Jeremías 29

{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{{tcl72}tcl71}tcl70}tcl69}tcl68}tcl67}tcl66}tcl65}tcl64}tcl63}tcl62}tcl61}tcl60}tcl59}tcl58}tcl57}tcl56}tcl55}tcl54}tcl53}tcl52}tcl51}tcl50}tcl49}tcl48}tcl47}tcl46}tcl45}tcl44}tcl43}tcl42}tcl41}tcl40}tcl39}tcl38}tcl37}tcl36}tcl35}tcl34}tcl33}tcl32}tcl31}tcl30}tcl29}tcl28}tcl27}tcl26}tcl25}tcl24}tcl23}tcl22}tcl21}tcl20}tcl19}tcl18}tcl17}tcl16}tcl15}tcl14}tcl13}tcl12}tcl11}tcl10}tcl9}tcl8}tcl7}tcl6}tcl5}tcl4}tcl3}tcl2}tcl1}Jeremiah 30
Liberación venidera; Los propios pensamientos de gracia de Dios
Por otro lado, el profeta consuela a aquellos que, por el juicio de Dios, fueron sometidos al yugo que Él les había impuesto. Los judíos en Babilonia debían morar en paz, buscando silenciosamente el bienestar de la ciudad en la que estaban cautivos. El tiempo de la liberación debe llegar. El espíritu de rebelión debe ser castigado. Finalmente, habiendo insistido en la sumisión del pueblo al juicio, Dios revela sus propios pensamientos de gracia. Esta sumisión era necesaria, debido al pecado de Israel; porque Dios debe mantener su propio carácter, y no identificarse con los caminos de un pueblo rebelde. Pero Él debe manifestarse como Él es en Su gracia. La ejecución del juicio, y la condición arruinada de Israel, trajeron la verdad y la belleza de la gracia de Dios a una prominencia aún mayor.