Salvación

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Este es quizás el término más amplio de todos en el Nuevo Testamento, con una gran variedad de significados y aplicaciones. Tiene que ver con todo tipo de liberación de peligros y juicios que podría haber para el creyente, desde su justificación hasta su glorificación. Ya que existen muchos aspectos y aplicaciones diferentes para la salvación, es igualmente cierto para un creyente decir: “Fui salvado, estoy siendo salvado y seré salvado.”
Ha surgido confusión por los cristianos no distinguir estos aspectos de la salvación y de ahí han resultado ideas erróneas. En la mente de muchos, toda referencia a la salvación en la Escritura se presume que tiene que ver con el aspecto eterno de la salvación del castigo de nuestros pecados. Sin embargo, W. Kelly ha señalado que este aspecto generalmente no es lo que está en vista en la mayoría de los pasajes que hablan de salvación (Lectures on Philippians, p. 43). El estudiante de la Biblia, por lo tanto, debe discernir a cuál aspecto de la salvación se está refiriendo el pasaje que se está leyendo. El contexto normalmente indicará esto. Existen tres categorías principales de salvación:
•  Salvación eterna.
•  Salvación presente.
•  Salvación final.
1) Salvación Eterna
(Hebreos 5:9). Esto es lo que se predica a los pecadores en el evangelio, por el cual ellos creen en el Señor Jesucristo y son salvos del castigo eterno de sus pecados (Hechos 4:12, 16:30-31; Romanos 10:1, 10:9-10, 10:13; 1 Corintios 1:18, 7:16, 15:1-2; Efesios 1:13; Filipenses 1:28; 1 Timoteo 2:4; 2 Timoteo 2:10; Santiago 1:21; 1 Pedro 1:9). A veces es referida como la salvación de nuestras almas y tiene que ver con la paz que el creyente encuentra por descansar en fe en la obra consumada de Cristo, momento en el cual es sellado con el Espíritu Santo. Esta salvación eterna nunca puede perderse. (Véase: Seguridad Eterna del Creyente)
Los cristianos tienden a usar prematuramente el término “salvo” en conexión con la salvación eterna, al referirse a personas que muestran señales de vida divina. El Sr. Kelly dijo: “En verdad, creo que es una gran falla en la actualidad el hacer de la ‘salvación’ una palabra muy común y muy usual. Usted encontrará a muchos evangélicos constantemente diciendo que cuando un hombre se convierte, es salvo, pero probablemente sería bastante prematuro decir tal cosa ... Es imposible decir que toda persona convertida es salva, porque puede todavía estar con dudas y temores—esto es, puede estar hasta cierto grado bajo la ley en su consciencia. Ser ‘salvo’ libera a la persona de toda sensación de condenación—lo trae a Dios consciente de ser libre en Cristo, y no solo ante Dios con un sincero deseo de ser piadoso. Una persona no es convertida hasta que no es traída delante de Dios en cuanto a su consciencia, pero en este estado [siendo convertida solamente], puede sentirse la persona más miserable y desesperada. ¿Nos permite la Escritura llamar a esa persona ‘salva?’ Desde luego que no” (Lectures Introductory to the Study of the Minor Prophets, p. 375-376).
Cornelio es un ejemplo de una persona en este estado. Antes de que Pedro entrara en contacto con él, evidentemente había nacido de Dios, y, por lo tanto, tenía vida divina. Era un hombre temeroso de Dios y devoto; un hombre cuyas oraciones fueron oídas delante de Dios (Hechos 10:2-4). El Señor mostró a Pedro en una visión que Cornelio había sido limpiado (Hechos 10:15, 10:28). ¡Pero en ese momento, claramente no era salvo! Sabemos esto porque Pedro fue enviado para hablarle “palabras” por las cuales él y toda su casa serían “salvos” (Hechos 11:14). Tal persona tiene su destino eterno seguro, porque tiene vida (por medio de la vivificación), pero no es salva, en el sentido en el que Pablo usa la palabra, hasta que descanse por la fe en la obra consumada de Cristo.
2) Salvación Presente
Este aspecto de la salvación tiene que ver con la liberación de circunstancias adversas de la vida por las que pasamos. Puesto que hay muchos peligros en el camino de la fe, los creyentes tienen necesidad de este tipo de salvación práctica.
Existen muchas maneras por las cuales los creyentes son salvados en este sentido práctico:
Salvados por el Bautismo—El juicio gubernamental de Dios está sobre el mundo incrédulo de judíos y gentiles por haberle abandonado, y que actualmente está sintiendo las consecuencias de ello (Gálatas 6:7).
En cuanto a la generación de los judíos que fueron responsables por la muerte de Cristo (Hechos 3:14-15; 1 Tesalonicenses 2:14-15), en los primeros días de la historia de la Iglesia (Hechos 2-7), Dios estaba a punto de contestar la oración del Señor en la cruz y causar una ceguera gubernamental que rodease a la nación culpable (Salmo 69:22-23; Hechos 28:25-27; Romanos 11:25; 2 Corintios 3:14-15). Este juicio no sólo resultaría en ceguera, sino también en la destrucción de la nación por los romanos (Salmo 69:24-26; Mateo 22:7; Lucas 21:5-24). Por otro lado, otra oración del Señor en la cruz pidiendo perdón gubernamental, fue respondida en relación con los que creyeron en Él (Lucas 23:34). Así, la misericordia de Dios estaba siendo extendida a la nación por cierto tiempo antes de que el juicio de Dios cayera sobre ellos. Si el pueblo huía hacia Cristo buscando refugio (Hebreos 6:18-20) y era bautizado (Hechos 2:38-40, 22:16), podría evitar ese juicio gubernamental de ceguera. El bautismo formalmente los desasociaría de aquel terreno culpable sobre el cual la nación se encontraba y los colocaría en el terreno cristiano, donde el visible favor de Dios reposaba. Así, el apóstol Pedro podía decir: “El bautismo ... nos salva” (1 Pedro 3:21). Pedro calificó su comentario para que ninguno entendiese mal, añadiendo en un paréntesis: “(no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia delante de Dios).” En consonancia con esto, en el día de Pentecostés, él predicó a la nación culpable de los judíos: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40). Él explicó que ellos podrían recibir esta salvación, arrepintiéndose y siendo bautizados en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38). Esto demuestra que la salvación a la que él se estaba refiriendo era algo gubernamental, así como algo eterno, y que libraría a aquellos que creían del juicio que había sido pronunciado sobre la nación. (Ver El Gobierno de Dios).
En cuanto a los gentiles que también están bajo el juicio gubernamental de Dios por vivir lejos de Dios moral y espiritualmente (Éxodo 34:7 segunda parte), ellos también necesitan ser bautizados y así desvincularse del terreno pagano en que estaban viviendo. Con respecto a los gentiles, el Señor dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:15-16). Creer daría a una persona salvación del alma y ser bautizado le daría salvación gubernamental. El bautismo desasociaría a los creyentes gentiles de su posición anterior y los colocaría en terreno cristiano (Hechos 10:47-48).
Salvados por el Poder de la Vida de Cristo en lo Alto—(Romanos 5:10). Esto tiene que ver con ser salvado, en un sentido práctico, en el camino de la fe, de los peligros espirituales dispuestos exteriormente contra nosotros por el enemigo (Satanás) e interiormente por las malas obras de la naturaleza pecaminosa. Andar en un mundo que se opone a Dios y a Sus principios es como andar por un campo minado. Hay peligros espirituales en todas partes y mucho para atraer y excitar nuestra naturaleza pecaminosa (la carne). Dios conoce plenamente esto y está ocupado en salvarnos de esos peligros de manera práctica.
Para efectuar esa salvación práctica, el Señor subió a lo alto para realizar tres cosas para este fin—así, somos “salvos por Su vida.”
•  En primer lugar, el Señor subió a lo alto para enviar el Espíritu (Hechos 2:33) y así nos da el poder de la vida de resurrección, que, cuando es así vivida, neutraliza la actividad interior de la carne (Romanos 8:2).
•  En segundo lugar, Él subió a lo alto para ser el Objeto del corazón del creyente en una esfera completamente fuera del mundo y de la carne (Juan 17:19). En la medida en que nos ocupamos con Él y Sus cosas donde Él se encuentra, el mundo, la carne y el diablo pierden su poder de influencia en nuestras vidas (1 Juan 5:4-5).
•  En tercer lugar, Él subió a lo alto para interceder por nosotros, en nuestro camino en el desierto, como nuestro Sumo Sacerdote. El efecto de Su intercesión es que somos salvados “eternamente [completamente]” de los peligros y dificultades espirituales que han sido colocadas en el camino por el enemigo de nuestra alma. Para obtener los beneficios de la intercesión de Cristo, tenemos que “por Él” acercarnos “a Dios,” lo que se refiere a expresar nuestra dependencia de Dios en la oración (Hebreos 7:25).
Salvados por el Cuidado Providencial de Dios—(Mateo 8:25, 14:30, 24:13; 1 Timoteo 2:15, 4:10, 6:13). Hay también muchos peligros físicos y riesgos que todos los hombres en la tierra enfrentan diariamente. Estos pueden ser accidentes, problemas de todo tipo, enfermedades, la mala voluntad y ataques de quienes se nos oponen, etcétera. Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de estos peligros que nos rodean, pero las misericordias de Dios son tales que Él trabaja tras bastidores (providencialmente) para salvarnos de esas cosas. En condiciones normales, este aspecto de la salvación o preservación diaria es experimentado por todas las criaturas de Dios, no sólo los cristianos. La Escritura dice, “Esperamos en el Dios viviente, el cual es Salvador [Preservador] de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1 Timoteo 4:10 – véase también Salmo 145:15-19 y Hechos 14:17).
Podríamos preguntarnos por qué algunos sufren accidentes y problemas cuando Dios está obrando para preservar a Sus criaturas del peligro. Estas cosas acontecen a los pecadores de vez en cuando porque Dios está intentando llamar su atención y hacer que se vuelvan a Cristo. Pero también acontecen con los creyentes por estar en la escuela de Dios, y Dios usa esos problemas para enseñarles lecciones morales (Salmo 119:65-72). Sus caminos son perfectos; Él no comete errores en las cosas que permite (Salmo 18:30; Romanos 8:28). Pero en condiciones normales, Él preserva misericordiosamente a todos los hombres y especialmente a “los que creen.”
En 1 Timoteo 2:15, Pablo indica que, si los cristianos continúan en el camino de la fe en “caridad y santidad,” ellos pueden tener una mayor confianza de saber que el cuidado preservador de Dios será experimentado en sus vidas. Pablo menciona esto en cuanto a que se “salvará engendrando hijos,” pero el cuidado providencial de Dios será experimentado por Su pueblo en muchas diferentes formas temporales, no sólo en la maternidad, si continúan fielmente en el camino.
Mateo 24:13 indica que, en la Gran Tribulación, el remanente fiel de judíos sufrirá dificultades y tentaciones increíbles. El Señor dice que el “que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Esto se refiere a sus vidas siendo libradas de la muerte del martirio, y así siendo ellos preservados vivos en esos tiempos difíciles “hasta el fin” de ese período. Todos esos celebrarán su “salvación” en alabanza al Cordero en el reino milenario (Apocalipsis 7:9-12). Algunos del remanente creyente serán martirizados, y, por tanto, no serán salvos en este sentido. Sus almas irán al cielo (Apocalipsis 6:9-11, 15:2-4) para esperar la resurrección de sus cuerpos más tarde (Apocalipsis 14:13, 20:4).
Salvados por la Sana Doctrina—(1 Timoteo 4:16; Santiago 1:21). El apóstol Pablo anunció a Timoteo que habría una gran apostasía inminente que acontecería a la profesión cristiana “en los venideros tiempos” (1 Timoteo 4:1). Como resultado, muchas doctrinas erróneas impregnarían la profesión cristiana y llevarían a las masas lejos de la verdad. Aunque un verdadero creyente no puede apostatar, sí puede ser afectado por la corriente de la apostasía y así comenzar a abandonar ciertos principios y prácticas que una vez sustentó. Pablo le dijo a Timoteo cómo es que podría ser preservado de este descarrío. Él le dijo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto, á ti mismo salvarás y á los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16). Así, la verdad doctrinal nos preservará de caer en el error, si fuere mantenida en comunión con Dios (Salmo 40:11).
Salvados por Llevar Puesto el Yelmo de la Salvación—(Efesios 6:17; 1 Tesalonicenses 5:8). Esto tiene que ver con la protección de nuestros pensamientos (Efesios 6:17 primera parte). Satanás está constantemente tratando de apartar a los cristianos de seguir al Señor. Una de sus maneras más efectivas es sembrando semillas de mal en nuestras mentes. Él no conoce nuestros pensamientos (él no es omnisciente), pero puede traer ciertas cosas ante nosotros que son calculadas para producir una respuesta en nuestros corazones que al final apartará nuestros pensamientos de Cristo. Cuando otras cosas, aparte de Cristo, ocupan nuestras mentes, y cuando no estamos disfrutando de nuestra porción en Cristo, estaremos en un estado donde podremos fácilmente apartarnos del camino de la fe. Sin embargo, cuando mantenemos nuestros pensamientos fijos en Cristo y Sus intereses, estamos en este sentido llevando puesto “el yelmo de la salud,” y esto funcionará como una liberación práctica de esta línea de ataque. Pero nótese que nosotros tenemos que ponernos el yelmo; Dios no lo coloca sobre nosotros. Esto muestra que Dios quiere que estemos ejercitados de forma responsable en esta salvación práctica. H. E. Hayhoe solía decir: “Ten cuidado con lo que piensas y que eso pueda ser Cristo” (Salmo 94:19; Isaías 26:3; Lucas 12:29; Filipenses 4:7; Colosenses 3:1).
Salvados a Través del Ejercicio de Juicio Propio—(1 Pedro 4:17-18). El apóstol Pedro habló de los juicios gubernamentales de Dios con relación a los que están en Su casa. Esto incluye a los verdaderos creyentes y los que simplemente profesan ser creyentes. Él menciona que hay muchas dificultades a través del camino por el cual un creyente necesita ser “salvado.” Esto se refiere a los juicios gubernamentales de Dios con Su pueblo, si no son cuidadosos en su caminar (1 Pedro 1:17, 3:12). Teniendo en cuenta que el carácter de la epístola es judaico en su aplicación, la nota al rodapié de la traducción de J. N. Darby en 1 Pedro 4:18 indica que para la frase “se salva” quiere decir: “Salvado aquí en la tierra a través de los juicios y pruebas que especialmente afligían a los judíos que se habían convertido a Cristo.”
El apóstol Pablo menciona esta misma necesidad de juicio propio en 1 Corintios 11:28-32. Él afirma que “si nos examinásemos á nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados” por Dios de esta manera. Él también menciona que algunos de los corintios, evidentemente, no habían estado practicando el juicio propio y estaban siendo “castigados [disciplinados] del Señor” como consecuencia—al punto que algunos de ellos estaban “enfermos” y muchos “dormían” en muerte (1 Juan 5:16).
Santiago menciona esta misma acción gubernamental de Dios (Santiago 5:19-20). Él indica que, si un creyente no es cuidadoso en su caminar y se aparta de alguna manera, y persiste en ese curso, Dios puede tratar con él de manera gubernamental y puede incluso llevarlo a la muerte. Esto no significa que perdería su salvación eterna, pero sí perdería el privilegio de vivir en este mundo como un testigo de Cristo. Como eso no es lo que Dios desea, Santiago nos dice que los hermanos del que está andando errado deben buscarlo para restaurarlo antes de que las cosas lleguen a ese punto (Gálatas 6:1). Si un hermano o hermana puede alcanzar la persona descarriada y ella fuere restaurada, Santiago dice que aquel que hace este buen trabajo “salvará un alma de muerte (prematura) (Eclesiastés 7:17).
Esto también se aplica a una asamblea local en un sentido colectivo (2 Corintios 7:10). Si una asamblea descuida juzgar el mal en medio de ella, incurrirá en el juicio gubernamental de Dios (1 Corintios 11:30). Pablo dice que “el dolor que es según Dios, obra arrepentimiento saludable.” Así, la asamblea se salva del juicio gubernamental de Dios al tratar con el mal en su seno y excomulgar a los implicados en el mal.
La Asamblea es Salvada Manteniendo su Unidad Práctica—(Filipenses 2:12). El enemigo de nuestras almas desea destruir la paz en la asamblea local, sembrando discordia en su seno. Él provoca “contienda” consiguiendo que ciertos individuos busquen “vanagloria” (Filipenses 2:3). Muchas asambleas han sido destrozadas a consecuencia de ello.
Pablo enseñó en Filipenses 2 que, si la unidad feliz es mantenida en la asamblea, el enemigo será frustrado. Él explica que esto es hecho cuando cada uno tiene “humildad, estimándoos inferiores los unos á los otros” (versículos 2-4). Pablo también enseñó que, para producir esta humildad, es necesario tener la mente fija en Cristo, que es el modelo de humildad (versículos 5-11). Si cada uno adoptase la mente humilde de Cristo e imitase Su humildad, la asamblea sería salvada de los designios de Satanás para perturbar la unidad. Así, ellos deberían colectivamente ocuparse en su propia “salvación” cada uno tomando en lugar más bajo (versículos 12-14). Pablo dijo que cuando la unidad es mantenida en una asamblea, resulta en un testimonio brillante en la comunidad (versículos 15-16; Juan 13:35). Así, Pablo estaba hablando de una salvación práctica y diaria, en relación con conflictos internos dentro de la asamblea. Su mención de salvación aquí no tiene nada que ver con la salvación eterna del alma.
Las notas de una reunión de lectura sobre Filipenses 2:12 en un periódico mensual nos dicen: “Este versículo ha sido muchas veces mal interpretado como si dijese, trabajen para alcanzar la salvación, mientras que lo que dice es que ‘se ocupen.’ Entiendo que el versículo se refiere a las dificultades que se presentaron en la asamblea de Filipos, y no a algo individual. Alguien ha señalado que el verbo está en plural, y cuando dice ‘vuestra,’ Pablo aparentemente tiene en mente las dificultades en la asamblea local... La salvación referida en este pasaje no es la salvación del alma, la cual es obtenida mediante la fe en nuestro Señor Jesucristo, sino que es la salvación diaria con relación a las muchas dificultades que nos asechan en nuestro camino. Se torna más obvio, a medida que avanzamos en esta epístola, que esta desunión los marcaba, y que era de esto que precisaban ser salvados. Parece indicar que la manera de ser salvados de estas dificultades es que la parte contendiente se humille en cuanto a su ego” (Precious Things, vol. 5, p. 263-264).
A. M. S. Gooding dijo, “‘Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.’ ¿Salvación de qué? Salvación de las contiendas” (The 13 Judges, p. 95).
S. Maxwell dijo: “El apóstol está más bien diciendo aquí: ‘Estoy consciente de sus problemas internos y les he dado un ejemplo a seguir (Filipenses 2:5-7); ahora operen su propia salvación como una asamblea.’ La palabra indica claramente que ellos necesitaban ser salvados de lo que finalmente sería destructivo al testimonio, si ellos no actuaban para terminar con sus contiendas” (Philippians, p. 210).
W. Potter dijo: “Ocupaos en vuestra salvación’... [esto es] en relación con las dificultades de asamblea... este es el claro significado de ‘ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.’
Israel Será Salvado Temporalmente Recibiendo a Cristo Como Su Mesías—(Hebreos 2:3-5). La salvación “tan grande” a la que el escritor de Hebreos se refiere en este pasaje no es la salvación eterna del alma, como normalmente se piensa, sino la liberación temporal del yugo romano que estaba sobre la nación. En aquella época lo judíos eran cautivos de los romanos que gobernaban sobre ellos en su propia tierra, y ellos precisaban mucho de esta salvación. El Señor Jesús fue enviado por Dios para efectuar esa liberación como la “salvación” de Dios para la nación (Lucas 1:68-71 – traducción J. N. Darby). Así, Él vino anunciando este aspecto de la salvación, predicando “á los cautivos libertad” (Lucas 4:18-19). A Su entrada en Jerusalén la gente gritó “Hosanna” (Mateo 21:15), que significa “¡Salva ahora!”. Pero los líderes condujeron al pueblo a rechazarle, y la promesa de esta grande salvación, por lo tanto, fue pospuesta. Si los judíos hubiesen recibido a Cristo, Él los habría salvado de sus enemigos y libertado de su esclavitud, y la nación habría evitado su destrucción en el año 70 d.C.
El escritor dice que esta grande salvación “comenzó á ser publicada por el Señor.” Él fue por toda la tierra de Israel predicando “el evangelio del reino” que anunciaba esta liberación exterior para la nación (Mateo 4:23; Marcos 4:14). El escritor también dice que la promesa de esta salvación temporal fue “confirmada” al pueblo por los apóstoles (Hebreos 2:3; Hechos 3:19-21) y también por el “testimonio” de Dios mismo en los milagros que acompañaron la predicación del evangelio (Hebreos 2:4; Hechos 3:6-10, etcétera). Así, como nación, ellos “gustaron la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero” (Hebreos 6:5) y habrían tenido las bendiciones del reino según lo prometido por sus profetas, si hubiesen recibido a Cristo.
La “salud tan grande” en Hebreos 2:3 no podría estarse refiriendo a la salvación del alma anunciada en “el evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24; 1 Pedro 1:9), porque dice que esta salvación fue anunciada por primera vez por el Señor cuando estuvo aquí en la tierra. Pero Él no predicó ese evangelio. Esto no aconteció hasta que Israel formalmente rechazó a Cristo, enviando a un hombre (Esteban) a Dios con el mensaje: “No queremos que Éste reine sobre nosotros” (Lucas 19:14; Hechos 7:54-60); sólo entonces el evangelio de la gracia de Dios fue extendido al mundo (Hechos 13:46-48, 15:14, 20:24, 28:28). Como se ha mencionado, el evangelio que el Señor predicó fue el del reino (Mateo 4:23; Marcos 4:14). Este mensaje Lo presentó a Él como el Rey y Mesías de Israel que llegaría a la nación en su momento de necesidad para salvarlos de sus enemigos, y entonces Él establecería el reino en poder y gloria como había sido prometido en los escritos de los profetas del Antiguo Testamento (Salmo 95-96). (Ver Evangelio)
H. Smith dijo: “En su interpretación estricta [Hebreos 2:3], la salvación de la cual el escritor habla no es el evangelio de la gracia de Dios, como es presentado hoy, ni contempla la indiferencia de un pecador en cuanto al evangelio. Sin embargo, una aplicación en este sentido ciertamente puede ser hecha, pues es verdad que no puede haber escapatoria para quien finalmente deja de lado el evangelio. Aquí es la salvación que fue predicada por el Señor a los judíos, por la cual se abrió un camino de escape al remanente creyente, del juicio que estaba a punto de caer en la nación. Esta salvación fue predicada por Pedro y otros apóstoles en los primeros capítulos de los Hechos, cuando ellos dijeron: ‘Sed salvos de esta perversa generación’. Este testimonio fue confirmado por Dios con ‘señales y milagros, y diversas maravillas.’ Este evangelio del reino será nuevamente predicado después de que la Iglesia haya sido completada” (The Epistle to the Hebrews, págs. 12-13). En relación a Hebreos 2:3, J. N. Darby, dijo: “Es la predicación de una grande salvación, hecha por el Señor mismo cuando estaba en la tierra; no el evangelio predicado y la Iglesia unida después de la muerte de Cristo. Este testimonio, consecuentemente, continua en el Milenio sin hablar de la Iglesia, un hecho a notar no sólo en estos versículos, sino en toda la epístola” (Collected Writings, vol. 28, p. 4).
3) Salvación Final
(Romanos 5:9, 13:11; Filipenses 3:20-21; Hebreos 9:28; 1 Pedro 1:5). Este aspecto de la salvación tiene que ver con nuestros cuerpos siendo hechos perfectos por el poder de Dios en glorificación. Esto ocurrirá cuando el Señor venga por nosotros en el Arrebatamiento. Los santos fallecidos resucitarán en “incorrupción” y los santos vivos tendrán sus cuerpos transformados en un estado de “inmortalidad” (Romanos 8:11; 1 Corintios 15:53-55).
Este aspecto final de la salvación también incluye ser salvados de la “ira que vendrá” por ser sacados de este mundo en el Arrebatamiento, para que no pasemos por la Gran Tribulación (Romanos 5:9; 1 Tesalonicenses 1:10; Apocalipsis 3:10). F. B. Hole dijo: “El día de la ira se acerca. Dos veces antes, en la epístola [de Romanos] esto fue notificado (Romanos 1:18, 2:5). Seremos salvos de aquel día por Cristo. Por otras Escrituras, sabemos que Él nos salvará, sacándonos de la escena de ira antes de que ella sea derramada” (Paul’s Epistles, vol. 1, p. 15).