Padecer con y por Cristo

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Padecer “con” Cristo (Romanos 8:17) es un aspecto de sufrimiento que viene como consecuencia directa de tener “el Espíritu de Cristo” (Romanos 8:9). Esta función especial del Espíritu forma a Cristo en nosotros. Y una de las características de Cristo que Él está formando en nosotros son los sentimientos de Cristo. Cuando Cristo contempla la escena donde el pecado ha obrado, Él padece compasivamente por el padecimiento que tienen Sus criaturas bajo “servidumbre de corrupción” (Romanos 8:20-22). Como hijos de Dios y linaje de Dios, hemos sido hechos recipientes de las compasiones de Dios. Por lo tanto, estando enlazados por el cuerpo a la creación gimiente y teniendo el Espíritu de Cristo en nosotros, sufrimos compasivamente con Cristo en una pequeña medida. Cada creyente padece en cierta medida de esta manera porque tiene el Espíritu morando en él.
Padecer “por” Cristo (Filipenses 1:29; Hechos 5:41, 9:16, etcétera), por el contrario, tiene que ver con sufrir reproche y persecución por el testimonio del evangelio que está siendo anunciado en este mundo. Podemos evitar este tipo de padecimiento negándonos a confesar a Cristo ante los hombres. Hay un tipo de esta clase de padecimiento en la historia de David y Jonatán. David es un tipo de Cristo y Jonatán es un tipo del creyente. Cuando Jonatán se identificó públicamente con David, Saúl y los que le seguían se enfurecieron. Saúl incluso lanzó una lanza a Jonatán—¡su propio hijo! (1 Samuel 20:30-34; 2 Timoteo 3:12) Por lo tanto, padecer por Cristo es algo electivo, mientras que padecer con Cristo es inevitable.