Libre Albedrío

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Este término no se encuentra en la Biblia, pero sin duda lo que transmite sí. Significa que el hombre fue creado con una voluntad que era libre para elegir las cosas de Dios o para rechazarlas.
Lo que la mayoría de los cristianos evangélicos no aceptan es que el hombre perdió su poder de elegir, en las cosas de Dios, cuando Adán (la cabeza de la raza) cayó (Génesis 3). El hombre tenía libre albedrío antes de su caída, pero ejerció su voluntad para su propia caída. J. N. Darby dijo: “El hombre estaba libre en el paraíso, pero entonces él estaba disfrutando del bien. Pero él hizo uso de su libre albedrío, y consecuentemente, se convirtió en un pecador” (Letters, vol. 3, p. 316). La raza humana bajo Adán está ahora en un estado caído en el que el hombre es cautivo de su naturaleza de pecado, y así, ya no es más un ser moral libre con libre albedrío. Él es cautivo de su estado pecaminoso y es esclavo de sus pecados, y así, a no ser que Dios obre por medio de la vivificación (nuevo nacimiento), nadie irá a Cristo para salvación. El hombre en la carne puede escoger hacer esto o aquello en las elecciones ordinarias de la vida diaria, pero en las cosas espirituales, él nunca escogerá a Cristo.
La enseñanza que supone que el hombre en la carne (desde la caída) tiene libre albedrío, indica un malentendido en cuanto a la verdadera condición del hombre caído. Ella supone que el hombre en su estado perdido todavía tiene algún poder del bien en él para volver a Dios para la salvación, si así lo elige. Sin embargo, esta idea errónea niega la depravación total del hombre, de lo que la Escritura habla claramente. La Biblia enseña que el hombre en su estado caído es:
•  “Flaco” [“sin fuerzas”], y por lo tanto es incapaz de hacer nada para ayudarse a sí mismo (Romanos 5:6).
•  “No puede ver” el reino de Dios (Juan 3:3).
•  “No puede entrar” en el reino de Dios (Juan 3:5).
•  “No puede ... recibir” las cosas espirituales de Dios (Juan 3:27, 3:32).
•  “No puede venir” a Cristo para salvación (Juan 6:44, 6:65).
•  “No puede saber” (discernir) la verdad cuando se presenta (Juan 8:14).
•  “No puede oír” la Palabra de Dios cuando es predicada (Juan 8:43, 8:47).
•  “No puede agradar á Dios” en su estado caído (Romanos 8:8).
Así, los hombres perdidos están espiritualmente “muertos” en sus pecados y sin un sólo pulso de vida hacia Dios (Efesios 2:1, 2:5; Colosenses 2:13). ¿Cómo, entonces, alguien en esa condición impotente puede ser capaz de escoger a Cristo y creer en el evangelio cuando no hay facultades espirituales funcionando en él para responder al llamado de Dios? Es imposible.
J. N. Darby dijo: “El hombre, visto como él es, sin un pulso de vida con relación a Dios, está muerto en delitos y pecados” (Synopsis of the Bible – acerca de Colosenses, p. 48 edición, Loizeaux Brothers).
P. Wilson dijo: “Dios nos ha dicho fielmente que no sólo estábamos perdidos y sin ninguna fuerza para hacer nada al respecto, sino que estábamos moralmente muertos—muertos hacia Dios—sin ningún movimiento de nuestro corazón hacia Él” (Christian Truth, vol. 12, p. 250).
H. Smith dijo, “Si estamos muertos, no puede haber ningún movimiento de nuestra parte hacia Dios. El primer movimiento precisa venir de Dios” (Ephesians, p. 17).
A. P. Cecil dijo: “Antes de que un hombre nazca de nuevo, él es visto por Dios como muerto en sus delitos y pecados. Él no tiene más movimiento hacia Él que el que tiene un cadáver. Usted puede hablar con él acerca de Dios, pero él no escucha, no responde, ni ve. No tiene ni fe ni arrepentimiento, ni nada más, hasta la acción del Espíritu, cuando él es vivificado” (Helps by the Way, vol. 3, NS, p. 175).
A. H. Rule dijo: “El hombre está en un estado de muerte, y si ha de tener vida, Dios debe actuar soberanamente. Dios es Quien comienza. El propio hombre es impotente, como era el muerto Lázaro, hasta que la palabra vivificante es proferida... Humanamente hablando, un muerto no puede oír ni creer; ni puede hombre o ángel hacerle oír o creer. Pero Dios se mueve en la escena de la muerte, y todo cambia” (Selected Ministry, vol. 2, p. 210). La mayoría de los cristianos afirma que el hombre en sus pecados se encuentra totalmente depravado y perdido. Sin embargo, cuando se examina su doctrina sobre cómo una persona llega a Cristo para ser salva, se encontrará que ellos realmente creen que hay todavía algo bueno en el hombre caído—aunque sea una pequeña chispa. Así, ellos piensan que el hombre en la carne es capaz de responder al evangelio, si así lo elige. Lo que realmente están diciendo, sin darse cuenta, es que, aunque el hombre es malo, no es tan malo que no puede hacer algo para garantizar su propia bendición. La verdad es que antes de que Dios imparta una nueva vida a una persona, ella sólo tiene una naturaleza pecaminosa caída (la carne) en su interior. Si el hombre en su estado caído elige o decide venir a Cristo, entonces fue la carne quien hizo la elección. Esto, sin embargo, nunca sucederá porque “la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta á la ley de Dios, ni tampoco puede” (Romanos 8:7). La Escritura afirma claramente que la necesaria acción de Dios en el nuevo nacimiento no es “de voluntad de carne, ni de voluntad de varón” (Juan 1:13). C. Stanley señaló: “Sería un absurdo decir que la nueva naturaleza fue engendrada por el libre albedrío de nuestra vieja naturaleza pecaminosa” (Things New & Old, vol. 33, p. 29).
La verdad es que la carne no es capaz de responder al evangelio y ser sujeta a Dios—y nunca lo será. La idea de que el hombre tiene un libre albedrío hoy hace de la salvación el fruto de la propia voluntad del hombre. Es una doctrina que se tornó en sinónimo de arminianismo. (James Arminius, 1560-1609 d.C., enseñó que todos los hombres son pecadores depravados, pero él no vio que su depravación era tal que ellos no podrían escoger creer en el evangelio. Él enseñó que, aunque los hombres sean criaturas caídas, aún son agentes morales libres, y, por lo tanto, tienen el poder de creer en el evangelio, si así lo deciden.)
J. N. Darby dijo: “El arminianismo, o más bien, el pelagianismo, pretende que el hombre puede elegir, y que así el viejo hombre es mejorado por aquello que ha aceptado. El primer paso es hecho sin gracia, y es el primer paso el que realmente importa en este caso. Creo que debemos mantenernos en la Palabra, pero hablando de forma filosófica y moral, el libre albedrío es una teoría falsa y absurda” (Letters, vol. 1, p. 315-316).
En realidad, desde la caída, el hombre ya no es un agente moral libre. Es cautivo de su estado pecaminoso y esclavo de los pecados que comete (Juan 8:34). A no ser que Dios opere vivificando (nuevo nacimiento), nadie iría a Cristo para la salvación. Esto no significa que los hombres no son responsables de lo que hacen. El hombre decide cometer sus pecados y cuando los comete, viene a ser esclavo de ellos, pero aún es responsable de todo lo que hace (Mateo 12:36; Romanos 14:12). Por lo tanto, el que no tenga una voluntad libre para elegir a Cristo no significa que el hombre no sea responsable de pecar. J. N. Darby señaló que la responsabilidad del pecador es similar a un hombre que tiene una deuda de $100,000 que no puede pagar. Su incapacidad de pagar no lo exime de su responsabilidad.