Romanos 1:1-4

Narrator: Luiz Genthree
Duration: 7min
Romans 1:1‑4
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C. Stanley
Introducción
El escritor de estas notas recomendaría con fuerza un estudio con oración de esta epístola, como el trabajo fundamental de todo conocimiento bíblico. Bien recuerda él el beneficio que recibió por casi dos años, en hacer a un lado toda la demás lectura, y estudiar esta epístola, con algunos otros, cuando era joven.
No podemos sorprendernos de que contenga una verdad con un fundamento tan sólido, cuando conservamos en la mente que fue escrita a la asamblea de la que era entonces metrópolis del mundo entero.
Es importante y realmente de ayuda, al leer cualesquiera de las preciosas epístolas o libros de la Sagrada Escritura observar el carácter y diseño de cada libro y también el orden y las divisiones de este.
El objeto que el Espíritu tenía en esta epístola, entonces, era evidentemente revelar la relación de Dios con el hombre, y del hombre para con Dios: la manera en que Dios podía ser justo en justificar al hombre. Este es el fundamento de toda verdad.
El lector cuidadoso podrá ver inmediatamente las tres divisiones de la epístola. Los capítulos 1 al 8 revelan a Dios, el Justificador; el evangelio de Dios para los Judíos y los Gentiles de igual manera —la misma gracia para ambos—. Los capítulos 9 al 11 demuestran que Dios no ha olvidado Sus promesas a Israel, sino que, al tiempo señalado, todo se cumplirá para ellos como una nación. Los capítulos del 12 hasta el fin contienen la parte preceptiva.
Hay, sin embargo, una subdivisión de gran importancia en los primeros ocho capítulos. Hasta el capítulo 5:11 Se trata de la justificación de los PECADOS; luego, al final del capítulo 8, el tema es más bien la justificación y el rescate del PECADO. Ahora volvemos al capítulo 1.
Capítulo 1
“Pablo, un siervo de Jesucristo”. No era un siervo de ninguna sociedad o partido, sino de Jesucristo. Cuan pocos pueden seguir a Pablo en estas cinco palabras, y sin embargo cuán importante es que así lo sea, si el servicio ha de ser acepto a Cristo. ¿Ha pensado Ud. en esto en todo el curso de su vida y servicio? Esto hará toda la diferencia en el día de la recompensa. “Llamado a ser un apóstol” debe ser “un apóstol por llamamiento”. Cuando el Señor Jesús lo llamó a él, no significaba que él fuera a los otros apóstoles y se educase, o se preparase, o fuese ordenado como un apóstol; no, él fue constituido apóstol inmediatamente, y sin ninguna autoridad humana. Fue llamado a actuar y predicar como un apóstol porque ya era uno, no para que pudiese ser uno. (Compárese Hechos 26:15-19, Gálatas 1:10-16). De esa manera Pablo fue “apartado para el evangelio de Dios”. Bien sabía el Espíritu Santo como todo esto sería inverso enteramente en esa misma Roma. Sí, este mismo primer versículo es de gran importancia para nosotros, si hemos de hacer la voluntad de Dios. Recuerden que Pablo había sido un apóstol por algún tiempo cuando el Espíritu Santo lo apartó, y le envió a un viaje especial de servicio, y con la aprobación de los ancianos (véase Hechos 13:1-4) [y de los hermanos, compárese Hechos 15:40 —Nota del Editor].
Aquí entonces vemos a Pablo como un siervo de Jesucristo, un apóstol por llamamiento, apartado para el evangelio de Dios. Esta palabra “apartado” significa mucho. Apartado del mundo, de la ley, del judaísmo, a las gloriosas buenas nuevas de Dios. No es el tema de la iglesia en esta epístola, sino del evangelio de Dios. La iglesia no era el tema de la promesa, pero el evangelio sí. (“Que Él había antes prometido por Sus profetas en las Santas Escrituras”). Sí, las Escrituras, desde Génesis 3, contienen abundantes promesas del evangelio de Dios, “acerca de Su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro”. Cada promesa miraba hacia la simiente, la cual es Cristo. Sería bueno asirnos de esto. El evangelio no es concerniente a nuestros sentimientos o nuestras obras, sino “concerniente a Su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor”. Quiera Dios que ese Bendito sea para siempre el principio y el fin del evangelio de Dios que predicamos.
Luego hay nada más que dos partes en el verdadero evangelio: la obra efectuada por Jesús en la carne; y su resurrección de los muertos. “Que fué hecho de la simiente de David según la carne”. En Él, como Hijo de David, toda promesa fue cumplida. Qué manifestación del amor de Dios —el Santo hecho carne, y llegar a ser verdaderamente hombre— descender de Su propia gloria eternal a una raza caída y culpable, bajo el pecado y el juicio, y en ese estado de humanidad sin pecado ir a la cruz —Él mismo, todo pureza, y sin embargo ser hecho pecado, para llevar su juicio entero hasta la muerte—. Sí, descender hasta la misma muerte, y rescatarnos de su debido poder y ser entregado por nuestras iniquidades. Encontraremos que esto es un gran tema de nuestra epístola —la muerte expiatoria de Jesús, en su aspecto doble de propiciación y sustitución—. Pero aun cuando fue hecho hombre a la semejanza de la carne pecaminosa, sin embargo, Él mismo no era humanidad caída ni pecaminosa; no se contaminó. Siempre era el Santo de Dios, y así fue nombrado o “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos”.
Vamos, pues, a ver al Hijo de Dios, puro y sin contaminación por todo Su camino aquí abajo, no solamente Sus acciones benditas, sino Su naturaleza santa de acuerdo con el Espíritu de santidad. Así es que, aun en medio de la maldad, vino en amor por nosotros teniéndonos compasión por todo lo que el pecado ha efectuado; y tentado en todo, como nosotros, pero en Sí mismo, su naturaleza santa era enteramente apartada del pecado. Todo esto fue declarado en que habiendo efectuado nuestra redención, Dios le levantó de los muertos. Personalmente, la muerte no le reclamaba —no pudo ser detenido por ella—. Como Él era según el Espíritu de santidad, Dios en justicia debía levantarle de entre los muertos y recibirle en gloria. Él había glorificado a Dios en la naturaleza humana, y como hombre, Él ahora está levantado de los muertos, según el Espíritu de santidad; y ahora está en el cielo el Hombre que ha glorificado a Dios. Es bueno comprender bien lo que Él es en Sí mismo, y entonces comprenderemos mejor lo que Él ha hecho por nosotros, y lo que Él es para nosotros ya levantado de los muertos. Esperamos notar estas verdades más cabalmente más allá.
(para continuarse, mediante la voluntad de Dios).