Pastor

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Este es uno de los dones que Cristo, la Cabeza ascendida de la Iglesia, ha dado a la Iglesia. “Pastor” (Efesios 4:11), se refiere a los hombres que fueron dotados con capacidades espirituales para guiar y aconsejar a los santos en cuestiones prácticas, y, por tanto, son capaces de cuidar del estado espiritual del rebaño. Una de las capacidades especiales que tiene un pastor es la “palabra de sabiduría” (1 Corintios 12:8). Es la capacidad dada por Dios para expresar sabiduría divina en palabras por las cuales los santos son ayudados en su caminar con el Señor. Es por esto que estas capacidades son llamadas “palabra” de sabiduría.
Es triste decir que los hombres han inventado una posición en la Iglesia (un clérigo) que no existe en la Palabra de Dios y han “secuestrado” el término “pastor” y lo han conectado a esta posición hecha por el hombre. Esta posición es llenada por un hombre o una mujer, que ha sido formalmente entrenado en un seminario y ordenado por los hombres con el fin de predicar y enseñar en una congregación cristiana. Esta posición no-bíblica ha sido aceptada por las masas en la profesión cristiana durante siglos. Hace tanto tiempo que existe y está tan difundida que es aceptada de forma incuestionable como siendo el ideal de Dios. Puede ser vista desde la basílica de San Pedro en Roma hasta la menor capilla evangélica en el campo.
Los hermanos en los años 1800 que estuvieron envueltos en la recuperación de mucha verdad que había sido perdida por siglos para la Iglesia, escudriñaron las Escrituras para ver si la posición de un clérigo era bíblica y descubrieron que no lo era. W. T. P. Wolston lo resumió sucintamente. Él dijo: “Hay una noción en la cristiandad de que un pastor es un hombre colocado sobre una congregación. La idea está en la mente de las personas, ¡pero no en la Escritura!” (The Church: What Is It?, p. 173) Estos hombres (en los años de 1800) vieron en las Escrituras que Cristo prometió estar “en medio” de aquellos a quienes el Espíritu de Dios ha reunido a Su nombre (Mateo 18:20). Y, con Alguien tan grande y tan competente como Él presente entre los santos reunidos, no es necesario nombrar a un hombre para dirigir y guiar la congregación—independientemente de cuan dotada pueda ser esa persona. C. H. Mackintosh dijo: “Si Jesús está en medio de nosotros, ¿por qué deberíamos pensar en establecer un hombre como dirigente? ¿Por qué no unánimemente y de todo corazón, permitir que Él ocupe el lugar de dirigente, e inclinarnos a Él en todas las cosas? ¿Por qué establecer una autoridad humana, cualquiera que sea su forma, en la casa de Dios?” (The Assembly of God, p. 23).
Establecer a un hombre en la asamblea para conducir las reuniones y administrar la Cena del Señor es un grave error eclesiástico. No hay ni siquiera una insinuación de algo así en la Palabra de Dios, de que un hombre, ni siquiera un apóstol, fuera separado para tal cosa. La Escritura simplemente dice: “juntos los discípulos á partir el pan” (Hechos 20:7). A pesar de que la Escritura enseña que los creyentes deben ser reunidos al nombre del Señor solamente para el culto y el ministerio, esperando la dirección del Espíritu como guía, uno difícilmente encontrará una reunión de oración sin que alguien (un líder de oración) sea nombrado para conducirla. ¡Esto no es más que el hombre usurpando el lugar de Cristo y del Espíritu Santo en la asamblea!
Todos los grupos cristianos dirán que ellos reconocen la presencia del Espíritu en medio de ellos, pero la prueba de si realmente creemos en el poder y la presencia del Espíritu en la Iglesia será demostrada al permitir que el Señor dirija las cosas en las reuniones de la Iglesia por el Espíritu. Lo que la Escritura requiere de nosotros es la fe en el poder del Espíritu, lo que es probado al dejarlo en Su debido derecho de emplear a quien Él quiera que hable en las reuniones. Si fue por el poder del Espíritu que Dios hizo el mundo y todo lo que en él hay (Job 26:13, 33:4; Génesis 1:2), ¡ciertamente el Espíritu es capaz de conducir a algunos cristianos que están reunidos para el culto y el ministerio! De hecho, la Escritura dice que esta es una de las razones por las que el Espíritu fue enviado para habitar en la Iglesia (1 Corintios 12:4-11). Así, desde el momento en que el Espíritu de Dios fue enviado al mundo en Pentecostés, será inútil buscar en el Nuevo Testamento ningún tipo de posición en la Iglesia que, ni aun remotamente, se asemeje a la de un clérigo.
La Escritura no enseña que debe haber un hombre en la congregación que tenga el derecho oficial al ministerio. De hecho, enseña que a cada miembro del cuerpo de Cristo le fue dado un don (1 Corintios 12:7; Efesios 4:7; 1 Pedro 4:10; Romanos 12:6-8) y todos los que tienen un don para ministrar la Palabra de Dios deben tener libertad para ejercer su don en la asamblea, como el Espíritu conduzca (1 Corintios 12:7-10). Sin embargo, la posición de un clérigo impide esta manifestación del Espíritu en las congregaciones cristianas (1 Corintios 12:1 – traducción J. N. Darby).
Todo el proceso de entrenamiento y ordenación de un Pastor/Ministro es también un invento humano. ¡No hay ni una persona en la Biblia que fuese ordenada por los hombres para predicar la Palabra a la Iglesia! W. Kelly dijo: “De hecho, según está tratado en el Nuevo Testamento—y está tratado de forma completa y precisa—nadie nunca fue ordenado por el hombre para que predicase el evangelio” (Lectures on the Church of God, p. 183). Las personas generalmente responden: “Pero hubo hombres que fueron ordenados en la Biblia.” Sí, la Biblia nos dice que Pablo y Bernabé ordenaron ancianos en cada ciudad en uno de sus viajes misioneros (Hechos 14:23). ¡Pero no hay una sola instancia en la Escritura donde Pablo, Bernabé, Tito, etcétera, hayan ordenado a un pastor, maestro o evangelista con el propósito de predicar y enseñar!
Que alguien profese tener el poder de ordenar es igualmente vacío. Todo el valor del nombramiento de una persona para un oficio depende de la validez del poder del que hace el nombramiento. La Escritura no permite ningún poder de nominación, excepto el de un apóstol, o de un enviado que haya recibido una comisión de un apóstol para ese propósito. Pero ¿Dónde está tal delegado en el día de hoy que pueda comprobar adecuadamente tener una comisión apostólica para la obra de nombrar? La Palabra de Dios ni siquiera sugiere la continuidad de estos poderes ordenadores. W. Kelly concluyó: “Mi afirmación es que, en esta cuestión de ordenación, la cristiandad ha perdido la mente y la voluntad de Dios, y está en ignorancia, pero no sin pecado, luchando para implementar un orden propio, que es un mero desorden ante Dios” (Lectures on the Church of God, p. 192). Está claro que aquellos que profesan ordenar hoy no tienen ninguna autoridad de Dios para ello.
Las organizaciones de la iglesia en la cristiandad no sólo han creado una posición que no existe en la Palabra de Dios, sino también han atribuido varios títulos a esa posición que tampoco tienen la aprobación de Dios. Es verdad que las palabras “ministro” y “pastor” son mencionadas en la Biblia, pero nunca son utilizadas como títulos. Un “pastor” es un hombre que ha sido dotado de capacidades espirituales para guiar, aconsejar, y pastorear a los santos en las cuestiones prácticas de la vida cristiana—no es el título de un clérigo. La Palabra de Dios enseña que los pastores son sólo uno de los muchos dones que Cristo ha dado (Efesios 4:11). ¿Por qué establecer este don en la iglesia con un título oficial y atribuir a esa persona preeminencia sobre los demás? La Escritura condena la entrega de títulos lisonjeros a los hombres (Job 32:21-2221Let me not, I pray you, accept any man's person, neither let me give flattering titles unto man. 22For I know not to give flattering titles; in so doing my maker would soon take me away. (Job 32:21‑22)). Una denominación llama a su clérigo “Padre”, a pesar de que el Señor dijo que no se hiciese esto (Mateo 23:9). Otras organizaciones de la iglesia utilizan el título “Doctor”. (La palabra “doctor” proviene del Latín docere, que significa enseñar—o sea un profesor). Otras denominaciones utilizan el título “Reverendo.” Esto es ultrajante. Sólo debemos reverencia a Dios.