Número 21: Ocúpate en la lectura - Antiguo Testamento - Salmos a Malaquías
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Carta del editor - Número 21
D.E. Rule
Amados hermanos y amigos:
Saludos en el nombre precioso de nuestro Señor Jesucristo. En tus manos tienes el tercero y último tomo de la serie Ocúpate en la Lectura. Este trata los libros de Salmos a Malaquías. Sobre todo, nuestro deseo es que todos sintamos la necesidad de alimentar nuestros espíritus y almas con la Palabra de Dios cada día, cual sentimos necesidad de alimentar nuestros cuerpos. Una vez más te invitamos a leer tu Biblia, contestar las preguntas y leer las meditaciones. Pedimos que cada cosa que leas la revises con la Palabra de Dios mismo, pues ella es la única autoridad.
¿Has leído todo el Antiguo Testamento? ¿Has leído toda la Biblia? Es de suma importancia que cada creyente y cada persona lea toda la Biblia de portada a portada. Ningún otro libro es vivo. El propósito de este librito es compartir algunas preguntas con cada capítulo de Salmos a Malaquías para ayudarnos a escudriñar la Escritura detenidamente y compartir unas meditaciones. Te animamos a meditar personalmente en lo que estás leyendo, aplicarlo en tu propia vida, y buscar las respuestas a tus propias preguntas.
En este tomo se tratan los libros poéticos, que dan los pensamientos del pueblo de Dios e instrucciones prácticas como en el libro de Proverbios, y los profetas mayores y menores que tratan el tema de las advertencias a los hijos de Israel en el pasado y para el futuro. El salmista escribió en Salmo 119:9,11: “Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra ... En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
Al empezar un grupo de preguntas se indica el mes y al final de cada una hay en paréntesis un número que señala la fecha. Si quieres leer toda la Biblia en un año, puedes utilizar este cronograma, junto con el del tomo del Nuevo Testamento y complementarlo con el otro del Antiguo Testamento. O, puedes empezar en cualquier fecha y hacerlo a tu propio ritmo. ¡Es importante leer diariamente! Te recomendamos confirmar todo que lees aquí con la Biblia, pues lo que decimos o escribimos puede tener errores; pero la Palabra de Dios es perfecta.
Para quienes completen toda la lectura del Antiguo Testamento (Salmos a Malaquías), contesten todas las preguntas y nos manden por correo su librito, les devolveremos el librito revisado con un pequeño premio.
Tu hermano por gracia,
Salmo 22: Los sufrimientos de Cristo
No hay algo tan precioso, santo e importante como los sufrimientos de Cristo. Pasaremos la eternidad alabándole por su obra hecha en la cruz del Calvario. Al tratar este tema no pretendemos hacer más que tocar la superficie de este inmenso y esencial asunto. ¡Que podamos meditar más de esto cada día de nuestras vidas!
En el Salmo 22 leemos de los sufrimientos del Señor Jesucristo cuando sufrió como sustituto divino por los pecados de todo aquel que confíe en Él. Durante aquellas tres horas de tinieblas en la cruz sufrió por pecados ajenos como si fuesen suyos. Desde las tinieblas clamó a gran voz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. En toda su vida vemos que Él se refiere a su Padre, usando el nombre de relación íntima; pero en la cruz, al hacer la expiación, dijo: “Dios” en vez de “Padre”. Es Dios quien odia el pecado y tiene que juzgarlo justamente, sin pasar por alto ni siquiera uno solo. Pero en la cruz vemos que “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Corintios 5:21). Clamó en perfecta dependencia a Dios pero no hubo respuesta, ya que al castigarle por nuestros pecados no pudo responder. El sacrificio perfecto, el Señor Jesucristo, no cesó de clamar a su Dios. ¡Qué momento tan solemne y sin igual en la historia!
En medio de su angustia, el Señor justificó a Dios. Reconoció que Él es santo y no puede tener nada que ver con el pecado. Hace referencia a su tratamiento justo para con los ancianos y honra a Aquel que le castiga; fue tan sumiso y tan honroso que nos quedamos admirados de nuestro Redentor. Después dice: “Mas yo soy gusano, y no hombre, oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo” (Salmo 22:6). Aquí le vemos en sus sufrimientos, al llegar aquellas horas de tinieblas. Totalmente rechazado por los hombres, aguantó con sumisión y paciencia. En su odio los hombres le trataron incluso peor que a un hombre; no tan solo no le dieron la dignidad de Creador sino que le pisaron en el polvo: Él era como gusano bajo los pies de sus enemigos. Tomaron a mal su mansedumbre y le calumniaron.
¿Cuál fue su respuesta? Expresó su confianza en Dios. Revisó su camino aquí como hombre desde el vientre de su madre: “Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Salmo 22:10). Nos maravillamos ante su actitud; no hay idioma que pueda expresar un alma tan mansa. En este salmo luego vemos la rabia del hombre que ataca al Cordero de Dios. Llegaron en su poder como toros fuertes y como leones rapaces. Descendieron para agotar todo su inmenso odio contra el Perfecto.
El Señor explica en detalle los efectos de la cruz: perdió su vigor mientras que su sudor caía al suelo; se fueron sus fuerzas y le sobrevino una sed tremenda. Mas en todo esto podía ver la mano de Dios poniéndole “en el polvo de la muerte” (Salmo 22:15); así que no buscó otra explicación. El Santo Salvador habló de la insensibilidad los seres humanos al decir que le rodearon como perros: animales sin conciencia y corazón. Al mirar la reacción del Señor cuando Dios responde a sus peticiones luego de cumplir la expiación nos quedamos atónitos, pues dice: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos” (Salmo 22:22). Él no podía tardarse en compartir con nosotros el fruto de la redención; sin embargo, nosotros apenas podemos imaginarnos a un Dios tan lleno de gracia. Ahora ya sabemos la respuesta a su pregunta: “¿Por qué me has desamparado?”. Fue por nuestros pecados. ¡Qué no cesamos de adorarle!
Salmo 69: Un bosquejo
vv. 1-6: Sufrimientos en la cruz
“Las aguas han entrado hasta el alma”. El padecimiento del Señor llegó hasta lo más profundo de su ser; pues el sufrimiento de la cruz lo sintió hasta su alma. En las expresiones de estos versículos vemos el peso de la carga que Él llevó en lugar de nosotros. Experimentó el no tener apoyo, se hundió y no hubo cómo levantarse. Los “abismos de aguas” expresan una fuente de padecimiento y opresión sin fondo visible; pero no fue por su propia culpa que sufrió sino por la nuestra. Él dijo: “¿y he de pagar lo que no robé?”. El Señor Jesucristo no robó la comunión con Dios que tuvo el ser humano; sin embargo, sufrió crueles dolores para poder restaurarla.
vv. 7-12: Los sufrimientos antes de la cruz
“Extraño he sido para mis hermanos”. Durante su vida el Señor experimentó el rechazo de su pueblo, inclusive de sus propios hermanos, quienes pensaron que estaba loco. Este menosprecio tuvo lugar porque Él era perfecto en medio de un pueblo que había rechazado al Dios verdadero y no podían soportar a un hombre perfecto que siempre hacía la voluntad de su Padre. Los líderes: “los que se sentaban a la puerta”, y los más bajos: “los bebedores”, le escarnecieron; pues todos eran condenados por su perfección y muchos no aceptaron su gracia.
vv. 13-21: La confianza en Dios y el odio del hombre
“Oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame”. En todos sus problemas el Señor acudió a Dios por consolación y en su vida nunca dejó de expresar confianza en Dios. Entre tanto vivió como hombre nos dejó el ejemplo perfecto de sumisión y dependencia. “El escarnio ha quebrantado mi corazón”: como hombre era perfecto en sus sentimientos y podía sentir el odio del ser humano, lo cual hirió su corazón perfecto y sin mancha.
vv. 22-28: El Señor llama para justicia
“Derrama sobre ellos tu ira”. En la cruz el Señor dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Se extendió la misericordia hacia sus perseguidores y por gracia todos los que conocemos a Cristo, hemos entrado en esta bendición. Vivimos en el día de la gracia, cuando Dios está tratando con el mundo tan solo por gracia; pero el Señor también va a juzgar lo malo de una manera muy visible durante un tiempo venidero llamado la tribulación. Los judíos justos que van a sufrir por su rectitud durante la tribulación, van a poder reclamar la venganza sobre sus enemigos porque aquel día será de justicia. En estos versículos vemos al Señor hablando en una forma modelo al pedir la justicia de Dios.
vv. 29-36: Liberado y exaltado
“Alabaré yo el nombre de Dios con cántico”. Inmediatamente después de su liberación, el Señor como hombre perfecto ofreció alabanzas a Dios. Muchas veces nosotros olvidamos darle las gracias merecidas por sus grandes misericordias. En cambio en toda esta sección del Salmo 69, el Señor es el líder de las alabanzas a Dios su Padre y nos da un ejemplo perfecto en cuanto a ello a todos.
Salmo 102: Varón de dolores
Este Salmo nos hace pensar en las palabras de Isaías 53:3: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto”. Para poder comprender a alguien en una forma profunda tenemos que haber experimentado los mismos dolores que él siente. Por ejemplo un padre que ha perdido un bebé puede entender a otro en la misma situación. Ciertamente nuestro Señor Jesucristo nunca ha pecado ni puede pecar y debemos reconocer que pasó por un sufrimiento que su pueblo jamás experimentará. Sufrió como justo en medio de los injustos; fue despreciado y odiado por sus enemigos sin causa alguna. Nuestra actitud al tratar este tema debe ser de profunda reverencia.
El gran deseo de alguien en medio de sus aflicciones es que otros le comprendan. Escuchemos las palabras del Señor en el Salmo 102:2: “No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído”. Aquí el Señor Jesucristo llama a su Padre y le pide ver su rostro. En medio de los problemas, Él nos ha dado a todos el ejemplo de fe; pues en este versículo vemos su angustia y dolor, pero su petición no es a los hombres sino a Dios: quiere una respuesta a su clamor, mas no hay en Él un espíritu de independencia.
Muchos en sus tribulaciones se han sentido dolidos en el corazón. Cuando Dios creó a Adán dijo que no era bueno que él esté solo; pues nos ha creado para que vivamos en compañerismo. El rechazo o menosprecio de los amigos hiere el alma y el ser apartado de todos nos causa mucha pena. El Señor experimentó esto a la perfección cuando clamó: “Mi corazón está herido... Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne” (Salmo 102:4-5). Su sufrimiento fue tan intenso que incluso sus huesos fueron afectados. Hay ocasiones cuando estamos muy preocupados por algo, a tal punto que dejamos a un lado las necesidades básicas de la vida. El Señor estaba tan ocupado que dijo: “me olvido de comer mi pan” (Salmo 102:4). No hay un nivel de presión por parte de sus enemigos o rechazo de sus hermanos que Él no haya sufrido.
En los siguientes versículos vemos que Él se quedó solo. Si a nuestro alrededor hay alguien que nos ignora esto nos duele en el corazón; sin embargo es mucho peor tener en nuestra presencia a aquellos que nos odian. Él Señor dijo: “soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Salmo 102:7); este tipo de pájaro está acostumbrado a tener mucha compañía. Jesucristo dijo que Él se sentía solitario: no tuvo la comprensión ni el compañerismo de otros. Pero nosotros no podemos sentirnos tan solitarios como Él; pues en toda nuestra aflicción, Él está dispuesto a escuchar nuestra primera súplica.
Al final del Salmo descubrimos un gran secreto: La persona que vino al mundo para sufrir es el Creador. “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás” (Salmo 102:25-26). Él ha vencido todo. Aun la tierra y los cielos tendrán fin, pero nuestro Dios sigue siendo el mismo. Él ha pasado por toda la aflicción necesaria para comprendernos y poder identificarse con nosotros de una manera perfecta. Y ahora está en el cielo escuchando cada petición de su pueblo cuando busca su ayuda. Aquí fue llamado Varón de Dolores pero ya está glorificado y sus sufrimientos son como una credencial que le acredita como alguien que puede comprender a los suyos. ¡Qué le glorifiquemos para siempre!
Salmos 120-134: Los Cánticos Graduales
Los Salmos presentan muchos sentimientos del pueblo terrenal de Dios: Israel; pero en sus expresiones hay mucho de lo que puede sacar provecho el creyente. Actualmente, vivimos durante una época cuando el Señor Jesucristo está mostrando su gracia hacia el mundo y no clamamos por la venganza de nuestros enemigos como fue y será aceptable para el judío justo aquel día cuando el Hijo del Hombre venga para juzgar. Sin embargo en los Salmos hallamos mucho de lo que se aplica al camino de la fe para cualquier creyente en Dios.
Los Salmos 120 a 134 se llaman los Cánticos Graduales. Son una serie que trata de un tiempo venidero cuando el remanente de Israel va a regresar a su tierra. Hoy en día, por causa de la idolatría, están dispersos por todo el mundo; pero en aquel día regresarán para ocupar la Tierra Prometida durante mil años, período llamado el milenio. Veamos algunos de los temas comunes de los Salmos a través de los Cánticos Graduales.
Los fieles experimentarán mucha aflicción que les causarán los malvados. El Salmo 120:6 dice: “Mucho tiempo ha morado mi alma con los que aborrecen la paz”. Los hombres que estén alrededor del remanente les rechazarán, pues el mundo nunca ha tenido y nunca tendrá lugar para el hombre que tiene su fe puesta en Dios. No somos del mundo y tampoco compartimos sus placeres. Entre tanto que quienes están en el mundo buscan el placer sin considerar a Dios, el hombre fiel acude a Él para su socorro.
Mientras los judíos suban a Jerusalén estarán en medio de muchos peligros y tendrán bastantes enemigos tratando de hacerles caer; pero su respuesta debe ser la súplica a Dios. En el Salmo 121:4 leemos: “He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. Su guardia será fiel y perfecto: no dejará de vigilar ni siquiera por un minuto, pues su cuidado será las 24 horas del día. Así es nuestro Dios con nosotros: nos protege de todo mal en medio de nuestro peregrinaje a su hogar.
La meta del viaje de los israelitas será Jerusalén y el hogar de Dios: Su presencia será el gran premio del milenio cuando Él reine en Jerusalén. “Porque Jehová ha elegido a Sion; la quiso por habitación para sí. Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he querido” (Salmo 132:13-14). Dios siempre realiza sus planes y nunca puede ser frustrado. Ha planificado tener su morada en Jerusalén y así será. ¡Qué bueno que tenemos un Dios que nunca cambia! Cada plan de bendición tendrá su tiempo de cumplimiento; Él ha deseado morar con su pueblo y así lo hará. Durante este tiempo venidero nosotros, como su esposa, estaremos reinando con Él.
El resultado de la justicia ejecutada y la presencia de Dios reinando desde Jerusalén será paz y armonía. Salmo 133:1 dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”. Hoy en día no vemos esto, pues hay guerras, contiendas, envidias, celos y chismes entre parientes y hermanos; pero cuando Cristo tenga su puesto evidente de honor en el mundo reinará la justicia. Es más, con la justicia vendrá la armonía entre los hermanos y aquellos de las diez tribus que se separaron de Judá y Benjamín serán restaurados a sus hermanos: todos juntos alabarán a Dios. Nosotros, guiados por el Espíritu Santo, tenemos el mismo privilegio; pero para nosotros será aquel día glorioso cuando le encontremos cara a cara, por primera vez, en las nubes. ¡Qué gozo!
Proverbios 15:33: La humildad
Las Escrituras hablan mucho sobre el tema de la humildad. No tenemos una posición de honor fuera de Cristo, Quien nos ha exaltado hasta lo sumo, en Sí mismo. Dios quiere que tan solo tomemos nuestro lugar de humildad, pues Él se preocupa de nuestro honor. Proverbios 15:33 dice: “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad”. En este versículo vemos algo muy importante: habla del “temor de Jehová”. A veces cuando oímos la palabra “temor” pensamos en pavor o terror; sin embargo, la Palabra de Dios no usa “temor de Jehová” en este sentido: la frase indica un respeto y honor a Dios. Tenemos temor de deshonrarle o de hacer algo que le desagrade, pues Él es digno de toda la honra y gloria y debemos actuar de una forma que sea aceptable a su carácter. Si vivo mi vida sin acudir a Él en busca de la dirección necesaria, no actúo en su temor y puede ser que esté actuando por el temor del hombre. Esto significa que trato de ser agradable a mis amigos y vecinos, pero no a Dios. Pablo, en Gálatas 1:10, habla de esto: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. No podemos servir al Señor Jesucristo y a la vez atender a las opiniones de los hombres. Si buscamos la buena opinión de nuestro amigo, entonces dejamos de vivir en la presencia de Dios.
Cuando entramos en la presencia de Dios, vemos lo que Él es: tan digno de honor y majestad que no tiene comparación; y si meditamos en el Señor Jesucristo exaltado, entonces ya no dejamos lugar para la exaltación del ser humano: “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3). Él pagó por nuestros pecados con su propia sangre; sufrió muchas cosas incluyendo la vergüenza por causa nuestra; pero ahora ya está sentado a “la diestra de la Majestad en las alturas” y al verle allí en la gloria, únicamente podemos doblar las rodillas y adorarle. Es allí cuando reconocemos que no merecemos nada de su favor y que tan solo podemos aceptarlo y así al compararnos con Él no podemos más que humillarnos.
En el capítulo 4 de Daniel encontramos una maravillosa ilustración de cómo Dios nos humilla antes de exaltarnos: Nabucodonosor era uno de los reyes más poderosos de la antigüedad y reinó sobre un imperio enorme con poder absoluto; pero fue Dios Quien le dio su posición de honor. Un día él pasó por su palacio real y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (Daniel 4:30). ¿A quién da él toda la honra? ¿A Dios o a sí mismo? Dice: “yo edifiqué”, “mi poder” y “mi majestad”. ¿Dónde estuvo su humildad? Simplemente no la tuvo y tomó toda la gloria para sí mismo. Es tan fácil hacer la misma cosa en nuestras vidas. Imagínate que recibes un aumento después de trabajar muy diligentemente. ¿De dónde viene esta bendición? De Dios, ¿no es cierto? No obstante, cuando hablas con tus amigos, ¿quién recibe la gloria por tu aumento? En Santiago 1:17 leemos que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Así, podemos tomar ventaja de la ocasión para glorificarle.
Dios humilló a Nabucodonosor en una forma muy pública: “Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán” (Daniel 4:31-32). ¡Qué humillación! Nabucodonosor tuvo que reconocer que sin Dios él no era nada. Dios hace lo mismo en nuestras vidas: si tomamos la gloria por su obra, Él fielmente nos corrige. Al final de la corrección de Dios, Nabucodonosor recuperó su puesto como rey y dijo: “alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Daniel 4:37).
Dios busca que en nuestras vidas la gloria y la honra sean para Él. No debemos buscar la honra nosotros mismos y lo que nos queda es tomar el lugar de humildad delante de Dios, para que Él en su pura gracia nos exalte en su tiempo (1 Pedro 5:6).
Eclesiastés: Vanidad de vanidades
Imagínate lo siguiente: dos chicos muy entusiasmados deciden edificar una pequeña casa; entonces van y recogen palitos, tablas, piedras y empiezan a construirla. Conversan, disfrutan de la vida y hablan de los muebles que pondrán en su casa cuando esté terminada. Repentinamente oyen el sonido del motor de un vehículo grande, alzan los ojos y ven que un camión se está acercando velozmente hacia ellos; entonces corren de la casa y apenas logran escapan antes que el camión aplaste su casita. Después, con lágrimas en los ojos reconocen que su casa estaba en la vía pública.
Salomón experimentó algo semejante a lo relatado. En Eclesiastés 2:1 escribió: “Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes”; pues Dios le permitió tener cualquier placer de este mundo que hubiese querido; además 1 Reyes 10:24 dice que “Toda la tierra procuraba ver la cara de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón”. Muchos tienen un corto tiempo de fama, pero luego pierden su popularidad y son reemplazados por otros. Salomón se destacó por su sabiduría durante muchos años, a tal punto que toda la tierra quería ver su rostro. Ciertamente, su sabiduría era mucho más valiosa que la popularidad que se puede lograr, por ejemplo por poseer una excelente voz. Él tenía todo tipo de lujo posible, ya que en 1 Reyes 10:25 dice: “Y todos le llevaban cada año sus presentes: alhajas de oro y de plata, vestidos, armas, especias aromáticas, caballos y mulos”. Poseía grandes cantidades de dinero, ropa espléndida y la mejor forma de transporte de su época; además logró tener paz, poder, música fina, una casa enorme y muchos que le rindiesen honor. Algunos piensan que el amor es lo más importante; pues bien, Salomón tuvo 700 mujeres y 300 concubinas. Así como estos niños que estaban jugando en la calle, Salomón disfrutó de todos los placeres de este mundo; sin embargo, después de experimentar todo esto él sacó sus conclusiones acerca de todos los placeres que hay debajo el sol. Él dijo: “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:14). ¿Por qué sacó una conclusión tan triste? En Eclesiastés 2:16 nos dice: “Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre... también morirá el sabio como el necio”. Todo el libro de Eclesiastés desarrolla el tema de la vanidad de los placeres de la vida. La muerte es como el camión de nuestro relato: aplasta toda la esperanza. Por lo cual un hombre honesto puede concluir que no hay alegría duradera para el hombre terrenal.
Dios no nos deja en una situación tan triste. Vivimos, no para este mundo, sino para el venidero; así que lo que hacemos para Cristo es lo que durará para siempre. 1 Juan 2:17 nos instruye en esto: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Cristo vino al mundo y murió por nosotros; pero resucitó y ya está sentado a la diestra de su Padre; pues tan solo Él cumplió perfectamente la voluntad de su Padre. Nosotros también tenemos el gran privilegio de hacer su voluntad: recuerda que hay un futuro después de la muerte. Aun Salomón reconoció algo de esto cuando dijo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13). ¡Qué con su ayuda lo hagamos!
Isaías 42:1-4: Mi Siervo
Un buen siervo realiza su trabajo con gozo y alegría, sin quejarse de sus responsabilidades, las que cumple sin tratar de esquivarlas o jugar. Así que un siervo no hace su propia voluntad sino la de su amo. ¿Cómo es que el Hijo de Dios llegó a ser un siervo? Él es Hijo desde la eternidad y es nada menos que divino. Nosotros tan solo aceptamos las palabras de las Escrituras con reverencia: “El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios: Sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7, RVR 1909). A través de su ejemplo perfecto, nosotros también aprendemos cómo ser siervos fieles.
Israel, como nación, era considerado como siervo de Dios pero fracasó horriblemente. Los judíos cayeron en la idolatría y Dios tuvo que buscar un siervo fiel, el Señor Jesucristo: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre Él mi Espíritu...” (Isaías 42:1). Dios quiere que contemplemos a su Siervo porque en Él tiene contentamiento; pues todo lo que el Hijo del Hombre, Jesús, realizó fue a la perfección y en comunión con Dios el Padre. Nosotros, al igual que los judíos, fallamos en nuestro servicio: a veces discutimos con Dios acerca de nuestras vidas y desobedecemos sus direcciones o somos perezosos y actuamos según nuestra propia voluntad. Jesús, el siervo escogido, jamás hizo algo como hombre sin depender en Dios: todo lo que Él hizo fue hecho en el poder del Espíritu Santo. En Mateo 3:17 leemos: “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Dios quiere que nos detengamos y consideremos al Siervo perfecto, pues podemos aprender mucho de su ejemplo.
“No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles” (Isaías 42:2). No vino a su pueblo para causar alboroto sino para hablar a sus corazones. Pero ellos esperaban su venida cual un torbellino que los librase del yugo romano; sin embargo, al contrario de lo que esperaban, leemos sus palabras: “Bienaventurados los mansos... Bienaventurados los pacificadores...” (Mateo 5:5,9). Su actitud fue humilde y llena de mansedumbre. Alguien que es manso no reacciona con rencor cuando es maltratado; así, el Señor en vez de defenderse a sí mismo permitió que los soldados le clavasen en una cruz y murió por nosotros: ni siquiera abrió su boca cuando le acusaron injustamente.
Vino a su pueblo buscando la fe y el arrepentimiento pero no halló casi nada de estas cosas, mas leemos estas preciosas palabras: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare” (Isaías 42:3). La caña cascada nos hace pensar de algo muy débil y que está por quebrarse completamente. Una persona arrepentida cesa de luchar y acepta la voluntad de Dios, Quien en vez de destruirle, le perdona con amor y no le quiebra completamente. El pábilo humeando nos hace pensar de un fuego que está por extinguirse. Una fe débil es algo semejante. El Señor Jesucristo no vino para extinguir la fe de su pueblo sino para hacerla crecer, ya que Él era el Siervo de Dios para animar y edificar.
“No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia” (Isaías 42:4). Está contento y espera hasta que su Padre Le diga que ya es tiempo de reinar. Como Siervo perfecto simplemente hizo su trabajo de amor y aguarda su tiempo para reinar. Podemos aprender mucho de su ejemplo.
Jeremías 9 y 15: Una buena actitud
Dios aguantó las rebeliones de Judá durante cientos de años. Les mandó buenos profetas y reyes y los judíos tuvieron tiempos de paz y prosperidad; sin embargo, para el pueblo en general, las cosas iban de mal en peor porque escogieron a dioses falsos y les adoraron. Poco a poco se alejaron tanto que Dios mandó a Jeremías para que proclame que iba a juzgar a su pueblo... Ya no predicó el arrepentimiento, sino que los judíos debían someterse al juicio venidero y humillarse bajo la poderosa mano de Dios. En Jeremías 15:1 dice: “Me dijo Jehová: Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia, y salgan”. Aun un líder destacado como Moisés o un profeta honrado como Samuel no podrían interceder por el pueblo. Dios les juzgaría pronto y sin darles otro plazo para el arrepentimiento.
Cuando vemos que alguien se mete en problemas, a pesar de que le hemos advertido cientos de veces, ciertamente debemos reconocer que en ocasiones no le mostramos simpatía. Y pensamos: ‘si fuese yo, no haría tal cosa. Ellos merecen lo que están recibiendo’. Pero Dios no es así, porque: “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13). Jeremías entendió bien la actitud de Dios hacia su pueblo, mas le causó bastante dolor tener que predicar el juicio de Dios contra su pueblo. En Jeremías 15:10 leemos: “¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra!”. Su deseo no era ser un hombre de discordia y en realidad no sintió alegría al ver la destrucción del pueblo. Leemos que él lloró con muchas lágrimas, a tal punto que algunos le llaman el profeta llorón. “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” (Jeremías 9:1). Dios quiere que adoptemos la misma actitud: debemos llorar, en vez de criticar, al descubrir que hemos fallado tanto como el pueblo terrenal de Dios (Israel).
Nuestro recurso en estas situaciones es la palabra de Dios. Jeremías dijo: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jeremías 15:16). Esto no quiere decir que Jeremías literalmente cogió una Biblia, la hizo pedazos y empezó a comérsela ... Significa que la palabra de Dios se convirtió en algo tan importante en su vida como el pan material: practicaba lo que leía. El resultado fue gozo y alegría en medio de graves problemas y dificultades.
Leemos que Daniel descubrió las mismas verdades que Jeremías acerca de cómo comportarse en medio del naufragio de su pueblo. Él dijo: “hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas... Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro ... ” (Daniel 9:5,7). Daniel era un hombre fiel y honrado que obedecía a Dios; sin embargo tomó su lugar como un miembro de la nación de Israel y confesó su pecado con humildad. No trató de atacar a sus hermanos y decir que él era diferente, sino que se identificó con ellos. ¿Y por qué empezó esta oración? En Daniel 9:2 nos dice: “miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías”. Leía la palabra de Dios y descubrió algo muy precioso que ayudó bastante al pueblo de Dios. ¡Que nos humillamos y leamos su palabra!
Jeremías 36: Luchando contra la Palabra de Dios
¡Qué extraño título! ¿Quién haría tal cosa? ... Hebreos 4:12 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Ciertamente, la Biblia no es igual a cualquier libro común y corriente; pues ella es la comunicación directa de Dios mismo al ser humano. La palabra de Dios es viva, no muerta; así que cuando nos acercamos para leer sus páginas, lo hacemos con humildad, para ser cambiados por este libro inspirado por Dios, no nos esforzamos en poner en ella el pensamiento que quisiéramos que tenga; por el contrario, su eficacia radica en que no precisa de nuestros esfuerzos para que nuestros corazones sean tocados. Penetra hasta lo más íntimo de nuestro ser para ponerlo al descubierto: no sería raro que al leer las Escrituras descubramos lo que pensábamos en el rincón más oculto de nuestra mente. Dios inspiró cada una de sus palabras y las ha dejado para nuestro bien. Por ejemplo, en Hechos 28:25 leemos: “les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo ... ”. Dios utilizó a Isaías como un instrumento para comunicarse con su pueblo. La pregunta es: ¿Por qué lucharía alguien contra la palabra de Dios?
El joven rey Joacim tenía entre 29 y 30 años cuando se sentó junto a un fuego para escuchar a Jehudí leer las palabras escritas por el profeta Jeremías (compárese Jeremías 36:9 con 2 Reyes 23:36). En aquel entonces estaban pasando por un tiempo de ayuno, cuando todos debían humillarse delante de Dios. Pero, luego de escuchar tan solo unas páginas, Joacim cogió el libro y lo arrojó al fuego para que se consuma completamente. ¡Qué acto de incredulidad y osadía! ¿Por qué hizo esto un rey de Israel durante una fiesta en la que debía mostrar humildad delante de Dios? Creo que la palabra de Dios penetró hasta la conciencia de Joacim y le dolió, de manera que su respuesta fue destruir aquello que le causaba molestia. En 1 Timoteo 1:19 hay un aviso muy importante en cuanto a esto: “manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos”. En verdad, si no mantenemos nuestra fe en Dios y su palabra o si desechamos la buena conciencia para seguir en el pecado, entonces estamos naufragando. Esto le estaba ocurriendo a Joacim, pues luego de su acto de rebelión contra las exhortaciones de Jeremías, Dios pronunció estas solemnes palabras en Jeremías 36:30: “así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche ... ”. ¡Qué tristeza tan grande para un descendiente de David!
¿Pero qué pasó con el rollo de la palabra de Dios que fue quemado? ¿Pereció para siempre? La respuesta la hallamos en Jeremías 36:32: “Y tomó Jeremías otro rollo y lo dio a Baruc ... y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes”. Si rechazamos la palabra de Dios, su eficacia no cambia para nada, ya que su poder no depende de nosotros, sino que es viva en sí misma. No hay cómo destruir lo que viene de Dios: es la espada que corta aunque no la reconozcamos como una espada verdadera.
Ezequiel: Un bosquejo
El libro de Ezequiel tiene muchas ilustraciones y lenguaje figurativo. Fue escrito luego de que Ezequiel fue llevado cautivo a Babilonia y nos indica las razones por las que Dios tuvo que juzgar a su pueblo, pero también explica cómo va a librarles en el futuro. El tener una idea general de su contenido nos ayudará a entender el libro y a pesar de que cuando lo leamos por primera vez, posiblemente no entendamos cada detalle, un bosquejo nos ayudará a captar los temas importantes del libro, como son: la idolatría, el gobierno de Dios y su misericordia; los cuales tienen mucho que ver con nuestras vidas cotidianas.
Cap. 1-24: Juicio contra Israel
En los versículos 13 al 14 del primer capítulo descubrimos un tema importante: “Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos”. Aunque los detalles parecen obscuros, es claro que este es un tiempo de juicio solemne contra el pueblo de Dios. El fuego y los relámpagos son símbolos de un juicio rápido y firme. Pero ¿por qué tuvo que juzgar Dios a su pueblo así? La respuesta la hallamos en capítulo 8:6: “Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario?”. De allí procede a describir la idolatría escondida del pueblo, pues Dios jamás compartirá su gloria con dioses falsos.
Cap. 25-32: Juicio contra las naciones que rodean a Israel
En estos capítulos leemos sobre la destrucción de las naciones que rodean a Israel incluyendo Amón, Moab, Edom, los filisteos, Tiro y Egipto. Así como en un juicio en una corte, Dios da las razones por las que los pueblos son juzgados, por ejemplo lo que menciona Ezequiel 28:2: “Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares (siendo tú hombre y no Dios) ... ”. El orgullo, ya sea individual o nacional, jamás tendrá la aprobación de Dios, pues aunque Dios tiene una longanimidad perfecta, llega el momento cuando tiene que quitar de su tierra la maldad que ha infectado al ser humano.
Cap. 33-39: Juicio venidero y restauración de Israel
En esta serie de capítulos leemos acerca de la caída de Jerusalén, pero también de las bendiciones que Dios tiene para su pueblo, las cuales vienen de la excelencia de su corazón lleno de gracia. Y leemos estas preciosas palabras de esperanza: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26). ¡Qué esperanza para su pueblo!
Cap. 40-48: El templo y la tierra en el milenio
Durante el milenio la tierra experimentará un tiempo de paz inigualado en toda la historia. Dios reinará desde Jerusalén para el bien de toda la tierra, la gloria de Dios que tuvo que salir del templo regresará al nuevo templo y Dios habitará con su pueblo: “Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa” (Ezequiel 43:5). Ya nunca más desviarán a su pueblo de Él.
Daniel 1: La fidelidad de Daniel
Las tropas de Nabucodonosor invadieron Judá y conquistaron Jerusalén, de esta ciudad llevaron muchos cautivos, entre ellos estaban el joven Daniel y sus tres amigos: Ananías, Misael y Azarías; tuvieron que marchar más o menos unos 1300 kilómetros, en una época que no había carreteras y que el transporte más veloz que existía era el caballo. Allí, lejos de sus familias, de sus hogares y de la Tierra Prometida tuvieron que empezar una vida nueva. Esto fue el cumplimiento de una profecía de Isaías: “De tus hijos que saldrán de ti, y que habrás engendrado, tomarán, y serán eunucos en el palacio del rey de Babilonia” (Isaías 39:7). Eran muchachos del linaje real, de buen entendimiento; pero debían aprender las letras y la lengua de los caldeos, así que serían enseñados en el palacio de Nabucodonosor. Habían perdido su reino y tenían que integrarse a la corte del nuevo imperio; pero, quizá lo peor de todo es que perdieron sus propios nombres, por ejemplo Daniel, que significa Dios es mi juez, fue cambiado a Beltsasar, esto es, Príncipe de Bel, un dios pagano. ¡Qué difícil para un muchacho que creía en el Dios verdadero!
Además, en ese país tenían otras costumbres, algunas de las cuales estaban en contra de la enseñanza de la palabra de Dios; pues a los judíos el Señor les había mandado que no comiesen cierto tipo de comida. Por ejemplo, Levítico 7:25-26 dice: “Porque cualquiera que comiere grosura de animal, del cual se ofrece a Jehová ofrenda encendida, la persona que lo comiere será cortada de entre su pueblo. Además, ninguna sangre comeréis en ningún lugar en donde habitéis, ni de aves ni de bestias”. Así que alguien que quería agradar a Dios, en esta época, no podía ir contra esta clara instrucción. El rey asignó para Daniel una ración diaria de su propia comida; pero lastimosamente para él era inmunda. Imagínate la dificultad en la que se encontraba: si la rehusaba, sería un cautivo que no quería la comida asignada por su nuevo rey. Pero en la historia vemos que él temía a Dios y no al hombre: “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía ... ” (Daniel 1:8). Para él era más importante honrar a Dios que a los hombres, cueste lo que cueste. Y fue respetuosamente a su supervisor para expresarle su deseo.
Pero, cuán bueno es saber que Dios cuida a sus hijos: “Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos” (Daniel 1:9). El Señor no nos promete librarnos siempre de nuestros problemas, mas nos ha prometido que estará con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). En otra ocasión, Daniel no fue librado del foso de los leones, pero sí fue librado de los leones mismos. Daniel y sus amigos empezaron a comer legumbres y agua en vez de la carne y el vino. Una dieta mucho más sencilla, pero sin la contaminación de la carne inmunda. Nunca perdemos espiritualmente cuando honramos a Dios; pues cuando le damos el primer lugar, aun en las cosas naturales, muchas veces nos ayuda de una manera especial. Cuando Daniel y sus amigos tuvieron que presentarse delante del rey para sus exámenes finales, sacaron las notas más altas e incluso más que eso, pues: “En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1:20). ¡Dios puede hacer lo que nosotros ni siquiera podemos imaginarnos!
Jonás: Arrepentimiento
Muchos conocen la historia de Jonás y el gran pez. Han escuchado que vivió en el vientre del pez durante tres días, antes de ser vomitado en tierra. El relato es muy impresionante e inusual; pero ¿qué aprendemos en este precioso pasaje de las Escrituras? En tan solo cuatro capítulos, Dios nos enseña mucho acerca del arrepentimiento y de su gracia. Tres grupos de personas: los marineros, Jonás y los habitantes de Nínive, se arrepintieron de diferentes maneras. Sería provechoso para nuestro bien espiritual estudiar cómo cambiaron sus actitudes.
Muchas veces el Señor usa las circunstancias difíciles para hacernos despertar de nuestro sueño y escuchar su voz. Los marineros experimentaron “ ... en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave. Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios ... ” (Jonás 1:4-5). Su primera reacción fue llamar a cada uno de sus dioses, pero ninguno respondía; entonces, rápidamente se dieron cuenta que aquellos dioses falsos en los que habían confiado no tenían poder: eran impotentes e inútiles, pues la tormenta no cesaba y en cambio sus temores aumentaban cada vez más. Dios tiene el control completo sobre las circunstancias de la vida y permite que existan dificultades con el fin de que podamos reconocer que aquellos dioses como el dinero, la posición social, el trabajo ... no tienen poder para sacarnos de nuestros problemas. Estos marineros se dirigieron a Jonás diciendo: “Levántate, y clama a tu Dios ... ” (Jonás 1:6). Es evidente que no tenían una relación personal con el único Dios verdadero, pues aquí usan el nombre Elohim para Dios, el cual indica el poder y la fidelidad que Él tiene. El Dios creador en Génesis 1 usa el nombre Elohim para enfatizar su poder. Estas características de Dios son muy importantes, pero no demuestran su Ser en la plenitud tal como lo tenemos en el Nuevo Testamento. Los marineros vieron su poder pero no le conocían personalmente.
Después de escuchar el testimonio de Jonás y ver el poder de Dios leemos: “Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (Jonás 1:16). Este profundo cambio de actitud nos muestra un completo cambio en el corazón. El verdadero arrepentimiento implica un cambio de pensamiento acompañado por nuevas obras, distintas a las que antes hacíamos, las que demuestran el cambio interior. Estos marineros usan un nuevo nombre para Dios: Jehová. Jehová Elohim es el nombre principal que se usa en los capítulos 2 y 3 de Génesis y en ellos Dios explica la relación personal e íntima que tiene con el ser humano. Es muy interesante notar que en la conversación entre Eva y la serpiente, solo se utiliza el nombre Elohim. Así vemos como Eva puso una distancia entre sí misma y Dios. En Éxodo 3:15 leemos: “Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres ... ”. Dios usó el nombre Jehová para enfatizar su relación con su pueblo terrenal. Los marineros lo usaron para indicar la nueva relación que tenían con Dios; sin embargo, ahora le conocemos aun mejor a través de su revelación completa después de la vida, muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesucristo.
En la vida de Jonás vemos un arrepentimiento verdadero, así como una preocupación. Sugiero que leas cuidadosamente el pequeño libro buscando la evidencia sobre el cambio en su corazón y también el orgullo por su reputación que le impidió alegrarse cuando vio el arrepentimiento del pueblo de Nínive. Busca además evidencia en las Escrituras sobre el verdadero arrepentimiento de la ciudad, lo que permitió que Dios muestre su misericordia. El versículo para memorizar nos enseña que tan lento es Dios para juzgar y su amor hacia los perdidos que se arrepienten.
Zacarías 11-13: El Mesías
En Apocalipsis 19:10 está un versículo que es como la llave que nos ayuda a entender la profecía: “... porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. En todas las Escrituras tenemos un claro testimonio acerca del Señor Jesucristo, Quien es el deleite del corazón del Padre; pues es su Hijo. No hay manera de entender la profecía sin referirnos al tema de la misma: el Señor Jesucristo. “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían” (Lucas 24:26-27). En estos versículos vemos que el Antiguo Testamento muchas veces se refiere al Señor Jesucristo como el Mesías, el enviado de Dios; ellos dicen claramente que el Señor iba a venir para padecer y luego para reinar. Los judíos escudriñaban la palabra de Dios para ver las señales de su venida, con la esperanza de ser liberados de sus problemas cuando él llegue; pero lastimosamente no prepararon sus corazones para recibirle.
En las profecías acerca de la venida de Cristo vemos una precisión de una fuente divina que no tiene comparación. ¿Alguna vez has perdido una moneda dentro de tu casa? Fue difícil hallarla, ¿no es cierto? Pero para mostrar una pequeña parte de la excelencia de la palabra de Dios alguien lo ilustró así: escogió tan solo ocho de las profecías acerca del Señor, ya que hay muchas más y describió la posibilidad de ser tan preciso por la casualidad de la siguiente manera: Imagínate cubrir todo el territorio del Ecuador y la cuarta parte del Perú con monedas de un dólar hasta una profundidad de 60cm; luego haces una pequeña marca en una de ellas y la escondes entre las otras; finalmente llamas a un desconocido para que camine por todo el territorio y escoja una moneda. La posibilidad de que seleccione sea moneda señalada sería semejante a alguien que cumpla estas ocho profecías tan solo por casualidad.
En el libro de Zacarías, solamente en los capítulos 11 al 13 menciona 5 profecías acerca del Señor Jesucristo. En Zacarías 11:12-13 hallamos los primeras dos: “Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado!”. Después, en Mateo 27:3,5 leemos el cumplimiento de estos versículos: “devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, ... Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió ... ”. Nota bien algunas cosas precisas que se mencionan en los versículos de Zacarías. Primero la cantidad de dinero no fue cualquiera, sino exactamente 30 piezas de plata, ni una más ni una menos; aunque usamos la palabra “plata” como si fuera un sinónimo de dinero, la palabra usada en las Escrituras se refiere al metal, ya que en esa época usaban monedas de oro, plata y bronce. Segundo, nota la manera en que fue “depositado” el dinero. En Zacarías dice: “échalo” y en Mateo: “arrojando”. No es tan común depositar dinero con tanta violencia, pues por lo general ponemos el dinero con cuidado.
Escudriña los capítulos 12 y 13 y hallarás por lo menos tres profecías más acerca del Señor Jesucristo. Y en el resto del Antiguo Testamento hay por lo menos 56 más; seguramente hay muchas más, pero al momento tengo una lista de 61. Valdría la pena buscarlas para maravillarnos del plan divino que fue cumplido en la vida de Jesucristo. ¿Cuántas puedes hallar tú?