El Regalo Que Detuvo La Bala

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“Papi, David quiere verte”, Bill saludó a su padre, el Sr. Boyd Nicholson, al traer a su amigo de trece años a la casa.
“Gusto de verte David, siéntese y póngase cómodo. Con gusto le ayudaré en cualquier cosa que pueda.” El Sr. Nicholson puso una mano amistosa en el hombro del muchacho y lo hizo entrar. David se sentó en silencio sin saber como empezar a hablar, así que el Sr. Nicholson, para tranquilizarlo un poco, empezó a hablar de varios problemas que él sabía, que a menudo tienen los jóvenes.
David no respondió pero se quedó quieto mirando a la alfombra en el piso. Después de pocos momentos el Sr. Nicholson se calló y quedó estudiando la cara seria del muchacho. Parecía que eso era lo que esperaba David. Alzando la cabeza anunció:
“Tengo trabajo.”
“¡Hombre, eso es maravilloso, tengo gusto en saberlo! ¿Qué estás haciendo?”
Estoy entregando periódicos. “Hubo otra pausa breve y entonces dijo: ”Hoy recibí mi primer cheque.“
El Sr. Nicholson sonrió con gusto. “Eso es maravilloso David, yo me acuerdo lo maravilloso que fue cuando recibí mi primer sueldo. De veras un hombre se siente bien, teniendo dinero propio que él mismo ha ganado, ¿no es cierto?”
David sonriendo estaba de acuerdo y sacó de su bolsillo un sobre arrugado y lo entregó a su amigo. “Esto es, quiero entregarle al Señor y pensaba que Ud. sabría qué hacer con él.”
Después de haber salido David, el Sr. Nicholson abrió el sobre. Estaba lleno de monedas que al echarlos sobre la mesa halló que sumaban un dólar con sesenta y cinco centavos. Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar del amor y el sacrificio que esto significaba, desde el corazón del muchacho. Este era un regalo demasiado precioso para ser usado en la compra de alguna necesidad pequeña. ¡Debe ser usado donde podría producir mejores resultados para la eternidad!
Después de orar, el regalo de David fue colocado en un sobre y enviado a un misionero, el Sr. Jorge Walker en Florida. El Sr. Nicholson le contó la historia de David y luego sugirió que tal vez el dinero podría ser usado en los programas radiales del Sr. Walker.
Cuando la carta llegó a donde el Sr. Walker, él estaba a punto de salir a comprar un nuevo casete para su programa, “Campanas Evangélicas”. ¡Un dólar sesenta y cinco era exactamente la cantidad que necesitaban para comprarlo!
Este programa era en español, y fue escuchado no tan solo en Florida sino también en Cuba. En ese mismo día el Sr. Walker sintió que el Señor le decía que anunciara un número telefónico que cualquiera que quisiera tener contacto con él, lo podría usar. Ni bien terminaba el programa sonaba el teléfono. Al contestar el teléfono oyó la voz de un hombre diciendo:
“Tenía una escopeta apuntando a mi cabeza y estaba listo a apretar el gatillo cuando decidí sintonizar la radio a todo volumen para amortizar el sonido del disparo. Escuché una voz que decía en voz alta y clara, ¡Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar!”
“¿Eso es lo que necesito pero como puedo conseguirlo? ¿Puede usted venir para ayudarme?”
“¿Dónde está usted?”
“En una casa de refugiados.”
Hicieron el arreglo para encontrarse en una capilla, donde el hombre relató toda su triste historia. Era cubano que había logrado escapar de Cuba en un bote pequeño. Estaba descorazonado y desanimado porque no había tenido éxito en sus intentos de sacar a su familia y parecía que nunca vería a sus seres queridos otra vez. Fue en aquel momento que Dios le llamó por medio del programa radial por intermedio de esas palabras maravillosas. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28)
Cuando el Sr. Walker explicó al hombre del gran amor de Dios al enviar a Cristo para llevar su pecado, gustosamente recibió al Señor quien sería su amigo eterno.
Con cara radiante pese a no haberse afeitado por algún tiempo, dijo: “¡Ahora sí tengo la respuesta a todos mis problemas!”
Después de algún tiempo el Sr. Walker supo que este cubano iba a poder restablecerse con su familia.
· · · · · · ·
Una noche en una conferencia en Toronto, Canadá, el Sr. Walker relató la historia de cómo David había entregado al Señor su primer sueldo y como Dios lo había usado para que un hombre se salvara de la muerte física y espiritual. Al salir de la conferencia sintió que alguien le estaba cogiendo la manga de su saco. Mirando hacia abajo vio a un niño pequeño que le entregaba un sobre diciendo:
“Tío Jorge, por favor compre dos casetes más para su programa radial.”