Insto con este argumento a los que están tratando de organizar iglesias. Si existen iglesias verdaderas, estas personas no están llamadas a crearlas. Si, como dicen ellos, existían al principio, pero han dejado de existir, en este caso esta dispensación está en ruinas y en una condición de total apartamiento de su condición original. Y en consecuencia, emprenden la tarea de volver a establecerla. Y es este intento el que han de justificar. En caso contrario, no hay nada que lo justifique. Se objetará que la iglesia no puede fracasar, y que Dios ha dado a la iglesia una promesa de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Esto lo reconozco, si entendemos por ello que la salvación de los escogidos es segura, que la gloria de la iglesia en la resurrección triunfará sobre Satanás y que Dios asegurará el mantenimiento de la confesión de Jesús sobre la tierra hasta que la iglesia sea quitada. Pero no es de esto de lo que se trata. La salvación de los escogidos era cierta antes que hubiese una iglesia congregada. Por otra parte, si con lo anterior se quiere afirmar que la actual dispensación no puede fracasar, entonces se está proponiendo un error grave y pernicioso. Si fuese esto verdad, ¿por qué os habéis separado del estado en que se encontraba? Si sigue subsistiendo en su condición original la economía o dispensación de Dios respecto a la congregación de la iglesia en la tierra, ¿cómo es que estáis haciendo nuevas iglesias? Éste es un punto en el que sólo el Papado es consecuente.
Pero ¿qué dice la Palabra? Que la apostasía ha de introducirse antes del juicio; que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos; que habrá apariencia de piedad, pero sin eficacia. Y añade: “A estos evita”. Y el pensamiento de que la dispensación de la iglesia no puede caer es tratado en Romanos 11 Como una presunción fatal y que lleva a la iglesia gentil a su ruina. El Espíritu Santo pasa veredicto sobre los que tienen este pensamiento de que son sabios delante sus propios ojos, y nos enseña, al contrario, que Dios actuará para con la actual dispensación como lo ha hecho con las anteriores; que si continuaba en la bondad de Dios, seguiría en esta bondad; en caso contrario, la dispensación sería cortada. De esta forma, la Palabra nos revela el acortamiento y no la restauración de la dispensación, en caso de que no se mantuviese fiel. Y dedicarse a rehacer la iglesia y las iglesias en la condición en que estaban al principio es reconocer el hecho del fracaso existente sin someternos al testimonio de Dios, respecto a Sus propósitos tocantes a tal estado de ruina. Es actuar en base de nuestros propios pensamientos y confiar en nuestro propio poder, para llevar a cabo nuestro proyecto. ¿Y cuál ha sido el resultado?
La cuestión que tenemos ante nosotros no es si estas iglesias existían en el período en que fue escrita la Palabra de Dios. Es si aquellos que se arrogan el oficio apostólico de restablecer las iglesias en su condición original, y con ello de restablecer toda la dispensación, están actuando en conformidad con la voluntad divina, y si han sido dotados de poder para emprender tal tarea, después que aquellas iglesias han dejado de existir por causa del pecado del hombre y después que los creyentes han sido dispersados (y estos son hechos cuya realidad se admite). Se trata de dos cosas totalmente diferentes. No puedo creer que nadie, ni la persona más llena de celo entre ellas, que, con un deseo cuya sinceridad reconozco plenamente, han intentado volver a establecer la dispensación caída (y David también era sincero en su deseo de edificar el templo, aunque no era la voluntad de Dios que lo hiciera), estén en la condición de poderlo hacer, o que tengan el derecho de imponer sobre mi fe, como iglesias de Dios, las pequeñas estructuras que han levantado. Con todo, está bien lejos de mí creer que no ha habido iglesias en el tiempo pasado, cuando Dios envió a Sus apóstoles a establecerlas. Y en mi opinión, el que no puede discernir la diferencia entre el estado en el que estaba la iglesia en aquellos tiempos y su actual condición, no tiene un criterio muy claro en las cosas de Dios.