Los jóvenes en el momento de casarse entran, tanto él como ella, en lo que es para ambos una relación enteramente nueva—una relación bendita en verdad, si es del Señor. Anteriormente ha caminado cada uno por el sendero de la vida separadamente; ya se han unido para andarlo juntos, como “herederas juntamente de la gracia de la vida.” Ahora pueden compartir todos sus gozos y tristezas. Alguien ha dicho que esto hace dobles las alegrías y reduce a la mitad las tristezas. Sea esto como sea, es cierto que hay bendiciones y compensaciones determinadas al estar casado felizmente “en el Señor.” También es cierto que la esposa “tiene cuidado ... cómo ha de agradar a su marido,” y el esposo “tiene cuidado ... cómo ha de agradar a su mujer” (1 Co. 7:33). Debe ser así, solamente que cada uno cuide de no darle al otro lo que pertenece al Señor. Él es nuestro dueño y todo lo que tenemos y somos pertenece a Él, por lo tanto no debemos permitir que las bendiciones conyugales se interpongan entre Él y nosotros. Tenemos corazones traicioneros y pueden hacer un ídolo de cualquier cosa. “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). Se ha dicho que un ídolo es cualquier cosa que desplaza a Cristo de nuestros afectos, y que es posible tener un ídolo por un momento, un mes, un año, o por toda una vida.
Por otra parte, la falta de cuidado amoroso del uno para con el otro sería muy deplorable; sería un indicio de ese estado malo que ya existe en estos postrimeros tiempos—“sin afecto.” Un buen lema para los jóvenes casados (y en verdad, para todos los cristianos casados) es: “ambos para el Señor, y cada uno para el otro.”
Nadie puede entender cabalmente la belleza y el afecto de la relación matrimonial sin estar en ella. La profundidad del amor que hace olvidarse de sí mismo y buscar la felicidad y el bien del compañero que Dios le ha dado se conoce solamente por medio de la experiencia. Pero sin este amor no escatimado y de sacrificio propio de parte de cada uno, muchos goces serán desconocidos o disminuidos. No vamos a decir que dos personas siempre vean las cosas de la misma manera, pero el amor es un gran bálsamo en cualquier divergencia. Se ha dicho muy acertadamente que en todo hogar deben soportarse mucho unos a otros. La misma intimidad de la relación acentuará las pequeñas diferencias y reclamará la presta aplicación del espíritu de amor y de entendimiento.