Oficio

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Este término tiene que ver con el gobierno de la iglesia—la administración de la asamblea (1 Timoteo 3:1, 3:10, 3:13). Es algo que se lleva a cabo exclusivamente a un nivel local. No hay nada en las Escrituras que hable de un gobierno central nacional o mundial colocado sobre las asambleas.
La Biblia enseña que hay dos de esos oficios administrativos en el gobierno de la iglesia:
•  Obispo (Hechos 14:23, 20:17-35; 1 Timoteo 3:1-7, 5:17-18; Tito 1:5-9; Hebreos 13:7, 13:17, 13:24; 1 Pedro 5:1-4; Apocalipsis 1:20).
•  Diácono [Ministro] (Hechos 6:3; 1 Timoteo 3:8-13).
Los obispos son los que “toman la iniciativa” (1 Tesalonicenses 5:12 – traducción J. N. Darby) en la dirección de la asamblea local en sus asuntos administrativos y están particularmente ocupados con el estado espiritual de la grey (1 Tesalonicenses 5:12-13; Hebreos 13:7, 13:17, 13:24; 1 Corintios 16:15-18; 1 Timoteo 5:17). La versión inglesa King James se refiere a estos hombres como “los que tienen dominio sobre vosotros,” pero esta expresión puede llevar a un mal entendimiento y podría transmitir la idea equivocada de que exista una casta especial de hombres que están “sobre” el rebaño—o sea, un clero. Debería ser traducido: “los que toman la iniciativa entre vosotros.” Esto demuestra que ellos no deben tener “señorío” sobre el rebaño (1 Pedro 5:3). Este trabajo no se refiere necesariamente al liderazgo en la enseñanza o la predicación de manera pública sino a los asuntos administrativos de la asamblea. Confundir estas dos cosas es entender mal la diferencia entre don y oficio, que son dos esferas distintas de la casa de Dios. Algunos de los que toman la iniciativa pueden no enseñar públicamente, pero es muy bueno y útil cuando lo pueden hacer (1 Timoteo 5:17). Estos hombres deben conocer los principios de la Palabra de Dios y poder exponerlos para que la asamblea pueda entender el curso de acción que Dios tomaría en algún asunto particular (Tito 1:9).
Hay tres palabras usadas en las epístolas para describir a estos guías en la asamblea local:
•  En primer lugar, “ancianos” (Presbuteroi). Esto se refiere a aquellos que están avanzados en edad. Implica madurez y experiencia en asuntos espirituales (Hechos 14:23, 15:6, 20:17; Filipenses 1:1; 1 Timoteo 5:17-19; 1 Pedro 5:1-4). Sin embargo, no todos los hombres de edad avanzada en la asamblea funcionan necesariamente en el papel de líderes (1 Timoteo 5:1; Tito 2:1-2).
•  En segundo lugar, “obispos” (Episkopoi). Esto se refiere a la labor que ellos hacen de pastorear el rebaño (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2), velar por las almas (Hechos 20:31; Hebreos 13:17) y dar amonestación (1 Tesalonicenses 5:12).
•  En tercer lugar, ellos son llamados “pastores [guías]” (Hegoumenos). Esto se refiere a su capacidad espiritual para dirigir y guiar a los santos (Hebreos 13:7, 13:17, 13:24).
Estas no son tres posiciones diferentes en la asamblea, sino tres aspectos de un mismo trabajo que estos hombres hacen. Esto puede verse en la forma en que el Espíritu de Dios utiliza estos términos de forma intercambiable. (Comparar Hechos 20:17 con 20:28 y Tito 1:5 con 1:7). En el libro de Apocalipsis, a aquellos que tienen este papel se les denomina “estrellas” y también como al “ángel de la iglesia [local] (Apocalipsis 1-3). Como “estrellas,” deben dar testimonio a la verdad de Dios (los principios de Su Palabra) como portadores de la luz en la asamblea local, proporcionando luz sobre los diversos asuntos que la asamblea podría afrontar. Esto es ilustrado en Hechos 15. Después de escuchar el problema que estaba preocupando a la asamblea, Pedro y Jacobo proporcionaron luz espiritual sobre el asunto. Jacobo aplicó un principio de la Palabra de Dios y dio su juicio en cuanto a lo que él entendía que el Señor quería que hiciesen (versículos 15-21). Como “el ángel de la iglesia,” ellos actúan como mensajeros para llevar a cabo la mente de Dios en la asamblea en la realización de la acción. Esto también es ilustrado en los versículos 23-29.
Hoy en día, no hay ningún nombramiento oficial de ancianos/obispos/guías para este trabajo, como había en la iglesia primitiva (Hechos 14:23; Tito 1:5), porque no existen apóstoles (o delegados de los apóstoles) en la tierra para ordenarlos. Esto no significa que la obra de sobreveedor no pueda continuar hoy. El Espíritu de Dios todavía está levantando a hombres para hacer este trabajo (Hechos 20:28). Estos hombres no se nominan a sí mismos para esta función, ni tampoco son nombrados por la asamblea, como es frecuentemente el caso en la Iglesia hoy en día. Estos seguramente serían los mismos a quienes un apóstol ordenaría si estuviera aquí hoy. La asamblea los conocerá por su devoto cuidado por los santos, por su conocimiento de los principios bíblicos y su sano juicio—y debe reconocerlos como tales, aunque no han sido oficialmente nombrados.
En el discurso de despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso, él dio una descripción del carácter y obra de un anciano/obispo/guía, poniéndose a sí mismo como ejemplo (Hechos 20:17-35). Él delineó cuidadosamente lo que ellos debían ser:
•  Consistentes (versículo 18)
•  Humildes (versículo 19).
•  Compasivos (versículo 19).
•  Perseverantes (versículo 19).
•  Fieles (versículo 20).
•  Comprometidos (versículos 21-24).
•  Energéticos (versículos 24-27).
Entonces él describió lo que ellos debían hacer:
•  Pastorear el rebaño (versículo 28).
•  Vigilar por los peligros siempre presentes: de lobos entrando y de hombres atrayendo a discípulos tras sí (versículos 29-31).
•  Usar los recursos que Dios dio para esa obra: la oración y la Palabra de Dios (versículo 32).
•  Involucrarse de manera práctica en un ministerio de ayudar a los necesitados (versículos 33-35).
El segundo oficio administrativo en la asamblea local es el de un “diácono.” Esto se refiere a la labor de atender los asuntos temporales de la asamblea—cosas materiales, cosas financieras, etcétera (Hechos 6:3; 1 Timoteo 3:8-13). La palabra “diácono” significa “siervo” y puede ser traducido como “ministro”. Como ejemplo, cuando Bernabé y Pablo salieron en su primer viaje misionero “tenían también á Juan en el ministerio” (Hechos 13:5). La palabra “ministerio” o “ministro” en este caso puede ser traducida como “siervo” o “cooperador,” y se refiere al mismo tipo de trabajo. Por eso, Juan Marcos ayudó a Bernabé y a Pablo en cosas temporales en el campo misionero. En el caso del diácono en 1 Timoteo 3, sin embargo, es en relación con las cosas temporales que pertenecen a la asamblea local.
Hechos 6:1-5 ilustra esto. Una necesidad práctica de administrar las cosas materiales se presentó en la asamblea en Jerusalén. Los apóstoles en aquella asamblea dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la Palabra de Dios, y sirvamos á las mesas.” La palabra “servir” aquí tiene la misma raíz que la palabra “diácono.” Ciertos hombres, por lo tanto, fueron designados para cuidar del “ministerio cotidiano” (o sea la distribución de fondos) y para “servir á las mesas,” para que los apóstoles tuviesen libertad de continuar su trabajo de ministrar la Palabra.
La Iglesia de hoy, tristemente, ha sacado el término “ministro” de su significado y uso bíblico y lo ha conectado a la posición creada por el hombre como siendo un clérigo con títulos oficiales de “Ministro” y “Pastor.” El lugar y el trabajo de un ministro han sido convertidos en una posición prominente de predicar y enseñar en la Iglesia—muchas veces con un equipo de personas que ayudan al predicador. En la Escritura, es todo lo contrario; ¡un ministro es un siervo de aquellos que predican y enseñan! (Hechos 13:5; Romanos 16:1).
Una diferencia notable en las calificaciones de un obispo y un diácono es que no hay ninguna mención de que el diácono sea “apto para enseñar.” Dice que él debe tener “el misterio de la fe,” lo que indica que él debe conocer la verdad—como todos los santos deben—pero no hay ninguna mención de que él sea apto para enseñar o predicar. Otra diferencia notable entre estos dos oficios es que, mientras los obispos no deben ser escogidos por la asamblea para su trabajo, la asamblea escoge a sus diáconos. Una vez más, esto se ve en Hechos 6. Los apóstoles instruyeron a la asamblea en Jerusalén para que escogieran a los hombres que ellos hallaran ser los más adecuados para ese trabajo. Hay sabiduría en esto: ¿Quién mejor conoce el carácter de estas personas que aquellos que andan en comunión con ellos diariamente? También cabe señalar que incluso después de que la asamblea eligió a estos hombres, ellos no los ordenaron, porque la asamblea (ya sea la de entonces o la de ahora) no tiene poder de ordenación. La asamblea trajo a los apóstoles a aquellos que había escogido, los cuales luego los designaron oficialmente para aquel oficio. Un ejemplo de este trabajo puede ser visto en el “hermano” que tenía buena reputación por su confiabilidad siendo “ordenado [escogido] por las iglesias” para ayudar en el manejo de la colecta y traerla a los santos pobres en Jerusalén (2 Corintios 8:18-19).
Si este trabajo temporal es realizado de forma fiel, el diácono/ministro ganará oportunidades en otras áreas del servicio—particularmente en el testimonio verbal del evangelio (1 Timoteo 3:13). La vida bien ordenada y el trabajo fiel de un diácono/ministro en la casa de Dios se convierte en un testimonio para todos de que él es alguien en quien se puede confiar. Esto es ilustrado en las vidas de Esteban y Felipe en Hechos 7-8. Estos hombres eran diáconos en la asamblea de Jerusalén (Hechos 6:5), y habiendo hecho su trabajo fielmente, fueron usados en la fe y testificaron del Señor ante el Sanedrín (Hechos 7) y en la ciudad de Samaria (Hechos 8). Esteban tenía un don de enseñanza, y Felipe era un evangelista dotado (Hechos 21:8). Pero esto no significa que todos los diáconos tengan tales dones públicos.