La unidad del Espíritu y procurar guardarla

“La unidad del Espíritu” es ese poder o principio que mantiene a los santos andando juntos en sus relaciones apropiadas en la unidad del cuerpo de Cristo. Es la realización moral de su unidad: y el hecho de procurar guardarla con diligencia mantiene nuestras relaciones con todos los santos conforme al Espíritu de Dios, y en la verdad.
Nosotros nos reunimos con otros al nombre del Señor en el principio de “Un solo cuerpo y un solo Espíritu” (Efesios 4:4 – RVA). De este modo nosotros procuramos “con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3 – RVA), y procuramos estar en la “comunión del Espíritu Santo”, que es Aquel que mantiene la unidad del cuerpo de Cristo. Consecuentemente, nosotros nos encontramos separados de aquellos que no están en esta senda bienaventurada aunque ellos sean perfectamente sanos en doctrina y piadosos en vida, o que tal vez están inconscientemente asociados con aquellos que son neutrales e indiferentes a la gloria de Cristo y a esta verdad.
Por tanto, nosotros nos reunimos en un terreno lo suficientemente amplio como para incluir a todos los miembros de Su cuerpo, sin excluir a ninguno. Si los que vienen están a sabiendas en conexión o asociación con aquello que no tiene en cuenta Su verdad y Su gloria, eso los excluiría de la comunión a la mesa del Señor. Si ellos están involuntariamente mezclados con eso nosotros deberíamos alegrarnos de reunirnos con ellos, pero nos sentiríamos obligados a decirles cuál es el terreno que nosotros asumimos con respecto a Cristo y cuál es la posición que ellos ocupan con referencia a Cristo. Esto dejaría bajo la responsabilidad de ellos el hecho de estar con nosotros o contra nosotros. Nosotros no podríamos convertirnos “a ellos”, mientras se nos dice: “Conviértanse ellos a ti” (Jeremías 15).
Consecuentemente, nosotros no podríamos unirnos con ellos en la obra del evangelio porque ellos no tienen en cuenta el propósito de Dios. El propósito de Dios no es meramente la salvación sino que Su pueblo sea en la tierra un testimonio viviente para Cristo y Su cuerpo durante Su rechazo y ausencia, y con otros miembros de Su cuerpo, andando en unidad y paz. La iglesia de Dios es el testimonio en la tierra de que “Dios es luz”, “Dios es amor” y “Dios es Uno”. El Espíritu Santo en la tierra responde y revela a Cristo que está en lo alto. Él es el “Santo y Verdadero”; el Espíritu Santo en la tierra es el “Espíritu de Santidad” y el “Espíritu de Verdad”.
No se puede decir acerca de un miembro que él representa el cuerpo, o que él es el cuerpo porque come del un solo pan. Si él se reúne en cualquier lugar, conforme al pensamiento de Dios, para comer la Cena del Señor con otros miembros del cuerpo de Cristo, ellos serían colectivamente una expresión verdadera del cuerpo de Cristo en la tierra en aquel lugar. Un número de miembros de Cristo pueden estar juntos y no en la unidad del Espíritu en absoluto (como yo no dudo que es a menudo el caso). No es que Cristo no los sostenga como miembros de Su cuerpo, pero ellos pueden estar juntos en terreno independiente o vinculados con el extendido (y cada vez más amplio) principio de neutralidad para con Cristo. Por consiguiente, el Espíritu Santo sería obstaculizado; y aunque mucho de lo que es verdad, tal como el ministerio abierto y cosas por el estilo sería aceptado en cuanto a principio, eso no podría ser reconocido como una asamblea de Dios porque la Escritura no lo reconocería como tal. No hay más que “Un solo Espíritu”, y si nosotros procuramos guardar la unidad del Espíritu con otros, no puede haber ningún principio antagónico que podamos reconocer.
El Espíritu Santo no ha abandonado la casa de Dios (siendo ella ahora como “una casa grande”, o cristiandad), aunque muchas corrupciones están allí; mientras que al mismo tiempo la Escritura no reconoce las pretensiones que muchos aducen en ella de ser ellos ‘una asamblea de Dios’.
El Libro de Esdras presenta el relato del regreso de un remanente desde Babilonia a una posición y una ciudad divinas. Ellos no pretendieron la grandeza anterior sin aquello que respondería a estas pretensiones sino que procuraron andar en fidelidad delante de Dios, con un templo vacío —sin Urim y Tumim, sin Arca del Pacto, sin la Gloria—; pero el Espíritu de Dios estuvo con ellos (Hageo 2:5), y la separación de todo lo que era contrario a Él caracterizó la conducta de ellos (Véase Esdras 2:59-63; 4:1; 10:1-9).
De manera similar, existe ahora un remanente separado para Dios de las corrupciones que lo rodean, que reconoce el terreno divino de la iglesia de Dios ante Él sin pretender nada sino procurando estar juntos en la comunión de Su Espíritu en la tierra, y esperando el regreso de Cristo. Ellos Se alegran de dar la diestra en señal de compañerismo (comunión) a todo miembro de Su cuerpo que desea andar en la verdad con ellos en igual separación de todo lo que alrededor es malo.
Yo creo que este es un día en el que debemos ceñir nuestros lomos mediante Su gracia y fijar nuestra mirada únicamente en Cristo; pues sólo entonces seremos capaces de juzgar lo que se le debe a Él, y no a partir de nuestro criterio al considerar a nuestros hermanos. Entonces nosotros podemos, mediante Su gracia, escapar de las principales corrupciones del momento —falsas doctrinas— y de la imitación que el enemigo hace de lo verdadero (el principio de Janes y Jambres resistiendo a Moisés mediante una falsificación).
La expresión “Un solo cuerpo” es usada en 1 Corintios 12 Con referencia a todos los santos que están en la tierra en cualquier momento dado. Pero la expresión “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo”, aparece también en 1 Corintios 12 Como refiriéndose a la asamblea en aquel lugar; es decir, que en el terreno y el principio de su reunión ellos eran “el cuerpo” (un pasaje sumamente importante). Este pasaje muestra que una asamblea de Dios, para ser realmente eso, está siempre en el terreno y el principio del cuerpo (1 Corintios 12:27). Los que ahora se reúnen en un lugar y participan del “un solo pan” conforme a este principio no son más el cuerpo de Cristo en aquel momento que en cualquier otro. Pero ellos tienen fe en la verdad de ello, tal como se ve en la práctica de ellos, mientras que otros que hablan de ello sin la práctica no parecen tenerla. Los primeros pueden mostrar su fe mediante sus obras: la única manera de hacerlo.
La palabra “cuerpo” no es utilizada para expresar unión con Cristo. El cuerpo está unido a Cristo por el Espíritu Santo. Los que están juntos en la práctica de esta verdad están procurando “con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3 – RVA). El Espíritu Santo constituye la unidad del cuerpo. Ellos están procurando andar en la comunión del Espíritu Santo, una Persona divina que no adaptará Sus modos de obrar a nosotros; nosotros debemos adaptar nuestros modos de obrar, en la verdad, a Él. Las personas suponen que porque son miembros de Cristo por consiguiente ellos deben estar practicando tal verdad. Nadie puede practicarla (aunque realmente sean miembros de Él) a menos que ello sea en la unidad del Espíritu y con aquellos que han estado allí antes que ellos; pues es imposible tenerla públicamente al margen de los tales. La práctica común del momento actual es aceptar los principios y términos divinos aparte de su práctica. La Escritura es muy perentoria para esto.
Que nuestros corazones sean conducidos a ese amor a la verdad, y al amor en la verdad, y por la verdad, ¡para que podamos escapar de la vorágine en la que tantos están cayendo!