Número 155: Mateo 7, Hechos 27, La perfecta humanidad de Jesucristo, Israel y la Iglesia y más…

Table of Contents

1. Un himno nuevo: HMAD número 487
2. La perfecta humanidad del Señor Jesucristo
3. Mateo 7:1-14
4. Confirmados en la verdad presente: Parte 2
5. Hechos 27:27-34
6. Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 4
7. El increíble pez llamado mújol o múgil
8. Notas misceláneas: Número 155

Un himno nuevo: HMAD número 487

Este himno nuevo, MI PILOTO SÉ, viene del original, SAVIOUR, PILOT ME, escrito por Edward Hopper (1816-1888). Se halla solamente en el “Himnario Mensajes del Amor de Dios” (núm. 487), e impreso con la única melodía, PILOT, compuesta por John E. Gould (1822-1875).
1. Mi piloto sé, ¡oh Salvador!,
Por la vida en que hay temor:
Olas llevan mi bajel
Do se esconde roca infiel;
Carta, brújula eres y luz;
Mi piloto sé, Jesús.
2. Vientos fieros puedes calmar:
“¡Enmudece, calla, oh mar!”,
Fue el mandato de Tu voz,
¡Gran y omnipotente Dios!;
Soberano Tú eres del mar,
Calma siempre me has de dar.
3. Largo el viaje, al fin llegará
En Tu puerto en gloria allá;
Siempre en paz contigo estar
Y en Tu seno reposar;
Mi piloto, Te alabaré
Cuando al puerto arribaré.
Los pensamientos expresados en las estrofas del himno se hallan en las siguientes Escrituras y en muchas otras: Salmo 107:23-31; Marcos 4:39-41; Proverbios 4:18; Juan 14:3.

La perfecta humanidad del Señor Jesucristo

G.H. Hayhoe
“En Él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Colosenses 2:9).
“ ... Para que en todo tenga el primado” (Colosenses 1:18).
Antes de tratar detalladamente este asunto importantísimo de la humanidad sin pecado del Señor como hombre, creemos oportuno llamar la atención a la gloria de Su Persona bendita. Él es el Verbo eterno (Juan 1:1). Él es el Hijo unigénito que está en el seno del Padre (Juan 1:18). Él es Aquel por el cual todas las cosas fueron creadas y que sostiene todas las cosas con la palabra de Su potencia (Hebreos 1:2-3). Él era la delicia del Padre desde la eternidad (compárese Proverbios 8:30). Se les exhorta a los ángeles que Le adoren como Hombre (Hebreos 1:6). Los magos del Oriente también se postraron y Le adoraron cuando Él era un Niño (Mateo 2:11).
Teniendo presentes estos pensamientos, verdaderamente es cosa muy solemne la de tratar de Su humanidad perfecta. Debemos de hacerlo como adoradores, “cautivando todo intento (o pensamiento) a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5). El misterio de Su Persona gloriosa trasciende más allá de la comprensión de la mente humana, como el Verbo dijo: “Nadie conoció [o conoce] al Hijo, sino el Padre” (Mateo 11:27). Ya que podemos saber solamente lo que nos ha sido revelado por medio de la Palabra de Dios, es imprescindible que no vayamos más allá de lo que dicen las Escrituras de Verdad, a las que deben sujetarse nuestros pensamientos o en nuestros comentarios acerca del Señor Jesús.
En contraste, notemos lo que las Escrituras nos informan acerca de Adam, el primer hombre, en inocencia en el huerto de Edén. No tenía el conocimiento del bien y del mal antes de que pecara, sino estaba sencillamente en el estado de obediencia (compárese Génesis 2:16-17). Cuando fue creado no tenía una naturaleza caída, tampoco tenía una naturaleza santa, porque la santidad consiste en aborrecer el mal con deleite en lo bueno. Tenía una naturaleza inocente la cual perdió en su caída, para jamás recobrarla. (Génesis 3:22-24). Los niños no nacen con una naturaleza inocente, sino caída (Salmo 51:5).
Cuando vino “el cumplimiento del tiempo” en que el Señor Jesús había de nacer según la promesa, el mensaje dirigido a la virgen María fue éste: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Él era y es santo ... es el Hijo de Dios. Es el “Cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19). La Escritura dice: “no hay pecado en Él” (1 Juan 3:5), es decir, ninguna naturaleza pecaminosa. Él pudo decir: “viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en Mí” (Juan 14:30). El Señor Jesús, bendito sea Su Nombre, como hombre en este mundo, tenía exclusivamente una naturaleza santa como lo era santo desde la eternidad (Hebreos 13:8; Salmo 111:9).
Los que somos nacidos de la raza de Adam nacimos en un estado pecaminoso (Salmo 51:5; Santiago 1:14) y tenemos una naturaleza caída dentro de nosotros. “Lo que es nacido de la carne, carne es”. Es preciso, entonces, que un hombre renazca para poder entrar en el reino de Dios: “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). La vida que Dios nos da cuando renacemos es la vida de Cristo mismo; así leemos que “Cristo” es nuestra “vida” (Colosenses 3:4). Y somos informados que en esta vida el así llamado “nuevo hombre” “es criado conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad” (Efesios 4:24). Leemos también que “cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque Su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9). Así estas Escrituras demuestran muy claramente que Dios imparte al creyente la vida de Cristo la cual es creada en justicia y en santidad de verdad y no puede pecar.
Sin embargo encontramos hoy en día personas, presumiblemente bien instruidas en la doctrina de Cristo, que enseñan el error terrible de que Cristo podía pecar, aunque reconocen que no lo hizo. Aun pensar en ello causa profunda tristeza de corazón a los que Le aman y Le adoran como Dios el Hijo. Un versículo mal interpretado para dar apoyo a esta enseñanza falsa es Hebreos 4:15: “Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Ahora bien, este versículo en realidad niega el pensamiento que Cristo podía pecar. Nos señala que el Señor Jesús como hombre perfecto sentía cabalmente todo lo que un hombre justo podía sentir en este mundo de pecado, no obstante Él mismo era “sin pecado”. [La Escritura no dice que “Él no pecó”, como si Él hubiera sido capaz de cometerlo, sino que Él era “SIN PECADO”]. Él experimentaba hambre, sed, cansancio, reproches, pero a pesar de todo era absolutamente santo. Cuando el diablo se acercó a Él en la tentación en el desierto, no cedió un ápice a la tentación, porque “no hay pecado en Él”. Cuando, sin haber recibido un orden de Su Padre, rehusó transformar piedras en pan, Él tenía hambre por cuanto era un hombre real, y de consiguiente “padeció siendo tentado” (Hebreos 2:18). Este pasaje no sugiere ni siquiera por un instante que había en Él tendencia alguna de desobedecer a Su Padre. Habiendo Él tomado el lugar de un hombre, aprendió lo que costaba la obediencia. (Hebreos 5:8).
Algunos han dicho que la palabra “tentar” pierde su significado si no implica la posibilidad de pecar. Pero esto es contrario a la Escritura y una deshonra ofensiva a Dios, por cuanto la Escritura no solamente habla del Señor Jesús como un hombre tentado, sino también de hombres que tentaron a Dios en los tiempos antiguos (Salmo 95:8-9). ¿Acaso se infiere de esto que Dios podía pecar? ¡Que seamos preservados de abrigar un pensamiento tan deshonroso de la Deidad! Ningún verdadero hijo de Dios podría abrigar tal pensamiento a menos que el tal dejase de reconocer en qué manera tan terrible doctrina deshonra a Dios y a Su Hijo. ¿Cómo podríamos depender de Su Palabra para nuestra salvación si fuera así? Damos gracias a Dios que la Escritura nos dice que “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18). Ahora bien, la tentación del Señor Jesús tuvo como propósito demostrar quién era Él como hombre aquí. Satán se llegó al primer hombre, Adam y con una sola tentación, Adam cedió y cayó. [Después de haber pasado cuatro milenios] Satán vino con sus tentaciones al Segundo Hombre —“el Señor ... del cielo” (1 Corintios 15:47)— pero el maligno se encontró con Aquel que tenía sólo una naturaleza santa y que replicó a todas sus tentaciones haciendo uso de la Palabra de Dios, como convenía a un hombre dependiente de Dios. Cuando nosotros, como cristianos poseyendo la vida de Cristo, respondemos a las tentaciones de Satanás con la Palabra de Dios, le venceremos también. Pero todavía tenemos la vieja naturaleza caída ¡ay! tanto como la nueva vida; así es posible que nosotros cedamos a la tentación: “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado” (Santiago 1:14). Este versículo no tuvo nada que ver con el Señor Jesús.
Tal vez algunos dirán que el Señor Jesús en el huerto de Getsemaní dijo a Su Padre: “no se haga Mi voluntad, sino la Tuya” (Lucas 22:42). Pero esta súplica, cuando es percibida en su verdadero sentido, es preciosísima. El Señor Jesús —como el Santo— se retrajo de ser hecho pecado, (“Al que no conoció pecado, Dios hizo pecado por nosotros”; 2 Corintios 5:21), como lo fue en aquellas tres horas de las tinieblas. Pero Él era el hombre perfecto y obediente que había venido para hacer la voluntad de Su Padre a todo trance. Aquí la luz y el amor brillan en todo su esplendor: el Señor Jesús aborreciendo el pecado —puesto que el pecado era tan contrario a Su bendita y santa voluntad—, sin embargo en amor y en obediencia a la voluntad de Su Padre sometiéndose a la cruz para que Dios fuese glorificado y el pecado quitado para siempre jamás.
Así en vez de procurar sondear el misterio divino de la Persona del Señor Jesús quien era Dios perfecto y hombre perfecto, postrémonos en adoración como lo hicieron los magos del Oriente de antaño.
Hay dos cosas enseñadas claramente en las Escrituras: (1) que la ruina del primer hombre Adam por medio de la caída, es total, de modo que su voluntad está en enemistad contra Dios; y (2) que Dios empieza de nuevo en Sus tratos con el hombre, enviando a Su bendito y santo Hijo, el Señor Jesucristo, cuya voluntad era hacer solamente la voluntad de Su Padre. Cuando Dios empieza una obra en el alma de un hombre, Él imparte primeramente una nueva vida; todo lo que es aceptable y agradable a Él emana de esa nueva vida. “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios” (Juan 1:13). “Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8). Si somos inteligentes en cuanto a la Persona gloriosa del Señor Jesús en el cual mora toda la plenitud de la Deidad, y con respecto a las dos naturalezas en el creyente, entonces no cabe duda de que seremos conservados del error terrible de negar la humanidad perfecta, santa y pura del Hijo de Dios.
Único Hijo de Dios, divino en Su persona,
Naturaleza humana Él por siempre asumió;
Y de estas dos la unión —fundadas ya en una—
En Jesús el manantial de tierno amor formó.
Que Dios guarde a los corazones y las mentes de Su pueblo, en estos días de pruebas, de cualquiera y toda cosa que ataca a la Persona o la obra de Su amado Hijo.
Referencias: Juan 8:46; Hebreos 4:15; 7:26; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 3:5.

Mateo 7:1-14

J.H. Smith
(continuación del número anterior)
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir” (versículos 1-2).
Esta exhortación del Señor Jesús tiene que ver con el juzgar los motivos de otros. Sólo Dios conoce los motivos. “La palabra de Dios ... discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12), sean buenos o malos. Pero no nos conviene, siendo nosotros mismos seres con tantos defectos y flaquezas, juzgar los unos a los otros, porque ese pasaje no tiene que ver con el pecado manifiesto.
La iglesia en Corinto se vio obligada a juzgar al fornicario de entre ellos: “¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará; quitad pues a ese malo de entre vosotros” (1 Corintios 5:12-13). Y cuando un hermano haya ofendido a otro, es preciso que el ofensor y el ofendido se reconcilien (léase Mateo 18:15-20).
“Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo? O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo? ¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano” (versículos 3-5).
Una mota es una cosita comparativamente insignificante, como la es una astilla en comparación con un palo. Esa exhortación divina tiene como fin que nos demos cuenta de nuestras propias faltas y deficiencias, y las juzguemos, antes de que el procurar corregir a otros hermanos.
“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen” (versículo 6).
Siempre habrá “hombres importunos y malos; porque no es de todos la fe” (2 Tesalonicenses 3:2). No conviene procurar comunicar las santas cosas de Dios a los tales, tampoco mostrarles las inescrutables riquezas de Cristo. El debido mensaje para el inconverso es: “Arrepiéntete de tus pecados”. Este le toca en la conciencia, no en la inteligencia.
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá” (versículos 7-8). Por supuesto, la promesa es dirigida a los que piden, buscan y llama “en sinceridad”. El Salmo 84:11 dice: “No quitará el bien a los que en integridad andan”. Aquí la promesa indica que Él va a añadir el bien. Y aunque no recibimos exactamente lo que pedimos, no encontramos precisamente lo que buscamos, y no nos es abierta la puerta esperada, sin embargo Dios es muy bondadoso y mejor que cualquier hombre, como el Señor declaró luego, dando un ejemplo: “¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?” (versículos 9-11).
Así que si Dios nos niega algo, es porque no sería para nuestro bien. Dios conoce el futuro, nosotros, no. Pero sabemos “que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, es a saber, a los que conforme al propósito son llamados” (Romanos 8:28).
“Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas” (versículo 12).
Esta exhortación del Señor ha sido llamada “la regla de oro”. Está llena de bondad para con el prójimo, no importa aunque éste vuelva mal por bien. “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).
“Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (versículos 13-14).
La Palabra de Dios señala muy claramente el camino que lleva a la salvación: “arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Los ateos no buscan ninguna puerta de entrada y perecerán en sus pecados. A los que son religiosos el diablo ofrece la religión popular, sea la que sea, siempre con un programa de “obras muertas” tratando de sustituir la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo mediante el derramamiento de Su sangre preciosa para la remisión de nuestros pecados. “Por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
(seguirá, Dios mediante)

Confirmados en la verdad presente: Parte 2

H.E. Hayhoe
El perdón
La verdad acerca del perdón eterno del pecado no fue revelado antes de la primera venida de Cristo. Por lo común, el perdón mencionado en el Antiguo Testamento era gubernativo; es decir, tuvo que ver con esta vida, no con la eternidad.
La enseñanza comprensiva de la Epístola a los Hebreos tiene por meta introducir a los creyentes a la bienaventuranza de Hebreos 10:4: “Porque con UNA SOLA OFRENDA hizo perfectos para siempre a los santificados”.
Esta es la bienaventuranza presente del cristianismo: “no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:18).
Esta es la posición actual de cada creyente delante de Dios. Pedro la predicó: “ ... todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por Su nombre” (Hechos 10:43); Pablo también: “ ... por éste os es anunciada remisión de pecados; y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en éste es justificado todo aquel que creyere” (Hechos 10:38-39), y aun añadiendo el hecho bendito de la justificación. Luego la obra de Dios en gracia soberana para con aquellos que creen las buenas nuevas está resumida en Romanos 8:1: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”.
¡Quiera Dios que ninguna enseñanza falsa jamás eche a perder el fruto bendito, precioso y glorioso que es el resultado de la obra redentora del Hijo de Dios en la cruz!
¡Regocijémonos en ella y a Él alabémosle ahora y para siempre!
La paz
“Justificados pues por la fe, TENEMOS paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
El ultimo versículo de Romanos 4 nos demuestra que esta fe descansa en lo que Dios ha hecho al entregar a Cristo por nuestros delitos y resucitarle para nuestra justificación.
Efesios 2:14 nos dice que “Él es nuestra paz”.
Colosenses 1:20 declara que Él ha hecho la paz pacificando “por la sangre de Su cruz”.
Esta paz es el fruto de creer de corazón que Dios ha provisto en Cristo una expiación perfecta en Su sangre por el pecado. La obra fue consumada en la cruz y Su resurrección es el testimonio de la aceptación por Dios de la obra que Su propio Hijo ha llevado a cabo.
(seguirá, Dios mediante)

Hechos 27:27-34

J.H. Smith
“Y venida la decimacuarta noche, y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros a la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra; y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas” (versículos 27-28).
“A la media noche fue oído un clamor: He aquí, el esposo viene, salid a recibirle” (Mateo 25:6).
Cierto escritor ha dicho:
Los marineros opinaban que se acercaban a “alguna tierra”. ¡Y nosotros estamos acercándonos a nuestra patria celestial! Echemos la sonda y hallaremos que este evento bienaventurado ocurrirá pronto: “veinte brazas ... luego quince brazas”. Sí, oiremos pronto Su bendita voz, y veremos Su rostro glorioso; que seamos, por lo tanto, como hombres que esperan a su Señor.
Mientras los marineros anhelaban que se hiciese de día, no estaban desocupados, pues el pasaje siguiente indica que había mucha actividad a bordo; también Pablo, cuyo consejo fue menospreciado antes, habló otra vez. El Señor nos ha dicho: “Negociad entre tanto que vengo” (Lucas 19:13). No fueron desanimados más por el viento y las olas, porque confiaron en Dios.
Las primeras medidas tomadas después de haber sabido que se hallaban cerca de “alguna tierra”, son muy Instructivas. “Habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día” (versículo 29). Aquí vemos figurada la debida actitud de los que procuran —en un día de confusión y tinieblas— mantener un testimonio de acuerdo con la mente de Dios. Hay temor de dar en lugares escabrosos: hay humildad y una convicción de su posición indefensa. Esperan en el Señor y depositan su confianza sólo en Él. El Espíritu de Dios obra en poder, juntando las almas a Cristo, el Ancla. Otra cosa que notar es el ansia que se haga de día. Esta figura es la esperanza bienaventurada de Su venida. ¡Qué lugar más bendito, conscientes de flaqueza, pero con Cristo solo como el Ancla!
“Entonces procurando los marineros huir de la nave, echado que hubieron el esquife a la mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa, Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros. Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y dejáronlo perder” (versículos 30-32).
Esa tentativa habla de la actitud independiente y voluntariosa de aquellos que dejan el testimonio colectivo establecido por Dios, para formar grupos cismáticos. El espíritu independiente no es de Dios. Somos “todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5). Para la cena del Señor un solo pan en la mesa habla del “un cuerpo” de Cristo compuesto de todos los verdaderos hijos de Dios (véase 1 Corintios 10:17). El Señor Jesús oró por la unidad en el testimonio según Juan 17:21: “para que todos sean una cosa; como Tú, oh Padre, en Mí, y Yo en Ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que Tú Me enviaste”. Esa unidad se realizó en el día de Pentecostés cuando “estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1), pero muy pronto todo fracasó en las manos de los hombres. Pero ¿son alterados por el fracaso del hombre los pensamientos de Cristo acerca de Su Iglesia la cual Él amó, y se entregó a Sí mismo por ella? ¡Nunca! “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Oportunamente Pablo amonestó: “Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros”. Esa advertencia estorbó el propósito malévolo de los marineros. Nos podemos preguntar si estamos dispuestos a abandonar nuestros propósitos cuando la Palabra de Dios nos hace ver que estamos equivocados. Cuán beneficioso sería si estuviésemos dispuestos a obedecer a las Escrituras en todo, y a todo tiempo. A menudo el orgullo nos influye y rehusamos obedecer a la Palabra de Dios cuando revela nuestro mal camino. Es verdad que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).
“Y como comenzó a ser de día, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el décimo cuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no comiendo nada” (versículo 33).
Pablo animó a todos a que comiesen. Con la verdad celestial de la Iglesia recobrada en estos postrimeros días, cuán abundante abastecimiento de “comida” espiritual ha sido provisto para los creyentes en el Señor Jesús, de modo que aquellos a bordo de la nave tipifican a todos los verdaderos miembros del cuerpo de Cristo, a todos los hijos de Dios por fe en Él. Esa comida no era nada nueva. Estaba a bordo durante todo el viaje, pero a pesar de esa abundancia ellos habían permanecido ayunos. Asimismo la verdad que Dios nos ha entregado no es nueva, sino la que fue revelada en los días de los apóstoles y escrita en la bendita palabra indeleble de Dios.
(Arreglado de G.H. Hayhoe).
“Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá” (versículo 34).
Es para nuestra salud espiritual que comamos de este rico manjar: la Palabra de Dios. Es la comida imprescindible que nutre el alma. Y la promesa, “ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá”, nos afirma esto la seguridad eterna del creyente en el Señor Jesús, el gran Pastor, que dice: “Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de Mi mano” (Juan 10:28).
(seguirá, Dios mediante)

Contrastes entre Israel y la Iglesia: Parte 4

J.H. Smith
(continuación del número anterior)
Conmemoración
Los israelitas fueron redimidos de su estado triste de esclavitud bajo el poder de Faraón en Egipto, con la sangre del cordero inmolado. Dios les mandó así: “tomarán de la sangre, y pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura: con hierbas amargas lo comerán ... Y guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre” (Éxodo 12:7-8,24). Conforme a la voluntad de Jehová, los israelitas habían de guardar la solemnidad de la pascua “en el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová” (Levítico 23:5). “Los hijos de Israel harán la pascua a su tiempo. El decimocuarto día de este mes, entre las dos tardes, la haréis a su tiempo: conforme a todos sus ritos, y conforme a todas sus leyes la haréis” (Números 9:2-3).
Ya no era necesario que untaran o rociaran el dintel y los dos postes de sus casas con la sangre derramada del cordero inmolado, pero sí comían de su carne asada con fuego y a la vez con pan sin levadura y hierbas amargas.
Pero los israelitas estuvieron muy desobedientes a la Palabra del Señor, muy negligentes en comer la Pascua. Leamos 2 Crónicas 30:1-3: “Envió también Ezechías por todo Israel y Judá, y escribió letras a Ephraim y Manases, que viniesen a Jerusalem a la casa de Jehová, para celebrar la pascua a Jehová Dios de Israel. Y había el rey tomado consejo con sus príncipes, y con toda la congregación en Jerusalem, para celebrar la pascua en el mes segundo: porque entonces no la podían celebrar, por cuanto no había suficientes sacerdotes santificados, ni el pueblo estaba junto en Jerusalem”. ¡Fíjense!, los israelitas no estaban reunidos en el mes primero, a los catorce días del mes, con deseo de comer la pascua en Jerusalem, el lugar que Jehová había escogido “para hacer habitar allí Su nombre” (Deuteronomio 16:2). Además, los sacerdotes no se hallaban en condiciones santas para desempeñar su responsabilidad. Pero el Señor, que prevé todo, había hecho provisión para tal situación en la ley de Moisés (léase Números 9:9-11. Léase también el versículo 13, que demuestra el desagrado del Señor cuando el israelita no hiciera la pascua: “el tal hombre llevará su pecado”).
Ahora bien, para el cristiano ¿cuál conmemoración sustituye la pascua del israelita? Es la cena del Señor.
Consideremos estos comentarios: para el cristianismo, “Egipto” simboliza el “mundo”. “Faraón” es una figura del “diablo”, el “príncipe” de este mundo (Juan 13:13). La pascua simboliza Cristo muerto por nuestros pecados: “porque nuestra pascua, que es Cristo, fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). La “solemnidad de los ázimos” (Levítico 23:6) presenta la idea de la vida santa que el cristiano debe llevar: “así que hagamos fiesta, no en la vieja levadura, ni en la levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:8).
Jesús, casi al momento de partir de este mundo, no nos dio un mandamiento mosaico, sino expresó un ardiente deseo cuando instituyó la cena: “Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de Mí. Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en Mi sangre, que por vosotros se derrama”. De esa manera conmovedora Jesús habló a los once. Y a nosotros los creyentes en Él, ¿no nos ha dicho nada al respecto? ¡Sí, enfáticamente! por medio del apóstol a los gentiles, Pablo: “porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de Mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de Mí” (1 Corintios 11:23-25).
¿Y hasta cuándo deben de cumplir los redimidos del Señor Jesús con su solicitud ferviente? “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” (1 Corintios 11:26).
¡HASTA QUE VENGA! ¿Y cuán a menudo? “Todas las veces” sin decir cuán a menudo. Pero ¿qué instrucción se entiende de esta Escritura: “El día primero de la semana, juntos los discípulos a partir el pan” (Hechos 20:7)?
En contraste con el israelita que podía comer la Pascua una sola vez al año, ¿no es conmovedora la invitación del Redentor del cristiano: “Haced esto todas las veces que comiereis, que bebiereis, en memoria de Mí”?
(seguirá, Dios mediante)

El increíble pez llamado mújol o múgil

Fred John Meldau
Hay muchas influencias que controlan la marea o el movimiento de las aguas oceánicas de marea: la atracción gravitatoria del sol y de la luna, ambas juntamente, o la una contra la otra, las tempestades, etc. Se precisa de cálculos matemáticos muy complicados para poder predecir las mareas altas y bajas, y el tiempo en que cada una ocurre. Pero hay oceanógrafos que pueden pronosticarlo en distintas orillas de los mares y bahías marítimas.
Entonces, ¿de qué manera pueden pronosticar las mareas los pequeños peces múgiles (o sean las lisas), y predecirlas con una precisión fantástica, sin poder hacer cálculos matemáticos?
La especie “lisa” de la costa de California y de Baja California lleva a cabo esta hazaña repetidas veces desde marzo hasta julio. Millares del pequeño pez lisa llegan a las playas para poner sus huevas en la arena tres o cuatro noches después de luna nueva o luna llena.
El pronóstico de la hora y del minuto de su llegada se obtiene, añadiendo 15 minutos al tiempo de la marea alta nocturna. Es decir, los peces dejan un margen de seguridad: llegan a la playa DESPUÉS del cambio de la marea, y en las noches cuando la marea está un poco más baja que en la noche anterior. Así las huevas puestas en la arena no serán alcanzadas por la próxima marea alta en menos de aproximadamente dos semanas.
La hembra, cargada de huevas, se deja llevar por la marea hasta vararse. Luego cava enérgicamente en la arena con la cola hasta una profundidad de seis u ocho centímetros, cola metida dentro. Luego los machos, enrollan sus cuerpos en una posición horizontal en torno de las hembras y echan lecha que corre por los cuerpos de las hembras y fertiliza las huevas que son puestas en la cavidad de la arena. El acto requiere sólo 30 segundos en total. Luego los múgiles se echan flojamente al mar; pero las huevas, depositadas en una noche cuando la marea ha empezado a bajar, no serán alcanzadas por la próxima marea alta hasta casi una quincena. Mientras tanto las huevas son incubadas en la arena mojada y tibia. Cuando la próxima marea alta descubre las huevas, ellas revientan explosivamente y los pececillos nadan al mar.
¿Quién enseña a cada generación de lisas de qué manera deben calcular las mareas y saber cuándo sea la hora 15 minutos después de la marea alta de la noche después de la marea alta quincenal? Quién dispuso que las huevas de la lisa se empollen en dos semanas? ¿y en un nido de arena mojada? ¿Quién enseño a la hembra a hacer el nido en el lugar exacto donde la marea lo descubriría en una quincena?
Ante tales hechos milagrosos nos llenamos de reverente admiración, estando seguros de que El Creador equipó de todo al múgil (o sea lisa) siendo con todas las facultades necesarias para que todo el mundo tenga una demostración continua de “Su eterna potencia y divinidad” (Romanos 1:20).
(Traducido e impreso con permiso, de WHY WE BELIEVE IN CREATION, NOT IN EVOLUTION [POR QUÉ CREEMOS EN LA CREACIÓN, NO EN LA EVOLUCIÓN], por Fred John Meldau, páginas 137-138).

Notas misceláneas: Número 155

“Dios encarece Su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
La luz vio la culpa del pecado; el amor buscó fundamento del perdón. La luz vio el alejamiento del pecado, pero el amor buscó una base de reconciliación. La luz vio la enemistad del pecado, pero el amor buscó un medio de limpieza. La luz vio la depravación del pecado; el amor buscó un medio de restauración. La luz vio la esclavitud del pecado; el amor buscó un instrumento de liberación. La luz vio la enfermedad del pecado; el amor buscó un bálsamo de sanidad. La luz vio la condenación del pecado; el amor buscó un medio de justificación. El amor vio la muerte, consecuencia del pecado, y mostró el camino de vida. El amor de Dios lo proveyó todo para el pecador.
(Arreglado de J.C.M.).
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PUNTO: Lo que es grande en el mundo ahora no es genuino; lo que es genuino ahora no es grande. “Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:15).
“¡Oh Dios nuestro! ... no hay fuerza ... no sabemos lo que hemos de hacer, mas a Ti volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:12).
Tal actitud de espíritu es lo que agrada a Dios. Cuando quiera y por dondequiera que ésta sea manifestada, no están lejos la respuesta divina y socorro oportuno. Pero es justamente este espíritu de dependencia del Señor, y de confianza en Él, lo que falta mucho a los creyentes en Cristo.
(Anónimo).
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“No halló la paloma donde sentar la planta de su pie” (Génesis 8:9).
“Levantaos, y andad, que no es ésta la holganza; porque está contaminada, corrompióse, y de grande corrupción” (Miqueas 2:10).
“Queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9).
El descanso no es nuestra porción de aquí. La santidad divina no nos permite descansar donde está el pecado; el amor divino no nos deja descansar donde la tristeza mora. “Queda un reposo” para nosotros, el descanso divino —Su propio descanso.
Allí no habrá tribulación,
Ningún pesar, ningún dolor;
Y cuando esté morando allá,
Diré que no hay tribulación.
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“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estivo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Salmo 1:1).
¿En qué consejo debe andar el cristiano? “Hasme guiado según Tu consejo (Salmo 73:24). ¿Qué camino hay para el creyente? “Te enseñaré el camino en que debes andar” (Salmo 32:8). ¿Qué asiento tiene? “Bajo la sombra del Deseado me senté (Cantares 2:3). “María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía Su palabra” (Lucas 10:39).
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El amor perfecto: ¿Así es el mío?
Lento en sospechar, pronto en confiar.
Lento en condenar, pronto en justificar.
Lento en ofender, pronto en conciliar.
Lento en descubrir, pronto en ocultar.
Lento en reprender, pronto en soportar.
Lento en menospreciar, pronto en apreciar.
Lento en demandar, pronto en conceder.
Lento en irritar, pronto en suavizar.
Lento en impedir, pronto en ayudar.
Lento en resentir, pronto en perdonar.
“Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12).
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Punto: Un pequeño pecado en un gran santo es peor que un pecado grave en un inconverso.
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Extracto: La operación de Dios en el alma es entorpecida por las costumbres y las asociaciones del hombre.
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Extracto: El ateísmo dice: “Haz lo que te dé la gana”. La superstición dice: “Haz lo que el hombre te manda”. Pero la fe dice: “Es menester obedecer a Dios”.
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Una providencia divina
Una mujer piadosa, habiendo terminado el jornal, abordó un ómnibus con rumbo a su hogar muy lejano. Se sentó y cuando el cobrador le presentó el boleto, ella descubrió que algún ratero le había robado su cartera. No teniendo con qué pagar, fue obligada a salir del vehículo bus. Siendo débil, no podía andar a casa, tampoco conocía persona alguna en ese sitio. Decidió andar hacia un parque, mientras oraba a su Dios y Padre, contándole de su dificultad tan seria.
Llegada al parque, se sentó en un banco, pensando de qué manera Dios le ayudaría. Sabía que Él no le faltaría, así aguardó tranquila. De manera aparentemente casual, con su paraguas, escribía en el cascajo de la senda las palabras, “Dios es amor”, y al escribir la “r”, ¡dio con una moneda ennegrecida!
Dando gracias a Dios por haberle enviado exactamente lo que necesitaba, tomó otro ómnibus. El cobrador comentó sobre la condición de la moneda, y ella le dio a saber de qué manera su Dios y Padre había contestado su ferviente plegaria. No se avergonzó de manifestar delante de los demás pasajeros cómo había recibido la moneda.
¿Cree el lector que ese hallazgo fue una pura coincidencia? ¿Por qué? El mismo Señor que dijo a Pedro: “Ve a la mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que viniere, tómalo, y abierta su boca, hallarás un estatero” (Mateo 17:27), pudo dirigir su redimida al banco, y la punta de su paraguas a la moneda ocultada allí para su necesidad. No, no fue una coincidencia. Subraye Ud. en su corazón la última palabra en el texto, Marcos 11:22: “Tened fe en DIOS”. (Extracto).
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“Con el Señor”
El malhechor arrepentido dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vinieres a Tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:42-43).
“Apedrearon a Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu (Hechos 7:59).
“Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo, que entre tanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor ... mas confiamos, y más quisiéramos partir del cuerpo, y estar presentes al Señor (2 Corintios 5:6,8).
“ ... Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero; luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor (o al encuentro del Señor) en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:15-18).
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El milagro y el martirio
Quirinus, un obispo de Siscia, fue traído ante Matenius, el gobernador, el cual le mandó sacrificar a los dioses paganos, conforme a los edictos de los emperadores romanos. Quirinus se negó y el gobernador lo envió a la cárcel y mandó ponerle en grillos pesados, pensando que los sufrimientos de un calabozo, algunos tormentos y el peso de los grillos, pudieran vencer su resolución. Pero, siendo él firme en sus convicciones, fue enviado a Amantius, el gobernador principal de Pannonia (ahora Hungría), quien le cargó con cadenas y lo exhibió por en medio de las ciudades principales del valle del río Danubio, exponiéndole al ridículo. Llegados por fin a Sabaria, el gobernador, viendo que Quirinus no renunciaría a su fe en Cristo, mandó atarle una piedra al cuello y arrojarle al río. La sentencia fue ejecutada, pero ¡he aquí, un milagro! Quirinus flotaba durante algún tiempo y exhortaba a los espectadores a la orilla en los términos más piadosos. Luego, su fiel testimonio hecho, concluyó con esta oración: “No es nada de nuevo, oh poderoso Jesús, que estorbes el curso de los ríos, [como el Jordán] o hagas que un hombre ande encima de las aguas, como hiciste con Tu siervo Pedro. Ahora el pueblo aquí ha visto la prueba de Tu poder en mí; concédeme poner mi vida por amor a Ti, oh mi Dios”. Al pronunciar estas últimas palabras se hundió inmediatamente y se ahogó el 4 de junio, del año 308. Su cuerpo fue recobrado y sepultado por algunos cristianos piadosos. (Entresacado de Foxe’s Book of Martyrs [El libro de mártires, por John Foxe], páginas 31-32).
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Las Escrituras
Las Escrituras dicen que “unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección; otros experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles; fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno, perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aprobados por testimonio de la fe, no recibieron la promesa; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen perfeccionados sin nosotros” (Hebreos 11:35-40).
“Mas os digo, amigos míos: No temáis de los que matan el cuerpo, y después no tienen más que hacer. Mas os enseñaré a quién temáis: temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en la Gehenna [en el infierno]; así os digo: a éste temed” (Lucas 12:4-5).
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EXTRACTO: Todo aquello que presenta a Cristo en Su propia excelencia es dulce y aceptable a Dios. Aun la expresión o exhibición más débil de Él en la vida o en la adoración de uno de Sus redimidos, es olor de dulce aroma en lo cual Dios se agrada mucho.
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El carácter del amor
La paz es el amor descansando. El estudio bíblico es el amor leyendo las cartas del Amado. La oración es el amor acudiendo a una cita. El conflicto con el pecado es el amor batallando con celo por su Amado. La simpatía es el amor compadeciéndose tiernamente. La fidelidad es el amor estando firme. La esperanza es el amor que anhela. La paciencia es el amor perseverando. El ganar almas es el amor suplicando. (Extracto).
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Punto: El mundo nos juzga, no por nuestro conocimiento de los principios de las Escrituras, sino por nuestra aplicación de ellos en la vida diaria.
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Núm. 155. — Para julio y agosto de 1975. — 1 de julio de 1975. Palabras de Edificación, Exhortación y Consolación. — Publicación bimestral. — Oficinas editoriales y de impresión, Tipográfica Indígena, Domingo Diez 503-M, Cuernavaca, Mor., México. — Director, A. Farson A. — Reg. artículo 2a clase, 28 enero de 1963. Consta de 32 Páginas. — Tiro 3.200.