Emmy Y Los Zapatos Rojos

 •  4 min. read  •  grade level: 13
Listen from:
/
“Supongo que ya no hay té en la alacena, ¿lo hay, Emmy? ¿Estás segura de que buscaste cuidadosamente? ¡Yo estoy muy sediento por una taza de té!”
La pequeña Emmy sacudió su cabeza mientras miraba a su padre enfermo ansiosamente. “Ya busqué otra vez, papi, ya se acabó. Te daré un poco de agua. ¿Estás seguro de que no quieres que vaya en busca del doctor?
“Me debería atender un doctor, querida, pero no puedo. Costaría mínimo dos dólares traerlo hasta aquí. Y nosotros no lo tenemos. Tampoco tengo suficiente dinero para comprar un poco de té.”
Todo era bastante dificultoso para la pequeña niña de seis años, pero en un momento su cara brilló. “¡Yo sé que es lo que haré!” ¡Voy a pedirle a Dios que nos envíe un poco de té, y algo de dinero para poder conseguir un doctor! Después de pensar un momento, añadió, “y pienso pedirle a El un par de zapatos rojos también.”
Emmy había tenido un deseo secreto, el de tener un par de zapatos rojos, y ahora, en este tiempo de una real necesidad, ¡ella repentinamente recordó que ella sin duda le contaría a su Padre Celestial todo acerca de esto!
La mamá y el papá de Emmy habían venido de México para ser misioneros, y no habían estado mucho tiempo cuando ¡la madre de Emmy murió! Ahora, aunque ella todavía era una niña pequeña, ella era una gran ayuda para su padre en muchas formas. Era mucho lo que ella había aprendido de los que haceres domésticos, y ella frecuentemente llevaba mensajes para él. Ahora que su padre estaba tan enfermo, que no se podía levantar de la cama, Emmy estaba muy asustada. En eso ella recordó cuan tonto era estar afligido cuando ellos solo necesitaban contarselo a Dios, todo.
Sentándose afuera en los escalones Emmy miró hacia abajo de la polvorienta calle. Estaba anocheciendo y las pocas personas a la vista, parecían apurar los pasos para llegar a casa. Mientras miraba, un hombre que caminaba por la calle vino directamente a la casa de ella, tuvo un paquete pequeño en su mano que él entregaba diciendo: “¡Aquí tienes un regalito para tu papi! Hace poco tuvimos visitas en casa y compramos té para ellos, y luego de su visita no sabíamos que hacer con el té que sobraba porque todos nosotros preferimos nuestro buen café. Hoy mismo me acordé que tu papi es inglés y probablemente le gustaría.”
Emmy le agradeció gozosamente y corrió a la casa para hervir el agua. Su papá tomó su té con mucho agrado mientras escuchaba su relato y juntos agradecieron al Señor. Entonces Emmy anunció: “Todavía necesitamos dinero para el doctor, así que voy a salir de la casa y esperar a que Dios nos envíe eso ahora.” Después de poco tiempo otro mexicano se detuvo delante de ella y tomando su billetera dijo: “Hace algún tiempo pedí prestado dos dólares a tu papi y ahora se los puedo devolver. Por favor llévale este dinero.”
Emmy con el permiso de su papá, fue volando por la calle a buscar al médico. El doctor trajo remedio y dio buenos consejos, y pronto su papá estaba descansando tranquilamente. Cuando el médico se despidió ya era de noche y era hora de acostarse para Emmy.
“Pues supongo que tendré que esperar hasta la mañana por mis zapatos rojos”, ella dijo a su padre mientras le besaba y se fue a acostar en su camita para dormir.
Al día siguiente, después de desayunar, una niñita llena de expectación se sentó en las gradas de la casa esperando que Dios le mandara un par de zapatos rojos. En la casa todavía enfermo, pero sintiéndose mucho más descansado, su padre estaba dando gracias al Señor por su bondad hacia ellos y orando por su hijita huérfana de madre.
Muy pronto un hombre con un paquete debajo del brazo, se acercó a Emmy y empezó a decirle lo siguiente: “Niñita, soy zapatero. Hace mucho tiempo algunos turistas estaban visitando nuestro pueblo y vinieron a mí para comprar un par de zapatos para su niñita. No les gustaba las sandalias o arrachis que se ponen casi todos nuestros hijos. Tuve que enviar a comprar cuero rojo para hacerle un par de zapatos verdaderos. Al terminarlos, ellos se los llevaron y me di cuenta de que había cuero suficiente como para hacer otro par de zapatos, así que los hice. Ahora estos zapatos has estado en la vitrina por muchos meses y nadie ha querido comprarlos. No me gusta verlos haciéndose viejos, ni secándose y rajándose el cuero, sin que alguien los use. Entonces pensé en la hijita del misionero que también usa zapatos. Si te quedan bien puedes tenerlos.
Emmy feliz y emocionada quitó sus zapatos viejos y metió sus pies en los hermosos y nuevos zapatos rojos.
Por supuesto le quedaron. Habían sido hechos a la medida, a pedido especial de un cariñoso Padre Celestial en contestación a la oración de una niñita que creía en Él.