Limpieza (Lavamiento)

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La Biblia habla de la purificación del alma cristiana de tres maneras:
•  Limpieza moral.
•  Limpieza judicial.
•  Limpieza práctica.
1) Limpieza Moral
Es efectuada en una persona cuando ella nace de nuevo. El Espíritu de Dios utiliza la Palabra de Dios (de la cual el agua es una figura) para comunicar vida divina al alma, y la persona es así “lavada” o limpiada (Juan 13:10 primera parte, 15:3; 1 Corintios 6:11). “Está todo limpio” (Juan 13:10 segunda parte). Es una limpieza de una vez por todas, pues el lavamiento que ocurre en el nuevo nacimiento nunca más se repite en una persona. La traducción de W. Kelly traduce esto como “bañado,” significando que este lavamiento es de una vez por todas. Como resultado, hay algo nuevo y limpio, en la persona—una nueva vida con una nueva naturaleza. En virtud de esta limpieza, ella pasa a ser parte de la familia de Dios, y, por lo tanto, nunca irá a juicio eterno.
2) Limpieza Judicial
Aunque la limpieza moral convierte a una persona en un hijo en la familia de Dios, la persona no se convierte, por sí sola, en un cristiano. Para tener el lugar distinguido de ser un cristiano en la familia de Dios, una persona necesita de más limpieza—lo cual es efectuado por la sangre de Cristo (la evidencia de su obra consumada) cuando se aplica por la fe en el corazón y la conciencia. Esto requiere que la persona tenga entendimiento del evangelio de la gracia de Dios y que reciba a Cristo como su Salvador. Este segundo tipo de limpieza tiene que ver con la purificación de la conciencia, y es lo que lleva a una persona a la plena posición cristiana delante de Dios en Cristo, sobre la cual ella es sellada con el Espíritu Santo (Hebreos 9:14; Efesios 1:13). Así, un cristiano es aquel que ha sido “limpiado” con agua (Juan 13:10 primera parte; Hebreos 10:22) y “limpiado” en la sangre de Cristo (1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5). El Sr. Darby distinguió estos dos lavamientos como: “limpieza moral” y “limpieza judicial” (Collected Writings, vol. 13, págs. 236, 238).
Así, hay dos agentes de limpieza necesarios para convertir a alguien en cristiano: el agua y la sangre. El agua tiene que ver con nuestro estado sucio y la sangre con nuestra culpa, es decir, con nuestra conciencia contaminada. Los santos del Antiguo Testamento nacieron de nuevo, y así fueron limpiados por el agua de la Palabra de Dios, pero no tuvieron una limpieza judicial de la conciencia efectuada por la sangre, porque Cristo aún no había consumado la redención. En consecuencia, sus conciencias no fueron purificadas, como las conciencias de los cristianos (Hebreos 9:14, 10:2). Esto puede verse en el hecho de que ellos vivían con un cierto grado de temor de que sus pecados fuesen traídos a juicio por Dios (Salmo 25:11, Salmo 25:18, etcétera).
En Juan 19:34, la “sangre” es mencionada antes del “agua,” porque está registrando el hecho histórico; mientras que en 1 Juan 5:6-8, el agua es colocada antes de la sangre, porque se refiere al orden de su aplicación en la vida de los hombres. Uno es el lado de Dios y el otro es el del hombre. Ante los ojos de Dios la sangre debe venir primero. Es requerida para que los hombres sean bendecidos. Todas las obras de Dios por Su Palabra y Su Espíritu, con relación al nuevo nacimiento, son dependientes y tienen en vista el hecho de que Cristo entraría al mundo y pagaría el precio por el pecado, de lo cual, la sangre habla (Hebreos 9:22). J. A. Trench dijo: “‘Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua’ (Juan 19:34). Este es el orden histórico, en el que la sangre viene primero, como base de todo lo que era necesario para la gloria de Dios y para nuestra bendición. En cuanto al orden de aplicación para nosotros, como Juan lo coloca en su epístola (1 Juan 5:6), el agua viene primero: ‘Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre ... Y el Espíritu es el que da testimonio’” (Scripture Truth, vol. 1, p. 22).
3) Limpieza Práctica
Hay una tercera clase de limpieza en el Nuevo Testamento que tiene que ver con el agua de la Palabra de Dios siendo aplicada en el andar y los caminos de los creyentes (Juan 13:10 segunda parte; Efesios 5:26). Esto tiene que ver con la limpieza práctica. Debemos dejar que el Espíritu de Dios aplique la Palabra de Dios a nuestros corazones y conciencias en nuestra lectura diaria de las Escrituras, y si Él trae a la luz algo en nuestras vidas que es inconsistente con la santidad de Dios, debemos juzgarnos a nosotros mismos y sacar esa cosa de nuestras vidas. Así somos limpiados de una manera práctica. Cuando conducimos nuestras vidas de acuerdo con las direcciones prácticas de una vida santa en la Palabra de Dios, tendremos como resultado la limpieza práctica. Aunque la limpieza moral y judicial son efectuadas por Dios en nosotros de una vez por todas, la limpieza práctica es la responsabilidad del cristiano. Debe acontecer continuamente en la vida de un creyente para que la comunión con Dios no sea interrumpida.