Ef. 4:4‑7• 4Un cuerpo, y un Espíritu; como sois también llamados á una misma esperanza de vuestra vocación:
5Un Señor, una fe, un bautismo,
6Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por todas las cosas, y en todos vosotros.
7Empero á cada uno de nosotros es dada la gracia conforme á la medida del don de Cristo. (Ef. 4:4‑7)
Ap. 21:10‑27• 10Y llevóme en Espíritu á un grande y alto monte, y me mostró la grande ciudad santa de Jerusalem, que descendía del cielo de Dios,
11Teniendo la claridad de Dios: y su luz era semejante á una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.
12Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.
13Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodiá tres puertas; al poniente tres puertas.
14Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15Y el que hablaba conmigo, tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro.
16Y la ciudad está situada y puesta en cuadro, y su largura es tanta como su anchura: y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios: la largura y la altura y la anchura de ella son iguales.
17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es del ángel.
18Y el material de su muro era de jaspe: mas la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio.
19Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda piedra preciosa. El primer fundamento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda;
20El quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el nono, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
21Y las doce puertas eran doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio trasparente.
22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
23Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera.
24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán en la lumbre de ella: y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor á ella
25Y sus puertas nunca serán cerradas de día, porque allí no habrá noche.
26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones á ella.
27No entrará en ella ninguna cosa sucia, ó que hace abominación y mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero. (Ap. 21:10‑27)