La venida del Señor tendrá lugar antes de la Gran Tribulación

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Hoy en día hay, como los hubo antaño, maestros cuyas enseñanzas son erróneas. Uno que se tiene por “Doctor” solía creer que la Iglesia sería arrebatada al encuentro del Señor en las nubes antes de que el anticristo fuese manifestado y los juicios del Apocalipsis fueren derramados en la tierra; pero ahora él ha cambiado de pensamiento y cree, y predica, que la Iglesia será dejada en la tierra hasta “el último momento de la tribulación”.
Para dar apoyo a su idea, cita el siguiente pasaje incompleto (con palabras suyas intercaladas entre paréntesis): “Hermanos, cuanto a la VENIDA de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro RECOGIMIENTO a Él [el arrebatamiento] ... no os engañe nadie en ninguna manera; porque él [aquel día] NO VENDRÁ sin que venga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tesalonicenses 2:1,3).
El primer paréntesis, (el arrebatamiento), es interpretación correcta, pues la venida del Señor Jesús, según Juan 14:1-3 y 2 Tesalonicenses 4:13-18, es para recoger y arrebatar de la tierra todos “los que son de Cristo, en Su venida” (1 Corintios 15:23).
El segundo paréntesis, (aquel día), es interpretación incorrecta, pues según este maestro se refiere al arrebatamiento del versículo 1, el primer paréntesis que él introdujo dentro de la cita. Pero “aquel día” en la Biblia no se refiere al arrebatamiento del versículo 1, sino al “día del Señor” del versículo 2 que ¡el maestro eliminó de su cita de la Palabra de Dios!
Leamos ahora el pasaje completo, para que no seamos engañados: “Empero, os rogamos, hermanos, cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestro recogimiento a Él, que no os mováis fácilmente de vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como nuestra, como que el DÍA DEL SEÑOR esté cerca. No os engañe nadie en ninguna manera; porque no vendrá sin que venga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, oponiéndose, y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asiente en el templo de Dios ... haciéndose parecer Dios” (2 Tesalonicenses 2:1-4).
Tal vez el maestro errado haya confundido “la venida del Señor” (un evento que será consumado “en un abrir de ojo”; 1 Corintios 15:52), con “el día del Señor” que comenzará con los juicios proféticamente anunciados en el Antiguo Testamento y también anunciados en el Apocalipsis, eventos que tendrán lugar progresivamente durante algunos años antes del establecimiento del reino milenario de Cristo, “el Hijo del hombre”. Se menciona “el día del Señor” no menos de 25 veces en el Antiguo Testamento y muchos otros pasajes aluden a él. Para discernir cuál será su carácter, es suficiente citar dos pasajes: “Aullad, porque cerca está el día de Jehová [“Jehová” del Antiguo Testamento equivale “Señor” del Nuevo]; vendrá como asolamiento del Todopoderoso. Por tanto, se enervarán todas las manos, y desleiráse todo corazón de hombre; y se llenarán de terror ... . He aquí el día de Jehová viene, crudo, y de saña y ardor de ira, para tornar la tierra en soledad, y raer de ella sus pecadores” (Isaías 13:6-9).
“¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso ... . Delante de Él temblará la tierra, se estremecerán los cielos: el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. Y Jehová dará Su voz delante de Su ejército: porque muchos son sus reales y fuertes, que ponen en efecto Su palabra; porque grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿y quién lo podrá sufrir?” (Joel 1:15; 2:10-11).
Pero la bienaventuranza de la venida del Señor para los Suyos está expresada en este pasaje del Nuevo Testamento: “esperando [no, ‘el día de Jehová’, sino] aquella esperanza bienaventurada” (Tito 2:13), que corresponde con 1 Tesalonicenses 1:9-10: “cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a Su Hijo de los cielos, al cual resucitó de los muertos; a Jesús, el cual nos libró de la ira que ha de venir”.
Así es cierto que la venida del Señor Jesús para recoger a los Suyos es la debida esperanza del creyente y rige su comportamiento en este mundo de maldad mientras él espera, como una novia, a su Esposo celestial, pues el que vive en la expectación ferviente de la venida de su Señor no va a vivir en el pecado. ¡Imposible!
Ahora bien, los que por sus enseñanzas erróneas postergan la venida del Señor hasta después de la manifestación del “hijo de perdición”, el anticristo, y después de la gran tribulación, automáticamente le quitan al creyente su esperanza bienaventurada, y en cambio le presentan una perspectiva sin esperanza y llena de desventura.
En 1 Tesalonicenses el apóstol Pablo les habló de su “fe ... amor y esperanza” (1 Tesalonicenses 1:3). Pero en 2 Tesalonicenses habló solamente de su “fe y ... caridad” (2 Tesalonicenses 1:3), no de su esperanza. Los nuevos creyentes en esa asamblea pasaban por dura persecución (léase 2 Tesalonicenses 1:4). El enemigo de sus almas, el diablo, puso en la mente de alguien procurar engañarles, diciendo que el día de Jehová ya había llegado. Entonces, en vez de estar gozosos con la perspectiva viva de la venida del Señor Jesús, se llenaron de dudas y de miedo. Tal vez fue la maquinación de un espíritu malo, o por una comunicación verbal, o aun por una carta con la firma falsificada de Pablo mismo.
Pero, lejos de tener que pasar por la gran tribulación, ellos estarían con el Señor en el cielo “cuando se manifestará el Señor Jesús del cielo ... cuando viniere para ser glorificado en Sus santos” (2 Tesalonicenses 1:6-10; léase el pasaje entero, por favor).
Corroborando la doctrina del Nuevo Testamento, tenemos tipos muy marcados en el Antiguo. Por ejemplo, “Enoc” es un tipo de la Iglesia arrebatada al cielo. Enoc no murió. Fue llevado al cielo sin morir. La iglesia (cuerpo celestial) será arrebatada al cielo, pues los muertos en Cristo resucitarán y nosotros, los que quedamos, los que vivimos, seremos transformados y juntamente seremos arrebatados al cielo sin morir. “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte” (Hebreos 11:5). Así Enoc tenía una esperanza celestial. Es tipo, o figura, de la Iglesia.
En cambio “Noé” tuvo que pasar por el diluvio con su familia. Ellos fueron preservados del juicio abrumador de las aguas que sumergieron al mundo, y entraron en el mundo purgado por el juicio divino. Ellos constituyen un tipo del remanente de los judíos (pueblo terrenal) que se convertirán después del arrebatamiento de la Iglesia, no habiendo nunca rechazado el evangelio de la gracia de Dios, pero oyendo y creyendo el evangelio del reino, las nuevas de que Cristo, su gran Mesías, ha de volver.
Así que Enoc es tipo de la iglesia arrebatada antes de que empiecen los eventos proféticos en la tierra. Noé es un tipo de los judíos creyentes que pasarán por la Gran Tribulación: “habrá entonces grande aflicción, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será” (Mateo 24:21).
Otra corroboración de la doctrina apostólica se presenta en la historia de José en Egipto: de Cristo él es el tipo más destacado. Fue el hijo muy amado de su padre. Fue rechazado y vendido por sus hermanos. Fue entregado a los gentiles, falsamente acusado y encarcelado. Por la providencia divina, 13 años después, él fue sacado del calabozo y ensalzado a la diestra del Faraón de Egipto. José es tipo de Cristo muerto, resucitado y glorificado a la diestra de Dios. Luego Faraón le dio una princesa por esposa y compañera, “Asenath”, una mujer escogida de entre los gentiles. Ella es tipo de la Iglesia escogida por el Padre y dada a Cristo durante esta época cuando Sus hermanos, los judíos, que le crucificaron, aún no le reconocen. Llegaron los siete años de hambre, que corresponden, figurativamente, al tiempo de la gran tribulación que ha de venir. José trató muy sabia y fielmente con sus hermanos. Se arrepintieron y luego José se reveló a sí mismo a ellos y les perdonó. Así que viene el día, después del arrebatamiento de la Iglesia para estar con Cristo, su esposo celestial, pero también el gran administrador del siglo venidero, cuando Él va a humillar a los judíos y luego perdonarlos.
En resumen, los redimidos del Señor de esta dispensación de la gracia de Dios, la Iglesia, tendrán que subir al encuentro del Señor para estar con Él; de otra manera ¿cómo podrían acompañarle cuando Él salga del cielo acompañado por Sus redimidos para juzgar al mundo y establecer Su reino? “¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?  ... no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?” (1 Corintios 6:2-3). Por haber sido arrebatados previamente al cielo para acompañar a Cristo, “El Rey de reyes, y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16), cuando baje al mundo para juzgarlo.