Introducción
El Evangelio de Juan presenta al Señor Jesucristo como el Hijo de Dios. Mientras se observan varios atributos de Su deidad, el tema del Espíritu de Dios a través del evangelio hace notar la transición de la Dispensación de la Ley a la Dispensación de la Gracia de Dios. Así es como este Evangelio presenta los “retoños” del cristianismo antes que la nueva dispensación del cristianismo comenzara. En casi cada capítulo hay un elemento tocante al cristianismo indicando que el cambio dispensacional venía ya en los caminos de Dios.
Juan es el único escritor del Nuevo Testamento que escribió después que la Nación de Israel fuera sitiada por los romanos (destrucción del Templo de Jerusalén) en el año 70 d. C. Él escribió alrededor del año 90 d. C. cuando el cristianismo estaba plenamente establecido y la nación judía disuelta. Para ese tiempo en términos de práctica el judaísmo dejó de existir ya que la ciudad de Jerusalén y su santuario fueron destruidos (Daniel 9:26, Mateo 22:7). El Espíritu de Dios llevó a que Juan presentara la vida y ministerio del Señor desde la singular perspectiva de mirar atrás a través del lente del Cristianismo. Él observa ciertos cambios dispensacionales en el ministerio del Señor que enfatizan el hecho de que la transición del judaísmo al cristianismo estaba en el horizonte.
A medida que los capítulos se desenvuelven el Espíritu Santo hace notar e ilustra varios elementos del cristianismo (características que describen al cristianismo puro, no al cristianismo que se ha deteriorado en las manos de hombres). Al mismo tiempo, lo que marcaba al judaísmo parece ponerse a un lado. Por ejemplo, las fiestas a las que el Señor asistía en Jerusalén eran llamadas “la Pascua de los judíos” o una “fiesta de los judíos” (Juan 2:13; 5:1; 6:4; 7:2; etcétera); no eran vistas como las Fiestas de Jehová, como antes fueron llamadas. De igual manera, en Juan 10:34 y 15:25, el Señor dice, “vuestra ley” y “su ley”. Era la Ley de Dios, pero debido al mal empleo en las manos de los judíos no fue reconocida como tal. Entonces, Juan escribe desde la perspectiva de que la antigua dispensación está siendo puesta a un lado y ya no es más reconocida por Dios. Pablo hace lo mismo en Gálatas 1:13, llamando al una vez venerado servicio a Dios “el judaísmo” (que también puede traducirse como “la religión de los judíos”). Compárese en Mateo 21:13 y 23:38 la transición de “MI casa” a “VUESTRA casa”.
Capítulo 1
El Evangelio comienza por introducirnos a la Persona de Cristo, sobre quien el Cristianismo está fundado. Después de presentar algunas de Sus grandiosas glorias personales (versículos 1-14), el Apóstol habla de tres aspectos que marcan la dispensación cristiana, los cuales resultan de la encarnación de Cristo, de la redención consumada y de la venida del Espíritu Santo:
• Los hombres ahora pueden conocer y contemplar la gloria del Unigénito Hijo de Dios (versículo 14).
• La disposición en gracia de Dios hacia los hombres es dada a conocer por el evangelio. “La ley”, que fue dada por Moisés, ha sido reemplazada por “la gracia y la verdad” que han venido por Cristo Jesús (versículos 15-17).
• Se ha llevado a cabo una total declaración de Dios como Padre (versículo 18).
El Apóstol Juan entonces señala algunos incidentes que transcurrieron durante el ministerio de Juan el Bautista, los cuales indicaban que una nueva dispensación venía. Su bautismo significaba que, ya que el antiguo orden de cosas en el judaísmo había sido corrompido, era necesario que hubiera una separación moral de parte de aquellos que tenían fe a través del bautismo de arrepentimiento. Si la nación se sometía a este bautismo y traía frutos de arrepentimiento, no sería echada a un lado por Dios (versículos 19-28). Es significativo que Juan tomara una posición en “la otra parte del Jordán” para bautizar. Esto indica una separación moral del estado de cosas en el centro judío de Jerusalén.
Luego se ve a Juan el Bautista presentando a sus discípulos (quienes eran devotos de la pasada dispensación esperando por las promesas del reino que presentaron los profetas del Antiguo Testamento) al Señor Jesús como “el Cordero de Dios” y “el Hijo de Dios”, a quién siguieron después de esto (versículos 29-34). Estos títulos del Señor coinciden con la revelación de Su Persona en la presente dispensación. Estando en armonía con la mente de Dios, Juan estaba contento de que sus discípulos siguieran ahora al Señor (versículos 35-37). Este intercambio es significativo y señala la transición al nuevo orden del cristianismo que venía.
El Apóstol Juan luego mostró que Cristo mismo sería el nuevo Centro de encuentro y lugar de reunión del nuevo orden. Su presencia sería reconocida, no en el templo de Jerusalén, pero sí en el humilde lugar de encuentro de creyentes alrededor de Él (versículos 38-42).
Capítulo 2
A través de Su relación natural con Su madre, el Señor tuvo una conexión con Israel y la Ley. En las bodas de Caná, cuando Su madre le hizo una petición, Él respondió: “¿Qué tengo yo contigo, mujer?”. En esta declaración Él indicaba que Su relación legal con Israel estaba a punto de ser disuelta. (Compare con Mateo 12:46-50.)
El Señor procedió a realizar Su primer milagro al convertir el agua en vino para la gente ya que el tiempo para cortar su relación con Israel aún no había llegado. Esto muestra otra característica de la nueva dispensación. “Vino” en la Escritura con frecuencia nos habla de gozo (Jueces 9:13, Salmo 104:15). El problema fue que el vino se había acabado. Esto habla del antiguo orden fallando en las manos de los hombres. Cuando el viejo vino se terminó, el Señor proveyó el nuevo vino, el cual era mejor, lo cual indicaba que los gozos espirituales que venían con la nueva dispensación serían superiores a los que uno podría experimentar en la antigua.
En los versos 13-17, el Señor echó fuera del templo a los trabajadores corruptos. Esto fue una acción simbólica indicando lo que Dios estaba a punto de hacer con la nación a través de los romanos (en al año 70 d. C.) porque habían corrompido el orden judaico del servicio. El Señor después habló de Su resurrección (versículos 18-22). Ellos podrían “destruir” Su cuerpo en la muerte, pero levantaría “el templo de Su cuerpo” “en tres días” (versículos 19, 21). Así, el nuevo orden que estaba a punto de ser introducido sería fundado en la resurrección de Cristo.
Capítulo 3
En la conversación con Nicodemo el Señor introduce el tema de la “vida eterna” como la porción para aquellos que Le recibirían en la nueva dispensación. El Señor le explicó que esto sería más que “nacer otra vez”, que es la creencia que los israelitas tenían, y lo que Nicodemo debería haber sabido del profeta Ezequiel (versículos 9-10). En esencia, ambas frases tienen que ver con la posesión de vida divina, pero vida eterna es el tener esa vida en una consciente comunión con el Padre y con Su Hijo (Juan 17:3). La posesión de este carácter especial de la vida divina requería de la venida del Hijo para revelar al Padre (Juan 1:18), de la redención consumada (Juan 3:14-16) y del Espíritu Santo (la “fuente”) habitando en el creyente (Juan 4:14). Estos temas no eran conocidos ni poseídos por aquellos de la antigua dispensación. Los santos del Antiguo Testamento, entonces, no podían tener vida eterna. Ellos nacieron de nuevo y así poseyeron la vida divina y ellos son salvos con Cristo en el cielo ahora. Los cristianos también son nacidos de nuevo—es el medio por el cual ellos pueden entrar al Reino de Dios (versículo 5)—pero ellos tienen algo más en la vida eterna, que es una bendición celestial y es uno de los grandes elementos que marcan la nueva dispensación. Al introducir esto, el Señor nos mostraba que las “cosas terrenas” darían paso a las “cosas celestiales”.
Capítulo 4
El Señor enseñó a la mujer que estaba en el pozo tres aspectos significativos que marcarían el cambio del viejo orden de adoración en la antigua dispensación al nuevo orden de adoración en el cristianismo. Esto resultaría en los creyentes teniendo el “agua viva” del Espíritu de Dios viviendo en ellos (la “fuente”) como el poder para la nueva adoración (versículos 10, 14). El agua de una fuente (géiser) tiene energía en sí misma y es una figura del poder del Espíritu en el creyente.
Primero, habría un nuevo lugar de adoración que no sería en “este monte” (Gerizim), ni en “Jerusalem”. Hebreos 8:1-2; 9:11, 23-24; y 10:19-22 indican que el nuevo lugar de adoración es en el santuario celestial en la presencia inmediata de Dios. Por lo tanto, terminaría el centro geográfico terrenal para la adoración que había en el judaísmo.
Segundo, habría una nueva revelación en conexión a la Persona adorada. En el judaísmo, Dios era conocido como Jehová e Israel Le adoraba como Tal, pero ahora en el cristianismo Él es adorado como “el Padre” de nuestro Señor Jesucristo. Esto es una más cercana e íntima relación con Dios.
Tercero, habría un nuevo carácter de adoración. La adoración en el judaísmo era de un orden terrenal y era coadyuvado por instrumentos mecánicos de música, y llevado a cabo a través de un sistema de rituales y ceremonias. Pero el nuevo orden de adoración en el cristianismo sería enteramente espiritual. Los creyentes podrían adorar al Padre en “espíritu” (espiritualmente—capítulo 6:63) de acuerdo con la nueva revelación de la “verdad” que acompañaría la nueva dispensación. En el cristianismo, ofrecemos “sacrificios espirituales”, ayudados por la presencia del Espíritu Santo que nos habita (1ª Pedro 2:5; Filipenses 3:3) en contraste a las “ordenanzas acerca de la carne” en el orden judaico (Hebreos 9:10). Esta es hecha ante la inmediata presencia de Dios (Hebreos 10:19) que es un privilegio que Israel no tenía. Desde que los cristianos adoran “en espíritu y en verdad”, ellos pueden sentarse tranquilamente en una silla y ahí puede ser producido en sus almas y espíritus verdadera adoración a Dios el Padre por el Espíritu Santo, sin la necesidad de las formas externas que marcan la religión terrenal. Esta es verdadera adoración celestial.
La adoración judaica de la antigua dispensación apela a los sentidos humanos porque esta es una terrenal y sensual manera de acercarse a Dios. Es estimulada por:
• La vista – por ejemplo, la grandeza del templo (1ª Reyes 10:45; Marcos 13:1; Lucas 21:5).
• El olfato – por ejemplo, el quemar incienso que producía una atmósfera agradable (Éxodo 30:34-38).
• El gusto – por ejemplo, el comer sacrificios (Deuteronomio 14:26).
• El oído – por ejemplo, bella música producida por la orquesta y acompañamiento del coro (1ª Crónicas 25:1, 3, 6-7).
• El tacto – por ejemplo, el participar de las ofrendas en una forma física, bailando y cantando, levantando las manos (2ª Samuel 6:13-14; 1ª Reyes 8:22).
Es muy importante notar que no encontramos en ninguna parte del libro de los Hechos, o en las Epístolas, que los cristianos adoraran al Señor usando rituales o instrumentos musicales. En la Escritura, los únicos dos instrumentos que los cristianos se hallan usando en la adoración son sus “corazones” (Colosenses 3:16; Efesios 5:19) y sus “labios” (Hebreos 13:15).
Capítulo 5
La bendición en la nueva dispensación no se basaría sobre el principio de hacer buenas obras para merecer el favor de Dios (como era el caso bajo la Ley), pero sí sobre el principio de la gracia gratuita (Romanos 4:4-5). Esto se ilustra en la diferencia entre la manera en que la bendición estaba disponible para los que esperaban en el estanque de “Bethesda” y la manera en la cual llegó la bendición al paralítico que fue sanado por el Señor.
La escena en el estanque es una figura del sistema en la antigua dispensación (versículos 1-4). El estanque tenía “cinco portales” que como una metáfora nos habla de los cinco libros de Moisés. De tiempo en tiempo un ángel descendía y agitaba el agua, y la persona que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, recibía la bendición. La bendición estaba ahí, pero estaba condicionada a tener algo que hacer para conseguirla. Esto nos muestra el sistema de la ley basado en obras, el cual decía, “Haz esto, y vivirás” (Lucas 10:28). Una persona debía cumplir algo así como 613 mandamientos que se encuentran en los cinco libros de Moisés, y si los cumplía, podría conseguir la bendición.
En contraste a esto, con la venida del Hijo de Dios (su primer advenimiento), las bendiciones de gracia serían concedidas a todos quienes recibieran Su Palabra, sin tener que cumplir alguna ley (Romanos 4:4-5; 11:6; Efesios 2:9; Tito 3:5). Esto se ilustra con el hombre paralítico siendo bendecido sin tener que cruzar los cinco pórticos para entrar en el estanque (versículos 5-16). Por mucho tiempo este hombre había estado luchando para obtener la bendición del estanque y no podía conseguirla. ¡Con la venida del Hijo de Dios ya no necesitaba bajar al estanque! Esto nos indica que en la nueva dispensación terminaría el hecho de tener que guardar la ley, “porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4).
Es significativo que este milagro fuera hecho en día de reposo, lo cual los fariseos consideraban una violación de la ley. Esto sugiere que la gracia no puede ser confinada a un sistema legal y que el día de reposo ya no sería observado en la Dispensación de la Gracia. Cristo es el “Señor ... del Sábado” (Mateo 12:8) y, por tanto, mayor que el día de reposo. Él tenía la autoridad para trabajar en la bendición de un hombre en ese día, tal como lo hacía en cualquier otro.
Capítulo 6
Juan registra el incidente que ocurrió en “la mar de Galilea, que es de Tiberias” (versículos 1 y 23). En los otros Evangelios este mar es llamado “mar de Galilea” o “lago de Genesaret”, pero cuando los romanos tomaron la tierra de los judíos, cambiaron los nombres de muchos lugares como señal de dominio y apropiación. Juan, al llamarlo mar de Tiberias reconocía que Dios hacía a un lado a Israel—así, este aparentemente insignificante hecho, es otro indicador de que la antigua dispensación pasaba.
El tema de este capítulo es la comida y la satisfacción de almas hambrientas. Ahí está el comer la Pascua (versículo 4), comer los cinco panes y los dos peces (versículos 5-14), comer el maná (versículos 22-50) y comer la carne y beber la sangre de Cristo, el Hijo del Hombre (versículos 51-58). La Pascua es simbólico de le muerte de Cristo (1ª Corintios 5:7). La historia de los cinco panes y los dos peces es ilustrativa de las muchas cosas que el Señor haría por el mundo en el día del milenio; por ejemplo, revocar el hambre (Salmo 132:15; 146:7; etcétera). El maná es simbólico del descenso del Señor desde el cielo como “el Pan vivo” (versículo 51). En estas cosas vemos a Cristo como el cumplimiento de los emblemas (o símbolos) y profecías del Antiguo Testamento. Esto nos enseña que cuando la antigua dispensación pasara y la nueva comenzara, las Escrituras del Antiguo Testamento no serían hechas a un lado nunca; son Palabra de Dios y deben ser tenidas como tal. De cualquier manera, aprendemos de la forma en que el Espíritu de Dios maneja estos emblemas (o figuras) del Antiguo Testamento que no serán más aplicados en sentido literal—en sacrificios y ceremonias, rituales, etcétera—sino tenidos por su importancia moral y enseñanza como emblemas o ejemplos simbólicos de lo que habrá de venir (Romanos 15:4; 1ª Corintios 10:11). Este es otro cambio que vendría como resultado de ir dejando atrás la antigua dispensación para comenzar con la nueva.
Capítulo 7
La más grande de las fiestas religiosas que los judíos tenían era la fiesta de los Tabernáculos; era una fiesta que duraba ocho días enteros. En realidad, era la culminación de las fiestas que la precedían en el séptimo mes de su calendario. El Señor esperó hasta “el postrer día grande de la fiesta”—cuando los judíos tendrían la celebración de su religión terrenal en su mayor cúspide en el más amplio sentido—y entonces Él clamó y dijo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (versículo 37). Él sabía que el corazón humano no estaría satisfecho con una mera religión (aun si Dios mismo la daba) si Él fuere dejado fuera. La religión sin Cristo, aun en su mejor estado, es una religión vacía, y solo deja el alma vacía y sedienta.
El llamado del Señor indicaba que Él iba a cambiar las formas ceremoniales de la religión en el judaísmo por una relación viva con Él (Colosenses 2:17). Él es suficiente para llenar y satisfacer el corazón. Este hecho indicaba que el cambio de dispensación venía. Juan añade (en paréntesis) que esto se llevaría a cabo cuando Cristo ascendiera y fuera glorificado y el Espíritu Santo fuera dado (versículo 39). Estas dos grandes cosas caracterizan el cristianismo: un Hombre en la gloria y el Espíritu Santo enviado a este mundo. Estas son verdades cardinales del nuevo orden celestial en la Dispensación de la Gracia. Cristo en la gloria es el centro del nuevo programa de Dios; no es Cristo en la tierra, como en la antigua dispensación. Cristo sería el objeto del enfoque del Cristiano; el Espíritu Santo habitando en los creyentes sería el poder por el cual los nuevos gozos del cristianismo vendrían a ser apropiados y disfrutados.
Aún más, este nuevo orden de bendiciones era tan grande que no podía ser confinado a Israel; por tanto, el Señor dice, “Si alguno tiene sed ... ”. Este orden celestial estaría disponible para todos—aun gentiles que quieran creer.
Capítulo 8
El trato del Señor a la mujer sorprendida en adulterio nos muestra otro rasgo del cristianismo (versículos 2-11). Bajo la ley tal infractor debía morir “sin ninguna misericordia” bajo la pena de ser apedreado (Hebreos 10:28), pero bajo la nueva dispensación del cristianismo, hay misericordia en la manera de dar “tiempo para que se arrepienta” (Apocalipsis 2:21). Al no condenar a la mujer en esa ocasión, el Señor no indicaba que era indiferente a su pecado, sino que le estaba dando una oportunidad para arrepentirse y le dijo, “no peques más”. Esta es otra característica o nuevo rasgo de la Dispensación de la Gracia de Dios; ahora existe tal cosa como la longanimidad de la misericordia de Dios para con todos, para que “todos procedan al arrepentimiento” y que puedan ser bendecidos a través de la fe en el Señor Jesucristo (2ª Pedro 3:9; Hechos 20:21).
Capítulo 9
Este capítulo muestra la progresión de la luz, que ocurre en todo creyente que viene de la oscuridad relativa del judaísmo a la luz superior del cristianismo (“hasta que el día esclarezca”—2ª Pedro 1:19). Juan hacía notar esta transición en su epístola y escribió, “las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra” (1ª Juan 2:8).
El Señor anunció que Él era la Luz, dijo: “Luz Soy del mundo” (versículo 5), pero la oscuridad espiritual que prevalecía sobre la gente era tal que ellos no podían verla. La luz natural desvanece la oscuridad natural, pero la luz espiritual no desvanece la oscuridad espiritual (Juan 1:5). Esto hace, sin embargo, demostrar la incapacidad moral del hombre. La condición del “hombre ciego desde su nacimiento” de este capítulo ilustra esto. Lo que el Señor hizo por el hombre representa el trabajo de Dios en las almas para hacer posible que puedan ver a Cristo Tal como Él es. Al ver a Cristo como el Hijo de Dios, el hombre no necesitaría más del sistema judío para acercarse a Dios en adoración. Esto está demostrado ya que le adoró al Señor fuera del templo (versículo 38). Por tanto, la Escritura enseña que “el camino ... nuevo y vivo” del Cristianismo está “fuera del real (campamento)” del judaísmo (Hebreos 10:19-22; 13:13-15).
Esto se lleva a cabo cuando el Señor escupe en el suelo y forma “lodo”, que significaba la gran verdad de Su encarnación (versículo 6). La saliva proveniente de Él mismo como Dios mezclada con “el polvo de la tierra” (que habla de humanidad—Génesis 2:7; 3:19) señala al Hijo de Dios manifestado en forma humana—Su encarnación. El untar la “saliva” en los ojos del hombre ciego nos habla del poder instantáneo y vivificador de Dios impartiendo vida a una persona con la cual la facultad espiritual para entender las cosas divinas es abierta (Proverbios 20:16; Hechos 26:18; Efesios 4:17-18). El lavarse en “el estanque de Siloé (que significa, si lo interpretares, Enviado)” habla de un creyente entendiendo que el Señor Jesús es el Enviado del Padre (versículo 7). Claramente esta es una distintiva revelación cristiana.
Luego de que sus ojos fueran abiertos, hubo un progreso de luz y comprensión en el hombre que era ciego de nacimiento—él pasó de mendigar (versículo 8) a adorar (versículo 38). Su experiencia representa la transición por el cual los fieles al antiguo sistema legal llegan al conocimiento y libertad cristianos. En principio, todo lo que él sabía del Señor, fue que Él era “el hombre que se llama Jesús”. El ciego no sabía Quién era Él ni de dónde había venido (versículo 11). Después, al ser interrogado, él dijo, “es profeta” (versículo 17). Después de eso, el hombre vio al Señor como digno de tener “discípulos” (versículos 27-28). Entonces les dijo a los judíos que el Señor Jesús era un hombre “de Dios” (versículo 33). Finalmente, el vio al Señor como “el Hijo de Dios”, quien realmente Él era (versículos 35-38). Así es como vemos en la experiencia de este hombre la maravillosa transición de la oscuridad a la luz. En el proceso, el hombre sufrió persecución de los judíos. Esto muestra que aquellos que caminan en la luz de la nueva dispensación van a ser perseguidos por aquellos de la antigua dispensación (Hechos 13:50; 14:19; 17:5, 13; 1ª Tesalonicenses 2:14-16).
Capítulo 10
Este capítulo enfatiza otro aspecto de la transición del judaísmo al cristianismo; se enfoca en el nuevo principio sobre el cual Dios reuniría a su pueblo en la nueva dispensación.
El Señor anunció que Él iba a llevar a Su rebaño (creyentes judíos) fuera del “redil” judío y traerlos a la gloriosa libertad de su “rebaño” en el cristianismo (versículo 16). El redil y el rebaño representan dos principios contrastantes de reunir. Ambos mantienen a las ovejas juntas, pero de maneras enteramente diferentes. El redil (un corral) es una circunferencia sin un centro, pero un rebaño es un núcleo sin una circunferencia. En el redil, las ovejas se mantienen juntas por el cerco alrededor de ellas. Esto habla de los principios restrictivos del sistema legal en la antigua dispensación que mantenía a los israelitas unidos en una posición de separación de las naciones alrededor de ellos. Con un rebaño no hay necesidad de un cerco; las ovejas tienen una atracción por el Pastor en medio de ellas y son llevadas hacia Él. Por tanto, son mantenidas juntas, pero sobre un principio enteramente diferente. Esto representa el principio de Dios de reunión en el cristianismo (Mateo 18:20). Los cristianos en este nuevo orden son reunidos para la adoración y el ministerio, no porque sean forzados por mandatos legales, sino porque quieren estar donde Cristo está.
Ya que los judíos estarían naturalmente ofendidos por alguien que vendría a su redil y se llevaría algunos, el Señor señaló que ese alguien debería estar calificado para hacer eso. Él reconoció que un impostor (“ladrón y robador”) podría venir sin tener cualidades otorgadas por Dios, pero que Sus ovejas “no seguirán” al extraño porque “no conocen la voz de los extraños” (versículos 1, 5). Se ve un ejemplo de esto en “Teudas” y “Judas” (Hechos 5:36-37).
No obstante, el Señor vino por el camino designado por Dios, que Él llamó “la puerta” (versículo 2). Esta puerta de entrada al redil de las ovejas, por el cual el Mesías debía venir, está delineado por los Profetas del Antiguo Testamento:
• El tiempo de Su venida al mundo (Daniel 9:26 con el Salmo 102:24).
• El lugar de Su entrada a este mundo (Miqueas 5:2).
• Su nacimiento virginal (Isaías 7:14).
• Su anunciamiento (Isaías 40:3; Malaquías 3:1).
• Su manera de vivir (Isaías 53:3).
• El carácter de Su ministerio (Isaías 42:1-3).
• Su habilidad para traer “las virtudes del siglo venidero” y por tanto dar a Israel su reino (Hebreos 6:5; Lucas 7:22; Isaías 33:24; 35:5-6; Salmo 65:6-7; Salmo 89:9; Salmo 132:15; Salmo 146:7-8).
• Su humilde presentación a la nación (Zacarías 9:9).
El Señor vino al redil judío (el sistema judaico instituido por Dios a través de Moisés) de acuerdo a estas exactas especificaciones. No habría ningún error de que Él era el Mesías de Israel—el verdadero “Pastor de las ovejas” (Salmo 23:1; 77:15; 78:67; 80:1; 95:7; 100:3; Isaías 40:11; Ezequiel 34:31; Zacarías 11:7-9; 13:7). El Espíritu del Señor (“el portero”) se identificó por completo a sí mismo con el Señor al “descender del cielo como una paloma” (Juan 1:32-34; 6:27; 1ª Timoteo 3:16) y permanecer en Él. Así es como el Espíritu dio testimonio de que el Señor Jesús era el verdadero Pastor de Israel (versículo 3: “abre el portero”). Por lo tanto, el Señor, siendo quien Él era, tenía todo el derecho de realizar este cambio dispensacional.
El trabajo del Señor en el redil, a pesar de ser rechazado (Juan 1:11), fue el atar los corazones de sus ovejas a Sí mismo, llamándolos “por nombre” (lo que habla de la intimidad de la comunión) y así, Él “las saca” (versículo 3). Al guiar a los suyos fuera, el Señor estaba indicando que Él estaba por dejar todo aquel orden y llevar a sus ovejas con Él. Esto sería después de Su resurrección. Hebreos 13:13 nos dice que Su presente posición en el cristianismo está “fuera del real” del judaísmo por completo—hacia donde a los creyentes se les exhorta ir. Después el Señor mencionó que Él usaría otros medios para llevar a los suyos fuera del redil del judaísmo—“saca fuera todas las propias” (versículo 4). Esto implica presión—siendo empujados hacia fuera. El hombre ciego del capítulo anterior tuvo esta experiencia. “Echáronle fuera” del redil; los líderes de la nación “lo excomulgaron” (capítulo 9:34—texto al margen de la Biblia versión King James en inglés). De una manera u otra, el Señor estaba trabajando y sus ovejas estaban siendo llevadas fuera del redil judío.
Los que escucharon la alegoría no entendieron su significado (versículo 6). Esto es porque aún seguían en el redil judío, y hay un cierto grado de dureza asociado al estar en ese sistema (Hebreos 5:11). Esto llevó al Señor a hablar de una segunda “puerta”. Él dijo, “De cierto, de cierto os digo: Yo Soy la puerta de las ovejas” (versículo 7). Él era la puerta de salida por el cual una persona era sacada del redil judío. Al decir esto, Él estaba concediendo a cada creyente judío el permiso legal para dejar el judaísmo. Previo a esto, ningún judío tenía la autoridad de dejar aquella religión ordenada por Dios, pero ahora Dios mismo en la Persona de su Hijo estaba abriendo la puerta y otorgando libertad del sistema.
El Señor luego habló de una tercera “puerta”. Esta es la puerta hacia las bendiciones y privilegios cristianos. Entrar en esto también sería mediante Él. Él dijo, “Yo Soy la puerta; el que por Mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (versículo 9). Estas bendiciones y privilegios que distinguen al cristianismo son:
• Salvación del alma (primera parte del versículo 9).
• Libertad para adorar y servir—“entrará, y saldrá” (segunda parte del versículo 9).
• Alimento espiritual en la revelación cristiana de la verdad—“pastos” (tercera parte del versículo 9).
• Disfrutar de la abundante “vida”—vida eterna (versículo 10).
• Cuidado y protección Pastoral (versículos 10-15).
• Unidad del judío y del gentil en “un rebaño”—comunión (versículo 16).
• Seguridad eterna—“no perecerán para siempre” (versículos 28-29).
Versos 10-15 – Al ser liberados de los confines del judaísmo, las ovejas estarían sin la protección del redil, pero esto no quiere decir que estarían sin protección. El “asalariado” (un pastor indiferente o descuidado) abandonará a las ovejas cuando vengan problemas, y el “lobo” (un falso profeta—Mateo 7:15) dividirá y dispersará a las ovejas (Hechos 20:29-30). Pero el Señor prometió que las ovejas que Él guio fuera del redil serían cuidadas y protegidas. Como con “el buen Pastor”, estarían bajo Su cuidado divino. Su amor y devoción por el rebaño era tal que Él pondría Su vida por las ovejas, y, por tanto, las protegería a cualquier precio. La inferencia de pastores descuidados y el acoso de falsos profetas causando problemas en el rebaño indica que habrían muchos malos obreros en la profesión cristiana que intentarían hacer presa de los cristianos. Como observamos al cristianismo hoy, vemos muchos líderes que son de la línea del orden del “asalariado”, haciendo mercancía del servicio a Dios (2ª Corintios 2:17—“mercaderes”). También vemos muchos “falsos doctores” con el carácter del “lobo” (2ª Pedro 2:1). El Señor no esconde el hecho de que sus ovejas serían puestas a prueba por estas personas en el escenario cristiano, pero en el verdadero cristianismo, donde Cristo está en medio de Su rebaño, Él las protegerá de tales asaltos.
Verso 16 – El Señor tenía “otras ovejas” que Él reuniría. No hay mención de que estas serían llevadas fuera del redil, porque nunca estuvieron en él. Estas ovejas son los creyentes gentiles. Ellos, junto con Sus ovejas a las cuales sacó del redil, serían “un rebaño” de creyentes judíos y gentiles (Efesios 2:13-18).
Entonces, hay tres puertas en este pasaje que indican un cambio dispensacional:
• La puerta de la profecía concerniente al Mesías por el cual Cristo vino al redil judío (versículo 2).
• La puerta de libertad del judaísmo por la cual Cristo llevó a los suyos fuera del redil (versículo 7).
• La puerta que abre las bendiciones y privilegios cristianos por el cual Sus ovejas vivirán y servirán al Señor (versículo 9).
Capítulos 11-12
En estos capítulos, tenemos el registro de la resurrección de Lázaro. Después, Lázaro se encuentra en comunión con otros de la misma fe, cuyo centro es el Señor. Es el paso de la esfera de la muerte a la esfera de “la vida eterna” (“lo que realmente es vida” según la traducción por J. N. Darby en inglés) (1ª Timoteo 6:19). Esto ilustra otro aspecto de la transición del judaísmo al cristianismo.
La condición de la muerte en la cual estaba Lázaro es una figura del estado de la nación de Israel bajo la Ley, moral y espiritualmente. Todo el sistema de la Ley es “el ministerio de muerte” y “ministerio de condenación” (2ª Corintios 3:7, 9). Todos bajo las condiciones legales de este sistema, que no cumplieron sus términos, fueron muertos. El levantar a Lázaro de entre los muertos es una figura del trabajo del Señor al tomar un remanente de creyentes fuera de este sistema legal. María y Marta son emblema de las dos partes del remanente de creyentes de ese tiempo. María tenía plena certeza de fe y esperaba la expectativa del retorno del Señor (versículo 20). Ella nos recuerda a Simeón y a Ana, y otros, que estaban esperando en fe por “la redención en Jerusalem” (Lucas 2:25-38). Marta expresaba una debilidad en la fe que también era vista en muchos de los creyentes judíos de ese tiempo. Ella creía en el poder del Señor, pero cuestionaba Sus tiempos y caminos—y aún le culpaba por llegar tarde (versículo 21). Muchos creyentes en ese tiempo estaban llenos de dudas (Mateo 28:17; Lucas 24:13-33; Juan 20:24-31).
El recibir el evangelio no solo trae vida al alma del creyente (“vida eterna”) sino que también lleva al creyente a una esfera de vida en la comunidad de los santos. El apóstol Pablo se refiere a este último aspecto de vida como “vida eterna”—a lo que los santos serán llevados cuando sean glorificados en el cielo (Romanos 5:21; 6:22-23; 1ª Timoteo 6:11; Tito 1:2; 3:7). Esto está ilustrado en la escena en la cual Lázaro es encontrado después de ser levantado de entre los muertos (capítulo 12:1-3). Él disfrutaba de alegre comunión en la cena con María, Marta y los discípulos, con el Señor en medio de ellos. Él no sólo recibió vida en su alma, sino fue llevado a una esfera de vida entre creyentes, lo cual es una figura de la comunión cristiano (1ª Juan 1:3).
Sin embargo, Lázaro no fue inmediatamente de la tumba a la cena de Betania. Cuando salió de la tumba estaban “atadas las manos y los pies ... y su rostro” y necesitaba ser desatado. Esto nos habla de las ataduras del sistema de principios legalistas judíos (Hechos 15:10; Gálatas 4:24-25). Muchas veces aquellos que han sido salvados del sistema son estorbados por esos principios legalistas que han formado sus conciencias. Con frecuencia traerán sus “vendas” del judaísmo (principios y prácticas legalistas) al círculo Cristiano y puede ser molesto a los santos (Hechos 10:9-16; Romanos 14:1-6; Gálatas 2:11-14). El Señor dijo: “Desatadle, y dejadle ir” (versículo 44). Esto nos habla del trabajo que dejó el Señor a Sus siervos (particularmente a los Apóstoles) en los primeros días del cristianismo. Su ministerio hacia aquellos que fueron salvados del judaísmo era liberarlos de las trampas de aquella religión terrenal. Las epístolas judío/cristianas (Hebreos, Santiago, 1ª y 2ª Pedro) son ejemplos de este trabajo. Aquellos escritores del Nuevo Testamento trabajaron para que los creyentes judíos sean liberados de las “vendas” del judaísmo y establecidos en la libertad cristiana (Gálatas 5:1).
Entre los eventos concernientes a Lázaro siendo resucitado y él participando de la cena en Betania, Caifás, el sumo sacerdote, profetizó (involuntariamente) que “Jesús había de morir por la nación” (versículos 47-54). Él tenía malvadas y egoístas intenciones en lo que dijo al concilio (el Sanedrín). Para decirlo de otro modo, él dijo: “Si esto continúa así (eso es, la gente siguiendo al Señor Jesús) habrá una revolución en la tierra, y los romanos vendrán y nos matarán a todos”. Él sugirió que deberían matar a Cristo y desparramar a Sus seguidores para acabar con el movimiento, y así salvar a la nación de ser destruida. Él razonaba que era mejor que “un hombre muera por el pueblo” que dejar que “toda la nación” perezca. Por tanto, Caifás no estaba dolido por matar a un Hombre inocente si esto preservaría a la nación en la tierra. Pero Dios anuló lo que Caifás dijo y él profetizó sin saber lo que exactamente iba a suceder con la muerte de Cristo. El Señor no solo moriría por la nación, sino que también Él reuniría “en uno los hijos de Dios que estaban derramados”. Esto señala a la actual obra de Dios en la dispensación cristiana al traer creyentes gentiles al rebaño de Dios junto con creyentes judíos (Juan 10:16).
Una vez liberado de las vendas del judaísmo, encontramos a Lázaro en comunión con sus hermanas y los apóstoles en la cena donde el Señor se encontraba en medio (capítulo 12:1-3). Es una escena que muestra la comunión y adoración cristiana. Vemos a María en ejercicio de la libertad que marca la adoración cristiana. Ella no tenía autoridad oficial para actuar como sacerdote (como era requerido en la religión judía), pero en libertad se aproximó al Señor con su “ungüento de nardo líquido”—lo cual nos habla de la adoración. Lamentablemente, aquellos como María, que actúan en la libertad del Espíritu en la adoración cristiana, serán criticados por aquellos cuyas mentes fueron formadas por el orden judaico (capítulo 12:4-8). Adicionalmente, los sumos sacerdotes acordaron matar a Lázaro después de que fue levantado de los muertos (capítulo 12:10). Esto muestra que habrá persecución contra aquellos que fueron rescatados de las ataduras del judaísmo y que caminan en la libertad del cristianismo.
Capítulo 13
La hora del retorno del Señor al Padre había llegado. Antes de partir, el Señor indicó (simbólicamente) que el dejaría Su ministerio Mesiánico terrenal hacia Israel y empezaría un nuevo ministerio celestial (la abogacía de Cristo) por el cual serían mantenidos en comunión con Él mismo durante Su ausencia (1ª Juan 2:1-2). Este nuevo ministerio celestial que el Señor estaba por emprender significa otra transición de la antigua dispensación a la nueva.
Primero, el Señor se levantó “de la cena” donde estaban comiendo juntos, y Se quitó Su manto (primera parte del versículo 4). Esta era una acción simbólica indicando que Él estaba a punto de romper Su asociación exterior con aquellos del reino como el Mesías de Israel.
Segundo, Se “ciñó” con una “toalla” (segunda parte del versículo 4). Esto indicaba que en este nuevo lugar donde el Señor iba a estar en lo alto, Él tomaría el puesto de un siervo donde Él trabajaría para mantener a Su pueblo en comunión con Él.
Tercero, Él “puso agua en un lebrillo” y empezó a “lavar los pies de los discípulos” (versículo 5). Esto nos habla del uso del “agua por la Palabra” en aplicación al caminar de los creyentes. El quitar la contaminación de nuestros pies, apunta hacia el trabajo del Señor como nuestro Abogado ante el Padre al ejercitarnos a que nos juzguemos desde el punto de vista de la santidad de Dios (1ª Juan 1:9), lo cual nos habilita para caminar en comunión con Él (Juan 14:21, 23).
Los resultados del ministerio de lavado de pies de parte del Señor son cuatro:
• Disfrutamos de Su amor en comunión con Él—“parte Conmigo” (versículos 8-11).
• Queremos traer a otros a disfrutar de Su amor—“lavar los pies los unos a los otros” (versículos 12-17).
• Podemos discernir Su mente (discernimiento espiritual)—“os lo digo antes que se haga” (versículos 18-30).
• Rendimos un poderoso testimonio al mundo—“En esto conocerán todos que sois Mis discípulos” (versículos 31-35).
Capítulo 14
El Señor anunció a Sus discípulos en el capítulo anterior que Él iba a dejarlos y retornar al Padre (capítulo 13:33-36). Naturalmente, ellos estaban preocupados por esto porque esperaban que Él, como el Mesías de Israel, estableciera el Reino en poder—esto volcó todos sus planes y esperanzas. Desde que el Señor fue rechazado, Él no instauraría el reino en ese tiempo, pero Él traería un completo nuevo orden de cosas en la nueva dispensación. Para consolar sus corazones, el Señor puso delante de los discípulos no menos de doce beneficios que ellos tendrían en la nueva dispensación, los cuales eran superiores a los que tenían en la antigua. Todo esto resultaría del regreso del Señor al Padre en lo alto y de enviar al Espíritu Santo, que son dos características distintivas del cristianismo (Juan 7:39). Saber que ellos recibirían algo mejor consolaría a sus turbados corazones. Estos doce beneficios espirituales que ellos gozarían son:
1. Podrían conocerle en una nueva manera (relación), como la Cabeza glorificada de la nueva creación en el cielo, en lugar de tenerlo como el Mesías de Israel en la tierra (versículo 1).
2. Tendrían un lugar preparado para que ellos habiten en la casa del Padre en el cielo (versículos 2-3). Todo judío piadoso buscaba un lugar en el reino terrenal, pero esto era superior al mejor lugar que se podría tener en la tierra.
3. Podrían conocer al Padre por la vida eterna (versículos 4-11; Juan 17:3). El Señor Jesús es “el camino” hacia el Padre, “la verdad” del Padre, y “la vida” que nos lleva a tener una relación con el Padre. Pero esto requería que Él completara la redención (Juan 3:14-15) y volviera al cielo para enviar al Espíritu Santo (Juan 4:14).
4. Harían obras más grandes, que las que el Señor mismo hizo (versículo 12; Hechos 2:41; 5:15-16; 19:12).
5. Tendrían un nuevo poder en la oración al usar Su “nombre” (versículos 13-14).
6. Tendrían la presencia y poder del Espíritu con ellos en dos formas: “con vosotros” y “en vosotros” (versículos 16-17).
7. Podrían disfrutar la presencia del Señor en medio de ellos colectivamente (versículo 18). Él vendría a ellos (en espíritu) cuando estuvieran reunidos, y, por tanto, Lo tendrían en medio en una manera especial (Mateo 18:20; Juan 20:19).
8. Vivirían con Su ayuda intercesora como Sumo Sacerdote (versículo 19; Romanos 5:10; Hebreos 7:25).
9. Tendrían una nueva posición de aceptación ante el Padre en Él (Jesús) (versículo 20—“vosotros en Mí”) y Su carácter formado en ellos por el Espíritu Santo aquí en la tierra (versículo 20—“Yo en vosotros”).
10. Disfrutarían de una comunión con Él y con el Padre en una manera más íntima (versículos 21-24).
11. Tendrían una completa revelación de la verdad con la venida del Espíritu (versículos 25-26). Estando con ellos, Jesús les enseñó temas concernientes al Reino en la tierra (“estas cosas”), pero el Espíritu les enseñaría “todas las cosas”, que es la revelación Cristiana.
12. Tendrían Su paz cuando enfrentaran oposición y persecución (versículo 27).
Capítulo 15
En este capítulo, el Señor se refirió a Él Mismo como “la Vid verdadera”. En la antigua dispensación, Israel era el viñedo de Jehová (Salmo 80:8-11; Isaías 5:1-2), pero ellos fracasaron en dar fruto para Dios (Jeremías 2:21; Oseas 10:1). Ahora, en el Señor, sería un nuevo sistema que produciría “mucho fruto” para Dios (versículo 8). Este cambio marcó otra característica de la transición de la antigua dispensación a la nueva.
Es el deseo de Dios que, a pesar de que el Señor estaría ausente de Sus discípulos en la nueva dispensación, Él podría ser visto en y a través de ellos. Así como las ramas están conectadas a la Vid, Dios espera que ellos den “fruto” en Su ausencia, que es la reproducción de las características morales de Cristo en su caminar y sus formas. Entonces, ellos se diferenciarían por:
• Las gracias morales de Cristo. Dios quiere que los creyentes del cristianismo manifiesten la humildad, la mansedumbre, la bondad, la paciencia, etcétera, de Cristo ante el mundo (versículos 1-8). El Señor mencionó tres cosas que son esenciales para la producción de fruto en los creyentes: La poda de Su Padre (versículo 2), la Palabra que Él les dio (versículo 3), y permanecer en Él—que es la proximidad práctica y habitual del corazón a Él a través de la comunión (versículo 4).
• El amor de Cristo (versículos 9-10). Ellos continuarían en Su “amor” y por tanto serían conocidos como quienes viven disfrutando de Su amor.
• El gozo de Cristo (versículos 11-12). Él quería que Su “gozo” permaneciera en ellos. Las mismas cosas que hicieron de Él un Hombre feliz también haría de ellos (y de nosotros) discípulos felices.
• La amistad de Cristo (versículos 13-17). Dios quería que manifestaran ante el mundo que ellos eran Sus “amigos”. El Señor probó su amistad: dando Su vida por ellos (versículo 13), revelándoles los consejos secretos de Su Padre (versículo 15), y prometiendo concederles sus peticiones en oración (versículo 16). Nosotros demostramos nuestra amistad con Él: obedeciéndole (versículo 14), dando fruto (versículo 16), y amándonos los unos a los otros (versículo 17).
• El rechazo a Cristo (versículos 18-27). Ellos serían odiados por el mundo, así como Él fue odiado, y por tanto compartirían el rechazo como los sufrimientos; algunos incluso sufrirían martirio (capítulo 16:1-4).
Capítulo 16
Otra cosa que marcaría la nueva dispensación es la presencia del Espíritu Santo en la tierra. La presencia del Espíritu en la tierra prueba que la antigua dispensación ha sido puesta a un lado y que la nueva empieza. En los tiempos del Antiguo Testamento, el Espíritu del Señor obraba en la tierra desde Su lugar de residencia en el cielo. Él no habitó en la tierra hasta que la redención fue completada y el cristianismo comenzó (Hechos 2:1-4; Efesios 2:22). La presencia del Espíritu en la tierra manifiesta este hecho ante el mundo en tres maneras:
1. “De pecado” – El Espíritu de Dios en la tierra prueba la culpa del pecado del mundo al rechazar a Cristo. Para que el Espíritu pueda estar aquí, Cristo tuvo que dejar este mundo (a través de la cruz) e ir al Padre para poder enviar el Espíritu Santo.
2. “De justicia” – El hecho de que el Espíritu esté aquí en este mundo prueba que Dios recibió al Señor Jesús en lo Alto en justicia. Él tenía que tomar este lugar antes de enviar al Espíritu Santo aquí a la tierra (Hechos 2:32-33).
3. “De juicio” – El hecho de que el Espíritu de Dios esté aquí en este mundo es prueba que el mundo y su príncipe (Satanás) han sido juzgados y esperan la ejecución de su juicio.
Capítulo 17
Lo último que hizo el Señor en conexión con sus discípulos antes de volver al Padre fue orar por ellos. Esta oración muestra el presente servicio del sumo sacerdocio de Cristo, lo cual llevaría a cabo desde la diestra de Dios para aquellos en la nueva dispensación. Por lo tanto, habría un nuevo Sumo Sacerdote ministrando en el santuario celestial—el Hijo de Dios. Esta es otra característica del cristianismo que no fue conocida en el judaísmo.
Dos cosas en especial están ante Su corazón—la gloria de Su Padre y el cuidado de Sus discípulos. La oración muestra la presente intercesión que el Señor Jesús lleva a cabo en lo alto en la gloria. En la oración, Él no menciona una palabra de los fracasos y tropiezos de los Suyos, aunque hubo muchos. Tampoco pide riquezas para ellos, u honores, o influencias y mejoras terrenales; Él sólo tiene en mente el bienestar y bendición espiritual para sus discípulos.
El Señor hizo siete pedidos específicos:
1. Que el Padre fuera glorificado en el Hijo (versículos 1-8).
2. Que sus discípulos fueran guardados en unidad de pensamiento, objetivo y propósito (versículos 9-11).
3. Que Su gozo fuera cumplido en ellos (versículo 13).
4. Que fueran guardados del mal (versículos 14-16).
5. Que fueran santificados en la verdad y por tanto hechos útiles en el servicio (versículos 17-19).
6. Que todos los que creyeran fueran uno en testimonio para que el mundo supiera que Él es el Enviado del Padre (versículos 20-23).
7. Que puedan estar con Él para que puedan contemplar Su gloria (versículo 24).
Capítulos 18-19
Estos dos capítulos presentan la última transición del judaísmo al cristianismo. El perfecto sacrifico del Señor como el Cordero de Dios es visto como el cumplimiento de todos los sacrificios del Antiguo Testamento en el sistema judaico. Con este cumplimiento, ya no habría necesidad para que los sacrificios judíos continuaran. Entonces, todo ese sistema sacrificial sería hecho a un lado por consecuencia (Hebreos 10:1-18). Ya no hay más necesidad de “ofrenda por el pecado” según el orden antiguo bajo la Ley (Hebreos 10:18).
Capítulo 20
Este capítulo nos da un registro de la extraordinaria característica del cristianismo—la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo permanece como la máxima victoria sobre el pecado y la muerte, y marca el principio de todo un nuevo orden en los tratos o caminos de Dios. Juan afirma que “vio” tres grandes cosas. Estas cosas sientan las bases para todas las bendiciones y privilegios Cristianos:
1. Vio a un Salvador moribundo (capítulo 19:35).
2. Vio a una tumba abierta (capítulo 20:8).
3. Vio al Señor vivo en medio de su gente (capítulo 20:20).
En primer lugar, Juan vio la sangre de la expiación siendo derramada—la base sobre la cual el hombre sería bendecido por Dios a través de la fe (1ª Juan 1:7).
En segundo lugar, Juan vio el sello de aprobación de Dios sobre la obra completada por Cristo en Su resurrección. Señala que “el sudario, que había estado sobre su cabeza” no estaba “puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte” (versículo 7). Esto es significativo y nos da a entender de lo que venía en la Dispensación del Misterio (o sea, el cristianismo). El nuevo vaso que como testimonio Dios formaría, es decir, la Iglesia, bajo la figura del cuerpo de Cristo, estaría marcada por una separación física entre la Cabeza y los miembros de Su cuerpo, pero que estarían íntimamente conectados por el Espíritu de Dios. El libro de los Hechos y las epístolas afirman el hecho de que Cristo, la Cabeza, estaría en el cielo mientras que los miembros de Su cuerpo estarían en la tierra, durante este presente Día de la Gracia (Hechos 9:4; 1ª Corintios 12:12-13).
En tercer lugar, Juan vio al Señor en medio de los Suyos en un nuevo lugar de reunión para los creyentes—el “gran cenáculo”. El templo en Jerusalén era el lugar indicado por Dios donde todos en la economía judía se reunían para adorar a Jehová (Deuteronomio 12:11; 16:16-17). Sin embargo, poco antes de la muerte del Señor Él “salió” del templo, indicando que estaba rompiendo Su lazo con todo aquel orden de cosas en el judaísmo y también con ese lugar de adoración (Mateo 23:38-24:1). Después de esto, Su presencia ya no se hallaría allí. Cuando el Señor resucitó de entre los muertos, Él hizo que Su presencia fuera reconocida en un completamente nuevo lugar de reunión—el “gran cenáculo”. Este nuevo lugar de reunión simboliza la nueva base de reunión en el cristianismo (Lucas 22:12; Hechos 1:13; 9:39; 20:8). Algunas cosas que caracterizaron el “gran cenáculo” son:
1. Los discípulos se reunían “aquel día, el primero de la semana” (primera parte del versículo 19). Es significativo que la resurrección del Señor y Su aparición en medio de los Suyos (en dos consecutivos primer día de la semana) indican que este nuevo rumbo de Dios en el cristianismo no estaba conectado con el día conmemorativo de la antigua dispensación—el Sábado (Éxodo 20:8; 31:12-17). Esto sugiere que el Sábado ya no sería observado en el nuevo orden del cristianismo (Colosenses 2:16-17).
2. Ellos se reunían en un nuevo lugar de reunión separados de los judíos y del orden judío que era opuesto a los principios y prácticas del cristianismo—“estando las puertas cerradas” para ellos (segunda parte del versículo 19; Hebreos 13:10). Por tanto, esto era el “fuera del real” del judaísmo en posición, principio, y práctica (Hebreos 13:13).
3. El Señor “púsose en medio” de ellos (tercera parte del versículo 19; Mateo 18:20).
4. La “paz” y el gozo (ánimo) eran disfrutados por todos ahí (versículo 19-21).
5. La presencia del “Espíritu Santo” fue conocida de una manera diferente (versículo 22; Filipenses 3:3).
6. El Señor comisionó a los discípulos con poder para “remitir” y “retener” pecados de manera administrativa (versículo 23; Mateo 18:18-19: 1 Corintios 5:4).
Esto es lo que caracteriza al cristianismo. Por tanto, este capítulo nos da otra transición—del templo al aposento alto.
María fue la primera en ver al Señor resucitado (versículos 11-18). Pero no debía tocar al Señor en ese estado, ya que Él dijo “aún no he subido a mi Padre” (versículo 17). Esto significaba que mientras los discípulos “a Cristo (conocieron) según la carne” como el Mesías de Israel, “ahora ya no le conocemos” en esta manera (2ª Corintios 5:16), sino de una manera enteramente diferente—como Cabeza de la nueva creación (Romanos 8:29; Gálatas 6:15; 2ª Corintios 5:17; Apocalipsis 3:14)—en el nuevo lugar de reunión. Las nuevas conexiones cristianas con Dios el Padre en Cristo resucitado están indicadas en esta frase a María: “Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (versículo 17). Aquellos de la antigua dispensación no conocían a Dios como su Padre de esta manera.
Capítulo 21
Este capítulo ilustra el llamado del Señor y el comisionamiento al servicio cristiano. Hay una marcada diferencia entre esto y el orden antiguo del sistema legal del judaísmo. En la antigua dispensación los siervos eran los Levitas. Ellos nacían en su familia y realizaban su servicio fuera que estuvieran ejercitados en eso o no. Pero en el cristianismo, los siervos de Dios ya no vendrían de cierto linaje familiar, más bien por el llamado del Señor. El Señor llama y envía a quienes Él desea; Él los prepara para esa obra a través de sus experiencias en la escuela de Dios. Esto es ilustrado por el Señor comisionando a Pedro (quien previamente falló) en un trabajo pastoreando a las ovejas del Señor (versículos 15-19). Juan, también, tendría una obra que hacer (versículos 20-25).
Un Resumen de la Transición en Cada Capítulo
• Capítulo 1: De ser discípulos de Juan a ser discípulos del Señor.
• Capítulo 2: Del vino viejo al vino nuevo.
• Capítulo 3: Del nuevo nacimiento a la vida eterna—de lo terrenal a lo celestial.
• Capítulo 4: De la adoración de Jehová en el santuario terrenal de Jerusalén a la adoración al Padre en espíritu y en verdad en el santuario celestial.
• Capítulo 5: Del principio de las obras para recibir bendición al principio de la gracia gratuita en Cristo.
• Capítulo 6: Del significado y aplicación literal a la aplicación y significado de las figuras o tipos de las Escrituras del Antiguo Testamento.
• Capítulo 7: De las formas de religión exterior a la satisfacción interna de la Persona de Cristo.
• Capítulo 8: De ninguna misericordia bajo la Ley a un espacio para arrepentimiento en el Día de la Gracia.
• Capítulo 9: De la oscuridad a la luz.
• Capítulo 10: Del redil al rebaño.
• Capítulos 11-12: De la esfera de la muerte a la esfera de la vida.
• Capítulo 13: Del ministerio terrenal de Cristo al ministerio celestial de Cristo como Abogado con el Padre.
• Capítulo 14: De Cristo como Mesías de un sistema terrenal a Cristo como Cabeza de un nuevo orden celestial.
• Capítulo 15: De Israel, la antigua vid; a Cristo, la verdadera Vid.
• Capítulo 16: La presencia del Espíritu Santo en el mundo prueba que la antigua dispensación ha pasado.
• Capítulo 17: El sumo sacerdocio de Cristo reemplaza al antiguo sumo sacerdocio de Aarón.
• Capítulos 18-19: Del sacrificio de animales en la economía judía al verdadero y único sacrificio del Cordero de Dios.
• Capítulo 20: De Cristo el Mesías de Israel a Cristo la Cabeza de una nueva creación, y del templo al aposento alto.
• Capítulo 21: De los siervos levíticos bajo el orden Mosaico a siervos cristianos bajo la dirección de Cristo, el “Señor de la mies” (Mateo 9:38; Juan 4:35-38).