Reunión con los sacerdotes y gobernantes - Neh. 2:17-18

Nehemiah 2:17‑18
 
Con un claro sentido de la ruina, Nehemías ahora se acerca a los sacerdotes, nobles y gobernantes. Sin embargo, esta fue una obra de Dios, y no una que requiriera el consentimiento o el consejo de aquellos prominentes en la comunidad. Presenta dos cosas: en primer lugar, una descripción precisa del verdadero estado de las cosas: “Vosotros veis la angustia en la que estamos, cómo Jerusalén yace desierta, y sus puertas se queman con fuego” (Neh. 2:17), y en segundo lugar, los exhorta a construir nuevamente los muros de la ciudad para que ya no sean un reproche. No por la fuerza que poseían —el remanente había demostrado lo indefensos que eran— sino más bien, porque la mano de Dios estaba con ellos. La autoridad del rey no se pasa por alto; estaban bajo el dominio gentil, y todo se hizo con la aprobación de esa regla (Neh. 2:18).
“Levantémonos y construyamos. Así que fortalecieron sus manos para esta buena obra” (Neh. 2:18). A veces es necesario levantarse; para “levantar las manos que cuelgan, y las rodillas débiles” (Heb. 12:12). La carta de Judas, escrita en un día de apostasía, no termina en desesperanza, sino que anima y exhorta: “Amados, edificaos en vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, mantenos en el amor de Dios, buscando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (Judas 20-21). Sardis, que representa las etapas finales del protestantismo, es instado a “estar vigilante y fortalecer las cosas que quedan, que están listas para morir” (Apocalipsis 3: 2). Levantar las manos en la desesperación, incluso cuando todo a nuestro alrededor está en ruinas, es un signo de falta de fe. Es bueno ver la respuesta de la gente; fortalecieron sus manos, reconociendo que era una buena obra, tal vez no glamorosa, pero ciertamente buena porque era de Dios. Del mismo modo, debemos “considerarnos unos a otros para provocar amor y buen trabajo... animándose unos a otros” (Heb. 10:24-25 JND).