Mateo 14:22-34; 15:21-28: FE: ¿grande o poca?

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A veces, pensamos que la fe es un sentimiento muy deseable: que si tenemos una fe fuerte y grande, entonces tendremos la confianza, la certeza y el gozo; pero que si es poca, pasaremos los días temblando, llenos de temor e incertidumbre. Como consecuencia tratamos de tener los mejores sentimientos, pero en realidad esto es muy difícil, porque los problemas de la vida nos acechan y los quehaceres nos preocupan; además las dificultades llenan nuestras mentes y empezamos a hundirnos y llenarnos de sentimientos tristes. Y así podemos empezar a lamentarnos: ¡Qué lástima que mi fe no sea tan grande como la de otros! ¿Pero qué dice la Biblia de la fe? ¿Tiene que ver con nuestros sentimiento o es por mirar a Cristo? Veamos la respuesta en Mateo 14:22-34 donde el Señor habla de “poca fe” y en Mateo 15:21-28 donde Jesús dijo: “grande es tu fe”.
En Mateo 14 leemos que los discípulos estaban en medio del mar, en la oscuridad de la noche, en una barca azotada por las olas. ¿Has estado en una barca? Debo decirte que si has tenido esa experiencia estarás de acuerdo conmigo en que no hay algo mejor que pisar tierra firme; quizá te sentiste mareado y si estuviste en medio de una tormenta la situación seguramente fue aun más difícil. Así, el temor creció cuando ellos vieron que alguien estaba caminando sobre el mar y gritaron de miedo: ¡Un fantasma! Pero en ese instante oyeron la sublime voz de Jesús que les dijo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” ¡Cómo cambia la situación! Al escuchar la voz del Señor, Pedro dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Y cuando recibió la respuesta: “Ven”, empezó a andar sobre el mar. Luego de verle y escuchar su invitación, Pedro fue hacia él en medio de la tormenta: sus oídos estaban llenos de la palabra de Dios y sus ojos estaban viendo la forma del Señor en la oscuridad de la noche. Pero ¿por qué comenzó a hundirse? ... Hemos pasado por alto algo muy importante: luego de haber salido de la barca y antes de que empiece a hundirse, Pedro cambió su punto de vista. Vio el viento y su corazón se llenó de temor. El Señor le dijo: “¡Hombre de poca fe!” porque cambió su punto de vista, no porque tuvo temor: el temor surgió luego que dejó de mirar a Cristo.
En Mateo 15 vino una mujer cananea a Jesús diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Su hija era atormentada por un demonio pero aquella mujer no era israelita, así que no tenía derecho a recibir la bendición a través del rey de Israel, el Hijo de David; y, por eso el Señor no contestó su petición: quería que ella acepte su posición como una pecadora que no tenía derecho alguno. Los discípulos trataron de mandarle, mas no pudieron; entonces escuchó del Señor que había sido enviado solo a los hijos de Israel y tuvo que cambiar su clamor y dijo: ¡Señor, socórreme! Dios siempre quiere que vayamos a Él tal y como somos. El Señor le respondió: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”, ya que los gentiles eran como perros para los judíos. Pero ella aceptó ser como un perrillo y en esa condición pidió ayuda a Dios, pues sabía que Él era el único que podía salvarle y que Su corazón estaba lleno de amor y bendición aun para aquellos que no tenían derecho. Se apoyó en la fidelidad de Cristo y no apartó su mirada de Él; se postró ante Su presencia, sin ningún derecho; mas al descansar en Su amor Dios le bendijo de inmediato. Jesús le contestó: “Oh mujer, grande es tu fe”. La fe grande no es un sentimiento, sino la certeza que tiene como fundamento la Palabra de Dios, pues el Señor es el único que puede ayudarnos y además está dispuesto a darnos lo mejor. Las acciones demuestran la confianza y muchas veces los sentimientos siguen a las acciones; pero esto en sí no es fe, pues la fe es un don de Dios que se agarra de la Palabra de Dios y de esta manera es mucho más estable que los sentimientos.