Lucas Capítulo 2

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El Emperador Pagano Del Mundo En La Tierra De Emanuel; La Gloria Y La Autoridad Imperial Un Instrumento En Manos De Dios
En este capítulo la escena cambia. En lugar de las relaciones de Dios con Israel conforme a la gracia, vemos primero al emperador pagano del mundo—la cabeza del último imperio de Daniel—ejerciendo su poder en tierra de Emanuel, y sobre el pueblo de Dios, como si Dios no los conociera. No obstante, estamos todavía en presencia del nacimiento del Hijo de David, de Emanuel mismo; pero Él está, exteriormente, bajo el poder de la cabeza de la bestia, de un imperio pagano. ¡Qué extraño estado de cosas es introducido por el pecado! Sin embargo, pongan especial atención en que todavía tenemos la gracia aquí: es la intervención de Dios lo que hace que todo esto se manifieste. En relación con ello, existen otras circunstancias que haríamos bien en observar. Cuando los intereses y la gloria de Jesús están en juego, todo este poder (que gobierna sin el temor de Dios, que reina, buscando su propia gloria, en el lugar donde Cristo debería reinar), toda la gloria imperial, no es sino un instrumento en las manos de Dios para el cumplimiento de Sus consejos. En cuanto al hecho público, encontramos al emperador Romano ejerciendo autoridad despótica y pagana en el lugar donde el trono de Dios debería haber estado, si el pecado del pueblo no hubiera hecho que esto fuera imposible.
El Poder Del Mundo Se Pone En Movimiento Para Que El Salvador-Rey Pueda Nacer En El Lugar Que Dios Había Decretado
El emperador quiere tener a todo el mundo empadronado, y cada uno se dirige a su propia ciudad. El poder mundano se pone en movimiento, y lo hace mediante un acto que demuestra su supremacía sobre aquellos que, como pueblo de Dios, deberían haberse visto libres de todo menos del inmediato gobierno de su Dios, el cual era la gloria de ellos—un hecho que prueba la degradación total y el servilismo del pueblo. Ellos son esclavos, en sus cuerpos y en sus posesiones, de los paganos a causa de los pecados (ver Nehemías 9:36-37). Pero este hecho sólo cumple el maravilloso propósito de Dios, haciendo que el Salvador-Rey naciera en el pueblo donde, según el testimonio de Dios, tenía que tener lugar este acontecimiento. Y, más que eso, la Persona divina que tenía que estimular el gozo y las alabanzas del cielo nace entre los hombres, Él mismo siendo un niño en este mundo.
El estado de cosas en Israel y en el mundo, es la supremacía de los Gentiles y la ausencia del trono de Dios. El Hijo del Hombre, el Salvador, Dios manifestado en carne, viene a tomar Su lugar—un lugar que la sola gracia podía hallar o tomar en un mundo que no Le conocía.
Este censo es tanto más notable, en que, tan pronto como el propósito de Dios fue cumplido, no se llevó más allá, es decir, no hasta después, bajo el gobierno de Cirenio.
El Hijo De Dios Nacido En Este Mundo No Encuentra Lugar Allí
El Hijo de Dios nace en este mundo, pero no encuentra lugar en él. El mundo vive a sus anchas, o al menos mediante sus recursos este mundo halla su lugar en el mesón; este lugar llega a ser un tipo de medida de la posición del hombre en el mundo y de la recepción que el mundo le brinda; el Hijo de Dios no halla ninguno, excepto en el pesebre. ¿Es en vano que el Espíritu Santo registre esta circunstancia? No. En este mundo no hay sitio para Dios, y para lo que es de Dios. Por consiguiente, tanto más perfecto es el amor que le hizo descender a la tierra. Pero Él comenzó en un pesebre y terminó en la cruz, y a lo largo del camino Él no tuvo dónde recostar Su cabeza.
El Hijo de Dios—un niño, participando de toda la debilidad y de todas las circunstancias de la vida humana así manifestadas—aparece en el mundo.
El Cumplimiento De Los Consejos De Dios Anunciado Por Ángeles; Su Coro Celestial De Alabanza
Pero si Dios viene a este mundo, y si un pesebre Le recibe, en la naturaleza que Él ha tomado en gracia, los ángeles se ocupan del suceso del cual depende el destino de todo el universo, y el cumplimiento de todos los consejos de Dios; porque Él ha escogido las cosas débiles para confundir las que son fuertes. Este pobre infante es el objeto de todos los consejos de Dios, el sustentador y heredero de toda la creación, el Salvador de todos los que heredarán la gloria y la vida eterna.
Algunos hombres pobres que realizaban fielmente sus difíciles tareas lejos de la actividad inquieta de un mundo ambicioso y pecador, reciben las primeras noticias de la presencia del Señor en la tierra. El Dios de Israel no buscó a los grandes de entre Su pueblo, sino que mostró respeto a los pobres del rebaño. Dos cosas destacan aquí por sí solas. El ángel que viene a los pastores de Judea para anunciarles el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel. El coro de ángeles que celebra en su coro de alabanza celestial toda la verdadera importancia de este suceso maravilloso.
“Os ha nacido hoy,” dice el mensajero celestial que visita a los pobres pastores—“en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” Ésta fue la proclamación a ellos y a todo el pueblo de las buenas nuevas.
La Plenitud, Soberanía Y Perfección De La Gracia De Dios Magnificada Por El Pecado
Pero en el nacimiento del Hijo del Hombre, Dios manifestado en carne, el cumplimiento de la encarnación, tenía una importancia mucho más allá de esto. El hecho de que este pobre infante estuviera allí, no aceptado y abandonado (humanamente hablando) a su suerte por el mundo, era (como lo entendían las inteligencias celestiales, la multitud de las huestes celestes, cuyas alabanzas resonaban en el mensaje del ángel a los pastores) para “¡Gloria en lo más alto a Dios, y en la tierra paz entre los hombres de (su) buena voluntad!” (Lucas 2:14—Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, Editorial Clie). Estas pocas palabras incluyen pensamientos tan ampliamente extendidos, que es difícil hablar debidamente de ellos en una obra como ésta; pero algunas observaciones son necesarias. En primer lugar, es profundamente bendito ver que el pensamiento de Jesús excluye todo lo que pudiera oprimir el corazón en la escena que rodeaba Su presencia en la tierra. El pecado ¡lamentablemente! estaba allí. Fue manifestado por la posición en la cual este infante maravilloso fue hallado. Pero si el pecado le había situado allí, la gracia le había situado allí. La gracia sobreabunda; y al pensar en Él, la bendición, la gracia, los pensamientos de Dios respecto al pecado, aquello que Dios es, tal como lo manifiesta la presencia de Cristo, todas estas cosas absorben la mente y se apoderan del corazón, y son el verdadero alivio del corazón, en un mundo como éste. Vemos a la gracia sola; y el pecado no hace sino magnificar la plenitud, la soberanía, la perfección de esa gracia. Dios, en Sus tratos gloriosos, borra el pecado con respecto al cual Él actúa, y que Él exhibe en toda su deformidad; pero existe aquello que ‘abunda mucho más’. Jesús, venido en gracia, llena el corazón. Es lo mismo en todos los detalles de la vida cristiana. Es la verdadera fuente del poder moral, de la santificación, y del gozo.
“Gloria a Dios En Las Alturas” Mostrada En El Niño Nacido En La Tierra
A continuación vemos que hay tres cosas manifestadas por la presencia de Jesús nacido como un niño en la tierra. En primer lugar, la gloria a Dios en las alturas. El amor de Dios—Su sabiduría—Su poder (no al crear un universo de la nada, sino al elevarse por sobre el mal, y convertir el efecto de todo el poder del enemigo en una ocasión para demostrar que este poder era solamente impotencia y locura en presencia de aquello que puede llamarse “lo débil de Dios”)—el cumplimiento de Sus consejos eternos—la perfección de Sus caminos donde el mal se había introducido—la manifestación de Sí mismo en medio del mal, de tal modo que se glorificaba Él mismo delante de los ángeles: en una palabra, Dios se ha manifestado de tal modo por el nacimiento de Jesús que las huestes celestiales, familiarizadas desde largo tiempo con Su poder, podían elevar su coro: “¡Gloria en lo más alto a Dios!” y toda voz se une expresando estas alabanzas. ¿Qué amor hay como este amor? y Dios es amor. ¡Qué pensamiento más puramente divino, que Dios se ha hecho hombre! ¡Qué supremacía del bien sobre el mal! ¡Qué sabiduría al acercarse al corazón del hombre y traer el corazón del hombre de vuelta a Él! ¡Qué propiedad al dirigirse al hombre! ¡Qué mantenimiento de la santidad de Dios! ¡Qué cercanía al corazón humano, qué interés en sus necesidades, qué forma de experimentar su condición! Pero más allá de todo, ¡Dios por sobre el mal en gracia, y visitando, en esa gracia, este mundo contaminado para darse a conocer como nunca antes Él se había dado a conocer!
“En La Tierra Paz”: Jesús La Seguridad Del Cumplimiento Final De La Promesa
El segundo efecto de la presencia de Aquel que manifestó a Dios en la tierra, es que la paz debía estar allí. Rechazada—Su nombre iba a ser un motivo de disputa; pero el coro celestial se ocupa del hecho de Su presencia, y con el resultado, cuando fuese plenamente producido por las consecuencias, envuelto en la Persona de Aquel que estaba allí (contempladas en sus propios frutos), y ellos celebran estas consecuencias. El mal manifiesto debía desaparecer. Su norma santa debía desterrar toda enemistad y violencia. Jesús, poderoso en amor, debía reinar, e impartir el carácter en el cual Él había venido a toda la escena que había de rodearle en el mundo al que Él había venido, para que pudiese ser conforme a Su corazón, quien se deleitaba en ello (Proverbios 8:31). Véase, en menor escala, el Salmo 85:10-11.
El medio para esto—que incluye la redención, la destrucción del poder de Satanás, la reconciliación del hombre por la fe, y la reconciliación de todas las cosas en el cielo y en la tierra con Dios—no es señalado aquí. Todo dependía de la Persona y la presencia de Aquel que nació. Todo estaba envuelto en Él. El estado de bendición nació en el nacimiento de ese niño.
Presentado a la responsabilidad del hombre, éste es incapaz de beneficiarse de esta oportunidad, y todo fracasa. Su posición, a consecuencia de ello, llega a ser mucho peor.
Pero, estando la gracia y la bendición unidas a la persona de Aquel recién nacido, todas sus consecuencias fluyen necesariamente. Después de todo, fue la intervención de Dios cumpliendo el consejo de Su amor, el decidido propósito de Su buena voluntad. Y, una vez que Jesús estuvo allí, las consecuencias no podían fallar: cualquier interrupción que pudiera haber a su cumplimiento, Jesús era su seguridad. Él había venido al mundo. Él contenía en Su persona todas estas consecuencias, Él era la expresión de ellas. La presencia del Hijo de Dios en medio de pecadores decía a toda inteligencia espiritual: “en la tierra paz.”
“Buena Voluntad (De Dios) Para Con Los Hombres”: Los Consejos Gloriosos De Dios Cumplidos En Jesús
La tercera cosa era la buena voluntad—el afecto de Dios—para con los hombres. Nada más sencillo, puesto que Jesús era un hombre, Él no ha venido en auxilio de los ángeles. (N. del T. ver hebreos 2:16).
Fue un testimonio glorioso que el afecto, la buena voluntad, de Dios estaba centrado en esta pobre raza, ahora alejada de Él, pero en la cual Él se agradó cumplir todos Sus gloriosos consejos. Así en Juan 1, la vida era la luz de los hombres.
En una palabra, se trataba del poder de Dios presente en gracia en la Persona del Hijo de Dios participando de la naturaleza, e interesándose por la suerte de un ser que se había alejado de Él, y haciendo de él la esfera del cumplimiento de todos Sus consejos y de la manifestación de Su gracia y Su naturaleza a todas Sus criaturas. ¡Qué posición para el hombre! porque es precisamente en el hombre que todo esto se cumple. El universo entero tenía que aprender en el hombre, y en lo que Dios era allí para el hombre, aquello que Dios era en Sí mismo, y el fruto de todos Sus gloriosos consejos, así como su completo descanso en Su presencia, conforme a Su naturaleza de amor. Todo esto estaba implícito en el nacimiento de aquel niño, a quien el mundo no prestó atención. Maravilloso y original tema de alabanza para los santos habitantes del cielo, ¡a quienes Dios se los había dado a conocer! Era gloria en lo más alto a Dios.
La Fe Y El Gozo De Los Pastores
La fe estaba en ejercicio en aquellos sencillos israelitas a quienes fue enviado el ángel del Señor; y ellos se regocijaron en la bendición cumplida ante sus ojos, en la cual verificaban la gracia que Dios había mostrado anunciándola a ellos. La palabra, “como se les había dicho” (Lucas 2:20), añade su testimonio de gracia a todo lo que disfrutamos mediante la misericordia de Dios.
El Nombre Del Niño; Su Circuncisión Bajo La Ley; La Pobreza De María
El niño recibe el nombre de Jesús el día de Su circuncisión, de acuerdo a la costumbre hebrea (véase cap. 1:59), pero conforme a los consejos y revelaciones de Dios, comunicados por los ángeles de Su poder. Además, todo se realizaba conforme a la ley; porque, históricamente, en el relato hallamos que todo está aún en relación con Israel. Aquel que nacía de una mujer, nacía bajo la ley.
La condición de pobreza en la que Jesús nació también es mostrada mediante el sacrificio ofrecido para la purificación de Su madre.
El Niño Reconocido Por El Remanente Piadoso
Pero, otro punto es resaltado aquí por el Espíritu Santo, por muy insignificante que Él aparentemente pudiera ser, Aquel que dio ocasión para esto.
Jesús es reconocido por el remanente piadoso de Israel, hasta donde el Espíritu Santo actúa en ellos. Él llega a ser una piedra de toque para cada alma en Israel. La condición del remanente enseñada por el Espíritu Santo (es decir, de aquellos que habían tomado la posición del remanente) era ésta: Ellos estaban conscientes de la miseria y ruina de Israel, pero esperaban en el Dios de Israel, confiando a Su fidelidad inmutable la consolación de Su pueblo. Ellos decían aún: ¿Hasta cuándo? Y Dios estaba con este remanente. Él había dado a conocer, a aquellos que confiaban en Su misericordia, la venida del Prometido, quien había de ser el cumplimiento de esta misericordia para Israel.
Así, en presencia de la opresión de los Gentiles, y de la iniquidad de un pueblo que estaba madurando, o, más bien, ya había madurado en el mal, el remanente que confía en Dios no pierde aquello que, como vimos en el capítulo precedente, pertenecía a Israel. En medio de la miseria de Israel, ellos tenían para su consolación aquello que la promesa y la profecía habían declarado para la gloria de Israel.
La Revelación Hecha a Simeón; El Carácter Triple De Su Alabanza
El Espíritu Santo había revelado a Simeón que no moriría hasta que no hubiera visto al Señor Jesucristo. Esa fue la consolación, y fue grande. Estaba contenida en la Persona de Jesús el Salvador, sin entrar mucho en detalles de la manera o del momento del cumplimiento de la liberación de Israel.
Simeón amaba a Israel; él podía partir en paz, puesto que Dios le había bendecido conforme a los deseos de la fe. El gozo de la fe habita siempre sobre el Señor y sobre Su pueblo, pero ve, en la relación que existe entre ellos, toda la magnitud de aquello que hace surgir este gozo. La salvación, la liberación de Dios, vino en Cristo. Fue para revelación a los Gentiles, hasta entonces ocultos en las tinieblas de la ignorancia sin ninguna revelación; y para la gloria de Israel, el pueblo de Dios. Éste es, verdaderamente, el fruto del gobierno de Dios en Cristo, es decir, el milenio. Pero si el Espíritu reveló a este piadoso y fiel siervo del Dios de Israel el futuro que dependía de la presencia del Hijo de Dios, Él le reveló que sostenía en sus brazos al Salvador mismo; dándole paz instantánea y un sentido tal del favor de Dios, que la muerte perdió sus terrores. No fue un conocimiento de la obra de Jesús actuando sobre una conciencia iluminada y convicta; pero fue el cumplimiento de las promesas a Israel, la posesión del Salvador, y la prueba del favor de Dios, de manera que la paz que fluyó de allí llenaba su alma. Hubo las tres cosas: la profecía que anunció la venida de Cristo, la posesión de Cristo, y el efecto de Su presencia en todo el mundo. Estamos aquí en relación con el remanente de Israel, y, consecuentemente, no encontramos nada de la Iglesia y de las cosas puramente celestiales. El rechazo viene después. Aquí se trata de todo lo que pertenece al remanente, a modo de bendición, a través de la presencia de Jesús. Su obra no es el tema aquí.
El Testimonio De Simeón Del Mesías En Israel
¡Qué hermosa escena y qué testimonio rendido a este niño, por la manera en que, a través del poder del Espíritu Santo, Él llenó el corazón de este hombre santo al término de su carrera terrenal! Observen también qué comunicaciones son hechas a este débil remanente, desconocido en medio de las tinieblas que cubrían al pueblo. Pero el testimonio de este santo hombre de Dios (y cuán dulce es pensar cuántas de estas almas, llenas de gracia y de comunión con el Señor, han brotado en la sombra, desconocidas para los hombres, pero bien conocidas y amadas por Dios; unas almas que, cuando aparecen, saliendo de su retiro conforme a Su voluntad, en testimonio a Cristo, rinden un testimonio tan bendito a una obra de Dios que sigue realizándose a pesar de todo lo que el hombre está haciendo, y detrás de la escena dolorosa y amarga que se desarrolla en la tierra!), el testimonio de Simeón aquí, fue más que la expresión de los pensamientos profundamente interesantes que habían llenado su corazón en comunión entre él y Dios. Este conocimiento de Cristo y de los pensamientos de Dios respecto a Él, que se desarrolla en secreto entre Dios y el alma, da la comprensión del efecto producido por la manifestación al mundo de Aquel que es su objeto. El Espíritu habla de ello por boca de Simeón. En sus palabras previas, recibimos la declaración del seguro cumplimiento de los consejos de Dios en el Mesías, el gozo de su propio corazón. Lo que se describe ahora es, el efecto de la presentación de Jesús, como Mesías, a Israel en la tierra. Cualquiera que pudiese haber sido el poder de Dios en Cristo para bendecir, Él sometió el corazón del hombre a prueba. Él debe ser así—al revelar los pensamientos de muchos corazones (pues Él era luz) y mucho más puesto que Él fue humillado en un mundo de orgullo, siendo una ocasión de caída para muchos, y el medio de levantar a muchos de su condición caída y degradada. Y el alma de la propia María, aunque era la madre del Mesías, iba a ser traspasada por una espada, pues su hijo iba a ser rechazado, la relación natural del Mesías con el pueblo iba a romperse y a ser refutada. Esta contradicción de pecadores contra el Señor dejó al descubierto todos los corazones en cuanto a sus deseos, sus esperanzas, y sus ambiciones, cualesquiera fuesen las formas de piedad que pudiesen ser asumidas.
Tal fue el testimonio rendido en Israel al Mesías, conforme a la acción del Espíritu de Dios sobre el remanente, y en medio de la esclavitud y de la miseria de ese pueblo: el pleno cumplimiento de los consejos de Dios hacia Israel, y hacia el mundo a través de Israel, para el gozo del corazón de los fieles que habían confiado en estas promesas, pero como una prueba en ese momento para cada corazón por medio de un Mesías que era una señal que era contradicha. Los consejos de Dios y el corazón del hombre fueron revelados en Él.
La Profecía De Malaquías Del Pueblo Oculto De Dios; Ana En El Trono De Dios
Malaquías había dicho que aquellos que temiesen al Señor en los días malos, cuando los soberbios fuesen llamados bienaventurados, cada uno debía hablar a su compañero. (Malaquías 3:16). Este tiempo había llegado en Israel. Desde Malaquías hasta el nacimiento de Jesús, sólo hubo la transición de Israel de su miseria a su orgullo—un orgullo, además, que estaba despuntando incluso en tiempos del profeta. Aquello que él dijo del remanente, también se estaba cumpliendo; ellos “hablan cada uno a su compañero.” Vemos que se conocían el uno al otro, en este hermoso cuadro del pueblo oculto de Dios: (Ella) “hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Israel.” (Lucas 2:38). Ana, una viuda santa, que no se apartaba del templo, y la cual sentía profundamente la miseria de Israel, había asediado el trono de Dios con un corazón viudo, para un pueblo del cual Dios no era ya más un esposo, sino que era realmente viudo como ella, y ella da a conocer ahora a todos los que sopesaban juntos estas cosas, que el Señor había visitado Su templo. Habían estado esperando la redención en Jerusalén; y ahora el Redentor—desconocido para los hombres—estaba allí. ¡Qué tema de gozo para este pobre remanente! ¡Qué respuesta para su fe!
El Regreso a Nazaret; La Perfección De La Obediencia Del Señor Como Niño Y Como Hombre
Pero, después de todo, Jerusalén no era el lugar donde Dios visitó al remanente de Su pueblo, sino el asiento del orgullo de aquellos que decían “el santuario del Señor.” (Lucas 1:9). Y José y María, habiendo llevado a cabo todo lo que la ley requería, regresaron con el niño Jesús a tomar su lugar junto con Él en el despreciado lugar (Nazaret) que debía darle Su nombre, y en aquellas regiones donde el remanente despreciado, los pobres del rebaño, tenían su morada, y donde el testimonio de Dios había anunciado que aparecería la luz.
Allí transcurrieron Sus primeros años, creciendo física y mentalmente en la verdadera humanidad que Él había asumido. ¡Simple y precioso testimonio! Pero Él no era menos consciente de que llegaría el momento de hablar a los hombres, de Su verdadera relación con Su Padre. Las dos cosas están unidas en lo que se dice al final del capítulo. En el desarrollo de Su humanidad, se manifiesta el Hijo de Dios en la tierra. José y María, quienes (al tiempo que se maravillaban ante todo lo que le sucedía a Él) no acababan de conocer por la fe Su gloria, culpan al niño de acuerdo a la posición en la que formalmente estaba ante ellos. Pero esto brinda la ocasión para que se manifieste en Jesús otro carácter de perfección. Si Él era el Hijo de Dios y tenía plena conciencia de ello, Él era también era el hombre obediente, esencialmente y siempre perfecto y sin pecado—un niño obediente, cualquiera fuese el sentido que tuviera también de otra relación disociada en sí misma del sometimiento a padres humanos. La conciencia de lo uno, no dañaba Su perfección en lo otro. El hecho de ser Él el Hijo de Dios, afianzaba Su perfección como un hombre y como un niño en la tierra.
La Relación Del Señor Con Su Padre
Pero hay otra cosa importante a observar aquí: y es, que esta posición no tenía nada que ver con que Él fuese ungido con el Espíritu Santo. Él cumplió, no hay duda, el ministerio público en el que más tarde entró conforme al poder y a la perfección de esa unción; pero Su relación con Su Padre pertenecía a Su misma Persona. El vínculo existía entre Él y Su Padre. Él era plenamente consciente de ello, cualesquiera fueran los medios o las formas de su manifestación pública, y también era consciente del poder de Su ministerio. Él era todo lo que un niño debía ser; pero era el Hijo de Dios quien era de esta forma. Su relación con Su Padre le era tan bien conocida, así como Su obediencia a José y a Su madre era hermosa, adecuada y perfecta.
El Curso Único E Incomparable Del Divino Salvador, El Hijo Del Hombre
Aquí concluimos esta emotiva y divina historia del nacimiento y de los tempranos días del Salvador divino, el Hijo del Hombre. Es imposible tener nada de más profundo interés. A partir de ahora, es en Su ministerio y en Su vida pública que le hallaremos, rechazado por los hombres, pero cumpliendo los consejos y la obra de Dios; separado de todo, a fin de hacer esto en el poder del Espíritu Santo, que le fue dado sin medida, para llevar a cabo ese curso que no puede ser comparado con nada, con respecto al cual sería rebajar la verdad, si lo llamáramos interesante. Es el centro y el medio, incluyendo Su muerte, Su ofrecimiento sin mancha a Dios—y los únicos medios posibles—de toda relación entre nuestras almas y Dios; la perfección de la manifestación de Su gracia, y el fundamento de toda relación entre cualquier criatura y Él.