La vuelta al trabajo por medio de la acción del Espíritu

 
Otro punto, de inmenso interés también es la forma en la cual Dios restablece las cosas, no usando la autoridad del rey, sino interviniendo directamente por Su propio poder —aquel del Espíritu de Dios por medio de los profetas— (capítulo 5). El avance de Su obra no depende más del permiso de un rey, como tampoco la interrupción de este depende de la prohibición del otro. El impulso no es dado por el rey Darío sino por los profetas. “Profetizaron Hageo y Zacarías hijo de Iddo, ambos profetas, a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén en el nombre del Dios de Israel quien estaba sobre ellos. Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar...” (Esdras 5:1-2). ¡Cuán audaz es la fe! Y Dios justifica la fe que ha dado, porque aunque esto pudiese parecer una falta de respeto con relación a la autoridad real, ellos tenían, de hecho, una autoridad también valerosa para proseguir el trabajo. En efecto, si Artajerjes ha detenido la construcción de la Casa, Ciro, había autorizado antes esta obra. Los judíos consideraban el obstáculo puesto por Artajerjes como un accidente debido a las circunstancias. No lo consideraban como un mandamiento del reino Persa, sino del rey mismo y se refirieron a lo que Ciro había ordenado sabiendo bien que una regla suprema de los Persas era lo que las leyes de los Medas y Persas no se podían derogar.
La oposición se hallaba en realidad entre ambos reyes, con esta sola diferencia —una inmensa diferencia— que el primer rey, el más grande, el fundador de la monarquía persa, era aquel que había ordenado la construcción del templo. Zorobabel y Jesúa estaban en derecho de actuar de acuerdo al edicto de Ciro. Pero, en verdad, lo que ejerció una gran influencia sobre sus almas fue la Palabra de Dios por medio de los profetas.
Menciono esto para mostrar cómo Dios puede dar, paralelamente a la palabra de los profetas, la justificación de lo que hacía Su pueblo; y esto es tanto más importante ya que, como lo sabemos, se hace, de hecho, una alusión a los mismos profetas. En relación con Ciro, Isaías anuncia la construcción de la Casa de Jehová (Isa. 44:28). No solamente la destrucción de Babilonia, sino la construcción de la Casa de Jehová están muy claramente ligadas para él, de manera que los hijos de la cautividad estaban plenamente justificados al acusar de este modo. Dios concede siempre a la fe Su protección, como también Su dirección.
De manera que los profetas se dirigieron al corazón de los judíos que actuaban de acuerdo a la Palabra de Jehová. Y Dios se ocupó también del rey a pesar de la impresión desfavorable que la maldad de los instigadores de Samaria había logrado producir con relación al pueblo y aunque Artajerjes fue traído a considerar y constatar que Israel y Jerusalén en particular, habían sido antiguamente un pueblo y una ciudad rebeldes, una nueva se hizo ahora (capítulo 5:17).
Darío se ocupa de la cuestión (capítulo 6). Es un hecho histórico conocido, del cual hallamos aquí la confirmación, que Darío estaba siempre dispuesto a imitar a Ciro. Este tenía una gran admiración por el fundador del imperio persa y deseaba hacer revivir todas sus instituciones. Darío no se preocupa de ninguna forma de las decisiones de Artajerjes o de otro. Él va o se dirige a Ciro y descubre de este modo que este último autorizó plenamente lo que los judíos deseaban, y lo contrario del deseo de sus enemigos. ¡Cómo Dios sabe usar todas las cosas para el cumplimiento de sus designios! Nuestra tarea no es dirigir a un rey contra otro, sino de ir adelante en el Nombre del Señor y tomar Su Palabra como garantía suficiente, plenamente seguros que si buscamos ser dirigidos por Dios, Él se encargará de guiar a los hombres y las circunstancias. Es Su trabajo, no el nuestro. Nuestra parte entonces es avanzar por la fe. Dios se ocupará de aquellos que se oponen a nosotros.
“Entonces el rey Darío dio la orden de buscar en la casa de los archivos, donde guardaban los tesoros allí en Babilonia. Y fue hallado en Acmeta, en el palacio que está en la provincia de Media, un libro en el cual estaba escrito así: Memoria: En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que fuese la casa reedificada ... ” (Esdras 6:1-3). Esto bastó a Darío; y ordenó entonces: “Ahora, pues, Tatnai gobernador del otro lado del río, Setar-boznai, y vuestros compañeros los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí. Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar” (capítulo 6:6-7). Lejos de escuchar a sus adversarios, honra a los edificadores, da nuevas órdenes y confirma todo lo que había sido proclamado el primer año de Ciro.
Los adversarios fueron completamente confundidos y detenidos en sus maquinaciones, de manera que la Casa de Dios no fue solamente continuada (ya que el trabajo había sido retomado), sino terminada; porque lo hermoso es que, como lo hemos visto, los judíos tuvieron fe para retomar la construcción de la Casa antes de recibir este nuevo decreto. “Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban”, —no por el mandamiento del rey, sino— “conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías hijo de Iddo. Edificaron, pues, y terminaron, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Darío, y de Artajerjes rey de Persia” (capítulo 6:14). Porque ahora que Dios les había dado poder, Dios controlaba también todos los otros poderes para que estos estuviesen en su favor. “Esta casa fue terminada el tercer día del mes de Adar, que era el sexto año del reinado del rey Darío. Entonces los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían venido de la cautividad, hicieron la dedicación de esta casa de Dios con gozo” (capítulo 6:15-16).