Los que se adhieren con tanto afecto a la práctica de formar y organizar iglesias citan las epístolas a Timoteo y a Tito con la más firme confianza, como sirviendo de guía a la iglesia en todas las edades, cuando la realidad es que no fueron dirigidas a ninguna iglesia. Se puede observar que las citas de la Palabra de Dios en los temas de mayor peso para los que están dedicados a establecer iglesias, como la elección de ancianos, diáconos, etc., sólo se pueden derivar de estas epístolas, y lo más destacable es que aquellos compañeros del apóstol que gozaban de su confianza fueron dejados en las iglesias, o enviados a ellas cuando ya existían, para seleccionar a los dichos ancianos cuando el apóstol no lo había hecho por sí mismo, lo que es una prueba evidente de que el apóstol no podía conferir a las iglesias la capacidad de escoger a sus ancianos, incluso cuando las iglesias que él mismo había formado todavía existían. A pesar de todo esto, vemos que todo esto se presenta como instrucciones a las iglesias en tiempos posteriores. La designación oficial es una arrogación de autoridad apostólica contraria al orden y a los principios en base de los que tenía lugar entonces. Sin embargo, los santos no quedan sin recursos cuando Dios obra en gracia. Los pastores, maestros y evangelistas son dones que tienen su lugar en la unidad del cuerpo, y tienen su justo ejercicio siempre que Dios los da en gracia; y en 1 Corintios 16:15-16 encuentro que el Espíritu Santo dirige a la obediencia a todos aquellos que de corazón devoto se han dado a una verdadera obra en el Señor. También 1 Tesalonicenses 5:12 y Hebreos 13:17 enseñan esta misma piadosa sumisión a los que hacen la obra, y de esta manera toman el papel de guías en la obra del Señor.