Si Dios no hubiera dado en Su Palabra escrita una promesa que los padres creyentes pueden apropiarse para la salvación de sus hijos, ¡cuán terrible sería engendrar hijos en este mundo puesto en maldad, sin tener la seguridad de que serían salvos!
Pero Dios ha dado Su promesa fiel, y la fe del padre de la familia puede apropiársela con gratitud y seguridad; no negando, por otro lado, que cada uno en la casa tiene que ejercer “arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21), para beneficiarse de ella.
Cuando Dios iba a destruir todo ser viviente con la tierra por medio del diluvio, dijo a Noé: “Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de Mí en esta generación” (Génesis 7:1). (Previamente dice que “Noé halló gracia en los ojos de Jehová”; Génesis 6:8). Plugo a Dios incluir la casa de Noé con él.
“E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová ... . Y vino Noé, y sus hijos, y su mujer, y las mujeres de sus hijos con él al arca, por las aguas del diluvio” (Génesis 7:5,7). Pero Noé no llevó a sus hijos dentro del arca en sus brazos: cada uno tuvo que entrar de por sí. Asimismo cada hijo de padres cristianos tiene que arrepentirse de sus pecados y entrar por fe en el arca de la salvación, que es Cristo.
Cuando Israel fue protegido al abrigo de la sangre del cordero pascual, Jehová dijo: “ ... tómese cada uno un cordero por las familias de los padres, un cordero por familia” (Éxodo 12:3).
El carcelero de Filipos, convencido de su pecado atroz, se postró a los pies ele Pablo y Silas, temblando, y preguntándoles: “Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo? Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, Y TU CASA” (Hechos 16:29-31). Le fue dicha una palabra salvadora no sólo para él, sino también para la salvación de cada uno de su casa. Así él creyó; Dios honró su fe, y todos los de su casa fueron también salvos (compárese versículo 34).
Raramente son todos de una edad responsable ante Dios salvados tan pronto después de la conversión del padre de la familia, pero “fiel es Dios”, y aunque Él pruebe la fe de algunos padres por muchos años, aun hasta no recibir la respuesta a sus plegarias en esta vida, no obstante la fe descansa en la palabra de Dios y cuenta con Él para cumplir Sus promesas.
Pero donde la fe está en ejercicio, Dios también espera la obediencia; así en Su Palabra de verdad, la Biblia, ha dado amplias instrucciones a los padres creyentes en cuanto a la crianza de sus hijos para Él.
Los siguientes pasajes son muy instructivos y saludables:
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo” (Proverbios 13:24). “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se excite tu alma para destruirlo” (Proverbios 19:18). “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la hará alejar de él” (Proverbios 22:15). “No rehúses la corrección del muchacho; porque si lo hirieres con vara, no morirá. Tú lo herirás con vara, y librarás su alma del infierno” (Proverbios 23:13-14). “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará deleite a tu alma” (Proverbios 29:15,17). “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). “Padres, no irritéis a vuestros hijos, porque no se hagan de poco ánimo” (Colosenses 3:21).
Los castigos señalados en los Proverbios serán templados por una actitud cristiana de parte de los padres. No conviene que el padre se llene de ira al castigar a su hijo. Este debe sentir que su padre le ama —no le odia— cuando lo castiga. Una vez rotos los vínculos de amor entre padre e hijo, difícilmente se restauran.
Si los padres se allegan a su Dios y Padre, conscientes de su dependencia de Él, de cierto Él dará la gracia y la sabiduría necesarias para poner por obra estas instrucciones, para gloria de Dios y para la bendición de sus casas.