Vivificación

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Este término puede ser aplicado al alma (Juan 5:21, 6:63; Efesios 2:1, 2:5; Colosenses 2:13) y también al cuerpo humano (Romanos 4:17, 8:11; 1 Timoteo 6:13)—incluso al cuerpo del Señor (1 Pedro 3:18).
En cuanto al alma, Dios obra sobre los elegidos en poder soberano para vivificar a personas espiritualmente muertas impartiéndoles una vida divina (Efesios 2:1, 2:5 primera parte). Como resultado, cuando alguien es así vivificado, les son concedidas facultades espirituales por las cuales es capaz de escuchar y comprender lo que Dios comunica espiritualmente—es decir, el evangelio. Al creer el evangelio y descansar en fe en la obra consumada de Cristo, el alma “vivificada” es “salva” (Efesios 2:5 segunda parte, 2:8). Así, la vivificación se refiere a la misma acción del Espíritu como siendo “nacido de nuevo,” pero visto de una perspectiva diferente:
•  El nuevo nacimiento ve la condición del hombre como teniendo una naturaleza corrompida, y, por lo tanto, precisa de una nueva vida y naturaleza, que Dios imparte por medio de Su poder soberano.
•  La vivificación ve la condición del hombre desde la perspectiva de estar muerto, y así, precisando de una nueva vida de Dios, que la vivificación transmite.
Si Dios no actuara soberanamente de esta manera en las almas, nadie creería en el evangelio, porque antes de ser vivificados, los hombres están espiritualmente inconscientes (estando muertos), y, por lo tanto, no tienen capacidad de oír y responder al llamado de Dios. (Ver Nuevo Nacimiento y Libre Albedrío).
En cuanto a nuestros cuerpos, Romanos 8:11 afirma que el cuerpo del creyente será vivificado, y así glorificado por el Espíritu Santo. Aquí no dice cuándo ocurrirá, pero sabemos por otros pasajes que será en el Arrebatamiento (1 Corintios 15:51-56; Filipenses 3:21).