Discipulado

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La palabra “discípulo” significa “aprendiz.” Un discípulo del Señor Jesucristo es un aprendiz profeso y un seguidor de Sus enseñanzas.
La Escritura presenta al discipulado como una entrega total e incondicional a la causa de Cristo de la vida del creyente en este mundo. El costo de este compromiso es grande en cuanto a lo que se debe abandonar. Envuelve desprenderse de toda ambición y objetivo personal que podamos tener en la vida y adoptar los objetivos de Dios para propagar la gloria de Cristo en la tierra. Con tal compromiso vienen sufrimientos, reproches, dificultades y mucho trabajo duro. No hay cómo escapar de estas cosas, pues ellas son normales para el verdadero discipulado. Por extraño que pueda parecer, estos increíbles sacrificios y penurias por el nombre de Dios no dan al discípulo una posición mejor en el cielo; ni agregan un ápice a sus bendiciones espirituales en Cristo.
En vista de estas dificultades, podemos preguntarnos por qué un creyente asumiría este compromiso de convertirse en un discípulo de Cristo—cuando no hay ninguna ventaja aparente en ello. ¡Además, el Señor nunca ordenó a nadie que fuese un discípulo Suyo! Aquellos que así se han comprometido con Él lo han hecho de su propia voluntad. De hecho, el Señor advirtió a aquellos que se consideraban ser de Sus discípulos que eso envolvería mucha abnegación y sacrificio (Mateo 16:24), y por lo tanto sería una decisión costosa (Lucas 14:28-30). Sin embargo, a pesar de todo esto, muchos miles han tomado el discipulado sobre sí mismos como discípulos del Señor Jesucristo—¡y ninguno se ha lamentado! La razón de su disposición para entregar sus vidas de esta manera es que “las misericordias de Dios” (Romanos 12:1) y “el amor de Cristo” (2 Corintios 5:14-15) han capturado sus corazones y les han constreñido. Por lo tanto, ellos hacen esto con alegría pensando que es lo mínimo que pueden hacer por Él. Ellos no se lamentan del paso que dieron porque han descubierto, que, si bien es un camino difícil, también es un camino muy feliz (Lucas 6:20-23—“bienaventurado” significa “feliz”). De hecho, han encontrado el secreto de la verdadera felicidad en la vida, ¡lo cual millones están procurando!
La Escritura indica que hay dos clases de discípulos de Cristo:
•  Aquellos que son “discípulos” (Juan 6:60-61).
•  Aquellos que son “verdaderamente ... discípulos” (Juan 8:31).
La diferencia entre ambos es grande. En cuanto a ser un “discípulo” del Señor, Él indicó que hay dos cosas que convierten a una persona como tal. Él dijo a sus apóstoles, “Id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20). La primera de estas cosas (el bautismo) es un acto único. Es la señal externa de la identificación de una persona con Cristo (Gálatas 3:27). Introduce formalmente a una persona en la esfera donde la autoridad del Señor es reconocida de manera práctica en la vida de un discípulo. La segunda cosa, que tiene que ver con recibir instrucción moral y espiritual, envuelve un proceso de aprendizaje. Si estas instrucciones son recibidas y practicadas, esto también convierte a una persona en un discípulo del Señor Jesús.
Sin embargo, un mero creyente profesante, sin ninguna verdadera fe en Dios, también puede someterse a la ordenanza del bautismo y recibir instrucciones morales—y así podría ser contado como discípulo del Señor. Siendo este el caso, el Señor prueba a cada uno de Sus discípulos en cuanto a su realidad. Vemos esto en Juan 6:24-59. El Señor intencionalmente utilizó la enseñanza simbólica con relación a la vida eterna al dirigirse a Sus discípulos. Muchos de ellos no consiguieron entender lo que Él estaba diciendo y retrocedieron. Ellos rechazaron la enseñanza como siendo algo sin sentido y dejaron de seguirlo (Juan 6:66). Y, al hacerlo, demostraron al final que no eran verdaderos creyentes. Por extraño que pueda parecer, ¡ellos eran discípulos, pero no creyentes!
Por otro lado, hay quienes son verdaderos creyentes y que se han comprometido a seguir al Señor. Él llamó a éstos “verdaderamente ... discípulos” (Juan 8:31). Ellos comprobaron ser tales por continuar en ese camino de fe, siguiendo al Señor a través de dificultades y rechazos asociados con el verdadero discipulado. Además de ser marcados por las dos señales exteriores de un “discípulo” (el bautismo y la instrucción), hay otra serie de cosas que los distinguen como “verdaderamente ... discípulos,” o sea:
•  Ellos se niegan a sí mismos y hacen preeminentes los reclamos de Cristo por encima de todas las otras reivindicaciones en sus vidas (Lucas 14:26; Mateo 16:24).
•  Ellos están dispuestos a ser identificados con Cristo en Su rechazo y a llevar Su vituperio (Lucas 14:27).
•  Ellos han considerado el costo y han hecho un compromiso de por vida en el servicio de su Maestro (Lucas 14:28-33).
•  Ellos tienen un deseo de ser como su Maestro en todas las cosas (Mateo 10:25).
•  Ellos permanecen en Su Palabra (Juan 8:31).
•  Ellos tienen un amor genuino por todos los otros discípulos (Juan 13:35).
•  Ellos son caracterizados por tener una vida de oración y comunión con Dios, que resulta en una vida llena de frutos para la gloria de Dios (Juan 15:7-8).