E.H. Chater
(continuado del número anterior)
Cristo, que se ha ido hacia arriba, volverá otra vez. El escéptico se reirá, el incrédulo se burlará, el escarnecedor se mofará; sin embargo, “Antes bien sea Dios verdadero, mas todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Jesús dijo: “Vendré otra vez”, y sí vendrá; “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). Él ciertamente satisfará el amor de su mismo corazón.
En Marcos 13:33-37 encontramos al Señor otra vez dirigiéndose a Sus discípulos, y diciéndoles cual debe ser su actitud y conducta en vista de Su regreso: “Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo. Como el hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dió facultad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la media noche, o al canto del gallo, o a la mañana; porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo. Y las cosas que a vosotros digo, a todos las digo: Velad”. (Es importante notar en conexión con esto, y con otros pasajes, que trata de una manera general del hecho del regreso del señor de la casa, y de la responsabilidad de sus siervos durante su ausencia. Más revelación en 1 Tesalonicenses 4:15-18 y 2 Corintios 5:10, etc., demuestra que antes de que manifieste su autoridad, tomará a sus santos hacia arriba y evaluará su conducta y su servicio ante Su tribunal).
Obtenemos tres cosas que se exponen aquí en cuanto a la responsabilidad de los siervos del Señor durante Su ausencia; primero, autoridad; segundo, cada hombre su obra; y tercero, velar, porque no sabemos la hora de Su regreso. Él no quiere que temamos al hombre, o que miremos al hombre para recibir la autoridad para ir al servicio para Él; sino que en Su nombre solamente, dotados, educados, adaptados y enviados por Él Mismo. Ni tampoco quiere que estemos ociosos, o chocando unos con los otros en nuestro servicio; sino que Él tiene un trabajo para cada uno, y a nosotros toca el saber cuál es y hacerlo. Ni tampoco quiere Él que estemos dormitando y durmiendo en nuestro puesto, sino que estemos enteramente despiertos a todas nuestras responsabilidades, velando al esperar el regreso de nuestro Señor.
Las vigilias ya casi han pasado, el anochecer se ha pasado, los siglos oscuros y de medianoche se han acabado, se ha escuchado el canto del gallo, y la mañana ya está aquí. Por muchos años pasados el clamor ha salido lejos y ampliamente de que el Amo de la casa viene, y miles que han olvidado la exhortación del Señor han sido despertados a velar, y ahora esperan Su regreso.
Esto fue predicho de una manera admirable por el Señor en Mateo 25, donde Él comparó al reino de los cielos a diez vírgenes, rodeadas por las circunstancias de una boda oriental. Allí Él nos presenta a aquellos que toman el lugar del pueblo del Señor durante Su ausencia, los que profesan ser cristianos saliendo a recibir a Cristo, el Esposo celestial. Cinco son llamadas prudentes, cinco fatuas. Todas tenían lámparas, pero las prudentes tenían aceite en sus vasos con sus lámparas; la posesión del aceite era lo que hacía la distinción entre las dos. Así lo es en el Cristianismo; hay aquellos que son sabios para la salvación por la fe en Cristo Jesús, y tienen el Espíritu de Dios, tan a menudo figurado por el aceite en las Escrituras, y hay aquellos que tienen la lámpara de la profesión —luz— pero no vida. Cada característico de este cuadro admirable puede trazarse fácilmente en lo que ha ocurrido, o está sucediendo, entre los que profesan Su nombre. “Y tardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. Y a la media noche fué (oído) un clamor: He aquí, el esposo (viene); salid a recibirle” (versículos 5-6). ¡Ay! no solo los que profesaban, sino los que poseían también, los prudentes tanto como los insensatos, todos cesaron de velar. Se perdió de vista el regreso del Señor, la venida del Esposo se había olvidado, y todos cabecearon y durmieron. Pero, bendito sea Su Nombre, el clamor salió: “He aquí el esposo”. Por todas partes ha habido una inquietud de espíritu, un despertamiento al hecho de que el Señor viene; un vasto ímpetu ha tomado lugar. Miles han escuchado el clamor, y con aceite en sus vasos, con sus lámparas, y sus corazones ocupados con Él, esperan Su regreso; miles más, vírgenes insensatas, están corriendo de aquí para allá a comprar aceite cuando no se puede obtener. Pronto, muy pronto, el Esposo, el Señor Mismo, vendrá; y oh, ¡momento admirable! “los que estaban apercibidos, entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta”.
Ahora, fíjese, querido lector: “los que estaban apercibidos, entraron con él”, no aquellos que se estaban preparando, ni aquellos que estaban procurando estar listos, ni aquellos que esperaban estar listos, sino “aquellos que estaban listos” entraron con Él, precioso, precioso Jesús, y se cerró la puerta, se cerró bien, se cerró fuerte, y se cerró para siempre a todos los cristianos que profesan y no los son. Cristianos, velad, por tanto; ¡porque no sabéis ni el día ni la hora!
Otra escritura en Lucas 12:35-37 nos trae de una manera muy preciosa la actitud y la conducta que deben caracterizar a aquellos que están esperando a su Señor.
“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras antorchas encendidas: y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere y llamare, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá”.
Otra vez habla nuestro Señor de la responsabilidad de Sus discípulos en vista de Su regreso prometido. Para los detalles de la manera de su cumplimiento tenemos que leer a otra parte.
Y dijo el Señor otra vez: “¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando el señor viniere, hallare haciendo así. En verdad os digo, que él le pondrá sobre todos sus bienes” (versículos 42-44).
(para continuarse mediante la voluntad de Dios)