron estos poderes a primera mano, y tal vez incluso fueron sanados de alguna enfermedad. Pero eso no significa que fueron salvos.
El pasaje continúa diciendo que si tales personas “recayeron” (apostataron) después de haber experimentado tales privilegios, sería “imposible” renovarlos al arrepentimiento. ¡Traen consigo una condenación de la que no hay recuperación! No hay retorno. Aquellos que usan incorrectamente este pasaje para enseñar que una persona podría perder su salvación, ¡no creen esto! Ellos dicen que una persona que ha perdido su salvación se puede salvar de nuevo. Todo esto proviene de una interpretación descuidada del pasaje. Lo que ellos dicen no es lo que enseña la Escritura, a menos que la Escritura no signifique lo que dice.
Luego, en los versículos 7-8, se ilustra el privilegio de estar expuesto a las bendiciones cristianas. Habla de dos tipos de tierra y plantas. Un tipo de tierra “embebe el agua” de la lluvia que se derrama sobre él, y, en consecuencia, produce “hierba provechosa” para su dueño. El otro tipo de tierra produce “espinas y abrojos”, y su final es ser “abrasada [quemada]” (una figura de juicio). Ambos tuvieron el privilegio de que la lluvia les cayera encima. Asimismo, tanto los verdaderos creyentes como los simples profesantes están igualmente expuestos a las bendiciones celestiales que el cristianismo ha traído a este mundo. Notemos que no hay mención de que este último tipo de tierra embeba el agua. Compare el contraste obvio entre beber y probar en este pasaje.
Está claro que el pasaje se refiere a simples profesantes (que se mezclaban entre los verdaderos creyentes) que estaban en peligro de apostatar. Es una advertencia para ellos. No tiene nada que ver con los cristianos.
Juan 8:31
Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos”. Este es otro ejemplo de no leer las Escrituras con atención. El Señor está hablando de discipulado, no de salvación. Usar los dos términos sin distinguirlos sería confusión. El Señor llamó a la gente a venir “á” Él para salvación (Mateo 11:28), y también llamó a la gente a venir “en pos” de Él en el camino del discipulado (Mateo 16:24). Estos son dos llamados distintos y no son sinónimos. Si la salvación y el discipulado fueran lo mismo, una persona podría ganar su salvación haciendo ciertas cosas requeridas en el discipulado (Lucas 14:26-27). Sería salvación por obras. El Señor simplemente estaba diciendo en este versículo que, al continuar en Su Palabra, una persona prueba que es un verdadero creyente y un verdadero discípulo.
Juan 15:2, 6
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará: y todo aquel que lleva fruto, le limpiará, para que lleve más fruto”; “El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden”. Esto se interpreta en el sentido de que, si las personas no dan fruto en sus vidas, pierden su salvación y Dios los llevará al juicio eterno.
Esta interpretación errónea no distingue entre las diversas ramas mencionadas en el pasaje. El Señor habla de tres ramas: una se quita, otra se limpia para que dé más fruto, y la tercera se desecha y se quema. La primera rama que no da fruto es un verdadero creyente que camina mal. El Padre puede quitar a esa persona de esta tierra mediante la muerte, en un golpe de juicio gubernamental. No tiene nada que ver con la salvación de la persona, sino con removerla del lugar de testimonio en la tierra. La persona es llevada al cielo porque ha deshonrado al Señor de alguna manera seria, y ya no está en condiciones de continuar en el lugar del testimonio. La Escritura apoya esto (1 Corintios 5:2, 11:30; Santiago 5:20; 1 Juan 5:16; Hechos 5:1-11; 1 Pedro 1:17).
La segunda rama es un verdadero creyente que da fruto para Dios. El dar fruto es la producción de las características morales de Cristo en la vida de un creyente. Esta rama experimenta otro tipo de disciplina del Padre: una disciplina purgativa. Esto tiene que ver con la eliminación de algunos rasgos de carácter de entre aquellos que pertenecen al pueblo del Señor, para que se vea más de Cristo en ellos.
El tercer pámpano no se quita, sino que se “echa” (versículo 6). Esto implica abandonarlo por completo. Este es un simple profesante que no tiene una conexión viva con el Señor. Él no permanece en el Señor en ningún sentido, y es “echado” al lago de fuego. Es de destacar que se dice que es solo “como” una rama. Esto indica que la persona ha tomado el lugar de ser un verdadero creyente por profesión, pero no es real; no es una rama en el verdadero sentido de la palabra. Por lo tanto, esta persona no perdió su salvación; en primer lugar, nunca la tuvo.
Romanos 8:13
“Porque si viviereis conforme á la carne, moriréis; mas si por el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis”. Esto se ha interpretado como que, si un creyente vive “conforme a la carne”, “morirá” en el sentido de perder su vida espiritual y su salvación.
Decir que morir, en el sentido en que se usa aquí, es perder la salvación, es inferir algo en el pasaje que no está allí. Hay muchas formas en las que se usa la palabra muerte en las Escrituras. Cada vez lleva el pensamiento de separación de alguna manera.
•  La muerte espiritual es estar espiritualmente separado de Dios al no tener una vida nueva (Efesios 2:1).
•  La muerte física es tener el alma y el espíritu separados del cuerpo (Santiago 2:26).
•  La segunda muerte es estar eternamente separado de Dios en el lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
•  La muerte apóstata es estar separado de Dios al abandonar la profesión de la fe (Judas 12).
•  La muerte nacional es dejar de existir como nación en la tierra (Ezequiel 37; Daniel 12:2).
•  La muerte judicial es estar posicionalmente separado de todo el orden del pecado, por medio de la muerte de Cristo (Romanos 6:2, 7:6; Colosenses 3:3).
•  La muerte moral es estar separado de tener comunión con Dios (Romanos 8:13; 1 Timoteo 5:6).
La muerte en Romanos 8:13 se refiere a un creyente que vive según la carne y, por lo tanto, se le corta su vínculo de comunión.
Romanos 11:22
“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente en los que cayeron; mas la bondad para contigo, si permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado”. Esto se ha tomado en el sentido de que, si una persona no continúa en la bondad de Dios, el tal será “cortado” y perderá su salvación.
Este es otro ejemplo de sacar un versículo de su contexto. Pablo no está hablando de individuos, sino más bien del sistema legal (mosaico) y aquellos relacionados con él, y el sistema de gracia y aquellos relacionados con él. El capítulo detalla cómo un sistema ha sido reemplazado por otro. Utiliza la figura de una “oliva” con algunas de sus ramas desgajadas y reemplazadas por ramas de un “acebuche” (el acebuche es un olivo silvestre). Esto se refiere a la profesión cristiana, que está compuesta principalmente por gentiles, los cuales ahora ocupan un lugar de favor ante Dios.
La advertencia aquí es que “si” la profesión cristiana no permanece en la bondad de Dios, será “cortada”, y Dios reanudará el olivo doméstico (Israel). Por lo tanto, habla de los caminos dispensacionales de Dios. La solemne conclusión es que, si falla, ¡no habrá restauración para la profesión cristiana! Dios los juzgará por no haberle glorificado en la tierra (Apocalipsis 17-18). Esto sucederá cuando el Señor aparezca después de la Gran Tribulación, después de que los verdaderos creyentes sean sacados de la tierra (en el Arrebatamiento). En ese día, “todo Israel será salvo”, es decir, todos los que son “hijos de la promesa” (Romanos 9:7-8).
1 Corintios 15:1-2
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; Por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano”. Esto se ha interpretado como que, si una persona no se aferra a la verdad del evangelio, pierde su salvación.
En este capítulo, Pablo tuvo que volver y “declarar” los principios del evangelio a los corintios, porque algunos de ellos estaban abandonando una de las grandes piedras angulares de la fe cristiana: la resurrección. Les aseguró que aquellos que verdaderamente habían “recibido” el evangelio, eran “salvos”. Pero agregó: ... si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano”. Esto fue para la conciencia de aquellos que eran simples profesantes entre ellos que evidentemente habían abandonado la verdad de la resurrección. “Retenéis” debe entenderse como “mantener firme”. Aferrarse a la verdad del evangelio prueba la realidad de la fe de una persona. Un verdadero creyente se aferrará a los fundamentos del evangelio, pero el simple profesante no. Renunciar a algo tan fundamental como la resurrección pone en duda si esa persona es realmente salva. Lo que Pablo estaba diciendo es que aquel que manipula los fundamentos del evangelio, ¡está desbaratando el propio terreno bajo sus pies en el que profesa estar parado! En cierto sentido, Pablo estaba diciendo: “¿Estás seguro de que realmente quieres hacer eso? Porque eso solo prueba que nunca fuiste salvo en primer lugar”.
Es posible que un cristiano erre en algunos puntos de la verdad y renuncie a algo en lo que alguna vez creyó. Quizás cambie su punto de vista sobre cómo los cristianos deben reunirse para la adoración y el ministerio, o sobre algunos ejercicios personales sobre la separación del mundo, pero no renunciará a las piedras angulares de la fe. Solo un apóstata haría eso. Por lo tanto, no está diciendo que, si alguien no “retiene” a la verdad del evangelio, perderá su salvación, sino que, si alguien no “retiene” los fundamentos del evangelio, ¡es porque nunca fue salvo en primer lugar!
Si la resurrección fuera solo un mito, entonces la creencia de los corintios era “en vano”, porque todo lo que habían recibido del cristianismo dependía de ella. Creer algo “en vano” es creer algo que no es verdad.
2 Timoteo 2:12-13
“Si sufrimos, también reinaremos con él: si negáremos, él también nos negará: Si fuéremos infieles, él permanece fiel: no se puede negar á sí mismo”. Esto se ha interpretado en el sentido de que, si un creyente niega al Señor, el Señor lo negará y será rechazado ante Dios, y, por lo tanto, perderá su salvación.
El contexto aquí es el de un obrero mayor (Pablo) animando a un obrero más joven (Timoteo) en el camino del servicio. Pablo expuso la obra del gobierno de Dios en estos versículos para animar a Timoteo a continuar en el camino del servicio. Esto habría sido una gran motivación para Timoteo porque era un hombre devoto y tenía la misma mentalidad que el apóstol Pablo en el servicio del Señor (Filipenses 2:20-21).
El hablar de “nosotros” y “nos” en estos versículos, se refiere a todos los que profesan ser cristianos. Estos grandes principios pueden aplicarse tanto al verdadero creyente como al falso profesante. Así como habrá compensación y recompensa por el que actúa por Dios durante el tiempo de la ausencia de Cristo, también habrá desaprobación y retribución para los infieles. El sentido más pleno de negar al Señor sería apostasía. Si un simple profesante lo niega, sería abandonar al Señor por completo. Pablo no estaba diciendo que un verdadero creyente renunciaría al Señor; se refería simplemente a los principios del gobierno de Dios en una forma abstracta, la cual tiene una amplia aplicación a todos los que hacen una profesión.
Hebreos 10:26-29
“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar á los adversarios. El que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos ó de tres testigos muere sin ninguna misericordia: ¿Cuánto pensáis que será más digno de mayor castigo, el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento, en la cual fué santificado, é hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” Se ha interpretado esto como que, si una persona decide voluntariamente alejarse de Cristo, pierde su salvación.
Como se mencionó anteriormente, los hebreos eran una compañía mixta. Esta es una de las cinco advertencias de apostasía en la epístola que no debe confundirse con las exhortaciones a los creyentes. Por ejemplo, Hebreos 10:19-24 es una exhortación a los verdaderos creyentes, mientras que Hebreos 10:25-31 es una advertencia contra la apostasía, de la cual los simples profesantes estaban en peligro. Un verdadero cristiano no “pecará” de esta manera; no se apartará de Cristo ni abandonará la fe cristiana.
Se puede preguntar: “¿Por qué dice ‘si [nosotros] pecáremos’?” Esto se debe a que se estaba dirigiendo a toda su audiencia: los verdaderos y los falsos juntamente. Es apropiado abordarlos como tales. Algunos podrían decir: “¿Pero usted, siendo cristiano, no ha pecado voluntariamente?” Es triste decirlo, la respuesta es “sí”. Pero el hacer eso, por muy serio que sea, no es el “pecar voluntariamente” que se menciona en este pasaje. El versículo 29 describe el pecado al que se refiere el versículo 26. Es el pecado de darle la espalda a Cristo y a toda la fe cristiana, y abandonarla para volver al judaísmo. Un verdadero creyente no hará eso.
Tenga en cuenta también que no se dice que esta persona haya recibido la salvación, sino que sólo ha “recibido el conocimiento de la verdad”. Ha adquirido este conocimiento a través del evangelio. Pero hay una diferencia entre conocer y creer en el evangelio. Además, les dice que volver al sistema legal no serviría de nada. Porque bajo ese sistema “ya no queda sacrificio por el pecado”, porque no había sacrificio por pecados presuntuosos bajo la ley, sino solo por pecados de ignorancia (Números 15:30-31; Levítico 4:2). Por lo tanto, aquellos que tenían la intención de volver al judaísmo, ¡no tenían un lugar donde esconderse de su pecado de rechazar a Cristo! Para ellos, sólo había “una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego” bajo ese sistema.
Los siguientes versículos (versículos 28-31) muestran que pecar contra la gracia recibe un castigo mucho peor que pecar bajo la ley. ¡Uno “que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos ó de tres testigos muere sin ninguna misericordia”! ¿Podría haber algo más terrible? SÍ, ¡pecar contra la gracia! Qué terrible advertencia fue esta para aquellos que estaban dispuestos a apostatar.
Alguien podría decir: “Pero dice que la persona fue ‘santificada’”. Este es sólo otro ejemplo de cómo términos teológicos erróneos preconcebidos nos impiden comprender la verdad. Santificado, en las Escrituras, no siempre se refiere a personas salvas. Hay al menos tres aspectos de la santificación. Existe la santificación absoluta o posicional, que es lo que todos los creyentes tienen, siendo apartados para Dios (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2). Luego está la santificación práctica o progresiva, que es el ejercicio de perfeccionar la santidad en la vida del creyente (Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 4:3-4, 5:23; Efesios 5:26). También existe la santificación relativa o externa, que es estar externamente en un lugar limpio en la tierra, asociada con los privilegios del cristianismo. Tomar un lugar entre los cristianos es ser santificado externamente por “la sangre del [nuevo] pacto” (Mateo 26:28; Hebreos 13:12). No se refiere a una obra vital en el alma. En este sentido, ¡existe la santificación de un incrédulo! Eso puede sonar extraño, pero eso es lo que enseñan las Escrituras (1 Corintios 7:14). Estos falsos profesantes que habían ocupado su lugar entre los creyentes hebreos fueron santificados en un sentido externo, pero es triste decir que no fueron salvos. Al renunciar a ese terreno y volver al judaísmo, estaban en efecto:
•  Hollando [pisoteando] al Hijo de Dios.
•  Considerando la sangre de Cristo como inmunda.
•  Afrentando al Espíritu de gracia.
Esto es apostasía, para la cual no hay recuperación (Hebreos 6:4-6).
Santiago 5:19-20
“Hermanos, si alguno de entre vosotros ha errado de la verdad, y alguno le convirtiere, Sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”. Se asume que este hombre necesitaba convertirse nuevamente; por lo tanto, debió haber perdido su salvación.
Como mencionamos en nuestros comentarios sobre la conversión de Pedro (Lucas 22:32), la salvación y la conversión no son lo mismo. Una persona se salva una vez, pero es posible que deba convertirse varias veces. La conversión es hacer que el corazón se vuelva hacia Dios. Esto sucede inicialmente cuando una persona es salva, pero si vuelve su corazón hacia el mundo, tendrá que ser restaurado haciendo que su corazón dé la vuelta nuevamente. Para ayudar a resolver la confusión, algunos traductores usan las palabras “traerlo de regreso” o “hacer que vuelva” en el lugar de la palabra “convertir” en la versión King James. Es una restauración del alma a la comunión con el Señor, y no una segunda salvación.
Si conversión es sinónimo de salvación, el hecho de que en el verso se le diga a un hermano que convierta a otro debería sorprendernos un poco. Todos sabemos que el Señor es el único que salva las almas del infierno, ¡no los hermanos! Debería ser obvio que no podría estar hablando de una segunda salvación.
Aquellos que trabajan para restaurar a un descarriado (Gálatas 6:1) pueden “salvar un alma de muerte”. La muerte aquí se refiere a un cristiano descarriado que es llevado al cielo como un juicio gubernamental del Padre (1 Pedro 1:17). Su curso de pecado es tal que Dios lo quita de su lugar de testimonio en la tierra (Juan 15:2; Hechos 5:1-11; 1 Corintios 5:2, 11:30; 1 Juan 5:16). Notemos que “salvar” aquí está refiriéndose al ser liberado de literalmente morir bajo la mano de Dios en un juicio gubernamental.
1 Juan 1:7
“Mas si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión entre nosotros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Se ha dicho que el “si” en este versículo enseña que una persona es lavada en la sangre solo si camina en la luz, como Dios está en luz.
Si esta interpretación fuera correcta, ¡entonces estaría enseñando que una persona puede ser limpiada por la sangre de Cristo por su propio caminar! Nos preguntamos, “¿Los que creen en esta falsa doctrina, acaso les dicen a aquellos que quieren ser limpiados de sus pecados, que si ellos andan en luz” (si se comportan como un cristiano debe), que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, los limpiaría de todo pecado? Esto es salvación por obras, y ciertamente choca con otras Escrituras que enseñan claramente que la salvación es “no por obras” (Efesios 2:8-9; Tito 3:5; Romanos 4:5; etc.). Ahora, podrían decir: “Pero eso no es lo que estamos diciendo. Una persona debe seguir caminando en la luz para ser salva”. Sin embargo, eso es inferir algo que no está en el versículo. Dice: “Si andamos en luz... la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
Debe quedar muy claro que este versículo significa algo más. Necesitamos entender que el apóstol Juan escribe con muchas declaraciones abstractas que deben tomarse en blanco o negro. Dado que el testimonio cristiano de su época estaba siendo infiltrado con falsos profesantes, la primera epístola de Juan destaca las características de un verdadero hijo de Dios, y también las características de aquellos que no son reales. Ya que existe tal cosa como poner a prueba la confesión de un hombre (“Si dijéremos”–versículos 6, 8, 10, etc.), estas cosas podrían usarse para discernir entre aquellos que se presentaron ante ellos y hacían una profesión de fe.
El malentendido aquí surge al pensar que andar “en luz” es una exhortación práctica. No es una exhortación práctica, pero una declaración de donde andan los hijos de Dios. Andan “en luz” y no pueden hacer nada más que caminar en la luz. No se trata de que si se comportan de acuerdo con el andar en luz en cuanto a sus vidas prácticas. Están “en luz”, y si le dan la espalda a la luz, la luz simplemente brilla en sus espaldas. Es una declaración abstracta que indica el lugar en donde están con Dios.
Las otras cosas mencionadas en este versículo que caracterizan a los hijos de Dios son que ellos tienen “comunión” con otros en la familia de Dios, y que son limpiados por “la sangre de Jesucristo”. Habiendo mencionado estas cosas, inmediatamente se vuelven una prueba para cualquiera que profese ser cristiano. Si alguien dice que está en la familia de Dios, y no conoce su relación con Dios andando en luz, ni disfruta de la comunión con los hijos de Dios, ni comprende la obra de Cristo en la cruz por la cual sus pecados han sido lavados, tenemos buenas razones para creer que esa persona pueda ser una farsa. Este es el punto del pasaje, de hecho, el tema de toda la epístola. Alguien puede decir: “Bueno, conozco a un verdadero creyente que anda en tinieblas”. Hablando en términos prácticos, un cristiano puede caminar en la oscuridad en lo que respecta a sus obras, pero posicionalmente está “en luz”.
2 Pedro 2:20-21
“Ciertamente, si habiéndose ellos apartado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y otra vez envolviéndose en ellas, son vencidos, sus postrimerías les son hechas peores que los principios. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fué dado”. Aquí, se asume que una persona que ha escapado de las contaminaciones del mundo es salva, pero luego se vuelve y se enreda en esas contaminaciones otra vez y pierde su salvación.
Este es otro pasaje que tiene un cambio en los pronombres. Si volvemos al comienzo del capítulo, vemos que en la primera parte del versículo 1 el apóstol se dirige a sus hermanos en la fe usando la segunda persona del plural (“vosotros”). Pero en la segunda parte del versículo 1 hasta el 22, el pronombre cambia a la tercera persona del plural (“[ellos] negarán ... seguirán ... harán”, etc.) para indicar una clase especial de simples profesantes que eran apóstatas. Luego, en el capítulo 3:1-2, los pronombres regresan a la segunda persona del plural mientras habla a los verdaderos creyentes. Los versículos que estamos considerando se refieren a aquel grupo de apóstatas en el cual Pedro (siendo un creyente) no se encuentra, y dice “[ellos] negarán ... seguirán ... harán”, etc. Esto muestra la importancia de entender el contexto de un versículo.
Esas personas no eran verdaderos creyentes, pero lograron ser “doctores [maestros]” (capítulo 2:1). Es difícil de creer, pero demuestra una vez más lo lejos que puede llegar la profesión vacía. Estos simples profesantes se habían “apartado de las contaminaciones del mundo”, y estaban exteriormente limpios aquí en la tierra al estar entre el pueblo del Señor que vivía separado del mundo. Fueron santificados externamente (1 Corintios 7:14; Hebreos 10:29), pero no fueron salvos.
Note: tenían “el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo”, pero no tenían una fe salvadora en Él. Esto, nuevamente, muestra que conocer y creer son dos cosas diferentes. ¡Pedro nos dice que el juicio de ellos será peor que el de una persona que nunca profesó ser cristiana! Muestra que Dios responsabiliza a una persona por la luz que profesa tener (Lucas 12:47-48). Estos maestros recibirían el mayor juicio (Santiago 3:1).
Es significativo que, en el versículo 22, dos animales inmundos son usados como figuras para describir a estos apóstatas. Al usar “perro”, se ilustra que no ha habido ningún cambio en los corazones de ellos. No hubo arrepentimiento real, no hubo un abandono de sus pecados (Proverbios 28:13), por lo que regresaron a sus pecados “como perro que vuelve á su vómito” (Proverbios 26:11). Ningún verdadero creyente es comparado con un perro en las Escrituras (Apocalipsis 22:15). Esto apunta a que son falsos profesantes que nunca fueron salvos. La “puerca” fue lavada por fuera, pero eso no cambió su naturaleza, y lo demostró al volver a “revolcarse en el cieno”. Como la “puerca”, estos apóstatas fueron “lavados” (en el sentido de haber escapado de las contaminaciones del mundo al estar entre cristianos), pero no fueron “bañados enteros”, que es el nuevo nacimiento (Juan 13:10 – traducción J. N. Darby). Al regresar a sus pecados, demostraron que nunca fueron salvos. De nuevo, ningún creyente verdadero es comparado con un cerdo en las Escrituras. El Señor se refiere a su pueblo como ovejas, pero nunca como perros o cerdos (Juan 10:14; Mateo 7:6).
2 Crónicas 15:2
“Si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará”. Se asume que, si una persona abandona al Señor, el Señor lo abandona, y esa persona pierde su salvación.
Esto, nuevamente, es sacar las Escrituras de su contexto. Este malentendido proviene de no ver que esta advertencia dada a “Asa, y todo Judá y Benjamín”, se refería a un juicio gubernamental de Dios, y no a un juicio eterno. No se trata de que el Señor los abandone en una eternidad perdida, sino que abandonaría a sus ejércitos en el campo de batalla (2 Crónicas 14:9-15). Si abandonaban al Señor y se volvían a los ídolos, no tendrían Su bendición práctica. Dios no los apoyaría contra sus enemigos. Asa prestó atención a la advertencia y “quitó las abominaciones de toda la tierra de Judá y de Benjamín”, y el Señor bendijo a Su pueblo de una manera práctica y “dióles Jehová reposo de todas partes” (2 Crónicas 15:8, 15).
La Blasfemia Conectada Con la Falsa Doctrina de Que un Creyente Pueda Perder Su Salvación
Aquellos que sostienen la falsa doctrina de que un creyente pueda perder su salvación probablemente no se dan cuenta de la seriedad del error. Si llevamos la doctrina hasta su conclusión lógica, veremos que es una blasfemia. En ella se presentan cargos falsos contra Dios mismo, lo cual es realmente serio. Veamos algunos ejemplos:
1) ¡Dios sería un mentiroso! Si lo que ellos enseñan fuera verdad, entonces no se puede confiar en lo que Dios habla. Su Palabra declara que las ovejas de Cristo “NO PERECERÁN PARA SIEMPRE” (Juan 10:28). Si uno de ellos termina en el infierno, entonces no se puede confiar en Su Palabra. Este ataque engañoso golpea la fidelidad de Dios y Su Palabra. Afortunadamente, “Dios no es hombre, para que mienta” (Números 23:19). No importa cuánto trate alguien de negar las palabras “para siempre”, siguen significando que ¡JAMÁS perecerán!
2) ¡Cristo terminaría en el infierno! Dado que la Palabra de Dios dice que el Señor nunca nos dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5), si perdemos nuestra salvación y terminamos en el infierno, entonces Dios, que no puede retractarse de Su Palabra, tendría que mandar a Cristo allí también, ya que Él nunca nos desamparará.
3) ¡El Espíritu Santo también terminaría en el infierno! La Escritura dice claramente que Él estará con nosotros “para siempre” (Juan 14:16). Entonces, si un creyente termina en el infierno, significará que el Espíritu Santo también tendrá que estar allí.
4) La obra expiatoria de Cristo en la cruz no sería realmente suficiente para asegurar el cielo a una persona; ¡simplemente lo encamina allí! Cristo pone al creyente en el camino al cielo cuando cree por primera vez, y entonces el creyente debe hacer su parte para asegurar su salvación caminando rectamente todos los días. Por lo tanto, la salvación del creyente es una cosa condicional, que depende de cómo se comporta después de ser salvo. En esencia, lo que realmente se dice aquí es que hay dos partes en la salvación de una persona: la parte de Cristo en la cruz, y la parte del creyente en caminar correctamente a lo largo de su vida. Por triste que sea esta doctrina errónea, hace que el llegar al cielo sea un producto de las obras del creyente. En el fondo de esta enseñanza blasfema hay un sistema de obras, algo que la Biblia desaprueba (Romanos 4:4-5; Efesios 2:8-9; Tito 3:5). En la cruz, el Señor no dijo: “Yo consumé”, lo que podría implicar que Él hizo Su parte del trabajo, dejando que nosotros hiciéramos el resto. Más bien, Él dijo: “Consumado es”. ¡La obra de redención se completó en la cruz y no nos queda nada por hacer!
No hay nada que hacer,
No hay nada que pagar,
Jesús lo hizo todo en Su bendito obrar.
Si una persona pudiera llegar al cielo en base a su esfuerzo de mantenerse alejado del pecado, cuando llegara allí, podría decir: “Estoy aquí no solo por lo que Cristo hizo en la cruz, sino también por lo que yo hice. Los que no están aquí en el cielo, aunque hayan creído, no hicieron su parte como yo. Anduve por el buen camino y ellos no, así que se perdieron, pero yo soy salvo”. Si eso fuera cierto, sería justo que esa persona recibiera algo de crédito por estar en el cielo. ¡En verdad tendría mucho que agradecerse a sí mismo! Ahora, les preguntamos a nuestros lectores: Honestamente, ¿eso suena como la verdad de Dios?
Una buena forma de probar si una doctrina es verdadera o falsa es simplemente analizando si ésta exalta a Cristo o al hombre. Si exalta a Cristo, es de Dios; si exalta al hombre, es error. Esta falsa doctrina hace mucho del hombre, y disminuye la obra de Cristo. Es una blasfemia.
La Irracionalidad de Esta Falsa Doctrina
Si nos detenemos un momento y reflexionamos sobre esta falsa doctrina, veremos que es absurda. No es bíblica, como ya hemos mostrado; además, es irracional. Daremos algunos ejemplos:
1) Si un creyente perdiera su salvación, Dios tendría que tomar de vuelta esa nueva vida que le impartió a la persona cuando nació de nuevo. Pero entonces, ¿qué haría Dios con esa vida divina? ¿Qué le pasaría? No se puede destruir, porque es divino y eterno. Lo absurdo de esta doctrina deja a Dios en una situación difícil.
2) Dicen que, si le enseñamos a un creyente que su salvación está eternamente segura, eso le hará querer salir y vivir como el diablo. Le animará a vivir descuidadamente porque sabe que acabará en el cielo de todos modos.
Este es el razonamiento humano. No toma en cuenta el poder de la gracia de Dios para transformar vidas. La misma gracia que salva a las almas del infierno, las transforma. La Biblia enseña que “la gracia de Dios” obrará en el corazón del creyente, para que no quiera vivir en pecado y entristecer al Señor. Tocará su corazón de una manera tan profunda que le hará renunciar “á la impiedad y á los deseos mundanos” y vivir “templada, justa y píamente” (Tito 2:11-12). Cuando el creyente reflexiona sobre el gran precio que el Señor Jesús pagó en la cruz para salvarlo del juicio de sus pecados, está agradecido y hará lo que pueda para agradar al Señor y mostrar su agradecimiento. ¡La respuesta normal del creyente es no querer vivir en pecado! Por medio del Espíritu Santo, Dios obra en cada creyente “así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). El Espíritu de Dios le da el poder para vivir una vida santa (Romanos 8:2). Si un creyente anda “en el Espíritu”, el Espíritu obrará en su vida para que no satisfaga los deseos de la carne (Gálatas 5:16).
Si un creyente juega con la gracia de Dios y se vuelve al mundo para buscar los placeres del pecado, será miserable. Traerá la disciplina del Padre a su vida (1 Pedro 1:16-17). Será castigado y enseñado a no andar en la impiedad. Si un supuesto cristiano vive en las contaminaciones del mundo de una forma habitual, es porque es un simple profesante y en lo absoluto no es salvo.
3) Por su propia definición, ¡aquellos que sostienen esta falsa doctrina no pueden llamarse salvos! Llegar al cielo, según esta doctrina, depende de cómo uno se comporta después de haber recibido a Cristo. Tiene que “perseverar hasta el fin” de su vida para ser “salvo” (Mateo 24:13). En el mejor de los casos, solo puede desear ser salvo. Piénselo: los que se acercan a nosotros para proponer esta blasfemia ni siquiera son salvos según las definiciones de su propia doctrina. Ahora, ¿por qué alguien escucharía a una persona que enseña algo que no es bíblico ni racional, y que ni siquiera sabe si él mismo estará en el cielo? Es totalmente ridículo.
Querido amigo, si usted sostiene esta doctrina contaminante, le suplicamos que considere las blasfemias conectadas a ella que deshonran a Dios, y que la deje de inmediato. Que le sirva de advertencia el ejemplo de Himeneo y Alejandro, a quienes el apóstol Pablo “entregó á Satanás, para que aprendan á no blasfemar” (1 Timoteo 1:20). ¡Es un grave error doctrinal que podría incurrir en la disciplina de Dios! (1 Pedro 3:12). Oramos a Dios para que “quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25). Creemos que toda persona que honestamente busca la verdad, lo hará.
Bruce Anstey
Noviembre de 2006