Notas misceláneas: Número 158

“Mas a vosotros los que oís, digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lucas 6:27-28).
Nunca abrigues resentimiento en tu corazón, no importa cuán malo sea el trato que hayas recibido de tu injuriador. Si le perdonas, serás mucho más feliz. Recuerda las palabras de verdad: “su honra es disimular la ofensa” (Proverbios 19:11). El Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Perdona, si deseas ser perdonado” (compárese Marcos 11:25). La actitud perdonadora trae la verdadera felicidad, pero el resquemor acarrea el remordimiento.
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“¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25).
Mientras el salmista meditaba sobre la porción que era suya en el Señor, y a la vez anhelaba disfrutar de su herencia celestial, él perdió su apetito para las cosas terrenales y no codició más de lo que era meramente temporal y transitorio.
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PUNTO: La humildad delante del hombre es a menudo la mejor prueba de la restauración del alma para con Dios.
(J.N. Darby)
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“Sabe el Señor librar de tentación a los píos” (2 Pedro 2:9).
Dios tiene mil llaves para abrir mil puertas en rescate de los Suyos aun cuando se presente aun el caso más extremo. Pero si procuramos meter la mano en Su accionar y preguntarle: “¿Cómo vas a hacer Tú eso o aquello?”, estamos errados. No tenemos nada que ver con el asunto: hay que dejar al Todopoderoso ejercer Su propio oficio y manejar su propio timón.
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Extracto: El Cristo resucitado es la demostración de la redención consumada; y si la redención es un hecho cumplido, entonces la paz del creyente es una realidad perfectamente fundamentada.
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“Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa ... ”.
“Discerniendo el cuerpo del Señor”  ... “que si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados” (1 Corintios 11:28-29,31).
La preparación esencial para comer la Cena del Señor es examinarse y discernirse a sí mismo. No es un descubrimiento agradable; efectivamente, lo que hallamos por medio de este juicio propio nos puede dejar pensando: “¿Participaré de la Cena?”. Pero habiéndonos juzgado a nosotros mismos previamente, somos exhortados a “comer”. Este ejercicio nos capacita a discernir el cuerpo del Señor: “Este es Mi cuerpo, que por vosotros es dado” (Lucas 22:19), aun siendo nosotros tales, cual hemos hallado ser, por medio del juicio propio. Tal realización debe animarnos a adorar al Señor de todo corazón.
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“Teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor” (Filipenses 1:23).
Una anciana yacía en su lecho de muerte y las amigas que rodeaban la cama estaban llorando; pero ella no lloraba. Mirándolas, con calma les dijo, “Me voy”. Luego, mirando hacia el cielo, dijo, “Ya vengo”, y enseguida estuvo con su Señor.
¡Cuán diferente el fin del ateo notorio que gritó, “Quédese conmigo, pues no puedo soportar estar solo! Mande venir acá siquiera un niño, porque es un infierno el estar solo”. ¡Solitaria de veras el alma que, sin Cristo, ha de enfrontar a la Muerte y a la Eternidad!
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UNA PREGUNTA: Si Jesús murió a las tres de la tarde de viernes, y resucitó por la mañana del domingo, ¿cómo se entiende el dicho que estaría “el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40)?
UNA RESPUESTA: Es de notar que los judíos, por lo común, consideran cualquier parte de un día, o período de tiempo, como si fuera el todo. Así, desde la hora de nona (las tres de la tarde) de viernes hasta la madrugada del domingo, el intervalo sería llamado “tres días”, o aun “tres días y tres noches”, las noches no literal y numéricamente significadas, sino que el término, “día y noche” significa un día sencillo o sea un período diurno.
Jesús estuvo en el sepulcro una parte del viernes, todo el día sábado, (desde la puesta del sol al fin del viernes hasta el principio del primer día de la semana al ponerse el sol el sábado) más unas horas del domingo. Desde la creación del mundo el período diurno empezó de tarde, no de mañana: “fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5). Los dos discípulos, que iban caminando de Jerusalén hacia Emaús el domingo de la resurrección, dijeron al Señor: “esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24:13,21). Ellos contaban viernes por el primer día, el sábado por el segundo, y el domingo por el tercero. Otro ejemplo: ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro” (Juan 20:26). Los judíos, refiriéndose a un intervalo transcurrido de una semana de días, o sea siete, dicen: “ocho días después”. Hay otros pasajes de la Biblia que demuestran la misma costumbre.
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“Dios ... nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios” (2 Corintios 1:3-4).
El que quiere consolar a otros tiene que aprender el arte en el horno de aflicción. De nuestro bendito Señor Jesús está escrito que “en cuanto Él mismo padeció ... es poderoso para socorrer” (Hebreos 2:18).
Cuando pruebas y aflicciones se presenten, llevémoslas al Señor para poder aprender el secreto de Su consolación y de Su victoria. Siendo instruidos por Él, podremos compadecernos de otros y consolarles en verdad.
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Núm. 158. — Para enero y febrero de 1976. —1 de enero de 1976. — Palabras de Edificación, Exhortación y Consolación. — Publicación bimestral. — Oficinas editoriales y de impresión, Tipográfica Indígena, Domingo Diez 503-M, Cuernavaca, Mor., México. — Director, A. Farson A. — Reg. artículo 2a clase, 28 de enero de 1963. Consta de 32 Páginas. — Tiro 3200.