Seguridad Eterna del Creyente

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La expresión exacta “seguridad eterna” no se encuentra en la Biblia, pero la verdad que ella transmite ciertamente está ahí. Se refiere al hecho de que, si una persona es verdaderamente salva, por medio de la fe en Cristo, no puede perder su salvación y su aceptación en Cristo ante Dios. Los siguientes versículos enseñan esto: Lucas 15:3-6; Juan 6:37-40, 10:28-29, 14:16; Romanos 6:23 con 11:29; Romanos 8:30-39; 1 Corintios 1:7-8, 3:13-17, 5:5; Efesios 1:13 con 4:30; Filipenses 1:6; 1 Timoteo 4:1; Hebreos 10:14, 13:5; 1 Pedro 1:5; 1 Juan 2:1.
Si un creyente perdiera su salvación y acabase en el infierno, Dios daría prueba de ser mentiroso, porque Su palabra dice que las ovejas de Cristo “no perecerán para siempre [jamás]” (Juan 10:28-29). Cristo tendría que acabar en el infierno con el creyente, porque Él prometió: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). El Espíritu Santo también tendría que ir al infierno, porque la Escritura dice que Él habitará en, y estará con, los creyentes “para siempre” (Juan 14:16). Todo esto, por supuesto, es absurdo y totalmente imposible.
Hay algunos pasajes de la Escritura que parecen enseñar que un creyente podría perder su salvación, pero un vistazo más atento a estos pasajes muestra que no están hablando de creyentes verdaderos en el Señor Jesucristo, sino de simplemente profesantes que apostatan de la fe cristiana. Algunos de estos pasajes son: Mateo 7:21-23, 12:43-45, 13:5-6, 13:20-21, 24:13, 25:26-30; Marcos 3:28-30; Lucas 22:31-32; Juan 15:2-6; Romanos 11:22; 1 Corintios 9:27, 15:2; Hebreos 6:4-6, 10:26-29, 12:14; 2 Pedro 2:1, 2:20-21. Las dificultades que las personas tienen con estos pasajes, que las llevan a una conclusión errada, es que no saben la diferencia entre retroceso y apostasía. Ambas se refieren a una persona apartándose de Dios, pero una (la apostasía) es infinitamente peor que la otra. Un verdadero creyente puede retroceder y dejar de andar con el Señor, pero no va a apostatar. Sólo los creyentes meramente profesos pueden apostatar, que es abandonar la confesión de fe que una vez hicieron. Si hacen esto, ellos están condenados, ¡aunque están vivos en este mundo! No pueden ser renovados al arrepentimiento y traídos a la salvación por la fe en Cristo (Hebreos 6:4-6, 10:26).
La clave para entender estos pasajes, que parecen enseñar que un creyente puede perder su salvación, es ver que ellos se refieren a la apostasía, y no al retroceso. Tienen que ver con creyentes meramente profesantes, no creyentes verdaderos. Se puede preguntar: “¿Por qué estas advertencias con respecto a la apostasía son presentadas en los libros de la Biblia que fueron escritos a los creyentes, cuando no es posible que los creyentes pequen de esta manera?” La respuesta es que los escritores del Nuevo Testamento, divinamente inspirados, en muchas ocasiones hablaban a una multitud mixta de creyentes verdaderos y meramente profesantes. Así, sus observaciones incluían advertencias para aquellos que se movían entre los verdaderos creyentes y que estaban meramente profesando fe en Cristo. Esas observaciones estaban destinadas a llegar a las conciencias de estas personas y tenían la intención de despertarlas a su necesidad de ser salvos. ¡Así, se les advierte que, si se desviaban de la fe cristiana que profesaban creer, estarían perdidos para siempre! (Ver Apostasía y Retroceso)