Sellado con el Espíritu Santo

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Este término se refiere al Espíritu Santo, habitando en una persona cuando esta cree “el evangelio de vuestra salud” (Efesios 1:13, 4:30; 2 Corintios 1:22). Por haber sido sellada, tal persona entiende que pertenece a Cristo, y, como resultado, es consciente de que la salvación de su alma está eternamente segura.
El sello del Espíritu no tiene tanto que ver con que otros sepan que somos de Cristo, sino en que nosotros conozcamos nuestra seguridad en Él. H. P. Barker dijo: “El pensamiento principal conectado con el sello en las Escrituras es el de la seguridad. Algo es sellado para volverlo seguro para su dueño” (The Holy Spirit Here Today, p. 33). La “prenda del Espíritu” (2 Corintios 1:22, 5:5; Efesios 1:14) y la “unción del Santo” (1 Juan 2:20, 2:27) también se refieren a la presencia permanente del Espíritu, pero tienen que ver con diferentes funciones del Espíritu en el creyente. (Ver Arras del Espíritu y Unción).
Muchos cristianos no tienen claro cuándo es que el sello del Espíritu acontece en la vida de un alma con Dios. La mayoría piensa que alguien recibe el Espíritu Santo (“ungido,” “sellado” y dado como “prenda” – 2 Corintios 1:21-22) cuando nace de nuevo (vivificado). Sin embargo, esto no es lo que la Escritura enseña. Una persona vivificada o nacida de nuevo no será ungida, sellada y dada las arras del Espíritu hasta que descanse en la obra consumada de Cristo. Vivificación y sello son dos acciones distintas del Espíritu que no ocurren al mismo tiempo en la vida de una persona para con Dios. Una persona puede ser vivificada (nacida de nuevo) por el Espíritu y por la Palabra sin que ella tenga conocimiento consciente del evangelio de la gracia de Dios (Juan 3:3-8). Pero ser sellada, ungida y tener las arras del Espíritu exigen que ella comprenda la verdad del evangelio con relación a la obra consumada de Cristo en la cruz y que descanse por la fe en esa obra para la salvación de su alma.
No se deben confundir estas dos acciones del Espíritu Santo. Nosotros somos “nacidos del Espíritu” (Juan 3:8) y, así, recibimos una vida divina, y nos convertimos en linaje de Dios. Pero no es hasta que somos “sellados con el Espíritu Santo” (Efesios 1:13) al creer en el Señor Jesucristo y en Su obra consumada que nos convertimos en hijos de Dios (Romanos 8:14-15; Gálatas 4:6-7). Filiación (ser hijos) se refiere a un lugar favorecido en la familia de Dios. (Ver Adopción). Al recibir el Espíritu Santo, la consciencia del creyente es purificada (Hebreos 9:14) y él es hecho parte del cuerpo de Cristo (Efesios 2:16-18). (Ver Nuevo Nacimiento, Liberación y Salvación).
En cuanto a la diferencia entre vivificación y sello, J. N. Darby dijo: “La morada del Espíritu Santo es una cosa muy diferente del poder vivificante del Espíritu. Los santos del Antiguo Testamento estaban sujetos a este poder vivificante del Espíritu, pero la morada del Espíritu Santo no podía existir hasta que Jesús fuese glorificado ... Ejemplos dados en los Hechos donde había un intervalo de tiempo, nos hacen sensibles en cuanto a la distinción entre los dos” (Collected Writings, vol. 26, p. 8). A. P. Cecil dijo: “Creo que la Escritura claramente enseña no sólo una distinción entre el nuevo nacimiento y el sello del espíritu, sino también un intervalo de tiempo entre las dos cosas. Puede ser largo o corto; pero el intervalo de tiempo está ahí, de la misma forma que cuando un hombre construye su casa y luego pasa a habitar en ella” (Helps by the Way, vol. 3, NS, p. 175). F. G. Patterson dijo: “Estas dos acciones del Espíritu Santo nunca son, hasta donde yo sé, sincrónicas—no acontecen en el mismo momento” (Scripture Queries and Answers, Words of Truth, vol. 3, p. 138).
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Juan 6:27 indica que el Señor Jesús fue “sellado” con el Espíritu Santo (traducción King James y otros en inglés). Esto es una referencia a lo que ocurrió en Su bautismo (Juan 1:29-33). Él, por supuesto, no precisaba de limpieza antes de que el Espíritu pudiese reposar sobre Él, así como Aarón (un tipo de Cristo) no necesitaba ser esparcido con sangre—como sus hijos precisaban, que son un tipo de la Iglesia—antes que él fuese ungido con aceite, que es un tipo del Espíritu Santo (Levítico 8:12).