Price:
Note: The minimum quantity for this product with a custom imprint is 100.
About This Product
Mi primer jefe, el señor Charter, era un astuto hombre de negocios; aunque era muy apreciado por su compañía, por sus competidores era temido debido a los métodos que utilizaba. Se podría decir mucho sobre su éxito como comerciante, pero no temía a Dios y en cuanto a su trato para con sus semejantes, no tenía valores; pues todas sus energías las usaba para su propio beneficio económico.
Yo era relativamente joven cuando conocí al Señor Jesucristo como mi Salvador y en repetidas ocasiones le hablaba a la gente sobre su destino eterno y también repartía folletos. El señor Charter a menudo trataba de ponerme en ridículo, especialmente si había otros comerciantes presentes.
Una mañana, nos encontramos en el ascensor al dirigirnos hacia al trabajo y sentí que le debía entregar un folleto del evangelio. Tan solo lo miró sin interés y me lo devolvió con un comentario que jamás olvidaré: «Hombre, puedes tener todo lo celestial que quieras, pero a mí dame solo lo terrenal».
Me sorprendió la manera en que una persona pudiera estar tan ciega respecto a asuntos tan importantes como la vida y la muerte; pero desde aquel entonces estoy convencido de que millones de personas son igualmente engañadas por las cosas terrenales. Algunos no lo dicen de la misma manera, ni en voz alta; otros incluso dirán que quieren ir al cielo luego de morir. En realidad comprenden que la vida aquí no es para siempre y obviamente no desean ir al infierno; pero, por el momento, ¡para ellos lo terrenal es mucho más importante que lo celestial!
Algunos años más tarde, Dios le habló muy fuerte al señor Charter, pues su hermana falleció repentinamente y después de unas pocas semanas su hermano murió de un ataque al corazón; pero todo esto no pareció afectarle.
Un miércoles, como acostumbraba hacerlo, el señor Charter pasó todo el día en su oficina. Se sentía bien y después de cenar, él y su esposa salieron para divertirse. Pero al regresar a su casa en la madrugada, a las 2 a.m., le dijo a su esposa que se sentía enfermo; entonces llamaron a un doctor, quien le diagnosticó «gripe»; mas al siguiente día estaba inconsciente y así permaneció hasta las 3 a.m. del domingo; luego pasó a la otra vida, dejando todo lo terrenal que amaba demasiado. ¡Pobre hombre! Murió como había vivido: sin Dios y sin Cristo.
Esta historia se parece a la que nos relató el Señor Jesús en Lucas 12, pues aquel hombre también tenía todos sus tesoros en la tierra y planeaba edificar enormes graneros y aumentar sus riquezas; sin embargo Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20).
Al señor Charter no se lo podía acusar de haber sido flojo en sus negocios; pero en la decisión más importante de la vida, había demostrado ser un necio. Aun si hubiese ganado todo el mundo, habría perdido su alma, lo cual es una pérdida incalculable.
¿Es USTED culpable de semejante insensatez? ¿Acaso, solo le está dando a su alma inmortal la oportunidad de adquirir las cosas de este mundo que algún día tendrá que dejar? Dios ha advertido que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
¡No espere más para venir a Dios! Admita que usted es un pecador y acepte al Salvador. Él le ofrece el medio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).