Al fin de una predicación en una ciudad, hace algún tiempo, se acercó al Dr. D.M. Stearns, un forastero diciéndole, “No me gusta su predicación. No me gusta escuchar nada de la cruz. Yo creo que, en vez de predicar la muerte de Cristo en la cruz, sería mucho mejor presentar a Jesús como maestro y modelo.”
“Si le predicara a Cristo como modelo, ¿estaría dispuesto a seguir sus pasos?” replicó el Dr. Stearns.
“Ciertamente,” dijo el forastero, “seguiré sus pasos.”
“Bien,” dijo el Dr. Stearns, “empiece con el primer paso, 'El cual no hizo pecado.' ¿Puede Ud. seguirle?”
El forastero quedó confundido. “No,” dijo, “yo peco; tengo que confesarlo.”
“Entonces,” dijo el Dr. Stearns, “su primera y urgente necesidad de Cristo no es como un modelo, sino como su Salvador. Esta es la necesidad de todo hombre” (véase Romanos 3:23-26).
“Pero Dios probó Su amor hacia nosotros en que, siendo pecadores, murió Cristo por nosotros.” Romanos 5:8 N.C.