Con Jesús se contabilizan todas las mayordomías; porque lo que está confiado a Él a su debido tiempo es entregado, y no quitado. Y, qué volumen, puedo decir, sobre las glorias de Cristo escribe esa frase en 1 Corintios 15 para nosotros: “entonces viene el fin, cuando haya entregado el reino a Dios”. Lo señala en el rostro del mundo entero, y en contraste con todas las generaciones de hijos de los hombres, desde el principio hasta el final. Toda mayordomía confiada a los demás es quitada, debido a la mano infiel que la había traicionado; pero Él entrega el Suyo, como habiendo cumplido todo el propósito de Aquel que le había confiado con él. En Cristo, pero sólo en Cristo, todas las promesas de Dios son sí y amén. Cuando Él tome el reino, Él al final, o en el momento debido, “lo entregará”. ¡Palabras preciosas! Pero vemos el reino quitado de Saúl y de la casa de David, y luego, cuando se le da al gentil, quitado de él de la misma manera, una y otra vez, en una serie de juicios o vuelcos, hasta que Él vino de quien es el derecho, y luego, por primera vez, obtenemos una mayordomía contabilizada, y un reino entregado.