Introducción

Al escribir las siguientes páginas, sólo he tenido un objetivo pendiente ante mí: dejar tan claro como sea posible cómo cualquier alma atribulada puede encontrar paz establecida con Dios. Estoy pensando particularmente en aquellas personas que creen que las Sagradas Escrituras son divinamente inspiradas, y que reconocen que la salvación solo se encuentra en Cristo, pero de alguna manera han perdido la “paz de una confianza perfecta”, y aunque desean fervientemente conocer al Señor, se tambalean en perplejidad mental, como el peregrino de Bunyan, en el pantano del desaliento, o como el mismo investigador ansioso en su experiencia anterior, temblando bajo los acantilados fruncidos del Sinaí.
En consecuencia, no se hace ningún intento aquí de probar que la Biblia es verdadera, ya que tanto el escritor como los lectores que tiene especialmente en vista lo dan por sentado. Las personas a las que les molestan las dudas a lo largo de esa línea pueden encontrar abundante ayuda en otros lugares, ya que no faltan muchos buenos libros, escritos por eruditos cristianos sólidos, que presenten argumentos incontestables para la inerrancia y la autoridad divina de la Biblia. El problema es que muchas personas que profesan querer ayuda en este sentido son demasiado indiferentes para investigar, incluso cuando se les presenta la oportunidad. Es de buscadores realmente serios de la verdad lo que estoy pensando.
Durante muchos meses estuve yo mismo en muchas dudas y confusión de pensamiento hasta que Dios por Su Espíritu Santo me mostró a través de Su Palabra el verdadero fundamento de paz. Eso fue hace muchos años, y mientras escribo me encuentro viviendo de nuevo el conflicto de esos días, y recordando, como si fuera ayer, la alegría que llenó mi alma cuando descansé solo en Cristo y entré en una paz duradera con Dios que no ha conocido perturbación a lo largo de los años.
Las nubes a veces pueden cubrir mi cielo. Las penas y las dificultades pueden probar mi alma. Los nuevos descubrimientos de la corrupción de mi propio corazón pueden traer humillación y arrepentimiento. Pero esta paz con Dios permanece sin cambios, porque no descansa en mí, no en mis estados de ánimo o experiencias, sino en la obra terminada de Cristo y en el testimonio de la Palabra de Dios, de la cual está escrito: “Para siempre, oh Señor, tu palabra 3 se estableció en el cielo”.