Nueva Creación

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Esto se refiere a la nueva raza de hombres que Dios está creando actualmente bajo Cristo, “el postrer Adam” y “el segundo Hombre” (1 Corintios 15:45, 15:47). Dado que la primera raza de hombres bajo Adán falló terriblemente (Eclesiastés 7:20; Romanos 3:23), Dios se propuso hacer una raza completamente nueva bajo Cristo, que Lo representará adecuadamente en este mundo y Lo glorificará en todas las cosas.
Para que esta nueva raza de creación existiese, primero tenía que haber la Cabeza de la raza. La Escritura indica que el Señor Jesús se convirtió en la Cabeza de esta nueva raza, que Dios estaba a punto de crear, cuando resucitó de entre los muertos. Dice que Él es “el Principio, el Primogénito de los muertos” (Colosenses 1:18 segunda parte). Al levantarse de entre los muertos, Cristo vino a ser el “principio” de un nuevo orden de humanidad (Apocalipsis 3:14). Hebreos 2:10 confirma esto, afirmando que, ya que el propósito de Dios era traer “muchos hijos” (una nueva raza) a la “gloria” (una condición glorificada), “el Autor” de su salvación (el Señor Jesús) primero tenía que ser hecho perfecto. Esto se refiere a la resurrección y glorificación de Cristo (Lucas 13:32; Hebreos 5:9). Así, Aquel que estaba destinado a ser Cabeza de esta nueva raza tuvo que ser glorificado primero, antes de que pudiese haber una raza glorificada bajo Él. “Gloria” (la glorificación del espíritu, alma y cuerpo) es algo que no había sido predicho de la vieja raza bajo Adán, aunque Dios había dicho que ese primer orden del hombre era “bueno en gran manera” (Genesis 1:31). Esto demuestra la superioridad de esta nueva raza. Siendo Cabeza de la raza, Cristo tiene el lugar de “Primogénito.” Esto significa que Él es distinguido de los demás en la raza, teniendo el “primado” en “todo” (Colosenses 1:18 segunda parte). (Véase Primogénito y Autoridad de Cristo Como Cabeza).
Aquellos que creen en el Señor Jesucristo y son así sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1:13), forman parte de esta nueva raza por la morada del Espíritu. Esta conexión es vista en las epístolas de Pablo a través de la expresión: “en Cristo” (2 Corintios 5:17; Gálatas 6:15, etcétera). El mismo día en que el Señor resucitó de entre los muertos, Él demostró Su liderazgo de la nueva raza al conectar a los discípulos Consigo mismo en la vida de resurrección, soplando sobre ellos y diciéndoles: “Tomad el Espíritu Santo” (Juan 20:22). Esto es similar a lo que el Señor hizo con Adán en la primera creación cuando Él alentó en él “soplo de vida” (Génesis 2:7).
La Escritura dice que “el que santifica (Cristo) y los que son santificados (los cristianos), de uno son todos” (Hebreos 2:11). Esto se refiere a la raza de la nueva creación la cual es de la misma naturaleza y especie que Cristo. “De uno son todos” no se refiere a la unidad del cuerpo de Cristo, ni tampoco habla de la unidad de la familia de Dios, sino de nuestra unidad de especie con Cristo, la Cabeza de la nueva raza. Es una expresión que indica que estamos unidos con Él como una misma masa, siendo de la misma sustancia que Él. Para indicar Esto, la Escritura dice que los integrantes de la nueva creación son “de Cristo” (Gálatas 3:29, 5:24). Por lo tanto, estando en esta nueva raza, no solamente estamos “en Cristo” en cuanto a nuestra posición, sino que también somos “de Cristo” en cuanto a nuestra unidad de especie con Él. Estando en esta nueva raza, a los cristianos se les refiere como a “hijos” de Dios (Hebreos 2:10), como a “hermanos” de Cristo (Hebreos 2:11) y como a “participantes [compañeros]” de Cristo (Hebreos 3:14).
Un ejemplo de unidad de especie es cuando la mujer de Adán fue traída a él. Él había visto varias criaturas pasar ante él, y cada una era “según su género” (Génesis 1:21, 1:24-25). Sin embargo, no se encontró ninguna de entre todas esas criaturas que fuese de la especie de Adán, y así, todas ellas eran inadecuadas para él. Pero cuando Dios le trajo la mujer, por primera vez Adán vio a una de su propia especie y dijo: “Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Del mismo modo, nosotros somos “uno” con Cristo en este nuevo orden de humanidad. Somos de un mismo grupo y especie con Él y así, completamente adecuados para Él. Por eso, Hebreos 2:11 continúa diciendo que Cristo “no se avergüenza de llamarlos hermanos.” Lejos esté el pensamiento, pero si Adán hubiese tomado una de las otras criaturas para ser su esposa, habría estado avergonzado, porque ellas son inferiores y serían totalmente inadecuadas para él. Pero ese no es el caso con Cristo y esta nueva raza de hombres. Lejos de avergonzarse, Cristo se alegra de presentarnos como Sus hermanos. Él dice, “He aquí, Yo y los hijos que Me dió Dios” (Hebreos 2:13). Tal es la superioridad de esta raza que no ha sido una condescendencia que Él se identifique con nosotros, porque somos de Su especie. ¡Esto demuestra la dignidad de esta nueva raza!
Es de destacar que, aunque el Señor no se avergüenza de identificarnos con Él como sus hermanos, la Palabra de Dios nunca nos dice que nosotros Lo llamemos “nuestro Hermano Mayor,” o que utilicemos otros términos de familiaridad. Él tiene una gloria de preeminencia como Cabeza de la nueva creación que Lo distingue de todos los demás en la raza. Es una gloria que Él no comparte (Juan 17:24). Las palabras del Señor a María indican este lugar especial y distinguido que Le pertenece solo a Él. Él dijo, “Subo á Mi Padre y á vuestro Padre, á Mi Dios y á vuestro Dios” (Juan 20:17). Nota: Él no dijo a “nuestro” Padre y a “nuestro” Dios, sino que Él se menciona a Si mismo en relación con Su Padre y Su Dios separadamente de los creyentes. Esto demuestra que, como Hombre, Él tiene preeminencia en todas las cosas en la nueva raza de creación.
Además, este nuevo orden de humanidad no tiene distinciones nacionales, distinciones sociales, distinciones de sexo, etcétera, como tiene la primera raza bajo Adán (Genesis 1:27; 1 Corintios 11:3-14). El apóstol Pablo dijo, “No hay Judío, ni Griego; no hay siervo, ni libre; no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, 6:15). Puesto que esta raza es asexuada, personas nuevas no son agregadas a ella a través de la procreación, sino por obra del Espíritu Santo en un nuevo nacimiento y salvación. Así, cada persona que cree en el Señor Jesucristo es una creación individual de Dios. Todos estos son “criados en Cristo Jesús” como partes individuales de la “hechura Suya” (Efesios 2:10, 4:24; Colosenses 3:10), como dice la Escritura, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura [creación] es” (2 Corintios 5:17). Tendemos a pensar que Dios cesó Su obra de creación cuando hizo el mundo y colocó al hombre en la tierra, pero Dios todavía está creando hoy—en el sentido en que estamos hablando—agregando a personas, como creaciones individuales, a la nueva raza bajo Cristo.
En la antigua creación, los ángeles también fueron creados individualmente, pero no debemos pensar que esta nueva raza es similar a la de los ángeles. De hecho, ¡somos un orden superior de seres creados! Esto puede verse en el hecho de que cuando Cristo resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos como Hombre, Él pasó a través del lugar elevado en el cual los ángeles están, y elevó a la humanidad a un lugar muy por encima de los ángeles. Cuando Él entró en los cielos como Hombre, se sentó en un lugar “sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero” (Efesios 1:21). (“Principado y potestad,” etcétera, se refiere a los seres angelicales). Esto significa que no sólo es Cristo que está en un lugar superior al de los ángeles, ¡sino que ahora existe una raza entera de hombres bajo Él que es superior a esos seres angelicales también! Los hombres de esta nueva raza de creación son ahora del más alto orden de las criaturas de Dios. Una vez fueron parte de una raza que fue creada “un poco menor” que los ángeles (Hebreos 2:7), pero ahora estamos en una raza que no es un poco superior a los ángeles—estamos “sobre” ellos!
Como lo fue con Adán en la vieja creación, todo en la nueva raza de creación lleva el carácter de la Cabeza de la raza. Tiene Su marca de “justicia y ... santidad” en ella (Efesios 4:24). Así, seremos no sólo físicamente “semejante” a Él (Filipenses 3:21), sino también moralmente “semejantes á Él” (1 Juan 3:2). En cuanto a la semejanza moral, la Escritura dice: “Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en santidad de verdad” (Efesios 4:24). Y nuevamente: “habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestidos del nuevo, el cual por el conocimiento es renovado conforme á la imagen del que lo crio; donde no hay Griego ni Judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni Scytha, siervo ni libre; mas Cristo es el todo, y en todos” (Colosenses 3:9-11).
Como hombres en esta raza (cuando estemos glorificados), podremos perfectamente representar a Dios en el mundo venidero, por haber sido renovados en conocimiento según la “imagen” del que nos creó. (“Imagen,” en la Escritura, siempre trae el pensamiento de representación (Génesis 1:26; Lucas 20:24)). Siendo este el caso, el apóstol continúa diciendo que necesitamos ejercitarnos en exhibir, en un sentido práctico, las características morales del “nuevo hombre” (o sea Cristo de manera característica) del cual nos hemos vestido (Efesios 4:24; Colosenses 3:10)—esto es, para que exhibamos la verdad de “Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Nuestra conexión con Cristo en la nueva creación es frecuentemente confundida con nuestra conexión con Él como miembros de Su cuerpo (místico). Sin embargo, estas son dos relaciones diferentes que tenemos con Él. La diferencia es que, como hombres en la nueva raza, estamos “en Cristo” (2 Corintios 5:17; Gálatas 6:15) y somos “de Cristo” (Gálatas 3:29, 5:24), mientras que, como miembros de Su cuerpo, estamos unidos “a” Cristo (2 Corintios 11:2; Efesios 1:22, 4:15) y estamos en “el Cristo.” Puede haber algunas excepciones, pero “el Cristo” es un término en las epístolas de Pablo que denota la unión mística de la Cabeza y los miembros de Su cuerpo como una unidad (1 Corintios 12:12; Efesios 1:10, 3:4 – traducción J. N. Darby). Además de eso, la nueva creación es una cosa individual (2 Corintios 5:17—“Si alguno...”). La membresía del cuerpo de Cristo es una cosa colectiva—muchas veces referida por maestros de la Biblia como unión. Por lo tanto, la Escritura no habla de la Iglesia como estando “en Cristo,” sino que lo somos como hombres en la nueva raza de creación. Ambos son verdaderos para los creyentes, sólo que denotan diferentes aspectos de nuestra conexión con Cristo. W. Scott dijo: “Cuando se habla de alguien en cuanto a su membresía en el cuerpo, no se dice que está ‘en Cristo.’ Nosotros [como miembros de Su cuerpo] no estamos en la Cabeza. La unión de las distintas partes y miembros del cuerpo humano no están en la cabeza; ellos están unidos a la cabeza, pero no en ella. ‘En Cristo’ transmite un aspecto de la verdad que es distinto de la unión a Él. Unido a Él se refiere al cuerpo; en Él se refiere a la raza [de la nueva creación]. Ambos, por supuesto, son verdaderos para los creyentes” (The Young Christian, vol. 5, p. 14).
La perspectiva que Dios tiene para esta nueva raza es tener a todos en ella “glorificados” con Cristo (Romanos 8:17-18) y también manifestarlos como “hijos de Dios” ante el mundo en el día milenario venidero (Romanos 8:18; 2 Tesalonicenses 1:10). En la actualidad, no parecemos ser diferentes de otros hombres (1 Juan 3:2), pero esto es porque todavía estamos en nuestros cuerpos de humillación (Filipenses 3:21), que forman parte del orden de la vieja creación. Sin embargo, “como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). Es decir, viene un día cuando seremos glorificados como Cristo—en espíritu, alma y cuerpo. Esto significa que nuestros cuerpos tendrán las capacidades que el Señor demostró en Su cuerpo después de que resucitó de entre los muertos—atravesando objetos físicos, viajando a grandes distancias en un momento de tiempo, etcétera (Lucas 24:33-36; Juan 20:19). La naturaleza caída de pecado en nosotros también será erradicada. Así, estamos actualmente en un proceso de transición de Adán a Cristo, que no estará completado hasta que el Señor venga por nosotros.