Reconocido Formalmente Por Los Gentiles Como Rey De Los Judíos
Nacido así, caracterizado así por el ángel y cumpliendo las profecías que anunciaban la presencia de Emanuel, Él es formalmente reconocido como Rey de los judíos por los Gentiles, que son conducidos por la voluntad de Dios actuando en los corazones de sus magos. Es decir, que hallamos al Señor, a Emanuel, el Hijo de David, Jehová el Salvador, el Hijo de Dios, nacido Rey de los judíos, reconocido por los principales de los Gentiles. Este es el testimonio de Dios en el evangelio de Mateo, y el carácter en que Jesús es ahí presentado. Después, en la presencia de Jesús así revelado, vemos a los líderes de los judíos en relación con un rey extranjero, conociendo aunque fuese a modo de sistema, las revelaciones de Dios en Su palabra, pero totalmente indiferentes a Aquel que era su objeto; y a ese rey, enemigo acérrimo del Señor, del verdadero Rey y Mesías, procurando darle muerte.
La Providencia De Dios Sobre El Niño Nacido a Israel
La providencia de Dios cuida del niño nacido a Israel, empleando medios que ponen plenamente en evidencia la responsabilidad de la nación, y que llevan a cabo, al mismo tiempo, todas las intenciones de Dios con respecto a este único remanente verdadero de Israel, esta única fuente verdadera de esperanza para el pueblo. Porque, fuera de Él, todo se vendría abajo y todo sufriría las consecuencias de estar en relación con el pueblo.
El Renuevo Verdadero Recomenzando La Historia De Israel Desde Egipto
Descendido a Egipto para evitar el cruel designio de Herodes de quitarle la vida, llega a ser el verdadero Renuevo; Él recomienza (es decir, moralmente), la historia de Israel en Su propia Persona, así como (en un sentido más amplio), la historia del hombre como el segundo Adán en relación con Dios; solo que para que esto suceda, Su muerte debe acontecer—por todos, sin duda, para bendición. Pero Él era Hijo de Dios y Mesías, por consecuencia, Hijo de David. Pero para tomar su propio lugar como Hijo del Hombre, Él debe morir (véase Juan 12). No es solamente la profecía de Oseas, “De Egipto llamé a mi Hijo”, la cual se aplica así a este verdadero comienzo de Israel en gracia (como el amado de Dios) y según Sus consejos (habiendo el pueblo fracasado enteramente, de modo que sin esto, Dios debiera haberlos cortado). Hemos visto, en Isaías, a Israel el siervo dando lugar a Cristo el Siervo, quien reúne al remanente fiel (los hijos que Dios le ha dado mientras esconde su rostro de la casa de Jacob) que llega a ser el núcleo de la nueva nación de Israel según Dios. El capítulo 49 de ese profeta muestra la transición de Israel a Cristo de manera notable. Además, esta es la base de toda la historia de Israel, contemplado como habiendo fracasado bajo la ley, y siendo restablecido en gracia. Cristo es moralmente el nuevo linaje del que ellos brotan (compárese Isaías 49:3,5).
Hijo De Dios En Nazaret De Galilea Entre Los Despreciados Del Pueblo
Habiendo muerto Herodes, Dios lo da a conocer a José en un sueño, mandándole que regrese con el niño y su madre “a tierra de Israel”. Debemos resaltar que la tierra es mencionada aquí por el nombre que recuerda los privilegios otorgados por Dios. No es a Judea ni a Galilea, es “a tierra de Israel.” Pero, ¿puede el Hijo de David, al entrar en ella, aproximarse al trono de sus padres? No: debe tomar el lugar de un extranjero entre los despreciados de Su pueblo. Dirigido por Dios mediante un sueño, José Le lleva a Galilea, cuyos habitantes eran objeto de soberano desprecio por parte de los judíos, al no estar en relación habitual con Jerusalén y Judea, la tierra de David, de los reyes reconocidos por Dios, y del templo, y donde incluso el dialecto de la lengua común a ambos delataba su separación práctica de aquella parte de la nación que, por el favor de Dios, había retornado a Judea desde Babilonia.
Incluso en Galilea, José se establece en un lugar del cual el nombre mismo era un oprobio para quien habitara allí, y una mancha sobre su reputación.
Tal fue la posición del Hijo de Dios cuando vino a este mundo, y tal la relación del Hijo de David con Su pueblo cuando, por gracia y según los consejos de Dios, estuvo entre ellos. Por una parte, Emanuel, Jehová su Salvador; por otra, el Hijo de David; pero, al tomar Su lugar entre Su pueblo, se asociaba con los más pobres y más despreciados del rebaño, Él se refugiaba en Galilea de la iniquidad de un falso rey, quien, mediante la ayuda de los Gentiles de la cuarta monarquía (Roma), reinaba sobre Judea, y con quien los sacerdotes y gobernantes del pueblo se hallaban relacionados; estos últimos, infieles a Dios e insatisfechos con los hombres, detestando orgullosamente un yugo que sus pecados habían traído sobre ellos, y que no se atrevían a sacudirse de encima, si bien no eran suficientemente sensibles a sus pecados como para someterse a él como al justo castigo de Dios. Así es como el Mesías nos es presentado por este evangelista, o más bien por el Espíritu Santo, en relación con Israel.