Los partícipes en el trabajo
Dios también asociaría al pueblo con David en este servicio voluntario del día de Su poder; y, así como se habían asociado con él en sus guerras y conflictos, hay quienes lo serán igualmente en la liberalidad que manifiesta hacia la casa de su Dios. Están a una gran distancia de él, es cierto: es, por así decirlo, una cosa superflua. No tienen nada que ver con la sabiduría que organiza y prepara, pero se les permite compartir el trabajo. Este favor se les concede, y su buena voluntad es aceptable para Dios, y también es el fruto de Su gracia.
David como líder de las alabanzas del pueblo
David aquí (cap. 29:18) nuevamente reconoce a Dios según las promesas hechas a los padres, y según el memorial de Dios para siempre; “Dios de Abraham, Isaac e Israel, nuestros padres”; Él busca lo que se logrará bajo el Nuevo Pacto, y dirige las acciones de gracias de toda la Asamblea. Se ofrecen sacrificios de justicia, y comen delante de Jehová con gran alegría.
La identificación de Salomón con David
Salomón es hecho rey por segunda vez (véase el capítulo 23:1). La primera vez fue cuando la gracia se estableció plenamente en el altar construido en la era de Ornán, donde el hijo de David, como príncipe de paz, iba a construir el templo. Salomón es presentado como la cabeza de todo lo que se estaba estableciendo, y como el que ocupaba el primer y supremo lugar en la mente de Dios, aquel de quien dependían todos los demás, que ni siquiera podría existir ahora sin él. La casa, todo el orden de la casa y su gobierno, todos se referían a Salomón; y así su identificación con David, en el sentido de que ambos estaban en el trono al mismo tiempo, hace que sea mucho más fácil entender el tipo de Cristo en esto. Es una persona, a quien Sus sufrimientos y victorias colocan en el trono de gloria y de paz. Porque en este momento, aunque el resultado de la gloria aún no se había manifestado, Dios había dado descanso a su pueblo, para que pudieran morar en Jerusalén (cap. 23:25).
Salomón reinando en gloria y paz
David ahora desaparece, aunque es él quien pone a Salomón en esta posición. Lo que vemos, como llenando toda la escena de la gloria real, es Salomón mismo reinando en paz sobre un pueblo dispuesto, que puede ofrecer estos sacrificios de justicia. El hijo de David es visto en su propio carácter verdadero, y sólo en este carácter, a saber, el del ungido de Jehová, el gobernador del pueblo; y Sadoc, el sacerdote fiel (no Abiatar), camina delante del ungido (todo el consejo de Dios, según el canto de Ana, y las palabras del hombre de Dios en 1 Samuel 2 se cumplen así). “Y Salomón se sentó en el trono de Jehová”, una expresión notable: todo está sujeto a él.
El pensamiento y la intención del Espíritu de Dios en este libro
El lector atento no puede dejar de observar el lugar prominente dado a los consejos de Dios con respecto a Cristo el Señor, y el contraste que hay entre esto y la historia de Adonías en Reyes, una historia que, por el contraste que presenta con la narración en Crónicas, prueba tan plenamente que el pensamiento y la intención del Espíritu de Dios en este libro era darnos, en tipo, la expresión de los propósitos de Dios con respecto al verdadero Hijo de David, y la posición que Él ha de ocupar, y para mostrar cuál será el carácter en aquellos días del trono en Jerusalén, cuando Cristo esté sentado sobre él. Será el trono de Jehová, y la majestad real en Israel será tal como nunca se ha conocido. Con referencia a esto, el Libro de Crónicas está lleno de instrucción.