Las basas de plata, las tablas de maderay las barras

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Éxodo 26:15-29; 36:20-34
Las basas de plata
Ahora consideraremos el fundamento y la armadura del tabernáculo —las basas de plata y las tablas de madera de Sittim cubiertas de oro, y las barras con sus anillos de oro; o, en otras palabras, los fundamentos, las paredes y lo que unía las paredes.
Hemos notado que el tabernáculo era la primera morada de Dios en esta tierra, su habitación actual entre los hombres. Es simbólica de la iglesia. Como la gloria de Jehová moraba antiguamente dentro de las tablas y cortinas de aquella tienda mística en el desierto, y en ningún otro lugar en la tierra, así ahora la presencia de Dios es conocida entre aquellos que son "juntamente edificados, para morada de Dios en Espíritu" (Efesios 2:22).
La pompa y grandeza de los templos paganos, grandiosos y magníficos podían atraer a los reyes de la tierra, e inducir a miles a adorar alrededor de su altar, pero no podían pretender ser el tabernáculo de Jehová, el Dios de Israel, porque la morada escogida por Él era una humilde tienda construida según su propio diseño, y ordenada según su propia voluntad—el lugar donde su autoridad fue reconocida y sus mandatos fueron obedecidos. En cuanto a la edificación de la misma, leemos: "He aquí que la habían hecho como Jehová había mandado" (Éxodo 39:43); y la respuesta de ÉL a la obediencia de su pueblo en estas palabras conmovedoras: "Así acabó Moisés la obra. ENTONCES una nube cubrió el tabernáculo del testimonio, y la gloria de Jehová hinchió el tabernáculo" (Éxodo 40:33-34). Bendita pero solemne es la lección enseñada aquí. El lugar en donde se manifiesta la presencia y poder del Señor debe ser uno que Él mismo ha construido y ordenado. Las tradiciones y la sabiduría humana no tienen lugar ni autoridad allí.
Ahora nos fijaremos en el fundamento de plata. Cada una de las 48 tablas se levantaba sobre dos basas o pedestales de plata. No hubo base sólida para erigir las tablas de Sittim, por cuanto que la arena movediza del desierto no proporcionaba tal base firme. La plata en las Escrituras nos habla de la redención; así fueron edificadas las tablas sobre un fundamento precioso, y de muchísimo valor. Si nos referimos a Éxodo 30:11-16 veremos de dónde vino esta plata. Era el dinero de las expiaciones del pueblo. En el día cuando Israel fue contado, todo hombre cuyo nombre quedó inscrito, trajo medio siclo de plata en rescate por su alma. El claro sentido de la figura es que habla de la REDENCIÓN.
Es importante notar que nadie podía ser enrollado entre el pueblo de Dios hasta que hubiera sido pagado el dinero de la expiación. Así pues, nadie puede entrar al cielo aparte de la fe en la sangre de Cristo, la cual es el pago de la expiación. Muchísimas personas rechazan la sangre de Cristo, niegan la eficacia de su sangre; pero aparte de aquella sangre y fe en Aquél que la derramó, ningún hombre de cualquier hijo de Adán se halla escrito en "el Libro de la vida del Cordero." "Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (1ª Pedro 1:18-19).
Querido lector, te rogamos que sepas que no hay salvación aparte de fe en la sangre preciosa de Cristo. Que no te dejes ser engañado por hombres que predican contra la "sangre de Cristo," que dicen que el hombre no es un ser caído, sino que hay algún buen principio en él, que, al ser bien cuidado y educado, se desarrollará y producirá un hombre bueno al fin. ¡Cuán enteramente falso es tal engaño! Dios quiera que no prestes oído a tal enseñanza, aunque sea popular y los predicadores ocupen puestos altos en las iglesias y las universidades.
En la erección del tabernáculo las basas de plata eran la primera parte de la obra. Antes que fuese erigida una tabla o fuese metida una estaca, los meraritas pusieron sobre la arena descubierta del desierto las basas macizas de plata. Sin ellas no podía haber existido ningún edificio. Coincidiendo con esto, encontramos al apóstol Pablo llegando a la ciudad de Corinto, cuando no había ningún vestigio del testimonio allí, predicando a "Jesucristo, y a éste crucificado" (1ª Corintios 2:2), como el fundamento para el pecador. "Se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la Palabra de Dios" (Hechos 18:11). Esto era la fundación de la "iglesia de Dios...en Corinto," (1ª Corintios 1:2). Los que son salvos, son "llamados a la participación de su Hijo Jesucristo nuestro Señor" (1ª Corintios 1:9). En capítulo 3:10-11, el apóstol nos enseña que Cristo era el fundamento de la comunión de ellos en la iglesia, como lo había sido de su salvación.
Los nombres sectarios no pueden tener parte en ella, tampoco las doctrinas sectarias, por cuanto que éstos esparcen y dividen las ovejas del Señor, pero el nombre precioso de Cristo y su Palabra las juntan a una y las edifican. Al gloriamos solamente en su digno nombre, como el fundamento de nuestra salvación eterna, tengámoslo también como el precioso fundamento de nuestra comunión los unos con los otros, hasta que venga (1ª Tesalonicenses 4:14-18).
Las tablas de madera de Sittim.
Éxodo 26:15-25; 36:20-30, 34.
La armadura del tabernáculo era de madera de Sittim. Veinte tablas estaban sobre el lado norte, veinte sobre el sur, y ocho a lo largo del extremo occidental. Cada una de las tablas tenía dos quicios conectados con las dos basas de plata abajo.
Ahora bien, cada una de estas tablas representa un pecador salvo por gracia, quien, habiendo muerto como hijo de Adán, ha sido levantado de los muertos, vivificado en novedad de vida, y se halla delante de Dios en Cristo como un miembro de la verdadera iglesia. Estas tablas una vez estaban en un estado diferente. Eran acacias majestuosas plantadas en la tierra que las sostenía, y su savia las alimentaba. Sus raíces estaban en la tierra y eran de ella. Pero Jehová las había menester para la edificación de su morada, y el día llegó cuando el hacha fue puesta a la raíz de los árboles. Consideremos lo que quiere decir todo esto. Fueron cortados; murieron en cuanto a la tierra; su conexión con ella fue destruida para siempre; asimismo, cada creyente en el Señor Jesús—sacado de su lugar en este mundo por el poder de Dios—está edificado sobre el fundamento, Jesucristo (véase Efesios 2:20-22). Antes estaban en el mundo y eran de él, una parte de la creación vieja, hombres en la carne. Su gloria era como el "laurel verde," su vida era de este mundo: sentían lo terreno. Pero el hacha afilada de la verdad fuerte, poderosa en la mano del Espíritu, cayó sobre el corazón y la conciencia. Los abatió, y confesaron: "Caímos todos nosotros como la hoja;" "ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado" (Isaías 64:6; Job 19:1010He hath destroyed me on every side, and I am gone: and mine hope hath he removed like a tree. (Job 19:10)). El primer paso a una verdadera conversión a Dios es esto. Debe haber un "abatimiento" antes que pueda haber un "levantamiento." Este es el testimonio inequívoco de las Escrituras, y en todo caso de conversión a Dios registrado en ellas encontramos el mismo orden. Los pecadores tienen que ser quebrantados delante de Dios. Deben inclinarse y confesar su condición perdida. La soberbia así está nivelada y la gloria terrenal bajada al polvo.
El fariseo orgulloso en el camino a Damasco fue echado en tierra —literalmente, sin duda—pero la justicia humana de que se jactaba y su orgullo fueron abajados también (véase Hechos 9:1-61Rejoice not, O Israel, for joy, as other people: for thou hast gone a whoring from thy God, thou hast loved a reward upon every cornfloor. 2The floor and the winepress shall not feed them, and the new wine shall fail in her. 3They shall not dwell in the Lord's land; but Ephraim shall return to Egypt, and they shall eat unclean things in Assyria. 4They shall not offer wine offerings to the Lord, neither shall they be pleasing unto him: their sacrifices shall be unto them as the bread of mourners; all that eat thereof shall be polluted: for their bread for their soul shall not come into the house of the Lord. 5What will ye do in the solemn day, and in the day of the feast of the Lord? 6For, lo, they are gone because of destruction: Egypt shall gather them up, Memphis shall bury them: the pleasant places for their silver, nettles shall possess them: thorns shall be in their tabernacles. (Hosea 9:1‑6)). En cuanto al carcelero de Filipos, el terremoto sacudió la cárcel, y el poder de Dios despertó al carcelero, haciéndole clamar: "¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?" (Hechos 16:30). Los tres mil convertidos en el día de Pentecostés fueron "compungidos de corazón," y dijeron: "¿Qué haremos?" (Hechos 2:37). Así obra Dios. Se hallaban compungidos de corazón. Poco quebrantamiento hay en el día de hoy porque la verdad de Dios está rechazada en general. Hay mucha energía de la carne, poco arrepentimiento, porque los predicadores en general tienen demasiada miel en la boca, y temen de ofender a los oyentes. No les avisan la clara verdad de Dios; no "arrancan y derriban" como en el tiempo de Jeremías.
Querido lector, permítenos preguntarte: ¿Has sido humillado delante de Dios? ¿Te has inclinado, confesándote un pecador perdido e impío, apto solamente para las llamas eternas? No importa lo que sepas o hagas si tu propia dignidad no ha sido abatida; tendrás que ser abajado, o ahora o más tarde en el infierno. El punto en que insistimos es éste: no importa cómo o dónde, el pecador tiene que inclinarse y humillarse delante de Dios. Tiene que dejar entrar hasta el alma el filo penetrante de la verdad del Señor desnudándole y bajándole, antes de que pueda ser levantado como un hombre convertido—un hombre en Cristo.
El próximo punto es que el árbol fue despojado de sus ramas y cortado al tamaño prescrito por Dios.
Es después de salvarse que el proceso de desnudarse empieza. A medida que se permite obrar la verdad de Dios en la conciencia del creyente, éste encuentra que en él hay muchas cosas superfluas que es menester abandonar, cosas que en sus días mundanos él consideraba buenas y correctas, pero de las cuales ahora tiene que despojarse. Puede ser que no sean viles y sucias, pero no son cosas de la nueva creación; no están de acuerdo con su carácter de peregrino en esta tierra.
La Palabra de Dios efectúa este cambio a medida que el creyente se somete la vida y los caminos a la verdad. La verdad de Dios, en el poder del Espíritu Santo obrando sobre él, le desnuda y le forma según Su voluntad. Esta es la santificación práctica, demasiada práctica para ser adoptada por los meros profesantes de religión.
Las tablas después fueron cubiertas de oro.
Su hermosura natural les fue quitada, y en su lugar les fueron dadas hermosura y gloria divinas. Así es con el hijo de Dios; puede ser que no tenga ningún atractivo en los ojos de los hombres, pero los ojos de su Dios le ven como perfecto en su hermosura por la belleza que Él puso sobre su hijo. Está delante de Dios, "acepto en el Amado" (Efesios 1:6), —completo en Cristo.
Así una tabla tras otra fue cortada y levantada, pasando en figura por la muerte y resurrección para llenar supuesto en la morada de Dios. Del mismo modo, por la gracia maravillosa de Dios, Él está tomando del mundo un pueblo para su nombre (véase Hechos 15:14)—un pueblo que ha muerto y resucitado con Cristo para ser juntamente edificado para morada de Dios en Espíritu (Efesios 2:22).