Prefacio

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Al aproximarse el momento del cumplimiento de lo que está predicho en el libro de Apocalipsis, existe en los corazones de muchos hijos de Dios, el deseo de instruirse en la palabra profética. Desde la gloria, el mismo Señor Jesucristo ha invertido su interés en “manifestar a sus siervos” estas verdades maravillosas, “porque el tiempo está cerca”. El velo es levantado por Aquel que puede no solo revelar con conocimiento omnisciente “las cosas que deben suceder pronto”, sino que también con poder omnipotente, puede llevar a su perfecto cumplimiento cada acontecimiento predicho.
Somos invitados a penetrar en el desarrollo del curso de los eventos proféticos, que tienen por escenario este mundo, con una promesa de bendición. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía”. Cuando los pensamientos y el corazón son ejercitados en estos conocimientos, somos colocados en una relación íntima con Aquel que presidirá la sucesión de todos los eventos proféticos. Y si es que hemos de indicar la persona central de esta revelación, no podemos menos que decir que “el espíritu de la profecía es el testimonio de Jesús”.
Las verdades apocalípticas generan en el creyente una transformación interior, pues no solo iluminan el entendimiento en relación a los grandes designios y propósitos de Dios para con esta creación, sino que a la vez ejercen un notable efecto en la conducta y en la vida práctica. El creyente así iluminado, queda advertido para realizar un andar en separación con este mundo a punto de caer bajo el juicio, y recibe la energía necesaria para desarrollar su vocación celestial. Ningún auténtico hijo de Dios puede terminar de meditar esta revelación sin mirar a los cielos y gritar: “¡Ven, Señor Jesús!”
Presentamos un bosquejo expositivo con claros y sencillos desarrollos de la Escritura profética. Se publica con el deseo y la oración de que todos los que lo lean reciban iluminación, edificación y refrigerio, mediante la verdad que expone. Fue escrito por un siervo del Señor, ahora con Cristo, cuya claridad y sencillez en la exposición de las Escrituras, han sido apreciadas por numerosos santos de Dios en diversas partes del mundo.
Las citas de la Escritura sin otra identificación son de la versión Reina-Valera, revisión de 1977. Otra versión empleada ocasionalmente es la Versión Moderna, identificada como V.M.